Madre, Salem y yo acabamos de llegar del mundo mágico.
Hemos pasado unos días con mis tías. No son biológicas, son las mejores amigas de madre siempre se han tratado como hermanas.
Cuidaron de nosotras los dos primeros primeros años de la muerte de mi padre.
Tía Edith fue quién me regaló a Salem, lo encontró una noche en mitad del bosque solo, cuando tan solo era un cachorro que había perdido a su familia.
Se que sonara extraño pero Salem me recuerda a mi padre y no lo digo por que le pusiera como nombre su segundo nombre.
Siempre he tenido la sensación que tener a Salem es como si mi padre de alguna forma siguiera conmigo.
Después de tomarme la pastilla anticonceptiva, lavarme los dientes, hacerme la rutina diario de Skincare y peinarme.
Esta mañana tengo solo dos clases, opté por saltármelas.
Aprovechando que no están Grayson ni ninguna de mis amigas u otra persona que me conozca y se extrañe de que no haya asistido a la universidad.
-Cariño.
En ese momento madre esta intentando limpiar su viejo caldero, el cual uso para hacer una poción que ayuda a mantener sanas y fuertes las plantas que cultiva en el jardín trasero.
Entre ellas se encuentra las tres flores que plantaron cuando madre perdió a mis hermanos.
Mucho antes de que yo naciera madre y padre pasaron por tres abortos, madre no conseguía superar el tercer mes de embarazo.
Y en el jardín plantaron tres diferentes flores
-Quiero que vengas de inmediato después de las clases.
-Claro.
-Necesito que me ayudes a montar el árbol y el resto de la decoración de Navidad.
Al ser tan temprano opté por sacar mi bicicleta del garaje, cuando no voy con Grayson la suelo coger.
Ya que todavía no estoy preparada para sacarme el carnet de conducir. Hubiera preferido convertirme en lechuza pero al ser de día es posible que cualquier humano me pudiera ver en el cementerio volver a mi forma humana.
Compré un café y un bollo para llevar antes de llegar a la entrada del cementerio, donde puse un hechizo para que nadie intentara robarme la bicicleta.
Además si alguien lo intenta, le crecerá la nariz y le saldrán por todo el cuerpo gigantescas verrugas.
La última vez que vine a visitar la tumba de mi padre le confesé que acompañaría a mi novio Grayson al cementerio donde su madre se encuentra enterrada y la dejaría un ramo de sus flores favoritas.
En este caso aunque de primeras no había ido a una floristería a comprar las suyas, siempre que madre o yo venimos a visitarle le dejamos una rosa blanca. La cuál hice aparecer, aprovechando que no había ni un alma, estamos solos.
-Buenos días papa, se que te prometí que no tardaría en volver a visitarte como la anterior vez.
Nadie sabe a ciencia exacta si nuestros seres queridos pueden escucharnos al otro lado del hilo, pero tanto madre como yo tenemos el palpito de que si nos escuchan.
-Se que si estuvieras aquí ahora habrías hecho pellas conmigo y estaríamos en nuestra cafetería favorita. Tomando dos batidos el tuyo de fresa y el mío de chocolate, jurando que no le contaríamos a madre nuestros días de padre e hija.
Retiró unas pequeñas lágrimas que hacían de las suyas para escapar de mis ojos, a continuación sonrió mientras aparto unas cuantas hojas de tu lápida antes de depositar la rosa blanca.
-Me estoy esforzando cada minuto tanto en mis estudios mágicos y en los no mágicos.
Os prometí que nunca os defraudaría y como bien sabes, los Turner nunca rompemos nuestras promesas.
Vuelvo a reír guardando mis manos en los bolsillos de mi abrigo, haciendo un gran esfuerzo por no llorar, si empiezo no podré detenerme.
-No estoy sola, al menos ya no. Grayson es ahora quién me sostiene al igual que yo a él. Estoy convencida de que si pudieras haberle conocido te habría encantado, los dos sois los únicos que en los peores momentos sabéis sacarme una sonrisa a la vez que alejar toda la tristeza que me invade.
Madre es la que más te extraña, aunque de día y noche lleva puesta la corraza, quiere ser fuerte por mí. Pero nunca lo hemos sido, tú eras el fuerte por las dos y ahora solo quedamos dos mujeres...cobardes.
Inevitablemente un grupo de hojas que mis pies pisotean están ahora bañadas por mis propias lágrimas, caigo de rodillas posando una de mis manos en el centro de la lápida.
Estuve así un buen rato no me importaba si alguien me descubría o que estuviera pasando frío en las rodillas y en las piernas.
-Aquella noche...tu eras inocente, te extraño cada día papa.