No quedaban muchos más. Le sorprendía infinitamente que, a pesar de los años que llevaba cazando, hubiera criaturas que siguieran tratando de tantear el límite entre Inferno y la Tierra a pesar de que sabían que él estaría allí para evitar que el equilibrio se tambalease. Tras formar un portal con la mano derecha, alzó el cuerpo inerte que había cargado con la otra para enviarlo al lugar del que nunca debió salir y cerró la ruptura espacial que difuminaba el límite entre ambas dimensiones. Echó un vistazo en derredor y prosiguió con la cacería nocturna que, en las últimas semanas, había llevado acoplada una búsqueda de información para destronar a algunos de los jefes que cierta lista requería para la retirada del sello. Se teleportó a otro de los lugares donde había localizado las amenazas, un pequeño pueblo costero en el oeste noruego donde los fiordos ofrecían unas espectaculares vista incluso de noche. Esa paz se vio repentinamente eclipsada por la emergencia de una amenaza, y apenas logró echarse a un lado para evadir el ataque. Para ser honestos con su capacidad mimética, había sentido antes a Gungnir, que ahora yacía clavada en el suelo a su lado, que al propio Odín.

 

     Ten cuidado, viejo. Casi me das – se mofó, a sabiendas de quién se trataba –. Ahora me soltarás una frase peliculera de “Si hubiera querido te habría dado”. Ahórratela, la noche es larga y estoy un poco cansado.

 

Reconocía que no era solo la extenuación lo que le mantenía a la defensiva. Había esperado su aparición tarde o temprano, pero habría dado lo que fuese por que hubiera sido más tarde, cuando por fin tuviera una parte del pacto con el rey de Inferno completada y ser capaz de pedir un adelanto. A pesar del temor que despertaba un Padre de Dioses, no perdió esa faceta bromista y sarcástica. Odín sonrió y Luka sintió un estremecimiento.

 

     Has tardado en presentarte – finalmente adquirió una actitud más seria, acorde a la amenaza que tenía frente a él y que se mantenía a la prudente distancia de una decena de metros.

     Esperaba que ni tú ni él fuerais tan insensatos como para pensar en seguir escondiéndole... me equivocaba.

     Ya, bueno – Luka se encogió de hombros para tratar de restarle importancia. Le inquietaba que quisiera mantener una conversación porque eso implicaba un propósito… y temía los propósitos de Odín –. Si has hablado con Zeus, sabrás que seguir normas jamás ha sido mi estilo.

     Ni aquí, ni en la otra vida, Luka.

 

No fue la expresión de superioridad, con las arrugas del rostro ajeno más remarcadas por la sonrisa, lo que le obligó a sentir que su mundo se congelaba al tambalearse ligeramente. Presionó las mandíbulas y trató de mantener el control, pero ahora sabía que Odín estaba en posesión de cierta información y no parecía con intenciones de mantenerla únicamente para sí. Decidió apelar a la esperanza de que estuviera tratando de manipularle con palabrería que sabía que le dolería.

 

     Odín, de verdad, estoy cansado. Si te estás tirando un farol ya puedes irte. Yo lo voy a hacer.

     Qué indulgente a pesar de lo que acabo de decir.

     Mira – decidió encararle porque las evasivas no eran su fuerte –: sé a qué has venido y no tengo intención de entregarte a Fenrir – la expresión de victoria de Odín provocó que frunciera el ceño. No necesitaba el lenguaje verbal para comunicarse con Luka –. Si ya sabías que no te lo iba a entregar qué puñetas haces aquí.

     Darte razones para ello.

 

Gungnir regresó a la mano derecha del Padre de Dioses, cuya calma empezaba a intranquilizar a Luka. Le daba la profunda impresión de que Odín tenía las riendas de la situación y le estaba acorralando verbalmente para no le quedara más remedio que aceptar.

 

     Tienes cara de cachorro perdido.

     Y tú de viejo pervertido, Odín – el mencionado exhaló una carcajada –. Pero no has venido aquí a jugar a las evidencias.

     Eras una bala perdida en vida y lo sigues siendo en la eternidad, Luka.

     Hasta yo he deducido eso – no reconocería que le había dolido porque era justo lo que buscaba: desmoralizarle –. ¿Algo más o vas a seguir con las obviedades? Pregunto, porque estás perdiendo mi tiempo.

     Sé más de lo que te imaginas, muchacho.

     Pues hablas demasiado y haces muy poco.

     Llevas en la sangre desafiar constantemente a la autoridad – Luka puso los ojos en blanco.

     Otra obviedad. ¿No te cansas de hacer el ridículo?

     Tu mayor miedo es la pérdida y, en consecuencia, quedarte solo.

