• Da un paso al centro, envuelto en un aura fría y luminosa. La imagen del chico de mirada azul cristalina —su yo más joven, su esencia pura— se proyecta detrás de él como un eco ancestral. Su tono es firme, solemne… pero con esa arrogancia elegante que sólo un descendiente de tantas líneas poderosas puede permitirse.

    Heredero del Caos Azul y Sangre de Tres Dinastías

    Mi nombre es Sting Nura Byakuren Ishtar.
    No soy un simple descendiente.
    Soy la confluencia de dos linajes que nunca debieron mezclarse…
    y aun así lo hicieron para crear algo que el mundo no podrá ignorar.

    ✦ Mi Padre:

    R𝚎𝚡 𝙷𝚒𝚛𝚘𝚜𝚑𝚒 𝙹𝚊𝚎𝚐𝚎𝚛𝚓𝚊𝚚𝚞𝚎𝚣 𝙸𝚜𝚑𝚝𝚊𝚛
    Un híbrido Arrancar/Íncubo.
    El Rey Demonio de la Luna Blanca.
    El Pilar de la Oscuridad.

    De él heredé:
    —El poder para devorar almas y sombras.
    —La sangre que no se inclina ante nadie.
    —Una herencia que ha quebrado mundos.

    Abuelos paternos:

    ⛧ Seieki Yokin – Reina demonio, la que convirtió el deseo en arma.
    ⛧ Sasha Ishtar – La Emperatriz. No se la describe: se la obedece.
    ⛧ Henry Grimmtael Jaegerjaquez Black – Rey demonio, señor de lo inevitable.

    Mi linaje por parte de mi padre no es sangre:
    es sentencia.

    ✦ Mi Madre:
    Menardi Nura Byakuren
    Híbrida de Youkai y Ángel Celestial.
    De alas blancas, de magia curativa, de alma pura.
    La luz que puede sanar cualquier herida…
    y la sombra que dejó al dividir sus poderes entre sus dos hijas.

    Ella es el equilibrio imposible entre cielo y abismo.
    La que me enseñó que un arma también puede proteger.

    Su gemela:

    Sakura – alas negras, portadora de la magia oscura.
    El reflejo perfecto y contrario de mi madre.

    Abuelos maternos:

    ⛧ Hijiri Byakuren – Sacerdotisa eterna, bendecida por la luz.
    ⛧ Sain Nura Nanao – Patriarca Youkai, señor de la metamorfosis espiritual.

    De mi madre heredé:
    —El alma que brilla incluso entre monstruos.
    —La magia blanca que cicatriza lo que otros destruyen.
    —El equilibrio entre lo que soy y lo que podría perderme.

    ✦ Yo, Sting:

    Soy el hijo de la Luna Blanca y del Cielo Dividido.
    El nieto de demonios, emperatrices, ángeles y youkai.
    Un corazón que late entre el caos y la pureza.

    El mundo no me definirá.

