Tras mi destierro, vagué por el mundo mortal fastidiando a los humanos. Perdí contacto con mi familia del Olimpo, pero no con mis tíos Poseidon y Hades, sobre todo con este último. Mi familia materna residía en su reino, en la zona más recondita y oscura. Mis abuelos Erebo y Nyx, me recibieron con los brazos abiertos. Al igual que mamá, aunque ella se ausentaba para cumplir su trabajo de discordia entre dioses y mortales. La última vez que vi a mi padre y a mi familia olimpica, fue en la guerra de Troya. ¡Ah, que maravilla ver arder la ciudad!. Después de eso, decidí visitar otros panteones, empezando por el egipcio. Allí entable amistad con Seth, que me presentó a Apofis. Nos llevábamos muy bien y pasamos tiempo juntos. Por eso se corrió el rumor de que éramos amantes. Podría a ver sido, pero por mi parte solo era mi amigo. No quería atarme a nadie en ese momento, pero percibía que Apofis quería algo más que amistad. Estaba echa un lío, pero ocurrió algo que nos separó.
Se nos ocurrió gastar una broma a los humanos. En ese momento, construían la piramide de Keops. Entre los dos, molestamos a los mortales. Por mi parte, incitandolos a cometer errores arquitectónicos y Apofis, crear peleas entre ellos. Ra supo de aquello y se enojó. Pero la gota que colmó el vaso fue, cuando Apofis creó una tormenta de arena que duró días, paralizando la obra. Anubis y su ejército, por orden de Ra, nos fue a detener. Escapamos, pero ya nos alcanzaban cuando Apofis me sugirió que yo huyera al Este. No quería dejarlo solo, pero insistió. Él los entretendria, mientras yo huía. Me beso las manos con mucho cariño y se fue en pos de Anubis. Yo hui al Este, sin mirar atrás y con lágrimas en los ojos. No sabía que suerte correría Apofis por entonces, lo supe siglos después. Llegué a la India, donde conocí a los dioses de ese panteón, sobre todo Shiva. Pero eso ya os lo contaré en otro momento.