La soledad de Bugs no comenzó con un golpe, sino con un silencio que se extendió por demasiado tiempo. De pequeño, su mundo era una madriguera cómoda pero extrañamente silenciosa. Nunca tuvo alguna interacción real con alguien que no fuera de su familia.

Su papá aparecía de vez en cuando, como un cameo sin importancia en su propia vida. Bugs no tenía idea de cómo acercarse a los demás conejos. Siempre que intentaba unirse a un juego, quedaba de último o lo ignoraban como si fuera invisible. No era que lo odiaran… simplemente no lo veían.

Y en su madriguera, la cosa no era mejor. Aunque no le faltaba nada material, sentía una presión constante: siempre esperaban más de él. Mostrar debilidad estaba prohibido.

-Si lloraba, le decían que “los conejos fuertes no lloran”- Así que aprendió a tragarse todo.

 

Todo cambio el día que decidió enfocarse en mejorar académicamente, igual no tenía nada mejor que hacer; no salía, no hacia deporte, no hablaba y no tenía pasatiempos, encontró algo que le brindaba paz, las matemáticas no lo ignoraban, la historia no lo dejaba último. Él no lo sabía, pero desde ese momento su vida había cambiado por completo.

No vio los resultados inmediatamente, pero con el tiempo, empezó a destacar. Tanto asi, que un día lo eligieron para representar a la escuela. ¡Él! Bugs sintió por primera vez el calor de los aplausos…

-Y le encantó. Quería más- Necesitaba más.

 

Llegó a casa emocionado, esperando que por fin su esfuerzo valiera la pena dentro de su propia madriguera. Le mostró el reconocimiento a su madre con una sonrisa tímida. Ella lo miró, lo puso sobre la mesa y dijo:

—Bien. Pero era tu deber. No es para tanto.

 

Desde ese día  se congeló todo. Bugs entendió que el cariño no era gratis. Que tenía que ganárselo. Y que incluso así, quizás nunca fuera suficiente.

Al día siguiente, cuando otra vez lo dejaron fuera del juego, ya no le dolió. En vez de eso, sintió una tranquilidad fría.

-Si no podía ser querido, sería imparable, si no podía encajar, sobresaldría.

 

Y si confiar en los demás siempre salía mal… pues simplemente dejaría de hacerlo.

Y así nació el Bugs que todos conocen: el que calcula, el que seduce, el que controla.

Porque, al fin y al cabo, mejor solo que mal acompañado… pero mejor en control que solo.

Y hasta ahora, esa fórmula no le ha fallado.