    Seré yo quien lo rehaga.
    Da un paso al centro, envuelto en un aura fría y luminosa. La imagen del chico de mirada azul cristalina —su yo más joven, su esencia pura— se proyecta detrás de él como un eco ancestral. Su tono es firme, solemne… pero con esa arrogancia elegante que sólo un descendiente de tantas líneas poderosas puede permitirse. Heredero del Caos Azul y Sangre de Tres Dinastías Mi nombre es Sting Nura Byakuren Ishtar. No soy un simple descendiente. Soy la confluencia de dos linajes que nunca debieron mezclarse… y aun así lo hicieron para crear algo que el mundo no podrá ignorar. ✦ Mi Padre: R𝚎𝚡 𝙷𝚒𝚛𝚘𝚜𝚑𝚒 𝙹𝚊𝚎𝚐𝚎𝚛𝚓𝚊𝚚𝚞𝚎𝚣 𝙸𝚜𝚑𝚝𝚊𝚛 Un híbrido Arrancar/Íncubo. El Rey Demonio de la Luna Blanca. El Pilar de la Oscuridad. De él heredé: —El poder para devorar almas y sombras. —La sangre que no se inclina ante nadie. —Una herencia que ha quebrado mundos. Abuelos paternos: ⛧ Seieki Yokin – Reina demonio, la que convirtió el deseo en arma. ⛧ Sasha Ishtar – La Emperatriz. No se la describe: se la obedece. ⛧ Henry Grimmtael Jaegerjaquez Black – Rey demonio, señor de lo inevitable. Mi linaje por parte de mi padre no es sangre: es sentencia. ✦ Mi Madre: Menardi Nura Byakuren Híbrida de Youkai y Ángel Celestial. De alas blancas, de magia curativa, de alma pura. La luz que puede sanar cualquier herida… y la sombra que dejó al dividir sus poderes entre sus dos hijas. Ella es el equilibrio imposible entre cielo y abismo. La que me enseñó que un arma también puede proteger. Su gemela: Sakura – alas negras, portadora de la magia oscura. El reflejo perfecto y contrario de mi madre. Abuelos maternos: ⛧ Hijiri Byakuren – Sacerdotisa eterna, bendecida por la luz. ⛧ Sain Nura Nanao – Patriarca Youkai, señor de la metamorfosis espiritual. De mi madre heredé: —El alma que brilla incluso entre monstruos. —La magia blanca que cicatriza lo que otros destruyen. —El equilibrio entre lo que soy y lo que podría perderme. ✦ Yo, Sting: Soy el hijo de la Luna Blanca y del Cielo Dividido. El nieto de demonios, emperatrices, ángeles y youkai. Un corazón que late entre el caos y la pureza. El mundo no me definirá. Seré yo quien lo rehaga.
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  • La oscuridad cae suave, cariño… y mientras cierro los ojos, la Muerte me recuerda que incluso en el sueño, cada alma sigue dejando huellas que tarde o temprano vendrá a cobrar.
    La oscuridad cae suave, cariño… y mientras cierro los ojos, la Muerte me recuerda que incluso en el sueño, cada alma sigue dejando huellas que tarde o temprano vendrá a cobrar.
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  • *la mirada de la joven se pierde en el firmamento, poco a poco puede ver cómo los colores del día se van atenuando para dar paso a un atardecer en tonos naranja el último destigio de los rayos del sol.

    Mientras el tiempo pasa da paso a aquel espectáculo que se puede disfrutar entre el pasonde la luz y la oscuridad siendo los crepúsculos de aquellos tonos morados, rojos, naranja que pintan el firmamento cual acuarela viva, ella por su parte solo gira sobre su eje en un parque viendo cómo poco a poco la rutina se adueña de todo lado personas comienza a resguardarse y ella espera con ansias la llegada de la noche*
    *la mirada de la joven se pierde en el firmamento, poco a poco puede ver cómo los colores del día se van atenuando para dar paso a un atardecer en tonos naranja el último destigio de los rayos del sol. Mientras el tiempo pasa da paso a aquel espectáculo que se puede disfrutar entre el pasonde la luz y la oscuridad siendo los crepúsculos de aquellos tonos morados, rojos, naranja que pintan el firmamento cual acuarela viva, ella por su parte solo gira sobre su eje en un parque viendo cómo poco a poco la rutina se adueña de todo lado personas comienza a resguardarse y ella espera con ansias la llegada de la noche*
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  • Ha sido mi sed de venganza la que me ha guiado a lo largo de este espinoso camino. Sin embargo, a pesar de mi incertidumbre, todavía creo que hay luz al final de esta profunda oscuridad...
    Ha sido mi sed de venganza la que me ha guiado a lo largo de este espinoso camino. Sin embargo, a pesar de mi incertidumbre, todavía creo que hay luz al final de esta profunda oscuridad...
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  • El viento nocturno de la pradera solo conseguía que mi cuerpo temblara un poco más. Mi madre dijo que era por mi parte humana, los vampiros de sangre pura jamás sentían el frío. Me encogí, notando cómo los ojos carmesí de Evangeline se fijaban en mí.

    Ella se inclinó, y sus cabellos rubios cayeron como seda a mi alrededor, creando un pequeño refugio. La flor blanca que sostenía contrastaba con la oscuridad de la noche, y era el objeto más puro que había visto en mi corta vida.

    —Sé que los otros nos miran con desprecio, pero ellos nunca entenderán este secreto, ¿verdad? —susurró, con una voz que solo era para mis oídos.

    Sentí el calor de su aliento, una rareza en este mundo helado.
    Ella empujó suavemente la flor hacia mi pecho con sus delicadas manos heladas.

    —Recibe mi flor, y olvida el frío del linaje que te niegan.

    Dudé por un momento, mi corazón temblando ante la idea, ingenuo ante la razón que la causaba.

