El salón estaba sumido en penumbras, iluminado apenas por algunas antorchas que colgaban de las paredes de piedra, Rei se hallaba sentado en un sillón de terciopelo rojo, con la barbilla apoyada en una mano y el codo sobre el brazo del mueble. Miraba distraídamente a su alrededor, aburrido, mientras su padre seguía con su discurso.
Llevaban horas hablando de los deberes que conllevaba ser el lider de su clan, del legado de poder que asumió, de la responsabilidad de guiar a su familia. Pero Rei ya había oído todo aquello mil veces antes. —Debes entender de una vez por todas la responsabilidad que cargas sobre tus hombros, hijo. —decía el padre de Rei, paseándose de un lado a otro. —Eres un inútil e indigno, nunca estarás a la altura de tu deber como líder. Tu debilidad por los humanos nos pondrá a todos en peligro.
De pronto, Rei notó que uno de los ancianos lo miraba fijamente, con el ceño fruncido. Se dio cuenta de que había estado cabeceando, a punto de quedar dormido, rápidamente enderezó su postura e intentó fingir interés, aunque por dentro solo deseaba que aquel sermón terminara de una vez. —¡Tú no mereces ese puesto! —ruge el vampiro mayor. —¡Debería haberte matado años atrás!
Rei miró fijamente a su padre con ojos encendidos, sus colmillos asomando amenazantes en una mueca, las palabras agresivas de su progenitor resonaban aún en sus oídos, despertando la furia que bullía en su interior. —No me levantes la voz de ese modo, padre —dijo Rei con calma aparente, aunque su tono destilaba veneno —Recuerda cuál es tu lugar. Soy yo ahora quien lidera este clan, no tú.
Su padre le devolvió la mirada, desafiante, pero Rei pudo ver el temor que se escondía tras su postura erguida, ambos sabían de lo que era capaz cuando su ira estallaba. —Cuida tus palabras la próxima vez. —continuó Rei, acercándose amenazante. —No me obligues a dejarte otra cicatriz en ese rostro que tanto te enorgullece, recuerda que soy más poderoso que tú, viejo. Así que sé un buen perro y obedece si aprecias tu miserable existencia.
Dejó escapar un largo suspiro de frustración al ver a su padre desaparecer hecho una furia, realmente había sido una pésima idea volver a este lugar. Últimamente, sus constantes discusiones con su padre sólo lograban agotarlo más, tanto física como emocionalmente.
Se suponía que este sería un breve descanso de sus actividades, pero como siempre, el ambiente tenso y hostil de su hogar terminaba por drenar cualquier energía positiva. Cómo deseaba estar en cualquier otro sitio... tal vez dar un paseo nocturno por el bosque, o componer alguna nueva melodía en su violín para despejar la mente. Sólo faltaba aguantar unos días más antes de regresar a su verdadero hogar.
El salón estaba sumido en penumbras, iluminado apenas por algunas antorchas que colgaban de las paredes de piedra, Rei se hallaba sentado en un sillón de terciopelo rojo, con la barbilla apoyada en una mano y el codo sobre el brazo del mueble. Miraba distraídamente a su alrededor, aburrido, mientras su padre seguía con su discurso.
Llevaban horas hablando de los deberes que conllevaba ser el lider de su clan, del legado de poder que asumió, de la responsabilidad de guiar a su familia. Pero Rei ya había oído todo aquello mil veces antes. —Debes entender de una vez por todas la responsabilidad que cargas sobre tus hombros, hijo. —decía el padre de Rei, paseándose de un lado a otro. —Eres un inútil e indigno, nunca estarás a la altura de tu deber como líder. Tu debilidad por los humanos nos pondrá a todos en peligro.
De pronto, Rei notó que uno de los ancianos lo miraba fijamente, con el ceño fruncido. Se dio cuenta de que había estado cabeceando, a punto de quedar dormido, rápidamente enderezó su postura e intentó fingir interés, aunque por dentro solo deseaba que aquel sermón terminara de una vez. —¡Tú no mereces ese puesto! —ruge el vampiro mayor. —¡Debería haberte matado años atrás!
Rei miró fijamente a su padre con ojos encendidos, sus colmillos asomando amenazantes en una mueca, las palabras agresivas de su progenitor resonaban aún en sus oídos, despertando la furia que bullía en su interior. —No me levantes la voz de ese modo, padre —dijo Rei con calma aparente, aunque su tono destilaba veneno —Recuerda cuál es tu lugar. Soy yo ahora quien lidera este clan, no tú.
Su padre le devolvió la mirada, desafiante, pero Rei pudo ver el temor que se escondía tras su postura erguida, ambos sabían de lo que era capaz cuando su ira estallaba. —Cuida tus palabras la próxima vez. —continuó Rei, acercándose amenazante. —No me obligues a dejarte otra cicatriz en ese rostro que tanto te enorgullece, recuerda que soy más poderoso que tú, viejo. Así que sé un buen perro y obedece si aprecias tu miserable existencia.
Dejó escapar un largo suspiro de frustración al ver a su padre desaparecer hecho una furia, realmente había sido una pésima idea volver a este lugar. Últimamente, sus constantes discusiones con su padre sólo lograban agotarlo más, tanto física como emocionalmente.
Se suponía que este sería un breve descanso de sus actividades, pero como siempre, el ambiente tenso y hostil de su hogar terminaba por drenar cualquier energía positiva. Cómo deseaba estar en cualquier otro sitio... tal vez dar un paseo nocturno por el bosque, o componer alguna nueva melodía en su violín para despejar la mente. Sólo faltaba aguantar unos días más antes de regresar a su verdadero hogar.