Los problemas para dormir eran muy frecuentes en personas que estudiaban la carrera en medicina, sobre todo al momento de realizar las residencias ya que las guardias llegaban a extenderse hasta 36 o 48 hrs, incluso más si hacía falta personal por algún motivo. A Ariadna nunca le molestó eso, podía adaptarse a esos horarios tan cansadores. Sin embargo, sí que tenía algo que le preocupaba un poco y no la dejaba descansar ni siquiera cuando tenía algún día libre.

Hacía semanas que estaba teniendo sueños recurrentes sobre una cosa en específico. Un árbol. Viejo, enorme y con muchas ramas. Se veía realmente sombrío a la par que nostálgico.

De alguna forma, ese árbol le resultaba tremendamente conocido, al igual que la localización si miraba alrededor, pero no parecía llegar al punto exacto. Solo se quedaba en la punta de su lengua, dejándola confundida cada vez que despertaba y con la sensación que lo vio en algún momento de su vida, tal vez de pequeña.

Lo ignoró tanto como pudo, queriendo concentrarse en hacer su trabajo bien y en descansar adecuadamente. Pero pronto eso que parecía estar llamándola empezó a buscar obtener más de su atención.

Ese sueño empezó a tornarse en pesadilla de manera lenta y progresiva a medida que pasaban las noches, perturbando su cansada mente.

Primero, cada vez que daba un paso al árbol, podía sentir cómo el suelo bajo sus pies descalzos se movía, como si algo debajo estuviera tratando de salir a toda costa. A veces no la dejaba avanzar demasiado por miedo a terminar sin equilibrio y caer. La sensación de que si caía todo iba a acabar carcomiendo su cabeza. Luego, las voces femeninas.

Calliope... ven con nosotros... Calliope... vuelve...—susurros que la rodeaban sin tener dueñas, como ecos en el aire. Cada vez que llegaba a la parte de los susurros era imposible no despertar. Un sentimiento de vacío en su pecho quedaba presente durante varias horas, en ocasiones entorpeciendo su desempeño en el hospital, lo que la llevó a recibir varios regaños de parte del médico encargado de ella.

—No sé qué te ocurre, Pierce, pero será mejor que estés más atenta si no quieres perder el puesto. —le advirtió el hombre, entre frustrado y preocupado. Ari nunca antes había cometido errores tan tontos o de alguien que apenas empezaba la carrera, era extraño.

Ella misma empezó a regañarse sola, odiando equivocarse en cualquier cosa, tanto sencilla como complicada. Sin embargo, le resultó muy pesado el ignorar lo que le ocurría, más aún cuando los susurros en sus sueños empezaron a interferir en su vigilia.

Ven con nosotras… Te necesitamos de regreso… Calliope, no nos olvides…—y un sin fin más de palabras que no logró darles conexión alguna con su propia persona.

Temiendo por su salud, empezó a realizarse estudios que, para su alivio (y más desconcierto) salieron perfectamente. Todo estaba bien, nada extraño de qué alarmarse. Entonces, ¿qué? ¿Qué estaba ocurriendo con ella?

Comenzó a pasar noches sin dormir aunque tuviera la oportunidad, primero porque ya no quería tener esos sentimientos extraños de la nada en su pecho y luego porque la imagen de ese árbol ya la atormentaba lo suficiente en su imaginación, incluyendo las voces.

El ser humano solo puede aguantar hasta cierto punto antes de sucumbir, algunos más, otros menos. Ariadna terminó por desmayarse en una de sus guardias, lo que se tradujo a que la enviaran a casa y que no volviera hasta estar mejor. Siguió sin querer dormir hasta que no pudo controlarlo y, una tarde, mientras estaba leyendo, sus ojos se cerraron sin que ella siquiera se diera cuenta.

De nuevo, el árbol. Ella descalza. En todos los sueños sus pies eran lo único que podía ver, ni siquiera sus manos.

No nos abandones… No luches… Ven con nosotros… Encuentra el camino…—los susurros casi que la jalaban para que continuara avanzando, cosa que asi hizo, pero estos empezaban a subir de volúmen hasta que solo quedaban como gritos desgarradores y pidiendo auxilio. Esto hizo que Ari se despertara de inmediato, dejándola en un estado de angustia y miedo que perduró horas. Esa escena se volvió a repetir con cada descanso.

La frustración la llevó a intentar buscar alguna respuesta, lo que sea, con quien sea, necesitaba comprender qué estaba ocurriendo, no iba a quedarse de brazos cruzados…