    En ese momento, en esa oscuridad, era simplemente Lucien, sosteniendo la luz que me había dado mi hermana.

    —Guarda el calor de esta insignificante vida en tu corazón; será lo único que te proteja de la eterna helada de nuestra casa. Solo tú y yo conocemos este refugio.—
    El viento nocturno de la pradera solo conseguía que mi cuerpo temblara un poco más. Mi madre dijo que era por mi parte humana, los vampiros de sangre pura jamás sentían el frío. Me encogí, notando cómo los ojos carmesí de Evangeline se fijaban en mí. Ella se inclinó, y sus cabellos rubios cayeron como seda a mi alrededor, creando un pequeño refugio. La flor blanca que sostenía contrastaba con la oscuridad de la noche, y era el objeto más puro que había visto en mi corta vida. —Sé que los otros nos miran con desprecio, pero ellos nunca entenderán este secreto, ¿verdad? —susurró, con una voz que solo era para mis oídos. Sentí el calor de su aliento, una rareza en este mundo helado. Ella empujó suavemente la flor hacia mi pecho con sus delicadas manos heladas. —Recibe mi flor, y olvida el frío del linaje que te niegan. Dudé por un momento, mi corazón temblando ante la idea, ingenuo ante la razón que la causaba. En ese momento, en esa oscuridad, era simplemente Lucien, sosteniendo la luz que me había dado mi hermana. —Guarda el calor de esta insignificante vida en tu corazón; será lo único que te proteja de la eterna helada de nuestra casa. Solo tú y yo conocemos este refugio.—
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  • "Una rosa, aunque la llames por otro nombre, una rosa aún será.”

    La frase quedó suspendida en el aire como un perfume rancio, como si alguien hubiera arrancado los pétalos y dejado solo las espinas.
    La niña de cabellos negros, tan largos que casi tocaban el suelo, parpadeó lentamente; sus ojos parecían dos pozos de tinta.

    —¿Qué hay de los esclavos? —preguntó con un hilo de voz, tan pequeño que no parecía salir de un ser vivo.

    La sombra detrás de ella sonrió sin boca.

    “Es lo mismo, tontita. No importa cuánto te ocultes… no importa cuántos nombres inventes para engañarte. Siempre irás con la cabeza agachada, esperando una orden, un premio… o un castigo.”

    La niña tragó saliva. Las paredes crujieron como huesos rotos.

    “Porque un esclavo, mi pequeña, nunca deja de serlo.
    Aunque corra, aunque se arrastre en la oscuridad más profunda, aunque rece a dioses que jamás escuchan.
    Su alma ya está marcada.
    Como la rosa tiene espinas, el esclavo tiene cadenas.”

    La sombra se inclinó sobre ella, larga, imposible, deformada como un cuerpo quebrado en demasiados lugares.

    “Y lo más triste…”
    Susurró con una voz que era más viento que sonido, “Es que a veces las cadenas no están en las muñecas… sino aquí.”

    Un dedo invisible, frío como el mármol, tocó la frente de la niña. Ella sintió algo moverse bajo su piel.
    Algo que no era suyo.
    Algo que despertaba.

    “¿Lo ves? Siempre fuiste una esclava… incluso antes de nacer.”

    La vela a su lado se apagó sin soplido alguno. Y en la oscuridad absoluta, la niña juraría haber escuchado un susurro más:
    “Las rosas no eligen florecer, pequeña. Y los esclavos… tampoco eligen obedecer, solo lo hacen y ya.”

