Ya habían pasado varios días desde que Zelgadiss decidió que era el momento de abandonar al grupo de aquellos que habían sido sus amigos durante los últimos años.

 

Ahora la mente de Zelgadiss Graywords estaba llena de incertidumbre y anhelo mientras contemplaba el horizonte en busca de respuestas. 

 

Las palabras enigmáticas de Shabranigudú resonaban en su mente como un eco persistente, un enigma que parecía contener la clave para desentrañar la oscura maldición que lo había convertido en una quimera.

 

Aquella tarde, mientras la brisa parecía susurrarle secretos ancestrales y el sol descendía en el horizonte, Zelgadiss reflexionó sobre sus experiencias pasadas.

 

Recordó las batallas luchadas, los aliados ganados y perdidos, y su implacable búsqueda de la cura que podría restaurar su humanidad.

 

Shabranigudú le había dado una pista, una pista que parecía insinuar que la Diosa de la Pesadilla Eterna (The Lord of the Nightmares) podría tener la respuesta que buscaba.

 

Las memorias de un antiguo conflicto entre Reena Inverse y la diosa de la pesadilla eterna surgieron en la mente de Zelgadis. Recordó cómo Reena había invocado el hechizo Giga Slave, un conjuro arcano de poder titánico que amenazaba con desatar una fuerza incontrolable y destructora. En ese momento Reena perdió el control sobre el hechizo y la Diosa de la Pesadilla Eterna había intervenido, fusionándose temporalmente con Reena para contener el poder del Giga Slave y derrotar al malvado Hellmaster Fibrizo.

 

La diosa derrotó al Amo del Infierno, sí, pero la misma diosa hubiera reclamado la vida de Reena si no hubiera sido por la estoica intervención de Gaudy quien se negó a perder a Reena.

 

La determinación de Gaudy, su compañero y amigo, había resonado en todo el universo. Fue su valentía la que hizo que la diosa de la pesadilla eterna decidiera devolver a Reena a este mundo, en lugar de consumirla en el abismo del mar del caos. El poder divino cedió ante la fuerza indomable del espíritu humano, y Reena regresó con vida.

 

Aquella experiencia dejó una profunda impresión en Zelgadiss. Aprendió que la diosa no intervenía sin motivo, que su influencia era poderosa pero también cada intervención suya llevaba un precio, una balanza cósmica que debía equilibrarse. Y ahora, Shabranigudú le había proporcionado una vaga dirección, una pista hacia la Diosa de la Pesadilla Eterna, y tal vez hacia la cura que tanto ansiaba, pero ¿tendría esta pista un precio? ¿La pista era real teniendo en cuenta que Shabranigudú había sido uno de los más crueles y letales enemigos que habían enfrentado?

 

Con cada paso que daba, Zelgadiss se acercaba más a la verdad que tanto anhelaba. Aunque el camino sería largo y lleno de desafíos, estaba listo para enfrentarlos con valentía.

 

Shabranigudú le había dado una pista, y ahora dependía de él descubrir su significado y desentrañar los misterios que lo rodeaban.

 

La noche cayó sobre el mundo, y Zelgadis continuó su camino bajo el manto estrellado. La determinación ardía en sus ojos mientras se adentraba en la oscuridad, listo para enfrentar lo que viniera y descubrir el destino que le aguardaba en su búsqueda de la cura.