— ¿Hemos logrado escapar? —La voz que se escuchaba era francesa y provenía de un hombre que acababa de salir del baño de un motel en medio del estado de Arizona, cerca de Scottsdale.

    —No lo sé. Estamos muy lejos. —Otra voz, también francesa, habló desde la ventana, en la que estaba asomado. — ¿Cómo está Havephon?

    Preguntó dirigiéndose al tercer hombre que estaba sentado en la cama. Tenía los brazos sobre su regazo, encorvado y sin dejar de balancearse, mientras recitaba algo parecido a una oración.

    —Sigue nervioso.

    Mientras el primero de los hombres se acercaba a Havephon, la habitación se iluminó.

    —Un coche acaba de llegar.— Informó el segundo hombre, logrando que Havephon se pusiera mucho más nervioso.

    —Ya está aquí.—Anunció este, mientras su movimiento se hacía mucho más rápido.

    Los dos primeros se miraron.

 

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Scottsdale, Arizona

El motel Golden Nugget se encontraba clausurado por la policía. Afortunadamente, para sus dueños, apenas habían tenido huéspedes la noche anterior. Desafortunadamente... uno de ellos había terminado muerto.

    Samantha había estado leyendo sobre el caso en el avión que la llevó al estado de Arizona, y no entendía bien el qué pintaba ella allí. La única explicación que tenía es que habían pedido la ayuda del FBI y ella estaba libre. En un coche alquilado llegó al lugar, aparcando en fuera del precinto que había. Bajó del coche, y se acercó a la cinta mostrando su placa a uno de los agentes que estaba custodiando que nadie ajeno pasase, mismo agente que alzó la cinta amarilla para facilitarle el paso.

    Era fácil saber donde había sido el homicidio, pues la gente estaba entrando y saliendo. Según tenía entendido, el aviso se había producido en la noche, de modo que en aquellos momentos sólo se estaría recogiendo pruebas. Esquivó a una mujer de la científica, y se acercó a los dos hombres que parecían al mando en aquel caso. Uno de ellos dejó de hablar cuando notó su presencia y se volvió a ella, siendo imitado por su compañero.

    —Imagino que debe ser la agente del FBI. —Pronunció el hombre.

    —Soy la agente especial Scully. Lamento el retraso, esto estaba algo perdido. —Presto extendió su mano, que fue estrechada por ambos hombres.

    —Mucho gusto, agente Scully, y gracias por acercarse. Yo soy el agente Chapman y él es el agente Hogan. —Parecía el mayor de los dos agentes, por lo que Sam supuso que sería también el que estaba al mando entre ambos.

    — ¿Qué ha sucedido?

    —Hubo un tiroteo. Se encontró a la víctima tirada en el suelo detrás de la ventana.

    —Creemos que se llama Derlis Delporte, 34 años.—Continuó el segundo, el agente Hogan.

    — ¿Creéis? —Imaginó que ello se debía al hecho de que quizás el único dato que tenía era referido al nombre que habría dado a la hora de registrarse. No le habrían pedido documentación y el único dato que tenía sería un nombre.

    Sin embargo, en lugar de una respuesta, el agente Chapman comenzó a caminar hacia la salida de la habitación. Sin esperar señal, Samatha comenzó a seguirle. El destino del agente era el coche de policía que estaba aparcado en el interior del cordón policial. Del asiento trasero sacó una pequeña carpeta, y del interior de esta una bolsa con una documentación.

    —Se encontró ésto en una de las maletas. —Le explicó.

    Tras ponerse unos guantes que Hogan le entregó, Sam tomó la bolsa de pruebas y sacó lo que parecía por el exterior un pasaporte. Sin embargo, en su portada se podía leer Reino Unido de Taured.

    — ¿Ha oído hablar alguna vez de Taured, agente Scully?

    Escuchó la pregunta del agente Chapman, mientras estaba examinando el pasaporte. En su interior había sellos que procedían de otros países, muchos de ellos eran conocidos, otros...

    En cuanto a Taured, Samantha sentía que lo había escuchado o leído en algún lado, mas no podía estar del todo segura de ello, por lo que terminó negando con la cabeza.

