Apoyándose contra una pared, y cruzándose de brazos lentamente, Grey observó el cielo mientras esperaba.
Los últimos rastros del día se desvanecían en un crepúsculo de colores anaranjados y azules oscuros; sin que Grey tuviera mucho conocimiento de pintura, se halló comparándolo con una hermosa pintura de un lienzo fresco.
Entrecerró los ojos, algo le faltaba al cuadro. Unos pájaros volando a la deriva, ¿tal vez?
—¡Woaf! ¡Woaf!
Bajo la vista hacia el suelo, al origen del ruido: un pequeño perro con el pelo enmarañado y sucio. Su pelaje parecía ser rizado y marrón, pero con la tierra que llevaba podría ser también negro.
Alzó una ceja. Grey no fue precisamente amigo de los animales. Ese fue Phipps. Quien conservaba y cuidaba al pollito de aquella vez, el que los hizo perder en la mansión Phantomhive durante los juegos de pascuas.
Como sea, no quería lidiar con esto ahora.
—¿Y tú qué quieres? —hizo el amague de patearlo, pero se detuvo antes de hacerlo cuando el cachorro retrocedió y se calló por un segundo.
—Vete, vete, —le hizo señas lánguidamente con las manos, mas el perro de nuevo le ladró, incluso desde lejos.
Intentó seguir mirando hacía arriba e ignorarlo, pero inevitablemente escuchaba sus ladridos cada vez más fuertes.
Grey observó por el rabillo del ojo, que el cachorro no le ladraba de manera agresiva, movía la cola y sacaba la lengua, como si estuviera esperando algo de él, hasta tuvo la confianza de acercarse de nuevo por sus pies, olvidando que Grey lo echó antes.
"Que fastidio".
No paraba de ladrar y le estaban comenzando a doler los oídos, ¿por qué tenía que soportar a esta bestia?
Grey tenía hambre y eso lo ponía de mal humor.
Chasqueó la lengua, e irritado, al final lo miró directamente
—¡Cállate ya! —el perro giró la cabeza hacia un lado, pareciendo confundido, luego, pareció responderle con otro ladrido, y otro, y otro...
—¿Qué mierda quieres?
Aún con su arrebato, Grey supo la respuesta a su propia pregunta.
Se agachó, y rebuscó en su bolsillo una bolsa mediana. La miró con cierta lástima, no eran gran cosa, solo unas galletas de vainilla que guardó del desayuno para comer mientras se ocupaba del "asunto", debían quedar algunas, la gran parte se las había comido durante el camino.
El perro de repente solo miraba la bolsa que Grey sostenía, se había callado y sentado, tan calmado...
Grey resopló, abrió la bolsa y se la ofreció al cachorro, dejándola cerca en el suelo.
Como había pensado, en cuestión de segundos, el perrito se comió todo, y lo miró de nuevo, con esos ojos grandes y azules que le generaban algo en el pecho que no quería sentir; una pena que le provocaría ser igual a Phipps y arrastrar a este cachorro hasta el palacio.
No, se negaba. Grey no se apegaría a un perro.
Se levantó para ir a ver cómo estaba el "asunto", ¿cuánto más podría tardar? Pero se detuvo abruptamente, miró hacia atrás. El perro estaba en silencio, siguiéndolo.
De nuevo, Grey no quería lidiar con esto.
Continuó caminando, y cuando el cachorro lo siguió de cerca, le dio una patada para alejarlo. El animal se revolcó a un lado, chilló y lloriqueó.
¡Que exagerado!
Solo había sido un golpe suave.
Sin embargo, Grey no se atrevió a pegarle de nuevo, y el perro lo siguió todo el camino.


Más tarde ese día...

