𝐃𝐞𝐢𝐚𝐧𝐢𝐫𝐚 𝐙𝐡𝐨𝐫𝐤𝐞𝐚𝐬
"𝑬𝒍 𝒎𝒖𝒏𝒅𝒐 𝒎𝒊𝒓𝒂, 𝒑𝒆𝒓𝒐 𝒑𝒐𝒄𝒐𝒔 𝒗𝒆𝒏."
La música del evento se filtraba entre los cristales del rooftop, mezclándose con las luces de la ciudad que parecían parpadear solo para ella. Deianira apoyó una mano en la baranda, el cóctel en la otra, mientras el flash de alguna cámara la capturaba sin que se inmutara. El vestido —de satén blanco, cortado justo donde debía— parecía más una extensión de su piel que una prenda.
No hablaba, pero su presencia llenaba el aire: fría, brillante, como si perteneciera a un mundo donde nadie podía alcanzarla del todo. Aun así, su mirada azul recorrió el lugar buscando algo que la sacara de la rutina de los flashes, los halagos vacíos y los contratos firmados en copas de champán.
Quizás alguien distinto.
O quizás solo una excusa para no sentirse tan sola entre tanta perfección.
"𝑬𝒍 𝒎𝒖𝒏𝒅𝒐 𝒎𝒊𝒓𝒂, 𝒑𝒆𝒓𝒐 𝒑𝒐𝒄𝒐𝒔 𝒗𝒆𝒏."
La música del evento se filtraba entre los cristales del rooftop, mezclándose con las luces de la ciudad que parecían parpadear solo para ella. Deianira apoyó una mano en la baranda, el cóctel en la otra, mientras el flash de alguna cámara la capturaba sin que se inmutara. El vestido —de satén blanco, cortado justo donde debía— parecía más una extensión de su piel que una prenda.
No hablaba, pero su presencia llenaba el aire: fría, brillante, como si perteneciera a un mundo donde nadie podía alcanzarla del todo. Aun así, su mirada azul recorrió el lugar buscando algo que la sacara de la rutina de los flashes, los halagos vacíos y los contratos firmados en copas de champán.
Quizás alguien distinto.
O quizás solo una excusa para no sentirse tan sola entre tanta perfección.
𝐃𝐞𝐢𝐚𝐧𝐢𝐫𝐚 𝐙𝐡𝐨𝐫𝐤𝐞𝐚𝐬
"𝑬𝒍 𝒎𝒖𝒏𝒅𝒐 𝒎𝒊𝒓𝒂, 𝒑𝒆𝒓𝒐 𝒑𝒐𝒄𝒐𝒔 𝒗𝒆𝒏."
La música del evento se filtraba entre los cristales del rooftop, mezclándose con las luces de la ciudad que parecían parpadear solo para ella. Deianira apoyó una mano en la baranda, el cóctel en la otra, mientras el flash de alguna cámara la capturaba sin que se inmutara. El vestido —de satén blanco, cortado justo donde debía— parecía más una extensión de su piel que una prenda.
No hablaba, pero su presencia llenaba el aire: fría, brillante, como si perteneciera a un mundo donde nadie podía alcanzarla del todo. Aun así, su mirada azul recorrió el lugar buscando algo que la sacara de la rutina de los flashes, los halagos vacíos y los contratos firmados en copas de champán.
Quizás alguien distinto.
O quizás solo una excusa para no sentirse tan sola entre tanta perfección.