"¿Cuál es tu nombre?"
Surgiendo desde el abismo de su subconsciente, ese recuerdo volvía a tomar protagonismo. ¿La presencia de Irys en su ser lo trajo de vuelta a la superficie, o acaso estaba esperando el momento idóneo para presentarse ante ella?
No era inusual escuchar esa pregunta, pero es que la respuesta era muy sencilla: Él nunca había tenido uno. Nunca había necesitado de uno.
Había llegado a este mundo sin lo más elemental y necesario para un niño. Sin un familia, ¿qué caso tenía tener un nombre? ¿Acaso alguien se iba a molestar en usarlo? Y aunque sus días en el internado no fueron desagradables, la necesidad tampoco ahí había surgido. Tenía un número, con eso bastaba.
Después, llegó el día. La vida se había tardado ocho años, pero no importaba, porque ahora tendría una familia de verdad. Ahora sí podía permitirse tener un nombre, uno que ellos le eligieran. Era lo más correcto, después de todo. En muchos sentidos, su vida estaba dando inicio en ese momento. Estaba, en esencia, naciendo. Era el momento correcto para recibir un nombre.
"¿Cuál es tu nombre?"
La vida es cruel. La vida es injusta, arrebata con la misma facilidad con la que otorga.
El tiempo con su nueva familia fue tan preciado como corto. Corto, tan corto, que no pudo recibir legalmente un nombre. Como si la vida se burlase de él, dándole a probar esa felicidad sólo para poder quitársela, para hacerle saber lo que había perdido y nunca más recuperaría.
No tenía un nombre porque no necesitaba uno.
Hasta ese día.
"¿Cuál es tu nombre?"
La mezcla de sudor, sangre y lodo corría por su piel. La lluvía caía con tanta fuerza que parecía dispuesta a asfixiarlo. Y, sin embargo, sonreía.
Tal vez la primera vez que conoció algo similar a una familia fue en sus días de combate. Cuando uno vive, lucha y muere día tras día con otro ser humano, se forma un vínculo que es difícil de describir con palabras. El vínculo que había formado con sus compañeros, sus hermanos de guerra.
Pero ya hemos establecido que la vida es cruel, ¿no?
Uno de ellos había elegido el camino del heroísmo. Sacrificar su vida por el bien de los demás, usar su cuerpo como escudo. ¿Estúpido? ¿Inútil? En la guerra no hay ganadores, mucho menos puede haber héroes. Estúpido sería el que sacrificase su vida en la anonimidad.
Pero eso no era lo que opinaba ese grupo de niños frente a él. Aterrados, empapados, muertos de hambre y frío, pero aún así, habían salido a encontrar a quien ellos creían que era su salvador. El sacrificio de aquel que había considerado su hermano no había sido anónimo, no del todo.
Los niños tenían a quien consideraban su héroe en frente. Una vez más preguntaron.
"¿Cuál es tu nombre?"
Si había un momento para elegir uno, era ahora. Tenía que darles el nombre de su héroe. Tenía que adoptarlo para sí mismo.
Observó la placa metálica en su mano, la que había recuperado de ese cuerpo inerte, el cuerpo del héroe. Negándose a dejar el héroe en la anonimidad, respondió, por primera vez, con su nombre:
—Faust.