    "Una rosa, aunque la llames por otro nombre, una rosa aún será.” La frase quedó suspendida en el aire como un perfume rancio, como si alguien hubiera arrancado los pétalos y dejado solo las espinas. La niña de cabellos negros, tan largos que casi tocaban el suelo, parpadeó lentamente; sus ojos parecían dos pozos de tinta. —¿Qué hay de los esclavos? —preguntó con un hilo de voz, tan pequeño que no parecía salir de un ser vivo. La sombra detrás de ella sonrió sin boca. “Es lo mismo, tontita. No importa cuánto te ocultes… no importa cuántos nombres inventes para engañarte. Siempre irás con la cabeza agachada, esperando una orden, un premio… o un castigo.” La niña tragó saliva. Las paredes crujieron como huesos rotos. “Porque un esclavo, mi pequeña, nunca deja de serlo. Aunque corra, aunque se arrastre en la oscuridad más profunda, aunque rece a dioses que jamás escuchan. Su alma ya está marcada. Como la rosa tiene espinas, el esclavo tiene cadenas.” La sombra se inclinó sobre ella, larga, imposible, deformada como un cuerpo quebrado en demasiados lugares. “Y lo más triste…” Susurró con una voz que era más viento que sonido, “Es que a veces las cadenas no están en las muñecas… sino aquí.” Un dedo invisible, frío como el mármol, tocó la frente de la niña. Ella sintió algo moverse bajo su piel. Algo que no era suyo. Algo que despertaba. “¿Lo ves? Siempre fuiste una esclava… incluso antes de nacer.” La vela a su lado se apagó sin soplido alguno. Y en la oscuridad absoluta, la niña juraría haber escuchado un susurro más: “Las rosas no eligen florecer, pequeña. Y los esclavos… tampoco eligen obedecer, solo lo hacen y ya.”
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    No puedo mantener la compostura.
    Cuando por fin la veo, cuando su figura rompe la línea del horizonte y su energía lunar me alcanza… me rompo.
    Corro hacia ella y la abrazo como si el cuerpo me ardiera por dentro. Lloro contra su pecho.

    Jennifer no dice ninguna de sus frases afiladas ni de sus bromas del caos.
    No.
    Ella me abraza más fuerte, me acuna contra su collar de reina y… le cae una lágrima.

    Jennifer: “Shhh… ya está, pequeña. Respira conmigo… Respira como mamá.”

    La palabra mamá no nace de su boca: nace de su alma. Es instintiva, primigenia, como si su propia sangre reconociera algo que su mente aún no ha alcanzado.
    Y lo entiende.
    Sin que yo tenga que explicarlo.
    Sin que exista ninguna duda entre nosotras.

    Se da cuenta de que yo no pertenezco a este tiempo.
    De que soy su hija.

    Jennifer: “Esto significa…” —su voz tiembla, pero no de miedo— “…que finalmente voy a encontrar a esa persona que tanto tiempo llevo buscando. Y voy a tener una preciosa hija con ella.”

    Su abrazo se vuelve eterno.
    Mi pecho se abre.
    Y en ese momento lo siento: un poder antiguo despierta dentro de mí, como si el eclipse hubiera estado esperándome desde antes de nacer.

    Cierro los ojos.

    Y allí está la mirada del Caos, afilada, danzante, clavándose en mí desde las sombras.
    Hakos Baelz.
    Observándome.
    Sonriendo con esa chispa de destino inevitable.

    En esa oscuridad también veo a mi madre, a mis hermanas, a Akane… y todas y cada una de las transformaciones del linaje Queen. Sus ecos, sus pieles, sus luces y abismos.
    Y por primera vez, entre ellas, la mía.

    Una figura elegante.
    Piel totalmente roja, como el corazón de un eclipse en llamas.
    Una sombra viva y un sol sangrante al mismo tiempo.

    Abro los ojos.

    Y mi piel es roja como el fuego.
    Un poder nuevo ruge dentro de mí, como un idioma que siempre estuvo ahí pero que hasta ahora no había podido pronunciar.

    Lili: “Necesito encontrar a Veythra.”

    Arc aparece sin hacer ruido, como si siempre hubiera estado presente.

