Después de nuestra conversación con Lord Valerian, Gaudy y yo nos reunimos en mi habitación de la posada junto con Ameria y Martina.
Era un espacio donde la madera desgastada y las cortinas ondeantes creaban un ambiente acogedor. El aire estaba cargado de tensión mientras cada uno de nosotros consideraba la propuesta del alcalde.
Las miradas se cruzaban, y en esos momentos fugaces, podía sentir la mezcla de inquietud y determinación que llenaba la habitación. Era como si nuestras preocupaciones tomaran forma, flotando en el aire mientras los pensamientos se entrelazaban en un mosaico de incertidumbre y esperanza.
—Así es que supongo que tenemos que tomar una decisión —comenté después de que Gaudy y yo les explicáramos con sumo detalle la conversación que habíamos manteido con Lord Valerian. —Por un lado lo que ocurra en Valle Sereno no es de nuestra incumbencia... pero necesitamos el dinero de esa recompensa si queremos seguir adelante con nuestro viaje en busca de la Espada del Dragón Rojo... Y, al mismo tiempo... siento que no podemos dejar abandonados a su suerte a los aldeanos.