El ladrón apoyó su espalda contra el arco del puente de piedra y se deslizó hasta caer sentado sobre una roca de gran tamaño. Los pasos apresurados de los soldados y el movimiento de sus armaduras resonaron en medio de la oscuridad de la noche. Aguardó tranquilo en su sitio hasta que sus orejas puntiagudas captaron lo que tanto esperaba oír: silencio.

Soltó un suspiró y entonces alzó la piedra preciosa que había robado a aquella dama noble. Era una amatista trabajada hábilmente por los artesanos para convertirla en la pieza central de un collar de oro. Abel no observó la piedra en sí misma, sino el color, ese morado tan profundo que le recordaban a los ojos de ella. Su compañera, su cómplice, su señora. Su ama.

────Irina...
El ladrón apoyó su espalda contra el arco del puente de piedra y se deslizó hasta caer sentado sobre una roca de gran tamaño. Los pasos apresurados de los soldados y el movimiento de sus armaduras resonaron en medio de la oscuridad de la noche. Aguardó tranquilo en su sitio hasta que sus orejas puntiagudas captaron lo que tanto esperaba oír: silencio. Soltó un suspiró y entonces alzó la piedra preciosa que había robado a aquella dama noble. Era una amatista trabajada hábilmente por los artesanos para convertirla en la pieza central de un collar de oro. Abel no observó la piedra en sí misma, sino el color, ese morado tan profundo que le recordaban a los ojos de ella. Su compañera, su cómplice, su señora. Su ama. ────Irina...
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