Una vela danza en la oscuridad. Su llama, temblorosa, proyecta sombras en las paredes de piedra y madera. Frente a ella, una mujer de rostro sereno pero ojos marcados por los años y el recuerdo, toma una pluma. La tinta fluye lenta, como si cada palabra sangrara desde lo más profundo de su alma. 

“Mi nombre no importa, no ahora. Lo único que merece ser contado es lo que viví, y lo que dejé atrás.

Hace ya tanto tiempo, en los caminos olvidados de Tamriel, conocí a un hombre inusual, o al menos, eso parecía. Su presencia era como una grieta en la realidad… cabello oscuro como la noche sin luna, ojos de fuego pero azules como los cielos que ya no recuerdo mirar, Algunos lo creían un dios, otros un presagio. Yo lo creí todo.

Fue tan rápido, tan irreal… antes de entenderlo ya me había perdido en su voz, en su piel… en su sombra. Terminamos compartiendo cama, aliento… destino, y cuando la luna giró varias veces sobre nuestras cabezas, me di cuenta de que él había dejado en mí su recuerdo más eterno: una niña, Mía.

Su nombre fue un suspiro… Thurii Así dijo llamarse, hablaba en lenguas que desgarraban el aire, poderosas, antiguas, la última noche, me hizo suya con una pasión que parecía arrancada del fin del mundo… y cuando el clímax nos alcanzó, él desplegó sus alas negras como la eternidad, entonces dormí y cuando desperté… ya no estaba, ¿Un sueño? No… su aroma aún vivía en mí.

Crié a Mía en una cabaña apartada esperando su regreso, nunca volvió. Cuando la guerra nos alcanzó, huimos a la ciudad de Cyrodiil, los forasteros no éramos bienvenidos, sin recursos, sin esperanza, acepté lo que se me ofreció: devoción a Sithis a cambio de sustento, lo hice por ella, siempre por ella.

Mía creció fuerte, bella, sabia, mi orgullo, y como yo, se unió a la Hermandad Oscura. Todo iba bien y de hecho Mia iba a ser consagrada a Sithis, pero el santuario cayó, devorado por la traición. La obligué a huir, yo me quedé atrás. Escribo estas palabras en la hora final, no con miedo, sino con amor.

Mía… tú eres mi legado…Mi tristeza y alegría… y mi mayor bendición… Sobrevive, no para honrar a tu padre, ni a Sithis, ni a nadie, sino para crear algo distinto. Algo tuyo. Algo nuevo.”

La vela chisporrotea. Una ráfaga de viento apaga la llama. Solo queda la tinta fresca, y el eco de un nombre que una vez estremeció los cielos