    En los datos de la persona, junto a una foto de la víctima, se podía leer que se llamaba Derlis Delporte, junto a otros datos como la edad, la ciudad de nacimiento...

    — ¿Se hospedaba sólo? —Preguntó Samantha mientras observaba los sellos de visado, los cuales parecían reales. Incluso estaba el de Estados Unidos que mostraba que el hombre había llegado al país haría apenas dos días.

    —Según dice el encargado, iba acompañado de dos personas más. Pero los tres se quedaron en la misma habitación.

 

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Había estado hablando con el encargado del lugar quien le explicó como en la noche anterior, mientras se encontraba mirando la televisión, escuchó un disparo proveniente de los aparcamientos.

    Rápidamente salió, portando el arma que usaba para protegerse, y se encontró con un hombre en mitad de los aparcamientos encaminándose hacia la habitación, y fueron los disparos al aire del encargado, lo que hizo que se diera la vuelta y se metiera nuevamente en el vehículo antes de salir de allí.

    Motivado también, como le dijo, porque vería salir a los otros dos compañeros de la víctima.

    No le pudo dar muchos más datos. Habían pagado en efectivo, y no se fijó demasiado en la matrícula del coche que llevaba el perpetrador. Sólo que desde lejos e iluminado por las pocas farolas de la zona, podía asegurar que era un hombre bastante alto y con el cabello corto.

    Una vez preguntó todo lo que consideraba interesante, Samatha recibió el mensaje de uno de los agentes para informarle de que la autopsia ya había terminado, mientras le mandaba por correo los datos.

    Miró la hora en el teléfono, y se montó en el coche para conducir hasta la ciudad más cercana, donde se iba a hospedar mientras se quedara allí. Sin embargo, no iba a la habitación en aquellos momentos. Paró el coche en un sitio de comida rápida, y compró un menú para llevar, el cual se comió en el coche mientras leía el informe de la autopsia. En el cuerpo no había nada que sobresaliera, había muerto de un disparo en la cabeza, en el acto.

    Lo interesante estaba en el análisis de la bala que se había encontrado, pues no parecía haber sido disparada por ningún arma conocida. Aunque parecía provenir de un arma larga.

    Una vez que terminó de comer, volvió al motel. Apenas quedaba alguien, salvo los policías que se encargaban de que nadie ajeno pasase, y cuidar toda la zona. Mostró su placa antes de pasar. Primero observó la zona en la que el vehículo del supuesto asesino aparcó. Desde esa distancia seguramente habría tenido que emplear una mira para poder dar tal tiro certero.

    Tras ello, trató de recrear el camino que pudieron llevar los dos compañeros de la víctima, recorriendo la planta única del motel hasta darle la vuelta y encontrarse con bosque. Aprovechando la luz del día, se internó en el bosque con la vista en el suelo. Había algunos rastros de huellas parciales y señas de que alguien había pasado.

    Sin embargo, no pudo llegar muy lejos.

 

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Desde el motel, una vez volvió a su vehículo, llamó a las distintas empresas de vehículos de transporte con conductor. Esas tres personas habían tenido que llegar al motel de alguna forma. Coches no habían encontrado, y el transporte público no llegaba a aquel lugar.

    No encontró demasiado. Hubo una empresa que le informó que si le sonaba haber tenido un coche que recorriese hasta ese lugar desde el aeropuerto, pero que debido a que no hubieron pagado con tarjeta no tenía muchos más datos que le pudieran proporcionarle.

    Para cuando la noche había caído, ya se encontraba en la ciudad. Compró nuevamente comida para llevar acudió a la oficina de policía donde habían llevado todo lo que se encontró en la habitación de la víctima. Las maletas habían sido abiertas y todas las pertenencias clasificadas y puestas en diversas cajas dependiendo de lo que fuera. Aparte de ropa, encontró libros escritos en francés, pequeños dispositivos de audio, y productos para el aseo. Nada parecía tan importante como para ser asesinado por ello. Lo único extraño era que muchas de las marcas de los productos le eran desconocidas, pero fácilmente plausible que fueran productos nacionales.

    Taured... Recuperó el pasaporte y lo examinó nuevamente. Estaba escrito en francés. Y nuevamente, sentía que le sonaba de algo.

