La pérdida, el duelo, el abandono… No eran experiencias ajenas a la tríbrida. Desde muy joven había aprendido a lidiar con el sentimiento de pérdida. En su primera infancia vivió sola con su madre, al menos desde que tenia uso de razon. Y había pasado aquellos primeros años de su vida escuchando historias acerca de su padre: un hombre capaz de hacer lo que fuera para proteger a su familia. Un rey que había sacrificado su propia vida para proteger lo que mas queria. A ella. Un príncipe encantador que algún día volvería con ella. Klaus Mikaelson se había convertido en el héroe de todas sus historias de ese modo en que casi todas las niñas idealizan a su padre.

A los siete años pudo conocerlo y… era todo lo que Hope había soñado y más. Era fuerte, era cariñoso, era divertido… Sabia pintar, contar historias y le encantaba bromear con ella. La consentía como nadie, hecho que quedó demostrado el día en que compró todos los bollos y dulces de una prestigiosa pastelería de Nueva Orleans. Aun recordaba la enorme mesa de caoba repleta de bandejas con dulces, tartas, postres y beignets.

Y, sin previo aviso, volvió a perderlo… No solo a él… Tambien a la familia que había recuperado. Sus tíos, su padre… tuvieron que dispersarse por los confines del mundo, prometer no volver a encontrarse y prometer no volver a ver a Hope. Nunca más. Y ese… ese es un peso muy grande para una niña tan joven.

Una niña que terminó creciendo con la ausencia de un padre que se negó a responder sus cartas o responder sus llamadas… Un padre que desapareció de su vida sin más consuelo que palabras dichas años atrás. Y Hope comenzó a trazarse una idea equivocada, pero la única a la que podía aspirar en ese momento: su padre no la queria.

Había tenido que trazar un plan desesperado, claro está. Necesitaba crear una crisis para que su padre volviera a casa y, aunque medido al detalle… ese plan no salió nada bien… Pues terminó por provocar la muerte de su madre. La muerte de la mujer que la había protegido desde el día en que fue engendrada. De la madre que había peleado con uñas y dientes por ella y que la había protegido del legado oscuro de su familia paterna. Su mejor amiga, su confidente, su compañera…

Poco después, su padre se sacrificó por ella, por protegerla, por cuidar de ella. Por mantenerla a salvo… Y con él tambien perdió a su tio Elijah…

Demasiadas pérdidas para una persona tan joven… Por eso creció siendo una joven bastante solitaria, esforzándose por aislarse de los demás, por no crear lazos con ninguno de sus compañeros en el internado. Era más facil asi… pero las cosas cambiaron. Siempre cambian. La llegada de Landon Kirby cambió eso. Pues, aunque eran dos personas destinadas a destruirse mutuamente, se enamoraron… Aun tardó varios años en entender que no podría proteger a todo el mundo… Pero lo entendió… Tuvo que perder a Landon tambien para aprender a cerrar círculos…

Y asi, había conocido a Dean… Y se había enamorado inevitablemente. Era diferente, tenia ese aire de peligro que tanto disfrutaba Hope. Era divertido, sabia reírse. Y era cariñoso y protector. Y ahora tambien eso se había ido al cuerno. Ella le había confesado que lo queria, que se había enamorado de él… y Dean… la había dejado… Sin más… Aquel mazazo fue suficiente para que Hope se aislara en su habitación dentro de aquel bunker que compartía con Dean, Sam, Jack y Cass…

 

Un día, un par de semanas después de aquella ruptura, decidió intentar darle sentido a toda aquella vorágine en su cabeza… Tenia demasiado ruido mental y necesitaba poner sus prioridades en orden. Se encaminó a su maleta, esa donde aun tenia algunos trastos que no había sabido donde colocar y sacó aquel prisma que Lizzie le diera una vez. Un objeto mágico que las brujas usaban para entrar en la propia mente y hablar con el subconsciente, un objeto capaz de ayudar a enfrentar miedos, recuerdos reprimidos o, en este caso, conflictos emocionales…

Caminó hasta su cama y colocó el prisma sobre la mesita de noche dejando ir un suave suspiro apesadumbrado, a la espera de que él apareciera.

El prisma brilló con suavidad, proyectando reflejos danzantes en las paredes de aquella habitación. Por un momento pareció que la realidad se doblara sobre si misma. Y entonces Hope alzó la mirada. Ahí estaba él. Dean Winchester. De pie. Con los brazos cruzados y esa mirada que Hope conocía demasiado bien. No era precisamente el Dean que recordaba, pero tampoco le era un extraño. Era él. Sin filtros. Sin barreras.

-Sabía que harias algo asi…- suspiró Dean sacudiendo la cabeza con cierta resignación- No podías dejarlo estar, ¿no?

Hope entrecerró los ojos, molesta.

-¿Y qué esperabas que hiciera? Necesito respuestas… -protestó ella.

Dean exhaló con frustración apoyándose contra el escritorio de madera.