Dos oficiales de Scotland Yard hablaban por la entrada de la comisaría.
—Oye, ¿qué pasó ahí dentro?
—Un perro sucio se metió, quise echarlo con un periódico pero, ¡el conde Grey me miró con esa cara!
—¿Qué cara?
—¡De muerte!


|| La palabra clave era: perro.
Jaja, nada que ver a lo que habías pensado Ranito, pero creo que no terminó tan mal ¿?
Apoyándose contra una pared, y cruzándose de brazos lentamente, Grey observó el cielo mientras esperaba. Los últimos rastros del día se desvanecían en un crepúsculo de colores anaranjados y azules oscuros; sin que Grey tuviera mucho conocimiento de pintura, se halló comparándolo con una hermosa pintura de un lienzo fresco. Entrecerró los ojos, algo le faltaba al cuadro. Unos pájaros volando a la deriva, ¿tal vez? —¡Woaf! ¡Woaf! Bajo la vista hacia el suelo, al origen del ruido: un pequeño perro con el pelo enmarañado y sucio. Su pelaje parecía ser rizado y marrón, pero con la tierra que llevaba podría ser también negro. Alzó una ceja. Grey no fue precisamente amigo de los animales. Ese fue Phipps. Quien conservaba y cuidaba al pollito de aquella vez, el que los hizo perder en la mansión Phantomhive durante los juegos de pascuas. Como sea, no quería lidiar con esto ahora. —¿Y tú qué quieres? —hizo el amague de patearlo, pero se detuvo antes de hacerlo cuando el cachorro retrocedió y se calló por un segundo. —Vete, vete, —le hizo señas lánguidamente con las manos, mas el perro de nuevo le ladró, incluso desde lejos. Intentó seguir mirando hacía arriba e ignorarlo, pero inevitablemente escuchaba sus ladridos cada vez más fuertes. Grey observó por el rabillo del ojo, que el cachorro no le ladraba de manera agresiva, movía la cola y sacaba la lengua, como si estuviera esperando algo de él, hasta tuvo la confianza de acercarse de nuevo por sus pies, olvidando que Grey lo echó antes. "Que fastidio". No paraba de ladrar y le estaban comenzando a doler los oídos, ¿por qué tenía que soportar a esta bestia? Grey tenía hambre y eso lo ponía de mal humor. Chasqueó la lengua, e irritado, al final lo miró directamente —¡Cállate ya! —el perro giró la cabeza hacia un lado, pareciendo confundido, luego, pareció responderle con otro ladrido, y otro, y otro... —¿Qué mierda quieres? Aún con su arrebato, Grey supo la respuesta a su propia pregunta. Se agachó, y rebuscó en su bolsillo una bolsa mediana. La miró con cierta lástima, no eran gran cosa, solo unas galletas de vainilla que guardó del desayuno para comer mientras se ocupaba del "asunto", debían quedar algunas, la gran parte se las había comido durante el camino. El perro de repente solo miraba la bolsa que Grey sostenía, se había callado y sentado, tan calmado... Grey resopló, abrió la bolsa y se la ofreció al cachorro, dejándola cerca en el suelo. Como había pensado, en cuestión de segundos, el perrito se comió todo, y lo miró de nuevo, con esos ojos grandes y azules que le generaban algo en el pecho que no quería sentir; una pena que le provocaría ser igual a Phipps y arrastrar a este cachorro hasta el palacio. No, se negaba. Grey no se apegaría a un perro. Se levantó para ir a ver cómo estaba el "asunto", ¿cuánto más podría tardar? Pero se detuvo abruptamente, miró hacia atrás. El perro estaba en silencio, siguiéndolo. De nuevo, Grey no quería lidiar con esto. Continuó caminando, y cuando el cachorro lo siguió de cerca, le dio una patada para alejarlo. El animal se revolcó a un lado, chilló y lloriqueó. ¡Que exagerado! Solo había sido un golpe suave. Sin embargo, Grey no se atrevió a pegarle de nuevo, y el perro lo siguió todo el camino. Más tarde ese día... Dos oficiales de Scotland Yard hablaban por la entrada de la comisaría. —Oye, ¿qué pasó ahí dentro? —Un perro sucio se metió, quise echarlo con un periódico pero, ¡el conde Grey me miró con esa cara! —¿Qué cara? —¡De muerte! || La palabra clave era: perro. Jaja, nada que ver a lo que habías pensado Ranito, pero creo que no terminó tan mal ¿?
Me encocora
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