    Arc: “No la encontrarás aquí.”
    Da un paso hacia atrás, su forma comienza a difuminarse bajo la luz moribunda del eclipse.
    “Tu tiempo aquí… ha terminado.”
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 No puedo mantener la compostura. Cuando por fin la veo, cuando su figura rompe la línea del horizonte y su energía lunar me alcanza… me rompo. Corro hacia ella y la abrazo como si el cuerpo me ardiera por dentro. Lloro contra su pecho. Jennifer no dice ninguna de sus frases afiladas ni de sus bromas del caos. No. Ella me abraza más fuerte, me acuna contra su collar de reina y… le cae una lágrima. Jennifer: “Shhh… ya está, pequeña. Respira conmigo… Respira como mamá.” La palabra mamá no nace de su boca: nace de su alma. Es instintiva, primigenia, como si su propia sangre reconociera algo que su mente aún no ha alcanzado. Y lo entiende. Sin que yo tenga que explicarlo. Sin que exista ninguna duda entre nosotras. Se da cuenta de que yo no pertenezco a este tiempo. De que soy su hija. Jennifer: “Esto significa…” —su voz tiembla, pero no de miedo— “…que finalmente voy a encontrar a esa persona que tanto tiempo llevo buscando. Y voy a tener una preciosa hija con ella.” Su abrazo se vuelve eterno. Mi pecho se abre. Y en ese momento lo siento: un poder antiguo despierta dentro de mí, como si el eclipse hubiera estado esperándome desde antes de nacer. Cierro los ojos. Y allí está la mirada del Caos, afilada, danzante, clavándose en mí desde las sombras. Hakos Baelz. Observándome. Sonriendo con esa chispa de destino inevitable. En esa oscuridad también veo a mi madre, a mis hermanas, a Akane… y todas y cada una de las transformaciones del linaje Queen. Sus ecos, sus pieles, sus luces y abismos. Y por primera vez, entre ellas, la mía. Una figura elegante. Piel totalmente roja, como el corazón de un eclipse en llamas. Una sombra viva y un sol sangrante al mismo tiempo. Abro los ojos. Y mi piel es roja como el fuego. Un poder nuevo ruge dentro de mí, como un idioma que siempre estuvo ahí pero que hasta ahora no había podido pronunciar. Lili: “Necesito encontrar a Veythra.” Arc aparece sin hacer ruido, como si siempre hubiera estado presente. Arc: “No la encontrarás aquí.” Da un paso hacia atrás, su forma comienza a difuminarse bajo la luz moribunda del eclipse. “Tu tiempo aquí… ha terminado.”
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    No puedo mantener la compostura.
    Cuando por fin la veo, cuando su figura rompe la línea del horizonte y su energía lunar me alcanza… me rompo.
    Corro hacia ella y la abrazo como si el cuerpo me ardiera por dentro. Lloro contra su pecho.

    Jennifer no dice ninguna de sus frases afiladas ni de sus bromas del caos.
    No.
    Ella me abraza más fuerte, me acuna contra su collar de reina y… le cae una lágrima.

    Jennifer: “Shhh… ya está, pequeña. Respira conmigo… Respira como mamá.”

    La palabra mamá no nace de su boca: nace de su alma. Es instintiva, primigenia, como si su propia sangre reconociera algo que su mente aún no ha alcanzado.
    Y lo entiende.
    Sin que yo tenga que explicarlo.
    Sin que exista ninguna duda entre nosotras.

    Se da cuenta de que yo no pertenezco a este tiempo.
    De que soy su hija.

    Jennifer: “Esto significa…” —su voz tiembla, pero no de miedo— “…que finalmente voy a encontrar a esa persona que tanto tiempo llevo buscando. Y voy a tener una preciosa hija con ella.”

    Su abrazo se vuelve eterno.
    Mi pecho se abre.
    Y en ese momento lo siento: un poder antiguo despierta dentro de mí, como si el eclipse hubiera estado esperándome desde antes de nacer.

    Cierro los ojos.

    Y allí está la mirada del Caos, afilada, danzante, clavándose en mí desde las sombras.
    Hakos Baelz.
    Observándome.
    Sonriendo con esa chispa de destino inevitable.

    En esa oscuridad también veo a mi madre, a mis hermanas, a Akane… y todas y cada una de las transformaciones del linaje Queen. Sus ecos, sus pieles, sus luces y abismos.
    Y por primera vez, entre ellas, la mía.

    Una figura elegante.
    Piel totalmente roja, como el corazón de un eclipse en llamas.
    Una sombra viva y un sol sangrante al mismo tiempo.

    Abro los ojos.

    Y mi piel es roja como el fuego.
    Un poder nuevo ruge dentro de mí, como un idioma que siempre estuvo ahí pero que hasta ahora no había podido pronunciar.

    Lili: “Necesito encontrar a Veythra.”

    Arc aparece sin hacer ruido, como si siempre hubiera estado presente.

    Arc: “No la encontrarás aquí.”
    Da un paso hacia atrás, su forma comienza a difuminarse bajo la luz moribunda del eclipse.
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    No puedo mantener la compostura.
    Cuando por fin la veo, cuando su figura rompe la línea del horizonte y su energía lunar me alcanza… me rompo.
    Corro hacia ella y la abrazo como si el cuerpo me ardiera por dentro. Lloro contra su pecho.

    Jennifer no dice ninguna de sus frases afiladas ni de sus bromas del caos.
    No.
    Ella me abraza más fuerte, me acuna contra su collar de reina y… le cae una lágrima.

    Jennifer: “Shhh… ya está, pequeña. Respira conmigo… Respira como mamá.”