-Las respuestas no van a cambiar nada, Hope. Tomé una decisión. La mejor para los dos.

Su mirada era firme. La reconocía, la había visto varias veces. Pero había algo en sus ojos, un destello de… ¿dolor? El mismo que había visto algunas noches atrás cuando la dejó.

-¿Esperas que diga que me arrepiento? ¿Qué me equivoqué? Porque no lo hice. -Su voz se quebró apenas al final, pero se recuperó bastante rápido. -Lo que sentíamos… lo que siento… no importa si al final eso te pone en la mira de cada cosa que quiere verme muerto.

La tríbrida no aceptaría esa respuesta, ni siquiera de su propio subconsciente. Asi de terca era. Se levantó de la cama y se colocó delante de Dean.

- Pero... Tú no tienes la culpa. Soy una Mikaelson... El dolor es inherente a mi apellido. Heredé todos los enemigos de mi familia... absolutamente todos... Y me creé enemigos nuevos... Es el precio de ser quien soy -intentó razonar con él, aunque realmente sabia que aquel no era el Dean real.

Dean apretó la mandíbula, desviando la mirada por un instante, como si no quisiera mirarla. Cuando volvió a fijarse en ella, su expresión es una mezcla de rabia contenida y algo más profundo… miedo.

-¿Y qué? ¿Que ya estás jodida significa que yo debería sumar más peso a tu espalda? -Dio un paso adelante, con los ojos encendidos de frustración- No, Hope. No voy a ser otra carga. No voy a ser otro maldito nombre en tu lista de pérdidas inevitables. Ni dejaré que seas un nombre más en la mía.

-Dices que ya tienes demasiados enemigos… - prosiguió el cazador- Y aun así estás aquí, buscándome. Aun así, arriesgarías todo por alguien que te dejó. -Su voz se suaviza apenas, pero sigue firme- ¿Por qué?

Aquella pregunta sorprendió a la tríbrida. ¿Cómo se atrevía él…? ¿Cómo se atrevía su subconsciente a cuestionar aquello?

-Porque soy testaruda. Porque no me rindo. Jamás. Y porque te quiero…

Dean cerró los ojos un segundo, como si esas palabras lo golpearan más fuerte de lo que esperaba. Cuando los abrió de nuevo, su mirada era intensa, pero llena de dolor.

-Y yo también te quiero, Hope. -La confesión cayó sobre Hope como un jarro de agua fría. Lo sabía. Claro que lo sabía, llevaba meses sospechándolo- Y por eso tuve que dejarte. Porque cuando amas a alguien, haces lo que sea para protegerlo. Y a veces… eso significa alejarte. Aunque te destruya en el proceso.

-No es justo que uses mis palabras contra mi… -se quejó ella agachando la cabeza.

-Dime, Hope… ¿qué harías si un día te despiertas y descubres que yo soy otro nombre en la lista de personas que has perdido? ¿Que algo me encontró… y que no estuve ahí para pelearlo contigo? Porque créeme, tarde o temprano pasaría. Y tú lo sabes.

La certeza de aquella realidad todavía abrumaba a la tríbrida. Lo sospechaba hace mucho tiempo, claro que lo sospechaba, conocía ese sentimiento, lo había experimentado… A pesar de que el Winchester no se lo habia dicho, lo sospechaba... Una parte de ella sabía que Dean la queria, y que por eso habia tomado esa decisión absurda.

-¿Es cierto que me quieres? -preguntó Hope- ¿Tanto cuesta decirlo? -luego sacudió la cabeza recordándose a si misma que no estaba hablando con el Dean real- Perdona... -suspiró con suavidad- Sé que no eres tú de verdad... Tu versión holográfica no puede saber cosas que yo no sé con certeza, pero aun asi...

El holograma de Dean sonrió, pero no era una sonrisa feliz. Era amarga, algo resignada.

-No soy un holograma, Hope. Soy lo que tú sabes de mí, lo que no quieres admitir, lo que tu subconsciente ha juntado con las piezas que Dean nunca se atrevió a decirte.

Dio un paso hacia ella, mirándola con intensidad.

-Y sí. Te quiero. Ya lo he dicho. ¿Contenta? -Su voz era grave, cansada- Pero el amor no es suficiente para mantenernos con vida.

Hope alargó una mano hacia el prisma sujetándolo con esta y llevándolo a su propio pecho. Mas no dijo nada. No todavía

-Dime, Hope… -prosiguió Dean- Ahora que lo sabes, ¿qué vas a hacer? ¿Seguirás aferrándote a una sombra, a un tipo que decidió que estar lejos era la única forma de protegerte? ¿O vas a empezar a vivir sin mí?

Hope negó con la cabeza.

-No sabes lo testaruda que soy… -dijo, dando por terminada aquella conversacion. Una que había aclarado demasiadas cosas en la mente de la tríbrida. Todo aquel ruido mental se había ido. Porque a pesar de las preguntas de Dean, de esa versión de su subconsciente, jamás había tenido las cosas tan claras como en ese momento.