El subrayador colorea la frase que ha considerado importante. Cualquier otra persona al ver aquello, hubiera pensado que había que tener una fuerza de voluntad indecible para ponerse a leer y más a estudiar, aquél tomo de innumerables páginas. Pero estaban en la facultad de derecho, y eso, allí, era algo habitual entre manuales, epígrafes y temarios que en ninguna otra disciplina se podrían encontrar, y menos disfrutar. Pasa la página, leyendo con atención los párrafos que van explicando aquellas lecciones que habían ido cambiando tanto a lo largo de la historia. Dejó escapar una sonrisa, leve, al ver las fechas de aquellos edictos y darse cuenta, de que él ya llevaba siglos caminando por el mundo cuando esa legislación se redactó. Hubo ocasiones en que le había costado acostumbrarse a esas actualizaciones, teniendo que adaptarse a las nuevas sociedades que surgían del final de las anteriores. Cierto es que para algunas normas, la necesidad de su promulgación era más que deseada y evidente, como hubiera sido la ley de divorcio o la de protección al menor, pero para otras, aquellas que únicamente se dedicaban a regular la burocracia, incluso él mismo debía reconocer que era un suplicio.

 

Un par de golpes en la puerta de su despacho hace que eleve la vista y deje a un lado, con un marcapáginas, el liro que estaba estudiando.

- Adelante, la puerta está abierta.-

 

Una joven entra a la estancia, una joven que ya la hubiera pisado con anterioridad, acompañada de su padre. Ene sta ocasión, está sola, con su mochila al hombro y un cuaderno entre las manos. Se separa un mechón de pelo que le ocultaba uno de sus preciosos ojos color miel, y atendiendo al permiso, cierra la puerta tras de sí.

 

- Ninet, siempre es un placer verte, adelante, adelante, toma asiento. Como si estuvieras en tu casa, aunque... bueno, en tu casa no te hacen exámenes ni te ponen notas.- señala con su brazo, con la palma hacia arriba, el asiento al otro lado del escritorio.- Ella asiente y con un ligero gracias, se quita la mochila y ocupa el lugar ofrecido.

- Dime, qué te trae por aquí. Apenas hemos hablado desde que volviste de España hace unos cuantos meses, y mis clases no te tocan hasta después de las vacaciones. No quería presionarte, ni meterme donde no me llamaban, al fin y al cabo... sé que es raro que tu profesor sea a la vez amigo de familia, pero quiero que sepas, que más allá de las posiciones académicas, puedes contar conmigo para todo lo que quieras y necesites.- Erik centra su mirada en los ojos de la joven.

 

Ella, antaño nerviosa, ahora se muestra más segura de sí misma y con menos miedo a expresarse. Cierto es que se podía apreciar un ligero rubor en las mejillas, pero nada que fuera poco habitual en su edad, rodeada de un ambiente que, por mucho que intentasen los profesores que fuera estrictamente académico, todos habían pasado por esas edades.

 

- Verá, profesor...- Erik levanta la mano.- Por favor, Ninet, tratame de tu, que aquí estamos en confianza.- Ninet asiente.- Verás, Erik, he estado pensando en la carrera, en los estudios y dándole vueltas a muchas cosas y he de reconocer, que me siento algo... perdida, quizá desbordada. Siento... a veces cre, que me he equivocado al entrar en esta facultad, que no... que no debería estar aquí. Todo parece... demasiado... perfecto, pero no es esa la palabra que busco, es algo... innato. Muchas veces, me aburro, me... me saca de quicio esa sensación, y quería... quería hablar contigo acerca de ello, para saber... saber qué opinas.

 

Erik asiente levemente, con un rostro serio pero no agresivo. Se recuesta ligeramente sobre su sillón y entrelaza los dedos por un segundo, llevando los dos índices a sus labios dándose unos toquecitos, meditando la respuesta.

 

- Ninet, créeme si te digo, que ni siquiera yo sé si elegí bien mi carrera. Dudas siempre tenemos, siempre nos asaltan cuando las cosas parecen ir encajando como un reloj. No quiero darte consejos baratos de psicología ni caer en los clichés habituales, pero tienes una familia que te quiere, que te adora y tu has sabido responder a ese cariño con esfuerzo y dedicación. No me sorprende que te aburras, pues muchas de estas lecciones ya las has estudiado con tu padre y ahora, volver a repetir eso... pues sé que no es plato de buen gusto, aparte que sé que existen profesores que... bueno, la perfección no existe y eso es muy frustrante. Si de verdad, en tu fuero más interno, crees que no deberías estar aquí, yo no seré el que te retenga. Si no eres feliz en esta facultad, hay decenas que te recibirán con las puertas abiertas. Pero... apenas tienes dieciocho, Ninet... es normal que no sepas ni qué ropa quieres ponerte, mucho menos hablemos de encaminar tu futuro. Siento que el sistema educativo actual siga esta suerte de plan, pero no eres la única que se encuentra en esa tesitura. Tus notas sé que son excelentes y en los departamentos se habla de lo brillante que ya eres y de lo que puedes llegar a ser. Aprovecha lo que la vida te ha dado, sin catalogarlo de bueno o malo, y úsalo en tu beneficio. Academicamente, tienes un provenir en el mundo del derecho. Lo que sí te pido, es que sigas siendo, pase lo que pase, la mujer tan maravillosa que eres, la que se ha esforzado y esfuerza junto a la familia que tanto la quiere.- Erik gira levemente el rostro con una sonrisa cálida en sus labios.

