En el bosque circundante, no tan profundo, se hallaba un gran roble donde Junior acostumbraba a pasar la tarde. Este era su lugar favorito, y en sus primeros años solía escabullirse, dado que su padre no le daba permiso para salir.

Ahora, a sus trece años, podía confiársele que no se iría más lejos y que volvería a casa limpio y a tiempo para la cena.

Sin embargo, a veces Junior decidía saltarse esas normas, como ahora; acostado sobre el césped, mirando hacia el cielo anaranjado, medio tapado por el profundo follaje del bosque. El crepúsculo se aproximaba, y en breve tendría que marcharse a la mansión, pero hoy el joven Phantomhive tenía otros planes. Estaba esperando a que oscureciera un poco más para realizar cierto hechizo.

—Artemis —llamó, mientras, tirado en el suelo, tenía el brazo izquierdo medio levantado, moviendo su dedo índice en círculos. Ocasionalmente podían verse algunas chispas de mana colarse en su movimiento. —¿Crees que en todos esos posibles mundos, he podido encontrar la magia?

La susodicha estaba tirada a su lado en su forma predilecta, como Bitter Rabbit: con su traje de aristócrata y su parche en el ojo, emulando a su señor padre. Artemis negó con la cabeza, y Junior soltó una risita.

—Tienes razón. La situación donde conocí a Bloom es muy específica. Incluso hoy en día me sorprende haber estado investigando esas cosas.

Su curiosidad lo había llevado a eso y también podría llevarlo a un sinfín de otras cosas, por lo que era difícil afirmar que la decisión de Junior siempre sería la misma y que se repetiría en todas las versiones de sí mismo que existían.

—Bien —dijo, levantándose de repente, sacudiéndose los ropajes llenos de césped y mirando a Artemis con determinación. La criatura asintió; a pesar de ser un peluche con una cara de tela con la cual era difícil mostrar emociones, podía notarse en ella la misma seguridad que su compañero.

—Hagámoslo: descubramos esos mundos.

Desde que su mentora le había presentado a Andromeda y esta le había enseñado ese particular hechizo, Junior se había estado muriendo de ganas de intentarlo en privado y descubrir a esos otros yo.

¿Habría un Junior que hubiera vivido en Howick, con la familia de su padre, o uno que no hubiera descubierto nunca la verdad que le ocultaron sus padres?
Quería averiguarlo con una curiosidad tan grande que no había podido resistirse.

Cerró los ojos, y Artemis se quedó mirándolo en alerta, por si algo salía mal, lo cual era raro tratándose de Junior, quien era metódico y éxitoso en todo lo que hacía.

El joven Phantomhive se concentró en dejar la mente en blanco, desprovista de emociones que pudieran interferir en la manifestación de sus intenciones y provocar que el hechizo le mostrara algo contrario a lo que buscaba.

Cuando estuvo listo, dejó salir las palabras:

—El ojo ciego en la tormenta. La realidad que nadie ve. Planeta regente del desastre, enséñame tu saber —recitó las mismas palabras que Andromeda le había enseñado para realizar el Ojo de Júpiter. No necesitaba utilizar demasiado mana, pero su concentración debía ser magistral para mantenerse pensando en lo que quería que el ojo le mostrara.

De repente, en el bosque cada vez más oscuro, apareció un ojo, tan grande que era imposible no notarlo. Artemis se acercó hacia Junior, tironeando de su pantalón. Entonces abrió los ojos y se acercó rápidamente para ver a través de la pupila, similar a una ventana, un mundo donde Junior ignoraba la existencia de la maravillosa magia.

Artemis comenzó a flotar, colocándose a la altura de su cabeza para poder ver también ese universo distinto.

En la pupila podía reconocerse fácilmente a Junior, quien se encontraba en la biblioteca de la mansión Phantomhive. El niño estaba sentado en su sillón preferido, leyendo un libro.

Hasta el momento, no había nada diferente o inusual, sin embargo, Junior y Artemis se quedaron mirando con grandes expectativas.

"La puerta de la biblioteca fue abierta, siendo indicio el sonido chirriante de la madera.

Junior frunció el ceño y sin levantar la vista de lo que leía, habló a quién había entrado.

—Señor Hiro, encargese de aceitar las bisagras de esa puerta. Si vuelvo a escuchar ese sonido de nuevo, perderé la cabeza."

Desde otra perspectiva, Junior podía ver que a veces podía ser un poco dramático...
Por otro lado, ¿quién sería ese tal Hiro?

