Nunca imaginé que el silencio pesara más que una espada. La última batalla me dejó cicatrices más profundas que las visibles y no fue solo en el cuerpo. Fue la mirada de aquel niño salvado pero con los ojos rotos lo que terminó de quebrarme. No supe qué decirle. No supe si su mundo ahora era mejor con el monstruo muerto o simplemente más vacío. Así que me fui.
Dejé la armadura colgada, el comunicador apagado, y caminé hasta que las calles dejaron de recordarme quién solía ser. Pensé que la soledad me devoraría. Que sin enemigos que enfrentar o gritos que silenciar, me desmoronaría como un castillo de humo. Pero no fue así. Hay algo extrañamente hermoso en no ser vista. Aquí, nadie me llama heroína. Nadie espera que corra hacia el fuego. En esta pequeña ciudad soy solo la chica distraída, divertida y tonta que dibuja sus ideas raras en servilletas. Y por un tiempo, eso me bastó. Pero cada maldita noche me despierto preguntándome: ¿A quién le fallé hoy?
¿Cuántas vidas pude haber salvado mientras disfrutaba de mi anonimato? Y la pregunta más difícil de todas:
¿Debería volver? ¿Volver a una lucha interminable, a una guerra sin medallas, sin promesas de victoria? ¿Y proteger a quién si a veces ni siquiera sé si ellos quieren ser protegidos?
Mi nombre es Miyabi Hoshino. Y estoy cansada de fingir que las orejas son solo un disfraz, una maldición o algo pasajero. No son un error de nacimiento ni una excentricidad que deba esconder con capucha o silencio. Son un recordatorio, un vínculo con algo más antiguo que yo, más grande que esta lucha constante. Son parte de una misión que ni siquiera los que me rodean entienden del todo.
No son una carga. Son una promesa y cada día que paso ignorándolas, negándolas, fingiendo que no significan nada es un día más lejos de lo que realmente soy. Quizás ha llegado el momento de dejar de huir o al menos de empezar a recordar.
About me.





