El martes comenzó a las 5:03 a.m., cuando Jaejun abrió los ojos en el silencio helado del hanok familiar. No necesitaba alarmas: su cuerpo estaba entrenado para despertar antes que el sol. Tras lavarse con agua fría y vestirse para entrenar, salió al jardín.
La escarcha amortiguaba sus pasos y el estanque reflejaba su figura con la nitidez de un espejo antiguo.
Movimientos marciales, respiración controlada, concentración absoluta.
El amanecer lo encontró aún practicando.
A las 6:30 bebió su té negro y revisó el pasillo de los dos espejos, el Espejo del Origen de su madre y el Espejo del Filo, de su padre. Ambos quietos. Un preludio engañoso.
A las 7:10 llegó a Mirror Esoterica. La mañana avanzó entre reuniones técnicas, restauración de talismanes y la eterna política de clientes influyentes que buscaban respuestas sin dejar registro de sus miedos.
Pero el verdadero centro del día llegó a media mañana:
el informe actualizado del Caso Leclair, uno de los expedientes más complejos que manejaba junto a Katherine.
Los datos nuevos no eran alentadores:
—la energía residual hallada en la escena seguía fluctuando,
—los símbolos grabados no coincidían con ninguna escuela conocida
—y Katherine reportó que los espectros vinculados al apellido Leclair parecían reaccionar de forma anómala cada vez que ella intentaba un rastreo.
Jaejun revisó personalmente las fotografías y los patrones energéticos.
Había algo corrompido en la composición del sello, algo que no pertenecía a este plano.
—“No es francés… ni europeo”, murmuró él, más para sí mismo que para Katherine.
Ella estuvo de acuerdo: el sello parecía estar “imitando” una estructura, como si lo hubiera creado alguien que no comprendía del todo el sistema original.
Antes del almuerzo, ordenó centralizar el análisis en la cámara de espejos de Mirror Esotérica.
Si algo quería revelar su naturaleza, lo haría frente al reflejo adecuado.
A las 12:40 almorzó solo en su despacho.
Sin distracciones. Sin descanso mental.
La tarde trajo más trabajo: revisó anomalías espirituales en las montañas del este y un mensaje cifrado de Xiao sobre “ecos que empiezan a responder”.
La frase no aparecía desde tiempos del linaje Sanren más antiguo, y eso no lo tranquilizó.
A las 17:50 regresó al hanok.
Cenó ligero y se encerró en su despacho con el diario de su padre.
Los dos espejos lo observaban mientras repasaba notas del caso Leclair y textos que hablaban de rupturas entre planos. Nada coincidía… pero algo se alineaba en silencio.
Cuando el reloj marcó las 22:14, ocurrió. Los dos espejos vibraron. A la vez.
Como si hubiesen reconocido un nombre, un rastro… o un peligro.
El día terminó igual que empezó:
con Jaejun frente a los espejos,
analizando cada detalle,
preparado para lo que el caso Leclair aún no había revelado…
y para aquello que su linaje estaba empezando a despertar.