El resplandor suave y parpadeante de la fogata iluminaba la entrada del bosque de Valle Sereno, creando sombras danzantes en la penumbra de la noche. 

 

Reena y Gaudy se encontraban sentados en el suelo justo alrededor de la fogata con sus figuras recortadas contra el fondo oscuro de la vegetación que les rodeaba. 

 

La tranquilidad de la noche era engañosa. A pesar del momento de descanso, tanto Reena como Gaudy mantenían sus sentidos alerta, sus ojos escudriñando el bosque con un conocimiento innato de que, en cualquier momento, la serenidad podría romperse. 

 

Los dedos de Reena jugueteaban de manera inconsciente con las páginas del libro que tenía en su regazo, el mismo libro que le entregó Xellos en la biblioteca de la Asociación de Hechiceros de Valle Sereno.

 

Las sombras de los árboles se estiraban hacia ellos como dedos largos que quisieran tocar la fogata. El chisporroteo de las llamas llenaba el aire con un suave crepitar y la madera consumida dejaba un olor terroso y ahumado que se mezclaba con el viento nocturno. 

 

Reena alzó la vista del libro. El brillo del fuego destellaba en sus ojos mientras sus pensamientos se enredaban en los enigmas que los rodeaban. 

 

La luz iluminaba los mechones de su cabello rojizo, creando destellos dorados en el entorno oscuro.

 

—¿Y si toda esta historia es solo eso, una antigua leyenda? —murmuró. — ¿Realmente existe esa espada o estamos persiguiendo algo que quizás ni siquiera es real?