Encendió un cigarrillo. Su estómago rugió pidiendo sustento. Apoyado en el asiento Durand, observó como el sol salía por el horizonte e iluminaba la cara. Este de las montañas nevadas. El ruido del tráfico comenzaba a hacerse patente como un rumor en la lejanía y las ventanas de los edificios se iluminaban una tras otra.
Había conseguido dormir casi cuatro horas, al lado del futón, y una buena dosis de Sumatriptán.
No apartaba la mirada de los apuntes que dejaba en su artículo, la emisora estatal transmitía las noticias de los soldados.
En Alborz, los molinos lo dominaban todo. Era difícil creer que la ciudad formara parte del tranquilo valle, al norte de Alamut, incluyendo las ruinas del castillo con sus exuberantes y ondulantes colinas verdes divididas en dos por un río ancho y suavemente sinuoso, antaño bordeado.
Tan grandes y extensos que, si se contemplaba la ciudad desde muy arriba, se habría visto una franja de verde interrumpida por enormes bloques kilométricos de ladrillo marrón, salpicados de sucias torres negras y, en el caso del molino ayer, una imponente torre de reloj con un tejado abuhardillado que se ensanchaba y luego se elevaba como la capucha de un verdugo medieval. Desde las orillas a ambos lados del río, el norte se extendía sobre siete millas cuadradas claustrofóbicas de aún más desprecio: iglesias, sinagogas y edificios municipales construidos con una pesada mano victoriana; casas de vecindad de ladrillo oscuro, de tres pisos, cuyas partes traseras, al unirse, eran un caos de destartalados porches de listones de madera, tendederos, callejones sucios. En sus límites, la ciudad ansiosa, necesitada se desvanecía en las verdes colinas, las granjas pintadas de blanco y con contraventanas negras de los pueblos coloniales, llenos protestantes de ojos entrecerrados y mandíbulas apretadas contra el frío invernal.
[Artículo]
Se entiende, pues, que F. James haya presentado «nuestras representaciones defectuosas de una inmensa red de comunicación y computación»
Y cayendo en un flottement conceptuel muy visible en el uso de términos como «alianza» a ello se refiere Patrice, en el número de Les Temps Modernes continuó escribiendo durante el camino.
El artículo sobre la «cultura» es implacable con la «idea» que promete resolver con la técnica problemas de política y cultura: «nada que decir contra la técnica», afirma, pero sí contra el mito de que la técnica lo soluciona todo.
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Usaba palabras y el lenguaje de corresponsal, sin perder esa consistencia tan usual. Ignorando por completo el paisaje, conocía a la perfección todo el trayecto. Después de todo lo habría recorrido muchas veces, caminando.
¿Regresaba a casa? Una pregunta que podía interpretarse hasta tocar tierra francesa; aunque no todo quedaba en sus manos. Aún faltaba terminar su último artículo, lo que significaba tener posibles trabajos en otras aéreas o todo lo contrario, no esperaba consecuencias, un castigo no se encontraba entre sus planes.
La familia del Francés, ¿Habría escrito? En el fondo es lo primero que deseaba recibir, sus colegas podrían sumarse desde luego. Saber quienes llegaron primero, seguían en misión, los castigados, esperando no encontrar a nadie de baja.
No recibir esas noticias prácticamente es totalmente descabellado; muchos no lograban salir ilesos, si se refería a lo mínimo. Tener que despedirse de un compañero, no siempre es fácil y un blanco fácil es para las mujeres: Por eso siempre estaban custodia de un guardaespaldas, o un marine, soldado.
—¿Por qué tanto revuelo? —inquirió Roman fijando su atención en la radio. —Metieron una cuña con fotogramas que mostraban todo el poderío del ejército.—
El otro cruzó las piernas, se arrellano en el asiento del autobús, ofreciéndole una de las empanadillas que estaba devorando.
Para su sorpresa tenían un sabor agridulce proveniente de una mezcla de chocolate negro.
—Están muy buenas.
el francés sonrió con dulzura, sus arrugas cuarteaban la piel alrededor de sus párpados; en sus iris caoba se reflejaba el recuerdo de otros tiempos, quizás mejores a los que discurrían.
Por su parte cerró el tema, atrás quedó ese rostro aristocratico. Keziah le habría sugerido que profundizar demasiado, que sus heridas, cualesquiera que fuesen, aún no habían cicatrizado del todo por lo que hay que mantener la distancia por protección de los enemigos.