Dicen que los Satella no fueron creados, sino que despertaron. Que nacieron con una constelación marcada en el alma y una misión que ni ellos mismos comprendían del todo.

Vienen de un mundo lejano, ajeno a la Tierra, pero fascinados por ella. Un planeta de arquitectura onírica y cielos que nunca se repiten, donde cada Satella es vinculado a un Tótem, un símbolo que define su sendero.

Cuando el equilibrio de los sueños en la Tierra comenzó a quebrarse, el Consulado Satella —una entidad gobernante y ahora corrompida— decretó que ciertos Satella serían enviados a épocas humanas específicas. Su propósito: proteger la capacidad de soñar.

Las Pesadillas, entidades amorfas nacidas del miedo, la opresión, la incertidumbre, y la desesperanza, comenzaron a devorar los sueños de los humanos desde dentro. Donde un alma humana se quebraba, una Pesadilla nacía.

Cada Satella fue asignado a una era. Cada uno, obligado a sobrevivir solo, sin contacto con los demás, hasta vencer la amenaza de su tiempo.

Corvus, por ejemplo, llegó a la época victoriana. Ilusionista, cuentacuentos, titiritero. Enfrenta las Pesadillas con astucia y teatro, burlándose del miedo con poesía y ficción.

Otros no fueron tan afortunados: Como Crater, que arribó a la época de la Prehistoria, y enfrentó al terror de la extinción. Otros, como Nova, en las cruzadas, buscando justicia entre lanzas y dogmas. Y aún más, en eras futuras, donde el miedo ya no se esconde, sino que gobierna.

Lo que une a los Satella no es la guerra, ni la gloria. Es la misión más antigua del universo:

Que los seres vivos nunca dejen de soñar.

Porque el sueño es energía. Es equilibrio. Es creación. Y si se pierde… todo colapsa.

Una vez, cada siglo en "El Punto de la eternidad", algunos de ellos comparten un respiro. Entre risas, tazas de porcelana y recuerdos, saben que vendrán nuevos horrores, nuevas misiones, y quizás... una nueva traición del Consulado.

Pero por un momento, solo por uno...

se permiten soñar juntos.