 

El rubor se hace más notable ante los halagos.

 

- Yo... vaya, no lo había contemplado así. Desde que volví de España, he estado pensando. Allí disfruté mucho de lo que vi, de lo que sentí y esa experiencia con los amigos. HE de reconocer que al no haber querido todos entrar aquí y algunos quedarse en la selectividad... bueno, se hace difícil seguir manteniendo tanto el contacto y eso me entristece. De ahí, supongo que en parte viene el cómo me como la cabeza.-

- Ninet... corazón, los amigos de verdad deberías poder contarlos solo con los dedos de una mano. El tiempo pasa y nos pone a cada uno en nuestro lugar, por lo que valora a aquellos que demuestren que tu les eres importante, y a los que no... bueno, disfruta con ellos lo que consideres. Vas a hacer amigos entre estas paredes, y fuera de ellas, y si me permites el atrevimiento, no solo amigos, tu ya me entiendes. Es tu momento, es el momento, Ninet, y no te preocupes ni tengas temor a equivocarte. De los errores se aprende y nada, salvo la muerte es irreparable.-

- Supongo... que tienes razón, no me lo había planteado de esa manera. Con razón mis compañeros te tienen en buena estima. Tus tutorías la verdad que son de lo más reveladoras.-

- No hago nada del otro mundo, solo soy un profesor que entiende la universidad de una forma más... clásica o tradicional. Me preocupo por mis estudiantes, bueno, por todos en realidad, y dado que hoy en día los plazos de la seguridad social son tan breves para conseguir cita con orientadores y psicólogos... perdona la ironía. En fin, no creo que te haya resuelto ninguna duda, pero seguro que ahora, tienes una perspectiva diferente a lo que te está pasando. Si tienes algo más que preguntarme, soy todo oídos.-

 

Ninet niega levemente con la cabeza, mostrando una dulce sonrisa.

 

- Nada más, Erik... la verdad que... bueno, pensaré en tus palabras, pero creo que... me centraré ahora cuando vuelva a casa en el examen de derecho romano de la semana que viene y ayudaré a mi padre con la lección de administrativo.-

- ¿Ves?, si es que... a pesar de las dudas sabes lo que debes hacer. Si es que como no te vamos a querer, con lo maravillosa que eres.

 

Ninet aparta ligeramente el rostro y se levanta de la silla, cogiendo su mochila y abriéndola.

- Ah, casi se me olvida, te he traído un recuerdo de mi viaje. Siento... siento no habértelo dado antes pero ha sido complicado encontrarte disponible en tu horario de tutoría y en casa... bueno, quería dártelo en persona en lugar de decir a mis padres que te lo diesen.- Saca una pequeña cajita y se la entrega.

 

Erik la coge con cuidado y le quita el lazo. A continuación, abre la tapa y dentro, en una base acolchada, un soldadito de plomo, pintado a mano, reposa. Lo coge con cariño y lo eleva a la altura de los ojos.

- Oh, Ninet... me encanta.-

- Es un soldado español del siglo dieciséis. Lo vi en mi visita al Escorial y me enamoré de aquel lugar. Quería que tu también tuvieras algo que lo representara y bueno, que vieses que me acordé de ti.

- Corazón, te agradezco enormemente el gesto y el detalle y va a quedar perfecto en mi biblioteca, junto a los tomos de la historia de España. No tenías que haberte molestado-

- Bueno... mis padres hablan de lo bien que te portas con nosotros, asíq ue, un detalle creo que era lo adecuado.

 

Coge sus cosas y se encara a la puerta.

 

- De nuevo, muchas gracias, Erik. Me has ayudado una barbaridad.- sale del despacho.

 

El hombre se despide y queda admirando el regalo de Ninet. Siempre le habían gustado los soldaditos de plomo y esa enorme coincidencia, le hace sonreír. Con el mismo cariño, lo vuelve a guardar en la caja y la mete en su maletín. Cuando llegue a casa, disfrutará de él, pero ahora, debía volver al libro que tenía entre manos y seguir estudiando.