Dejó la cabaña apenas despuntar el alba. Como se le hizo costumbre, siguió el viejo camino para internarse hasta lo más profundo del bosque, donde los árboles eran tan antiguos que resultaba imposible descifrar su edad al verlos, allí buscaría los ejemplares muertos y haría leña con ellos, leña para cocinar la comida y abrigar el hogar, su hogar que era una persona.
Los pinos se sacudieron y alborotaron a su llegada, cualquiera diría que respondían al paso del viento de la mañana, en cambio Thomas, poseedor de una muy profunda conexión con la naturaleza, sentía como las ramas y las hojas causaban el viento al mecerse alegremente indicándole el camino a seguir.
Entendió el mensaje y llevó sus pasos en esa dirección, aunque también notó una solemnidad que delataba tristeza. Fue un invierno duro, mucho más que los anteriores. Muchos ejemplares jóvenes no resistieron las nevadas y los más grandes sufrían su pérdida.
— Gracias —le dijo al bosque con una sonrisa afable, agradecido por las indicaciones, pero consciente de su pena— Las semillas están a salvo en la tierra. Pronto dejará de nevar, germinarán y el bosque florecerá —el ciclo no se detendría— Ya falta poco.
Los pinos se sacudieron y alborotaron a su llegada, cualquiera diría que respondían al paso del viento de la mañana, en cambio Thomas, poseedor de una muy profunda conexión con la naturaleza, sentía como las ramas y las hojas causaban el viento al mecerse alegremente indicándole el camino a seguir.
Entendió el mensaje y llevó sus pasos en esa dirección, aunque también notó una solemnidad que delataba tristeza. Fue un invierno duro, mucho más que los anteriores. Muchos ejemplares jóvenes no resistieron las nevadas y los más grandes sufrían su pérdida.
— Gracias —le dijo al bosque con una sonrisa afable, agradecido por las indicaciones, pero consciente de su pena— Las semillas están a salvo en la tierra. Pronto dejará de nevar, germinarán y el bosque florecerá —el ciclo no se detendría— Ya falta poco.
Dejó la cabaña apenas despuntar el alba. Como se le hizo costumbre, siguió el viejo camino para internarse hasta lo más profundo del bosque, donde los árboles eran tan antiguos que resultaba imposible descifrar su edad al verlos, allí buscaría los ejemplares muertos y haría leña con ellos, leña para cocinar la comida y abrigar el hogar, su hogar que era una persona.
Los pinos se sacudieron y alborotaron a su llegada, cualquiera diría que respondían al paso del viento de la mañana, en cambio Thomas, poseedor de una muy profunda conexión con la naturaleza, sentía como las ramas y las hojas causaban el viento al mecerse alegremente indicándole el camino a seguir.
Entendió el mensaje y llevó sus pasos en esa dirección, aunque también notó una solemnidad que delataba tristeza. Fue un invierno duro, mucho más que los anteriores. Muchos ejemplares jóvenes no resistieron las nevadas y los más grandes sufrían su pérdida.
— Gracias —le dijo al bosque con una sonrisa afable, agradecido por las indicaciones, pero consciente de su pena— Las semillas están a salvo en la tierra. Pronto dejará de nevar, germinarán y el bosque florecerá —el ciclo no se detendría— Ya falta poco.