-Serán treinta euros, por favor.- la pastelera entrega una pequeña bandeja envuelta en papel de estraza. El vástago, con sus gafas de sol y una sonrisa agradable, busca su cartera e el interior de su americana. Cuando la encuentra, saca un billete de cincuenta y se lo entrega. Cuando recibe las vueltas, coge lo adquirido y sale del lugar dando las gracias. A escasos metros, pasada la esquina, le espera su coche aparcado, un Bentley R-Type Continental de 1954 de un colo negro brillante que reflejaba dotando de una tonalidad oscura todo lo que tuviera alrededor. En el asiento del copiloto, ya reposa una botella de vino de su bodega privada, un Commte Armand Pommard, tinto, excelente para una velada con amigos muy estimados. Deja los pasteles con sumo cuidado y se monta en el asiento del conductor, metiendo la llave en el contacto y ajustando los espejos. Tras ello, inicia la marcha de camino a la casa de Jean Paul y Christine.
Mientras conduce, no puede evitar observar el mundo que le rodea, tan ajeno a la realidad que subyace bajo la superficie como preocupado por un presente que se ve arduo y agotador. Es una ciudad multicultural, con diferentes signos propios de cada una de las regiones que en ese lienzo se dibujan. Uno puede encontrar diferentes rasgos de esas culturas que hacen más rica la monótona realidad que uno pudiera vivir en las calles de París, y si bien es cierto que la diferencia siempre genera tensiones, malestar y conflicto, no era algo destacable a lo que ya aconteciese años atrás. Unos dicen que el hombre, es un lobo para el hombre y otros son partidarios de que el hombre, es bueno por naturaleza. Al menos, por el momento, imperaba más la segunda teoría iniciada y promovida por Rousseau que la defendida por Hobbes.
Era innegable que él disfrutaba de aquello, de poder aprender de una forma tan sencilla, tan cerca,a los diferentes secretos que el mundo aun albergaba para él. Por más siglos de experiencias que acumulara a sus espaldas, siempre encontraba un pequeño hueco por el cual una nueva perspectiva se había paso y dejaba su poso. Desde recetas, hasta leyendas, pasando por costumbres más cotidianas. Cuando tienes todo el tiempo del mundo para ti, bien puedes desesperarte o buscar un propósito en aquello que todavía desconoces.
Dejó que su mente divagara por aquellos pensamientos mientras su cuerpo obedecía a la costumbre, guiando el coche por las calles de la ciudad hasta llegar a su destino al cabo de varios minutos. La calle estaba tranquila y despejada, por lo que no le costó aparcar. Cerró la puerta y con los presentes en la mano, se dirigió al timbre para que le pudieran abrir. El edificio era imponente, un clásico en lo que a arquitectura se refería. Una decena de pisos agrupados en aquella torre con aires de grandeza vestigios de una moda basada en lo clásico y recargado. El séptimo era el indicado y tras unos segundos de espera, supo que era observado por la cámara del interfono. No necesitó mayor presentación y el zumbido que le indicaba que era bienvenido fue muestra de ello.
No se cruzó con nadie hasta el ascensor. Llegó al lugar indicado y antes de poder llamar a la puerta, una hermosa mujer de ojos verdes, sonrisa cálida y el pelo negro, rizado, le abrió la puerta.
-Erik, bienvenido.- observó lo que traía el invitado en la mano y negó levemente con la cabeza sin perder la sonrisa.- Cómo eres... ya sabes que no tienes por qué traer nada. Eres nuestro invitado, pero se agradece.- Lo toma y le indica que pase. Él hace lo propio quitándose las gafas de sol así como la americana, doblándola en su antebrazo. Al fondo del pasillo, se ve a Jean Paul incorporándose de su sillón. No lleva puestas las gafas y con maestría y habilidad, se encara hacia la entrada, con los ojos algo perdidos en el espacio debido a su condición.
-No hacemos carrera contigo amigo mío... mira que te hemos dicho que no es necesario, que agradecemos de mil amores tu compañía y más desde que mentorizas a nuestra pequeña. Anda, pasa, pasa, ponte cómodo que en breve estará la cena. Déjame adivinar... otro vino de los tuyos, ¿verdad? Anda, voy a por las copas para que podamos disfrutar de él.- se dan un abrazo y marchan juntos hacia el salón.
-Toma asiento, por favor.- Jean Paul abre una vitrina y saca tres copas, poniéndolas encima de la mesa. Al cabo de unos segundos, llega Christine con la botella y un abridor.-Gracias amor, no sé qué haría sin ti.- besa la mejilla de su mujer.
Erik se sienta en una de las sillas, dejando en el respaldo su americana. Observa como ella abre el vino y lo sirve, para acercar las copas a cada uno de ellos una vez ha acabado.
-Brindemos por nuestro gran amigo Erik, creo que se lo merece.- La dama alza la copa.- que no sólo ha enseñado a mi marido a entender el derecho civil, sino que además, bueno, paree que ha centrado a nuestra pequeña. Has sido una bendición en nuestra vida y todo lo que has hecho por nosotros... no tiene nombre.- Jean Paul asiente.
