🦋<<La nación que venera a la muerte, Aidonia, el reino de las nieves perpetuas, se ha sumido en un dulce y profundo sueño.

Castorice, la hija del río Estigia, la Heredera de Crisos que busca la Yesca de la Muerte, comienza su viaje. Debe proteger el llanto de las almas del mundo y abrazar la soledad del destino.

La vida y la muerte son solo un viaje. Cuando la mariposa se posa en una rama, lo marchito vuelve a renacer.>>🦋

 

Historia 

Desde que tiene uso de razón, la nieve en Aidonia siempre ha estado ahí. Es como si el tiempo se hubiera congelado en esta tierra blanca y silenciosa.

De pequeña, le preguntó a Amunet qué era la nieve. Amunet respondió que era la alegría y la tristeza de la vida mortal.

 

Siempre permanecía ensimismada, con la mirada fija en la gente de la polis.

Cada día, el guerrero bajito iba a entrenar ante las puertas del templo, el sacerdote de mediana edad cabeceaba ocasionalmente bajo la alta torre, y el erudito asceta repartía galletas de sereniflor a los niños.

En la lejanía, los críos se empujaban y reían en una batalla de bolas de nieve. Sus risas caían sobre su corazón como frutos maduros.

Desde la torre, intentaba distinguir sus rostros, pero siempre fracasaba.

 

La Doncella Sagrada. Así es como la llamaban cuando aparecía ante la gente, y nadie se atrevía a mirarla a los ojos.

Cuando ella se acercaba con valentía, todos retrocedían un paso y bajaban la mirada. No podía distinguir las facciones de ninguno de ellos.

 

Hasta que se encontraban a las puertas de la muerte. El guerrero bajito sufrió graves heridas en el campo de batalla, el sacerdote de mediana edad padeció una larga enfermedad y el erudito se contagió mientras curaba a sus pacientes. Ese fue el momento en el que más se acercó a ellos.

La vida dejó de ser una lucha contra el dolor, y en la punta de sus dedos se convirtió en pétalos de flores que volaban con el viento.

Cuando por fin tuvo la oportunidad de verles la cara, se dio la vuelta porque no podía soportar mirarlos.

 

"Algunas manos nacieron para sembrar, otras para gobernar... Las tuyas simplemente llevan a cabo el destino de la separación".

Las palabras de Amunet resonaban en sus oídos, y una vez se preguntó qué podrían dejar atrás sus manos.

Cuando volvió en sí, estaba mirando una escultura de hielo inacabada que sostenía en su regazo. Una joven guerrera empuñando su arma, una madre abrazando a su hijo que estaba a punto de partir al campo de batalla, una pareja aferrándose desesperadamente las caras...

Todas esas personas ya no estaban en este mundo.

Pero cosas como esas seguirían ocurriendo una y otra vez, en la tierra cubierta de nieve y fuera de ella.

 

Por fin comprendió que la nieve de Aidonia también se derretía, igual que todos los seres acaban en brazos de la muerte.

 

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"Nikolaos el risueño, Ilana la amable,

y Crito, silencioso como el viento...

En la noche alzo

esos nombres perdidos y recuerdos silenciosos

para convertir la tristeza del día

en el ardor enterrado en la nieve...".

- Poema escrito por una joven y titulado «Aidonia»

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