    La palabra mamá no nace de su boca: nace de su alma. Es instintiva, primigenia, como si su propia sangre reconociera algo que su mente aún no ha alcanzado.
    Y lo entiende.
    Sin que yo tenga que explicarlo.
    Sin que exista ninguna duda entre nosotras.

    Se da cuenta de que yo no pertenezco a este tiempo.
    De que soy su hija.

    Jennifer: “Esto significa…” —su voz tiembla, pero no de miedo— “…que finalmente voy a encontrar a esa persona que tanto tiempo llevo buscando. Y voy a tener una preciosa hija con ella.”

    Su abrazo se vuelve eterno.
    Mi pecho se abre.
    Y en ese momento lo siento: un poder antiguo despierta dentro de mí, como si el eclipse hubiera estado esperándome desde antes de nacer.

    Cierro los ojos.

    Y allí está la mirada del Caos, afilada, danzante, clavándose en mí desde las sombras.
    Hakos Baelz.
    Observándome.
    Sonriendo con esa chispa de destino inevitable.

    En esa oscuridad también veo a mi madre, a mis hermanas, a Akane… y todas y cada una de las transformaciones del linaje Queen. Sus ecos, sus pieles, sus luces y abismos.
    Y por primera vez, entre ellas, la mía.

    Una figura elegante.
    Piel totalmente roja, como el corazón de un eclipse en llamas.
    Una sombra viva y un sol sangrante al mismo tiempo.

    Abro los ojos.

    Y mi piel es roja como el fuego.
    Un poder nuevo ruge dentro de mí, como un idioma que siempre estuvo ahí pero que hasta ahora no había podido pronunciar.

    Lili: “Necesito encontrar a Veythra.”

    Arc aparece sin hacer ruido, como si siempre hubiera estado presente.

    Arc: “No la encontrarás aquí.”
    Da un paso hacia atrás, su forma comienza a difuminarse bajo la luz moribunda del eclipse.
    “Tu tiempo aquí… ha terminado.”
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 No puedo mantener la compostura. Cuando por fin la veo, cuando su figura rompe la línea del horizonte y su energía lunar me alcanza… me rompo. Corro hacia ella y la abrazo como si el cuerpo me ardiera por dentro. Lloro contra su pecho. Jennifer no dice ninguna de sus frases afiladas ni de sus bromas del caos. No. Ella me abraza más fuerte, me acuna contra su collar de reina y… le cae una lágrima. Jennifer: “Shhh… ya está, pequeña. Respira conmigo… Respira como mamá.” La palabra mamá no nace de su boca: nace de su alma. Es instintiva, primigenia, como si su propia sangre reconociera algo que su mente aún no ha alcanzado. Y lo entiende. Sin que yo tenga que explicarlo. Sin que exista ninguna duda entre nosotras. Se da cuenta de que yo no pertenezco a este tiempo. De que soy su hija. Jennifer: “Esto significa…” —su voz tiembla, pero no de miedo— “…que finalmente voy a encontrar a esa persona que tanto tiempo llevo buscando. Y voy a tener una preciosa hija con ella.” Su abrazo se vuelve eterno. Mi pecho se abre. Y en ese momento lo siento: un poder antiguo despierta dentro de mí, como si el eclipse hubiera estado esperándome desde antes de nacer. Cierro los ojos. Y allí está la mirada del Caos, afilada, danzante, clavándose en mí desde las sombras. Hakos Baelz. Observándome. Sonriendo con esa chispa de destino inevitable. En esa oscuridad también veo a mi madre, a mis hermanas, a Akane… y todas y cada una de las transformaciones del linaje Queen. Sus ecos, sus pieles, sus luces y abismos. Y por primera vez, entre ellas, la mía. Una figura elegante. Piel totalmente roja, como el corazón de un eclipse en llamas. Una sombra viva y un sol sangrante al mismo tiempo. Abro los ojos. Y mi piel es roja como el fuego. Un poder nuevo ruge dentro de mí, como un idioma que siempre estuvo ahí pero que hasta ahora no había podido pronunciar. Lili: “Necesito encontrar a Veythra.” Arc aparece sin hacer ruido, como si siempre hubiera estado presente. Arc: “No la encontrarás aquí.” Da un paso hacia atrás, su forma comienza a difuminarse bajo la luz moribunda del eclipse. “Tu tiempo aquí… ha terminado.”
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  • El calor de la chimenea llena la sala.
    El calor del té recorre mi cuerpo con cada trago.
    El sol golpea con fuerza.