-Y qué lo digas, Ninet está encantada, ha sacado una gran nota en la selectividad y ha decidido que quería estudiar derecho, al igual que su padre y lo quiere hacer en tu universidad. Habéis hecho tan buenas migas como las hemos podido hacer tu y yo, amigo mío y verla a ella tan feliz, tan segura y tan bien atendida... me llena el corazón de orgullo y esperanza. Ya te lo hemos dicho alguna que otra vez, pero te has portado y te portas con nosotros de una manera que hasta ahora nadie había hecho por nosotros... y por ello te estamos muy agradecidos.- alza la copa como su mujer.
Erik agacha la cabeza y sonríe, algo nervioso.
-Amigos míos, agradezco vuestras palabras, de verdad, pero no considero que haya hecho nada del otro mundo. Apareciste en mi vida de una forma casual, Jean Paul y verte tan dedicado, tan centrado y con un propósito tan marcado... me recordó a mi cuando era joven y quise darte la oportunidad que quizá yo no llegué a tener. Así mismo, al ver la familia que te rodea... quise que mi entrega fuera similar a la tuya por ellos. Sois un ejemplo a seguir, y Ninet es el vivo reflejo de ello. Me llamó muy contenta cuando supo la nota, pero no me dijo qué quería hacer, que lo pensaría en el viaje a España mientras disfrutaba con sus amigas por haber aproado todas. Sé que os esforzáis mucho por ella y no podría estar más orgulloso de poder llamaros amigos.- alza la copa.- por lo que propongo que este brindis, no sea sólo por mi, sino por todos.- chocan las copas y beben.
-No esperaba menos de u elección... un vino excelente. Marida perfecto con el pollo que ha preparado Christine.- Jean Paul sonríe mientras ella va a la cocina a por él. Cuando llega, lo coloca encima del salvamanteles.
-Venga, sentaros, que voy a repartirlo.-
Acabada la cena, todos están sentados alrededor de la mesita donde están dispuestos los cafés y los pasteles.
-Espero que cuando tu seas el profesor de nuestra pequeña, no te pases, que a ver si por ser hija de quien es le vas a coger manía.- Jean Paul se ríe ante aquella broma, que es compartida por todos.
-No te preocupes, que viendo lo que te ha ayudado a ti a estudiar, nuestra pequeña Ninet va a ir de matrícula en matrícula. Si entra en la carrera igual de centrada y madura como está demostrando hasta ahora, va a tener un futuro más que brillante. Andamos necesitamos de buenos profesionales y ella tiene toda la pinta de llegar a serlo.-
-Tampoco le vayas a poner las cosas más fáciles por tenerle cariño.- Christine se lleva la taza a los labios.
-No, no es mi estilo, al igual que no lo ha sido con tu marido. Donde hay confianza, da asco y más de la que podemos tener nosotros no existe. Sólo pido lo que sé que se me puede dar y si alguna vez he apretado de más es porque veía potencial. Hay ocasiones en las que hay que dar un empujón para hacer que todo ruede y hasta ahora, ha demostrado ser eficaz la metodología. Lo que sí os puedo garantizar es que, en la medida de lo posible, cuidaré de ella. La facultad es un lugar maravilloso si uno sabe moverse por allí y con un buen tutor, le enseñaré todas las posibilidades que ante ella se presentan. Yo sólo espero que se lo esté pasando en grande en su aventura por el país vecino. La última vez que estuve por allí el tiempo era estupendo y no faltaba la fiesta. Está en la edad, así que espero que venga con los deberes hechos pero sin haber hecho ninguna estupidez...- Erik deja la taza de café en la mesa.
Christine, por un fugaz instante, lo mira con cierta preocupación, quizá recordando ella misma lo vivido en su juventud. Al recuperar de nuevo la compostura sonríe levemente.
-Bueno, confiamos plenamente en ella, por eso la hemos dejado ir para allá. Nos ha llamado esta tarde para decirnos su decisión y estaba haciendo turismo por Madrid, en el museo del Prado para ser más concretos. Luego se volvían al hotel porque al día siguiente querían madrugar para ir al Escorial y verlo a primera hora sin tanta gente y pode restar allí horas. Se está portando bien.-
-No esperaba otra cosa de ella, la verdad, siempre tan aplicada, algo tímida y vergonzosa. Me ha halado de ella, de sus sueños, de sus fantasías y de sus gustos y me parece una chica fantástica. Ojalá, de tener una hija, ojalá fuera como ella.- Erik acompaña la sonrisa de Christine.
-Ahora que lo pienso, Erik, nunca nos has hablado de tu familia.-
Se hace por unos segundos un silencio sepulcral. Jean Paul lo rompe hablando de nuevo.
-Perdón si es un tema delicado, no quería...-
-Tranquilo, Jean Paul no pasa nada. Es una larga, larga historia, pero en resumidas cuentas, teniendo la vida que tengo y los numerosos viajes y conferencias, se hace complicado tener una estabilidad. He tenido lances y escarceos, como todos... pero bueno, por qué no, hubo una mujer hace unos cuantos años que prendó mi frío corazón...- La voz de Erik se pierde en la memoria y todos acaban la velada al cabo de unas horas en las que han compartido risas, momentos y experiencias. Tras una despedida, cada uno vuelve a su lugar, a descansar, para recibir un nuevo ía con energías renovadas y la sensación y el recuerdo de haber pasado una buena noche entre amigos.