Mi nombre es Ate. Soy hija del rey del Olimpo, Zeus y de Eris, la discordia. Nací y me crie en el Olimpo. Mi infancia transcurrió con total normalidad, lo normal para una niña traviesa como yo. Mamá nunca se casó con mi padre, pero aún así, tengo buenos recuerdos de ambos. Tía Hera fue la que se casó con él, teniendo hijos. Pero de las infidelidades de mi padre, empecé a tener más hermanos y hermanas, tanto dioses como mortales. Tía Hera siempre me decía que en el matrimonio, los cónyuges deben respetarse, quererse, confiar el uno del otro y sobre todo, ser fieles. Nada de eso veía en mi padre. Por ello, un día le comenté la idea de nombrar rey de Micenas al primero de sus descendientes mortales que naciera. Su favorito, el hijo que una mortal amante suya llamada Alcmena tenía en su seno, Alcides. Los mortales lo conocen por otros nombres, Heracles y Hercules. Así lo juró mi padre ante las aguas del Estigia. Al saber de esto mi tía, envío a su hija, Ilitia, diosa de partos y nacimientos, a que adelantara el nacimiento de Euristeo y retrasara el de Alcides. Cosa que hizo. Mi padre, al saber eso, tuvo que cumplir su promesa. Euristeo sería rey de Micenas y aquello fue mi sentencia.

Me encontraba en los jardines del Olimpo, tocando mi lira y cantando, cuando todo a mi alrededor se nubló con oscuras nubes y la atronadora voz de mi padre, diciendo mi nombre, se escuchó por todo el Olimpo. Me extremecí. Me agarró por el cabello y me arrastró hasta los confines del Olimpo, maldiciendo mi nombre y que juraba que jamás volvería a pisar el Olimpo. No sé cuando o cómo ocurrió, me vi cayendo hacia el mundo mortal, cruzando el mar Egeo hasta tocar tierra. Bueno, no la toqué. Me quedé a pocas pulgadas del suelo. Miré en dirección al Olimpo, con ojos llorosos y con el único objeto que me pude llevar, mi lira, grité con tanta furia y rabia que los corazones de los mortales se extremecieron de terror. Desde ese día, fui saltando sobre las cabezas de los mortales, incitandolos a cometer errores y llevarlos a la ruina. Mi padre envió a la Litae en mi captura, pero yo era más rápida que ellas, y durante milenios me persiguieron sin tener éxito.