    Entonces... ¿De dónde sale este frío...?

    ¿Por qué tengo frío?
    Camino por los pasillos de la casa y parecen interminables.
    El papel de la pared se funde con la oscuridad.
    ¿A dónde fue el brillo que tenía antes este lugar?

    Tu ausencia se siente.
    La casa parece más grande.
    Las noches más largas.
    Los días más fríos... Sin importar lo que haga.

    Entro en tu habitación, vacía, ordenada, la quietud se ha adueñado de ella.
    La cama está hecha, esperando que vuelvas.
    Hiciste una promesa... ¿Dónde estás?

    Cuándo estabas hacía calor.
    Cuando te fuiste, el frío se adueñó de la casa.
    Me pregunto... ¿Por qué...?
    El calor de la chimenea llena la sala. El calor del té recorre mi cuerpo con cada trago. El sol golpea con fuerza. Entonces... ¿De dónde sale este frío...? ¿Por qué tengo frío? Camino por los pasillos de la casa y parecen interminables. El papel de la pared se funde con la oscuridad. ¿A dónde fue el brillo que tenía antes este lugar? Tu ausencia se siente. La casa parece más grande. Las noches más largas. Los días más fríos... Sin importar lo que haga. Entro en tu habitación, vacía, ordenada, la quietud se ha adueñado de ella. La cama está hecha, esperando que vuelvas. Hiciste una promesa... ¿Dónde estás? Cuándo estabas hacía calor. Cuando te fuiste, el frío se adueñó de la casa. Me pregunto... ¿Por qué...?
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  • Si un día desapareciera, si el viento se llevara mi nombre, si el sol se tragara mi sombra y mi existencia se disolviera en la eternidad... ¿Quedaría alguien que me recordara? Alguien que, al menos, al evocar un suspiro pensara...

    "Una vez, existió una criatura como ella"

    O simplemente, ¿Sería otra de las sombras olvidadas, un eco que nunca debió mostrar su voz en este mundo?. Quizás, solo fui una chispa condenada a apagarse en la oscuridad.

    Se lo que soy, del abismo que habita en mí, aunque posea un corazón que palpita, que siente, que tiembla con cada latido. Los demás no entienden que ese latido, aunque débil, sigue siendo verdadero. A veces me pregunto si, en algún rincón de mi ser, hay algo de humanidad. ¿De qué serviría esmerarme por parecer menos monstruo si el mundo me ve como tal?. Si, ante sus ojos, siempre seré la aberración, la condena, la bestia que camina entre las sombras sin derecho a pertenecer a nada.

    Pero… ¿Qué es el amor para un monstruo?. Quizá sea solo un anhelo fugaz, una llama que se consume en su propio deseo. Quizá sea lo que jamás podría alcanzar. Sin embargo, tal vez, solo tal vez, lo busque en cada rincón de mi solitaria existencia. Un amor que no se extinga. Un amor que arda como el fuego en lo más profundo de mi ser.
    Si un día desapareciera, si el viento se llevara mi nombre, si el sol se tragara mi sombra y mi existencia se disolviera en la eternidad... ¿Quedaría alguien que me recordara? Alguien que, al menos, al evocar un suspiro pensara... "Una vez, existió una criatura como ella" O simplemente, ¿Sería otra de las sombras olvidadas, un eco que nunca debió mostrar su voz en este mundo?. Quizás, solo fui una chispa condenada a apagarse en la oscuridad. Se lo que soy, del abismo que habita en mí, aunque posea un corazón que palpita, que siente, que tiembla con cada latido. Los demás no entienden que ese latido, aunque débil, sigue siendo verdadero. A veces me pregunto si, en algún rincón de mi ser, hay algo de humanidad. ¿De qué serviría esmerarme por parecer menos monstruo si el mundo me ve como tal?. Si, ante sus ojos, siempre seré la aberración, la condena, la bestia que camina entre las sombras sin derecho a pertenecer a nada. Pero… ¿Qué es el amor para un monstruo?. Quizá sea solo un anhelo fugaz, una llama que se consume en su propio deseo. Quizá sea lo que jamás podría alcanzar. Sin embargo, tal vez, solo tal vez, lo busque en cada rincón de mi solitaria existencia. Un amor que no se extinga. Un amor que arda como el fuego en lo más profundo de mi ser.
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