 

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Su teléfono sonó, cosa que le hizo despertarse. Se había quedado dormida sobre la mesa donde estaban las diversas pruebas que había ido sacando. Cuando nadie la había despertado supuso que no pasó mucho tiempo, todavía no era la hora de entrada a trabajar para la mayoría de los agentes, de modo que nadie había reparado en ella allí.

    Tanteó con la mano sobre la mesa hasta tomar su teléfono, mientras con la otra se restregaba un ojo.

    —Scully. —Saludó, mientras reprimía un pequeño bostezo.

    Al otro lado de la línea estaba el agente Chapman, quien le informó que había aparecido un cuerpo en mitad de la carrera, a varios kilómetros del motel, y que ahora se encontraba en el hospital.

    Según los datos que le habían dado mientras salía del depósito de pruebas, se encontraba inconsciente y era poco probable que despertara, sin embargo, nuevamente había aparecido un pasaporte.

    — ¿La había despertado, agente Scully? —Le preguntó Chapman cuando la vio aparecer por el pasillo del hospital.

    La joven negó con la cabeza.

    —Sólo me quedé un poco transpuesta en el depósito, mientras miraba las pertenencias encontradas... —Con una mano se revolvió el cabello, como si en aquel momento se hubiera dado cuenta de que probablemente lo tenía desordenado. — ¿Qué se sabe?

    Pronto la estuvieron poniendo al día. Habían encontrado al hombre en la carretera. Había sido un civil quien había llamado a los servicios de emergencias tras encontrarse con él en mitad de la carrera. Le habían llevado al hospital y entre sus pertenencias había encontrado otro pasaporte semejante al del motel. El sujeto se llamaba Samthin Boudet.

    —El pronóstico es estable, pero se encuentra muy grave y es complicado saber cómo evolucionará. —Terminó explicando el agente, mientras Samantha examinaba el nuevo pasaporte.

    —Todavía queda por localizar un tercero...

    —Hemos estado trazando la ruta desde el motel hasta donde se encontró al hombre. Está internándose en Mazatzal Peak. Ya hemos desplegado un equipo de búsqueda. Aunque será complicado cubrir tanto terreno... —Explicó el agente Hogan, tras el comentario lanzado por la agente del FBI.

    — ¿Tiene un mapa de la zona?

 

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En una de las dependencias de la oficina policial, los dos agentes a cargo de la investigación, junto a Sam se encontraban frente a un mapa de la zona extendido frente a ellos.

    Durante el camino al lugar, en el coche, Sam había recibido una llamada por parte de una de las oficinas de transporte con las que había contactado en la tarde para preguntar sobre si alguien habría podido ver a los tres sujetos. En aquella ocasión, la llamada había sido efectuada por uno de los conductores que supuestamente había llevado a los tres hombres hasta Scottsdale, desde el aeropuerto. Por lo visto, sólo deseaban ir lo más lejos que pudieran con un determinado dinero.

    Desde Scottsdale, la única manera de ir lejos era cruzando todo el terreno natural.

    —El último lugar antes de toda la naturaleza es Bartlett Lake Grill. Sin embargo, a las horas en las que se produjo el accidente, el local se encontraba cerrado. Hay un agente que está tratando de localizar a los dueños para preguntar si hay cámaras en la zona. —Informó el agente Hogan, señalando en el mapa el final de un camino.

    — ¿Esto es la AZ-87, verdad? —Preguntó la joven apuntando con su dedo la carretera que cruzaba toda la zona natural.

    —Sí, ¿cree que se puede dirigir allí?

    —No. Está escapando de ese otro hombre. Supongo que de momento se quedará por este área. Tratando de darle esquinazo. No creo que conozca mucho la zona; para llegar hasta el motel sencillamente se dejaron llevar. —Explicó la joven, haciendo gesto sobre el mapa.

    —Informaré a un grupo que está investigando por la zona. —Rápidamente, el agente Hogan salió de la sala con el teléfono en la mano.

    — ¿Puedo utilizar uno de los ordenadores de la oficina? —Sam se dirigió también hacia la puerta casi al momento.

    —Adelante.

    Rápidamente, se sentó frente a él y abrió internet. Comenzó a visitar diversas páginas, junto a enviar algunos correos. Se encontraba en la silla con las piernas subidas en esta para estar más cómoda, como si se estuviese en su despacho de las oficinas de Washington D. C.

