Información básica.

     ⸝⸝ raza. elfo.

     ⸝⸝ nombre. Mayir Sakhir.

 ㅤ╰ "El Sol Oscuro".

     ⸝⸝ edad. ?

    ⸝⸝ altura. 187 cm.

    ⸝⸝ peso. ~80 kg.

    ⸝⸝ alineamiento. caótico malvado.

    ⸝ocupación. alto sacerdote/daivarajavu

 Palacio de Khefu

Historia breve.

Mayir nació dentro de la Casa de la Muerte, puesto nueve generaciones atrás un miembro de su familia gobernó Madain Khere. Esto significaba que la siguiente sería la última generación en disfrutar de los lujos que los dioses entregaban a la nobleza eclesiástica a menos que él o alguno de sus hermanos demostrasen tener el atributo divino para prolongar su estancia en alguna de las Casas… Él, tratándose del noveno hijo, era el último en quien tenían esperanza. No obstante, Mayir fue querido y respetado al mismo nivel que sus hermanos, gozando de la mejor educación y una infancia sin sobresaltos en Djansai. Con el paso de los años ninguno mostró señales de ir a convertirse en el próximo rey, Mayir demostraba un talento especial durante los ritos mortuorios de la casa pero nadie lo vio excepcional, no lo suficiente como para pensar en presentarlo a las pruebas.

 

Muchos aspirantes se creían dignos y recibían el único castigo justo para semejante herejía: la muerte. 

 

Había que estar seguro para enfrentarse a los dioses cara a cara…

Mayir no lo estaba, como no lo estaba ninguno de sus hermanos. 

Pero él recibió una revelación tras su decimoquinto cumpleaños, durante la noche el patrón de su casa Avasaan’am, se presentó en sus sueños y le indicó que debía arriesgarse. O conocería el fin al término del año… Mayir, asustado y emocionado, tomó la decisión de presentarse a espaldas de sus padres y sin contar a nadie—salvo su hermano mayor—el mensaje que había recibido. Guardó el secreto hasta que se anunció el próximo periodo de pruebas y la noche anterior se fugó para presentar su candidatura junto al resto de aspirantes. Su hermano mayor ‘traicionó’ su confianza pero para cuando llegaron ya era demasiado tarde, se había presentado y no tenía opción a retractarse, era triunfar o morir.

 

Contra todo pronóstico Mayir superó la primera prueba, la prueba de la Madre.

Todos sus compañeros también lo hicieron puesto que se trataba de la más sencilla, algo que de todas formas tampoco te aseguraba la victoria.

La prueba del Espíritu fue terrorífica pero casi todos la superaron, solo uno de ellos se perdió entre las voces de los muertos para no volver jamás.

La prueba del Orden supuso todo un reto físico y mental, dos se perdieron tratando de equilibrar sus deseos y enfrentarlos a Kuzhappam. Tuvieron que ser ejecutados.

La Prueba de la Muerte fue sumamente dolorosa, su patrón no tuvo ninguna piedad. Le pareció la más difícil y sorprendentemente todos la superaron.

La Prueba de la Vida fue infinitamente triste y dos de sus compañeros murieron ahogados en sus propias lágrimas, entre ellos el octavo hijo del daivarajavu.

La Prueba del Cielo fue hermosa, tanto que tres compañeros nunca quisieron abandonarla. Murieron poco después.

La Prueba de la Creación fue confusa… Difícil de entender hasta para los miembros de su casa, pero todos la superaron.

La Prueba de la Iluminación les hizo arder por dentro hasta llorar sangre, marcando a fuego el destino de los tres últimos participantes: dos fueron marcados con la muerte y uno con la vida.

 

Larga vida a Mayir Sakhir, el próximo daivarajavu.

 

Su antecesor cumplió con los ritos divinos y se quitó la vida, fue enterrado con honores y su cuerpo preparado por el propio Mayir en persona, honrando así al patrón que le permitió gobernar.

 

Durante los años venideros Mayir fue un buen daivarajavu. Gobernó con astucia y recuperó el territorio que habían perdido algunas generaciones atrás, estableció nuevas rutas de comercio con otros reinos élficos y trajo prosperidad a Madain Khere. Lo tenía todo para ser feliz… Y sin embargo no lo era, el recuerdo de sus compañeros caídos le perseguía cada día y cada noche, veía sus miradas asustadas por encima del hombro y juraba notar el último aliento de cada uno de ellos en la nuca al dormirse. Su propia muerte le obsesionaba, ni todo el poder de la corona le salvaría del aciago destino… Destino que podía llegar incluso antes si otro aspirante—como él—superaba las pruebas antes de que llegase su hora. ¿Sería capaz de cumplir con los ritos divinos…? No, Mayir sabía que no. Y tenía que hacer algo para evitarlo… Pero no podía hacerlo desafiando a los dioses, tenía que demostrar que era uno de ellos. Que era superior a cualquier elfo que hubiese obtenido el título y su favor antes…

 

Creó los Aathma’vaal o los Diez Rompevelos, diez artefactos mágicos que encerraban los espíritus de los aspirantes caídos para controlar el gran poder que poseían, poder del que ni siquiera Mayir era consciente… Pero que llamó la atención de dos seres que nadie conocía.

El primero de ellos era Bhinnatha, el príncipe de la Discordia, el noveno dios nacido del Cielo, la Guerra y el Caos, el que no es ni Ella ni Él, el que nunca debió existir. El hijo ‘no nacido’ de Kuzhappam y Svargeeya que yacía encerrado desde su misma creación. El segundo fue Skashag, un demonio que tras haber triunfado en su mundo natal ahora requería ayuda para mantener su ventajosa posición… Skashag despertó a Bhinnatha de su letargo y juntos compusieron una nueva entidad, un auténtico agujero negro que inevitablemente terminaría arrastrando a los ocho dioses de Madain Khere.

 

Esta nueva entidad fue la que se manifestó ante Mayir y le explicó, no solo lo que había ocurrido, también lo que iba a ocurrir… Gracias a él, gracias a su idea, a su miedo. A la oscuridad que todas y cada una de las criaturas de la creación—en ese y otros mundos—guardaban dentro de sí; le dieron dos opciones, la primera desafiarlos y morir en el intento, la segunda asumir su papel—que él mismo había escogido—en aquella macabra historia y triunfar donde otros fracasaron. Ser el último daivarajavu, el único daivarajavu. Vivir para siempre, reinar más allá de Madain Khere, ver, conocer y hacer cosas que nadie más podría. Él, consumido por su ambición, aceptó.

 

Cayó inmediatamente enfermo y durante más de un mes agonizó en la cama, atrapado por desagradables fiebres y pesadillas de las que nadie podría despertarlo jamás. Mayir comprendió durante esos largos días todo lo que le habían contado, algo que no habría podido entender si no lo hubiese visto con sus propios ojos, si no hubiesen vapuleado y moldeado su mente para ese fin… Mayir murió sin un sucesor y el cielo se oscureció, el sol velado brillaba como un ardiente círculo avecinando el fin de los tiempos. Pero tal fin no llegó, el eclipse se retiró y el daivarajavu volvió a la vida lleno de gloria y satisfacción, pues las pruebas no volverían a señalar un nuevo gobernante que no fuese él… Así lo secundaron los dioses y así comenzó, de nuevo, el mandato de Mayir, el Sol Oscuro

Voz de Mayir.

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