Asesinos
//rol con [Trinche2]
Que en la ciudad hubiera un silencio absoluto era algo más bien raro. Era señal de que se había dado la muerte de algún importante personaje. Quizás un señor, quizás un sacerdote, quizás el alcalde. De esa forma, también se permitía por la ausencia de gentes en las calles que una persona non grata entrara en el lugar sin ser molestada. Y tampoco serían molestados quienes quisieran matarla.
Isidro esperaba en un estrecho callejón a poder detectar el carruaje del conde, identificado con la insignia dorada de un reno en la parte frontal según había sido informado. De otro país, de otra religión... en esa misma ciudad era visto como menos que los hombres bestia a los que se pisoteaba sin reparos. Y el obispo además le había ofrecido una buena suma por su cabeza.
Tampoco sabía que otro había sido contratado para matarlo, tampoco, seguramente pagado por otro poderoso distinto. Así que Isidro actuaba con total soltura, sin preocuparse más que por la posible amenaza del carro. En cuanto vio que los caballos se acercaban, emergió de la entrada al subterráneo lanzando una suerte de petardo, que más que una explosión provocó un destello tan intenso que los caballos perdieron el sentido de la vista por un momento y, en pánico, se detuvieron bruscamente, desestabilizando el vehículo. El carretero, un bisonte, igualmente se tapó los ojos, lanzando un chillido mientras buscaba su revolver. Isidro sonrió mientras desenvainaba su ropera y se lanzaba al asalto. "¡Será tan fácil, madre!", pensó para sí mismo.
Que en la ciudad hubiera un silencio absoluto era algo más bien raro. Era señal de que se había dado la muerte de algún importante personaje. Quizás un señor, quizás un sacerdote, quizás el alcalde. De esa forma, también se permitía por la ausencia de gentes en las calles que una persona non grata entrara en el lugar sin ser molestada. Y tampoco serían molestados quienes quisieran matarla.
Isidro esperaba en un estrecho callejón a poder detectar el carruaje del conde, identificado con la insignia dorada de un reno en la parte frontal según había sido informado. De otro país, de otra religión... en esa misma ciudad era visto como menos que los hombres bestia a los que se pisoteaba sin reparos. Y el obispo además le había ofrecido una buena suma por su cabeza.
Tampoco sabía que otro había sido contratado para matarlo, tampoco, seguramente pagado por otro poderoso distinto. Así que Isidro actuaba con total soltura, sin preocuparse más que por la posible amenaza del carro. En cuanto vio que los caballos se acercaban, emergió de la entrada al subterráneo lanzando una suerte de petardo, que más que una explosión provocó un destello tan intenso que los caballos perdieron el sentido de la vista por un momento y, en pánico, se detuvieron bruscamente, desestabilizando el vehículo. El carretero, un bisonte, igualmente se tapó los ojos, lanzando un chillido mientras buscaba su revolver. Isidro sonrió mientras desenvainaba su ropera y se lanzaba al asalto. "¡Será tan fácil, madre!", pensó para sí mismo.
//rol con [Trinche2]
Que en la ciudad hubiera un silencio absoluto era algo más bien raro. Era señal de que se había dado la muerte de algún importante personaje. Quizás un señor, quizás un sacerdote, quizás el alcalde. De esa forma, también se permitía por la ausencia de gentes en las calles que una persona non grata entrara en el lugar sin ser molestada. Y tampoco serían molestados quienes quisieran matarla.
Isidro esperaba en un estrecho callejón a poder detectar el carruaje del conde, identificado con la insignia dorada de un reno en la parte frontal según había sido informado. De otro país, de otra religión... en esa misma ciudad era visto como menos que los hombres bestia a los que se pisoteaba sin reparos. Y el obispo además le había ofrecido una buena suma por su cabeza.
Tampoco sabía que otro había sido contratado para matarlo, tampoco, seguramente pagado por otro poderoso distinto. Así que Isidro actuaba con total soltura, sin preocuparse más que por la posible amenaza del carro. En cuanto vio que los caballos se acercaban, emergió de la entrada al subterráneo lanzando una suerte de petardo, que más que una explosión provocó un destello tan intenso que los caballos perdieron el sentido de la vista por un momento y, en pánico, se detuvieron bruscamente, desestabilizando el vehículo. El carretero, un bisonte, igualmente se tapó los ojos, lanzando un chillido mientras buscaba su revolver. Isidro sonrió mientras desenvainaba su ropera y se lanzaba al asalto. "¡Será tan fácil, madre!", pensó para sí mismo.
Tipo
Individual
Líneas
15
Estado
Disponible
27
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