    De tanto en tanto se le escapaban bostezos, y sólo pronunció palabra cuando uno de los agentes que se encontraban en aquel momento en la oficina le ofreció café que ella aceptó con una sonrisa y un agradecimiento antes de seguir tecleando.

    Al cabo de un par de horas, cuando ya el sol había salido, recibió un correo por parte de una dirección japonesa cuyo servidor indicaba que se trataba de alguien que trabajaba en dependencias de la seguridad del país asiático. Leyó aquel correo en un par de ocasiones, hasta que finalmente cogió su teléfono y marcó un número.

    —Agente Chapman, soy la agente Scully. ¿Dónde se encuentra en estos momentos? —Preguntó la joven, levantándose por primera vez desde que se había sentado y estirando las piernas.

    —He venido al hospital para ver cómo se encontraba Samthin Boudet. ¿Ha encontrado algo?

    —Algo así... Sé dónde está Taured.

    —Voy para allá ahora mismo.

 

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— ¿Un universo alterno?

    La pregunta del agente Chapman sonaba como si hubiera visto una broma de mal gusto frente a él.

    —Sé lo que puede parecer, pero he logrado contactar con personas que trabajan en la Seguridad de Japón que me han dado acceso a esos documentos. Los hechos sucedieron en el verano de 1954, en el aeropuerto de Haneda. No hay mucha información debido a como funcionaban las cosas en ese momento y a que el sujeto desapareció al día siguiente. Sin embargo... —Abrió la carpeta que estaba frente a ella y mostró varios documentos que le habían pasado. —Existen estas fotocopias que fueron tomadas por los policías de ese momento sobre los documentos del sujeto.

    —Es normal que desde los años 50 los documentos hayan podido cambiar. —Siguió hablando la joven mientras exponía los distintos datos que había recibido. Buena parte estaba en japonés, como era lógico, sin embargo, también le habían proveído de documentos en inglés.

    — ¿Y Taured se encuentra en Europa?

    —Según los reportes, cuando se le mostró al hombre un mapa para identificar dónde se encontraba su país, señaló que se ubicaba en lo que nosotros conocemos como "Andorra". —Al sentir la mirada que recibió por parte del agente al cargo del caso, Samantha suspiró. —Mire, sé lo que ésto puede parecer, pero es la única explicación posible para tres personas con esta clase de pasaporte hayan podido entrar en Estados Unidos. Tenemos que conseguir a ese hombre que queda antes de que quién sea que le busque lo encuentre.

 

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Dejó al agente al mando en la oficina, revisando los archivos que la joven había recibido, mientras que la propia Samantha acudió a la zona donde había sido encontrado al segundo hombre, para sumarse a la búsqueda.

    Avanzó por el terreno escarpado. No sabía cuánto tiempo iban a tener antes de que sucediera como en 1954, o antes de que el buscador diera con ellos.

    Teóricamente, ahora mismo ese buscador no debería actuar. Las dos veces que lo había hecho había sido durante las noches. Dos noches consecutivas. Dos hombres. De modo que ese era el momento perfecto para localizar al tercero.

    Durante el camino se encontraba a agentes que le informaba de las zonas que ya se habían rastreados, y los posibles caminos que podía tomar. Avanzaba a tientas, siguiendo su propia intuición. Debido a las condiciones del terreno y a las del clima, apenas se podían vislumbrar huellas en la superficie.

    Inspeccionaba las distintas cuevas que se encontraba, iluminándolas con la linterna que transportaba consigo. Menos mal que se había llevado un buen calzado para poder recorrer el lugar.

    En una de estas cuevas encontró rastro de sangre en la entrada, lo que hizo que pronto estuviera internándose.

    — ¿Hola? —Su voz resonó por el eco en toda la cueva. Más allá de eso, sólo se escuchaba es sonido del agua filtrándose por las grietas y el goteo de esta.

    A medida que avanzaba, el rastro de sangre se volvía más seguido, dejando de ser pequeñas gotas sueltas sobre el suelo, para trazar todo un camino que terminó por llevarla hacia un cuerpo que estaba tirado en suelo, con la cabeza apoyada en una de las paredes. Con su mano se tapaba la boca, tratando de controlar su respiración irregular y que no se escuchase.

