Han dicho mucho de mí. Policías, formadores, psiquiatras y videntes. Todo lo que te hayan dicho es un punto de vista ni siquiera yo sé realmente bien que pasó. Solo sé que estoy y que los caminos me llevaron a donde estoy; no me arrepiento de nada.
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Mi nombre es Irina Fyodorov. Mi madre murió al darme a luz. Mi padre se fugó cuando vió la oportunidad de irse. Fui transferida al orfanato que ya conocen y ahí estuve todo el tiempo que me pudieron contener. En ese momento, las evaluaciones psiquiátricas y psicológicas estaban de moda se vé, porque todas tomabamos pastillas que nos decían eran "vitaminas" para crecer sanitas. No pasó mucho tiempo hasta que me dí cuenta lo que nos hacían. Se imaginarán que sus efectos eran desde tranquilizar nuestras mentes hasta dejarnos dormidas en medio de una de las infinitas escaleras. En fín, en una de las ocaciones que me quise fugar, me inyectaron un calmante diferente, algo que solo le ponían a niñas con trastornos algo peculiares. No fue hasta la tercera vez que me inyectaron que el Aripiprazol me empezó a gustar y en vez de bajar mis supuestos "cuadros psicóticos" me hacía más perspicaz, calculaba mejor los movimientos. Digamos que hacer una escena se volvió mi excusa para que me droguen. Finalmente a los 16, con la cautela que había adquirido, me escapé dejando todo eso atrás llevándome un lote completo de drogas en la mochila. No fue difícil, solo había que leer los movimientos de los guardias y serenos que cuidaban los alrededores. Calculé los horarios, los cambios de turno, hasta me enteré de los jueguitos que tenían varios con algunas de mis profesoras.
Eso es para otro momento, lo importante fue que salí. ¿Salí o entré? Esa fue la pregunta que me hice cuando empecé a escribir esto. Creo que todavía tengo mis dudas. Volviendo al momento del escape, había encontrado la dirección del magnate dueño del Orfanato y hacia allí fui. Fueron 3 días que caminé hasta llegar a la ostentosa casa. Para mi sorpresa, me abrió la puerta, me dejó contarle mi historia y me dio la posibilidad de quedarme en su casa si le hacía algunas tareas que el me dejaría en el escritorio cada mañana. Claro que acepté, esas ofertas no llueven del cielo. Yuri estaba realmente anonadado de que haya burlado la seguridad de su propia instalación y que nadie se haya dado cuenta, lo que fue potencial para él que debía explotar hasta reventar. Así fue dejándome recados pequeños, como armar y desarmar un arma, luego hacerlo por tiempo, luego con los ojos vendados, luego sin hacer ruido. Él fue el que me enseño a apreciar el silencio y lo peligroso que puede ser si lo sabes usar bien. 
Oh, mi primera muerte... Sí, recuerdo que él me acompañó. Antes de cumplir los 17, un hombre que le debía dinero, se negó a pagarle y desde las sombras aparecí por detrás del sujeto, tomé su mano, corté su dedo meñique, giré y corté sus ligamentos y para finalizar, corté su yugular dejando que se desangre. Yuri tomó un pequeño frasco y lo llenó con la sangre berbobrágica. -Toma, un souvenir -me dijo con una sonrisa en su rostro; y... bueno, la costumbre de siempre llevarme algo de las tareas que se me encargan. Las vidas que tuve que silenciar no me importaban en lo más mínimo, no me daban pena solo era un daño colateral. Extraño, pero lo siento así. Los años pasaron y Yuri, mi mentor falleció. Lamentablemente no pude evitar su muerte y es algo que me persigue desde aquel frío invierno del 2016. Su cabeza rodó metros sobre la nieve, los ojos se me pusieron en blanco y no supe que hacer. Tomé lo que pude y corrí. Corrí, no sé dónde pero corrí. Cuando estuve lo suficientemente lejos de la escena y de sus matones, lo lloré como si de mi padre se tratase. Bueno, sí. era algo así. Pero ellos no lo iban a entender, iban a pensar que lo había asesinado. 
Desde entonces, las cosas han sido un poco más duras, más bruscas, el silencio me incomoda pero es un mal necesario; me recuerda a él. Su muerte me ha sido el ejemplo de lo que hace involucrarse, de lo aberrante que se vuelve aferrarte a alguien que perecerá. Al menos, no me dejó sola del todo. Uno de sus contactos de una de las mafias más peligrosas de Rusia me contrató. Cada tanto, necesita manos de mujer para hacer algún que otro ajuste de cuentas y no encontró a nadie mejor que yo, algo que aprecio enormemente. Es lo que me da de comer. 
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Al final de cuentas, asesino por dinero, los sentimientos me dan miedo, no puedo quedarme en un lugar mucho tiempo. Mi mente trabaja de maneras extrañas que todavía no logro descifrar. Suele haber veces que me siento 3 pasos adelante. Otras me siento fuera de cuadro. Es mi vida, es lo que aprendí a hacer, lo que puedo crear con lo roto y las astillas.