Es un día lento. Aún no es hora de cerrar, pero salta a la vista que no hay necesidad de seguir horneando.
Khan interrumpe las labores de Añil Sharp, rompiendo la rutina al abordarle por detrás. Apoyando una mano a cada lado de su cadera, le conduce al banco que ocupa el pequeño espacio entre las estanterías.
Se sienta primero disponiendo las piernas para que su amante descanse.
— Mi gente creía que los inmortales, los creadores y los guardianes, aquellos que no trascienden, dejan pequeñas partes de si mismos a lo largo de su existencia, fragmentos de lo que son, chispas de su alma y energía que, al encontrar el entorno indicado, dan pie a una nueva vida —narra para exponer un asunto que hace tiempo, meses quizá, ronda su cabeza.
Khan es un hombre austero, de mente cerrada y corazón de piedra. No tiene porqué mentir, es honesto, pero tampoco suele encontrar motivos para decir lo que piensa o exponer sus preocupaciones. El lleva más riendas de su vida y nunca pedirá ayuda, pero esto no se trata de eso.
— Ithladin, princesa del pueblo élfico, era considerada hija de la luna por su afinidad con ella, una afinidad que puede explicarse de cien formas diferentes, se reduce a lo que dicte tu entendimiento y tu fe.
Khan interrumpe las labores de Añil Sharp, rompiendo la rutina al abordarle por detrás. Apoyando una mano a cada lado de su cadera, le conduce al banco que ocupa el pequeño espacio entre las estanterías.
Se sienta primero disponiendo las piernas para que su amante descanse.
— Mi gente creía que los inmortales, los creadores y los guardianes, aquellos que no trascienden, dejan pequeñas partes de si mismos a lo largo de su existencia, fragmentos de lo que son, chispas de su alma y energía que, al encontrar el entorno indicado, dan pie a una nueva vida —narra para exponer un asunto que hace tiempo, meses quizá, ronda su cabeza.
Khan es un hombre austero, de mente cerrada y corazón de piedra. No tiene porqué mentir, es honesto, pero tampoco suele encontrar motivos para decir lo que piensa o exponer sus preocupaciones. El lleva más riendas de su vida y nunca pedirá ayuda, pero esto no se trata de eso.
— Ithladin, princesa del pueblo élfico, era considerada hija de la luna por su afinidad con ella, una afinidad que puede explicarse de cien formas diferentes, se reduce a lo que dicte tu entendimiento y tu fe.
Es un día lento. Aún no es hora de cerrar, pero salta a la vista que no hay necesidad de seguir horneando.
Khan interrumpe las labores de [Anil], rompiendo la rutina al abordarle por detrás. Apoyando una mano a cada lado de su cadera, le conduce al banco que ocupa el pequeño espacio entre las estanterías.
Se sienta primero disponiendo las piernas para que su amante descanse.
— Mi gente creía que los inmortales, los creadores y los guardianes, aquellos que no trascienden, dejan pequeñas partes de si mismos a lo largo de su existencia, fragmentos de lo que son, chispas de su alma y energía que, al encontrar el entorno indicado, dan pie a una nueva vida —narra para exponer un asunto que hace tiempo, meses quizá, ronda su cabeza.
Khan es un hombre austero, de mente cerrada y corazón de piedra. No tiene porqué mentir, es honesto, pero tampoco suele encontrar motivos para decir lo que piensa o exponer sus preocupaciones. El lleva más riendas de su vida y nunca pedirá ayuda, pero esto no se trata de eso.
— Ithladin, princesa del pueblo élfico, era considerada hija de la luna por su afinidad con ella, una afinidad que puede explicarse de cien formas diferentes, se reduce a lo que dicte tu entendimiento y tu fe.