 

La esperanza de que solo fuera palabrería fue destruida con aquella frase, aparentemente, tan simple. Todo el mundo temía la pérdida, pero para él era un mal que llevaba arrastrando mucho tiempo y se repetía con demasiada frecuencia.

 

     ¿A cuántos perdiste cuando eras humano, Luka? ¿Tres, cuatro… quizá un centenar?

 

Sintió que su mente se fragmentó un instante, como si los recuerdos a los que había renunciado explotaran de repente, aunque no consiguió llegar a ver ninguno más allá de lo que Odín estaba tratando de sacar a la luz.

 

     Te estás pasando de la raya, tuerto. No quieres que me enfade – la amenaza quedó ridiculizada por la carcajada del Dios.

     Por favor, Luka, te crees que no sé quién eres o cómo actúas. No me engaña esa actitud despreocupada y menos aún esos aires de grandeza. En la otra vida fuiste grande, sí, pero en esta, en tu actual estado, no lo eres. ¿Sabes que no es casualidad que tú alma sea la de una pantera? La de tres, en este caso – Luka le miraba casi de soslayo con el ceño fruncido y las mandíbulas apretadas. Había descartado seguir con el sarcasmo porque aquello estaba tornando oscuro y demasiado sincero. Renunció a sus recuerdos por una razón: no los quería de vuelta –. Nadie te conocía como Luka. O solo unos pocos, de tu confianza. El resto te llamaban de otra manera.

     Es suficiente, Odín – a pesar de la tranquilidad, había algo oscuro en su voz, algo que no amedrentó al Dios, pero le obligó a alzar una ceja y a adquirir un rictus más serio.

     Empiezas a comprender que no he venido aquí sin saber que iba a darte motivos para ponerte de mi lado.

     Te faltan siglos para eso: Zeus no lo ha conseguido ¿qué te hace pensar que un par de datos podrían obligarme?

 

El nórdico no respondió de inmediato. Luka sabía que tenía la batalla verbal más que perdida, así que se estaba preparando para una ofensiva mucho más física. No podía con él, era un hecho, pero al menos le obligaría a dejar la verborrea porque no la soportaba. No cuando atacaba así contra su integridad mental y emocional.

 

      ¿Cómo es posible que teniendo las respuestas a tu alcance no las quieras? Siempre me lo he preguntado. ¿Sabes lo que daría yo por un poco de esa información?

      A diferencia de ti no me obsesiono. El pasado no lo voy a recuperar ni lo quiero cambiar, así que es mejor que ni lo recuerde siquiera.

      ¿De verdad no te interesa saber por qué te encantan los niños—

      Odín.

      —te atraen tanto las personas rubias—

      Odín.

      —o tus dioses siempre han sido los roma—

      ODÍN.

 

Todo sucedió muy deprisa. Tuvo la insensatez de pensar que podría, la menos, contener a Odín, pero el primer ataque ni siquiera le rozó. La contraofensiva del Dios le dejó tirado en el suelo y, cuando iba a incorporarse, el filo de Gungnir le perforaba el muslo derecho y lo clavaba en la tierra fría de Noruega para que no pudiera moverse. Exhaló un gruñido, enseñando los dientes como un animal, con el ceño fruncido y la mirada fulminante. Odín se acercó a su lado, haciendo ondear la capa.

 

      No tenéis opción contra mí. Te lo voy a poner fácil – Gleipnir cayó al suelo a su lado cuando el Dios la soltó. A Luka se le encogió el corazón –. Entrégalo y no volverás a saber de mí. Y, como gesto de buena voluntad, te doy diez días para volver a tener al lobo donde estaba.

 

Extrajo la lanza del cuádriceps de Luka, quién no le iba a dar la satisfacción de escucharle gritar. Cuando Odín le dejó a solas, Gleipnir seguía allí, había adquirido la forma de pulsera dorada y parecía pesar un mundo cuando la recogió del suelo. ¿Qué opciones tenía? No se había rendido nunca, ni siquiera cuando Belial se le echó encima, no iba a hacerlo ahora. La realidad, sin embargo, estaba lejos del idilio. No tenía muchas opciones. Guardó la pulsera y trató de incorporarse, pero la herida ardía tanto como sangraba, y por experiencia sabía que, al ser de arma divina, iba a tardar mucho en sanar.

 

      VY.

 

La pantera gigante apareció delante de él con las orejas hacia abajo y a la defensiva, intimidada por los restos mágicos de la presencia de Odín. Lamió la herida de la pierna de Luka y le ayudó a incorporarse. Tenía que cortar la hemorragia lo primero, el resto… iría viendo