Atropos los había visto desde siempre:
aquellos que envolvían sus intenciones en adornos hermosos,
que ofrecían sonrisas moldeadas a conveniencia, que disfrazaban la necesidad de afecto con palabras dulces y gestos ensayados.
Ella jamás aprendió ese arte.
No sabía mentir, ni edulcorar la sombra que la habitaba. Era crudeza, era la noche que no promete amanecer,era la verdad que nadie pedía escuchar.
Durante mucho tiempo, creyó que aquello la condenaba a la eterna distancia.
¿Quién, después de todo, buscaría refugio en una presencia
que no ofrecía calor ni ilusiones,
sólo la certeza fría de su existencia?
Y sin embargo, allí estaba él.
No cayó en los lazos tendidos con esmero,
no se dejó guiar por el resplandor de lo fácil ni por los ecos vacíos.
Sus pasos, de algún modo incomprensible, lo llevaron hasta ella:
oscura, impenetrable, real.
Atropos, que no había sido hecha para ser elegida,sintió en el silencio de su pecho
una grieta imperceptible abrirse.
No lo decía, ni lo diría jamás.
Pero en la soledad de su pensamiento,
sabía que tal vez, solo tal vez,
su verdad bastó. Que a pesar de todo,
alguien eligió quedarse.
Atropos los había visto desde siempre:
aquellos que envolvían sus intenciones en adornos hermosos,
que ofrecían sonrisas moldeadas a conveniencia, que disfrazaban la necesidad de afecto con palabras dulces y gestos ensayados.
Ella jamás aprendió ese arte.
No sabía mentir, ni edulcorar la sombra que la habitaba. Era crudeza, era la noche que no promete amanecer,era la verdad que nadie pedía escuchar.
Durante mucho tiempo, creyó que aquello la condenaba a la eterna distancia.
¿Quién, después de todo, buscaría refugio en una presencia
que no ofrecía calor ni ilusiones,
sólo la certeza fría de su existencia?
Y sin embargo, allí estaba él.
No cayó en los lazos tendidos con esmero,
no se dejó guiar por el resplandor de lo fácil ni por los ecos vacíos.
Sus pasos, de algún modo incomprensible, lo llevaron hasta ella:
oscura, impenetrable, real.
Atropos, que no había sido hecha para ser elegida,sintió en el silencio de su pecho
una grieta imperceptible abrirse.
No lo decía, ni lo diría jamás.
Pero en la soledad de su pensamiento,
sabía que tal vez, solo tal vez,
su verdad bastó. Que a pesar de todo,
alguien eligió quedarse.