Era una tarde como otra cualquiera. Danny se encontraba en casa, tirado en el sofá con un videojuego puesto en la play. Mientras él, muy concentrado, luchaba contra el jefe de turno, Spinel, caminaba por la casa, en dirección a la puerta principal de la vivienda. Había escuchado, gracias a su mejorado oído felino. Allí se encontró un sobre que miró curiosamente, antes de cogerlo con la boca y dirigirse hacia el salón de nuevo, subiéndose a uno de los sillones cercanos al brujo. Este lo miró de reojo, sin llegar a ver qué tenía el familiar consigo.
—¿Qué ocurre, Spinel? —preguntó sin desviar la mirada de la pantalla, no perdiendo la concentración en la batalla. Tampoco era como si su guardián pretendiese que lo hiciera.
—Una invitación, al parecer —contestó con su profunda voz la criatura, mientras leía la misma detenidamente. Aquello llamó un poco más la atención de Danny, quien giró la cabeza para mirarlo durante unos segundos, más de lleno. —Para una gala, un aniversario de no sé qué cosa de mortales.
—¿Una gala? —tan pronto como puso su atención en el gato la devolvió a la pantalla, desinteresado sobre el contenido de aquella carta, ahora que conocía su naturaleza. Ese tipo de galas y él no es que se llevasen muy bien, por lo que no iba siquiera a entretener la idea. Mejor se quedaba en casa y seguía jugando, le parecía entretenido. Sin embargo, la distracción le había costado caro, se había desconcentrado y aquel jefe lo pilló desprevenido, acabando con la partida antes de que pudiera darse cuenta de lo que estaba pasando. Resopló, algo picado con lo sucedido, decidiendo apagar la consola para ponerse a hacer otra cosa. Se recostó en el sofá, sacando su móvil para, en primer lugar, revisar las notificaciones que tenía. La que más llamó su atención fue un mensaje de Hope que no dudó en abrir.
—”Sé que no quieres venir, pero te echo de menos aquí, Danny” —aquello le hizo arquear una ceja. Así que la tríbrida se encontraba en aquella gala, al parecer sola. Frunció el ceño durante unos instantes, antes de chasquear la lengua.
—Bueno, no tengo nada mejor que hacer... —encogiéndose de hombros se puso de pie, dirigiéndose a su habitación.
>> Un buen rato después, el joven llegaba al sitio indicado en aquella invitación. Claro que no optó por vestirse con el típico traje y corbata, no, eso sí que no iba con él. De hecho, ni siquiera se había puesto una camisa, sino que había decidido ponerse el chaleco sin nada debajo, dejando el pecho ligeramente al aire, algo más acorde a su estilo. Intentó pasar la alfombra roja rápidamente, estando completamente fuera de su zona de confort, intentando aparentar un poco por la situación en sí, pero llegando lo más rápido posible al salón donde estaría todo el mundo. Una vez allí repasó el lugar con la mirada, buscando a la joven Mikaelson entre todo el bullicio. Era, al final, la única razón por la que estaba allí. No teniendo mucha suerte comenzó a caminar por allí, completamente fuera de lugar. No supo en qué momento se había hecho con la copa que sujetaba ahora en su mano, pero la agradecía enormemente. Fue mientras daba un sorbo a la misma, aun escaneando a su alrededor, que por fin divisó a la tríbrida y, sin pensárselo dos veces, puso rumbo hacia ella, esquivando gente de todo tipo, a cada cual más pintoresco que el anterior.
—Pide y te será concedido —le dijo con un tono divertido nada más llegar a su lado, esbozando una sonrisa amplia, tan propia de él, ahora que por fin encontraba una cara conocida con la que poder socializar a gusto.