Como si el hechizo hubiera detectado sus deseos, el ojo parpadeó, mostrando a quien Junior quiso ver.

Un adolescente bien vestido, con cabellos rojizos y tez morena. Junior pudo detectar algo inusual en él, y no porque se tratara de una persona maliciosa, al contrario, esta persona emanaba un aura gentil.

—¿Qué opinas de él, Artemis? —inquirió, llevándose una mano al mentón. —No parece humano.

Es lo que su sentido le decía, amplificado gracias a la magia. A pesar de verse como una persona, no la sentía como una.

Qué era este chico era dificil de decir, y porqué su otro yo lo tenía a sus órdenes —porque era claro que así era— era otra cuestión igual de misteriosa. Sin embargo, a juzgar por la expresión relajada de su otro yo, parecía a gusto con él. 

Pero, el ojo de repente se cerró, los pensamientos de Junior habían ido para otro lado.

Artemis lo miró, y de inmediato Junior dejó salir un resoplido.
—Lo sé. Lo siento, me distraje.

Volvió a cerrar los ojos y a centrarse, pero, pensando en otra posibilidad, la que había visto recién no había sido especialmente reveladora.

"Un mundo donde... " se detuvo. Debido al mundo que había visto, abruptamente comenzó a pensar que si no tuviera a Bloom ni a Artemis, incluso a los niños del orfanato, Junior no tendría ningún amigo.

Ahora que conocía lo que significaba la amistad, no poseerlo sería como una existencia algo miserable.

Artemis volvió a tironear de su pantalón, entonces Junior se dió cuenta de que su intención se desvió de sus motivos originales.

En base a lo que había pensado, ¿qué mundo aparecería?

Abrió los ojos lentamente, presintiendo que sería algo desagradable. Pero, lo que el ojo le mostraba era... 
—Artemis —dijo, y el conejo reanimado lo miró, como si no pudieran creer lo que mirasen. —¿Estamos viendo lo mismo?

El conejo asintió, como si también estuviera anonadada. 

Junior se agarró fuertemente del señor Heinrich por temor a caerse, si bien se encontraban por el segundo piso y caerse de allí no significaba la muerte, sí que se quebraría algún hueso, y no tenía ningún deseo de lastimarse más, con el tobillo tenía suficiente.

—Mira sus movimientos —señaló al hombre que trepaba agilmente por la pared hasta llegar a la ventana del segundo piso, exactamente, a un pasillo cercano a su dormitorio. 
—No parecen producto de un buen entrenamiento. Hay algo más.

Su otro yo no podría darse cuenta, pero desde la perspectiva de Junior era fácil notar lo anormal en él, además, la magia le permitia ver más allá, notar cuestiones que un simple humano no podría sin el manejo de las intricados hilos de mana.

 Independientemente de la extraña situación, (¿por qué su otro yo estaba siendo cargado por quien parecía ser un ser sobrenatural?), Junior no comprendía la relación de sus pensamientos con este mundo. 

—Parece que me he metido en problemas, y que ese hombre de alguna manera me está ayudando.

Oh.

Entonces era eso.

Tenía un amigo, un poco inusual, pero, ¿qué no era extraño en su mundo también? 

Tenia de amigo un peluche... bueno, no lo era exactamente, se encontraba disfrazada; y tenía una bruja a quién apreciaba como familia, que le había enseñado todo lo que sabía sobre la magia, y que le había abierto la puerta a un mundo maravilloso. Brindándole lecciones tan importantes que había permitido a Junior ser menos cerrado, y menos desconfiado, incluso menos frío de lo habitual.

No es que hubiera perdido de repente tales rasgos, pero era evidente que había cambiado desde que había conocido a Bloom. 

Junior esbozó una sonrisa rebosante de calidez. Artemis se acercó, notando su estado de ánimo, apoyando su manita en su mejilla.
—No he visto mucho, y debería ver más de esos mundos para afirmarlo, pero me arriesgo a suponer que estoy destinado a encontrarme con alguien singular —musitó, dandole una suave palmadita a la mano del peluche. —Espero que mis otros yo sepan apreciarlo.

"Así como yo aprecio a Bloom".

—Deberíamos volver. Es tarde.

El peluche asintió, sin antes darle un patpat en la mejilla. Luego, saltó y desapareció en un "¡plop!" de mana.

El joven Phantomhive chasqueó los dedos, y el ojo se desvaneció del bosque, como si nunca hubiera existido, y caminó de regreso a la mansión Phantomhive.