Salió a correr, almorzó a orillas del lago congelado, en el extremo opuesto a donde se ubica la cabaña. Paseó por el bosque. Siguiendo a un zorro blanco por simple curiosidad y simpatía, se alejó más de lo que fue capaz de notar. Debía regresar antes del anochecer para encender el fuego, temperar la casa y preparar la cena, pero se le hizo tarde. Mientras recorría el viejo camino que le llevaría de vuelta a su hogar, se encontró con un hermoso atardecer y sintió que su despiste valió la pena. Quiso compartir aquel bello momento con su amado, con [Tolek], hubiera sido hermoso tenerle a su lado, su mano en la propia, los dedos entre los suyos, pero su corazón se llenó de alegría con tan solo enviarle una fotografía tomada con el móvil.