No pude ver lo que ocurrió, al salir de mi hogar las calles ya estaban en llamas.

Junto a varios vecinos ayudé a intentar detener el incendio, pero la hojarasca del otoño hizo que se expandiera rápidamente.

Los techos de paja ardieron enseguida y a las pocas horas estaba contemplando desde una colina como las llamas estaban reduciendo a cenizas todo el pueblo.

Permanecí solitario en esa colina varias horas, hasta que la última llama se apagó.

Bajé a buscar supervivientes, solo para encontrar a mis amigos, familiares y vecinos completamente calcinados.

Mi hogar y el de mis ancestros ha sido destruido, no me queda nada, así que parto en la búsqueda de un nuevo hogar, más allá de donde yo me haya adentrado jamás.