Despierta en el segundo plano: un mundo líquido y quieto, donde todo lo que mira la refleja… pero no como es, sino como podría haber sido. Allí ve versiones de sí misma: una cruel, una bondadosa, una rota por el amor, otra convertida en un arma, incluso siluetas en su versión masculina. Cada una guarda una parte de sus recuerdos que nunca vivió. Entiende que no es una viajera inocente. Es un vortice del caos, un punto de colisión.

Al dormir ya no es la misma de siempre, y al regresar al mundo físico, no está sola. Uno de sus reflejos, la mujer sin emociones, la siguió. En la realidad, esa parte de ella comienza a influir en su mente y cuerpo. Le cuesta sentir, su sombra actúa por su cuenta, y los que la rodean comienzan a verla como alguien que no es.