    — ¡Eh! ¡No te preocupes! ¡Soy agente del FBI! —Rápidamente sacó su identificación para mostrársela al hombre.

    Rápidamente, el hombre comenzó a hablar en algo que identificó como francés. En aquellos momentos deseó haber aprendido francés como le propuso su padre, en lugar de escoger alemán sólo porque le parecía más entretenida la formación de palabras...

    —No puedo entenderte. —Sam alzó sus manos para tratar de calmar al hombre, al tiempo que sacaba su móvil. Parecía que no se había alejado demasiado de la civilización, pues seguía teniendo cobertura.

    Rápidamente llamó al agente Hogan, quien era el que se encontraba en la zona, e informó de su posición al tiempo que pedía alguien que supiera francés, o en su defecto, un traductor.

    Poco más de media hora después, estaba llevando al hombre, el cual se encontraba herido en una pierna y en un brazo, al hospital más cercano. El resto de los policías se habían puesto en marcha para tratar de dar con el presunto asesino.

    —Señor Beyls, estamos a punto de llegar. —No estaba muy segura de que el hombre le pudiera entender, pero al menos se sentía mejor si le hacía partícipe de lo que sucedía. Después de todo, a sus ojos, aquel hombre no era de aquella dimensión.

    Havephon Beyls era el nombre de aquel tercer hombre según había podido ver en un pasaporte semejante al que habían localizado en el resto de sujetos.

    A través del retrovisor pudo ver como Havephon no le quitaba el ojo de encima. Estos sólo se desviaron hacia el teléfono móvil que descansaba en el soporte de manos libres cuando empezó a sonar. Rápidamente, Sam lo descolgó.

    —Agente Scully.

    —Agente Scully, soy Chapman. ¿Dónde se encuentra?

    —A unos veinte minutos del hospital. ¿Qué sucede?

    —El sospechoso ha irrumpido en el hospital. Ha herido a dos agentes y ha terminado con la vida de Boudet.

    Antes de hablar, Sam miró a través del retrovisor como Beyls reaccionó al escuchar el apellido de su amigo, sin embargo, por su rostro, intuyó que no había entendido nada de lo que dicho por el policía.

    — ¿Cuándo sucedió? —Preguntó volviendo la vista a la carretera.

    —Hace unos minutos. Tenga cuidado.

    Estaba a punto de colgar cuando vio acercarse por la calle de un solo sentido, un coche de frente a ella.

    — ¡Agente Chapman, localice mi ubicación y mande una patrulla ya! ¡Se encuentra aquí!

    Rápidamente le hizo un gesto a Beyls para que se agachara mientras sacaba su arma. El coche se detuvo a escasos centímetros. El presunto asesino se trataba de un hombre bien fornido, que salió del vehículo portando una pistola en su mano.

    Presto, Sam le imitó, empleando la puerta del conductor como una barrera, y quedándose ella detrás de esta.

    —¡Agente del FBI, suelte el arma ahora mismo! —Apuntándole a la extremidad que portaba la pistola, la mujer volvió a repetir las palabras que acababa de soltar. Aunque obtuvo el mismo resultado.

    En vista de aquello, lanzó un disparo de alarma que golpeó en el coche. Esto hizo que el hombre se detuviera momentáneamente.

    — ¡Suelte el arma ahora mismo! —Volvió a ordenar la joven.

    —Lamento informar que se está quedando sin tiempo, agente. —En un tono neutro, pronunció aquellas palabras, antes de efectuar un disparo que impactó contra el cuerpo del hombre que se encontraba en el interior del vehículo.

    Al momento de escuchar el disparo, Sam le disparó también en el brazo en el que portaba el arma, la cual cayó al suelo. Rápidamente, y tras echar un vistazo al hombre que estaba en su coche, fue corriendo hacia el perpetrador de los hechos y le quitó la pistola antes de ponerle una de las esposas en la muñeca del brazo que no estaba lastimado y la otra en el volante del coche, tras quitar las llaves del contacto y guardarlas en su propio bolsillo.

    —Es una pena que no vaya a poder encontrar nada. —Escuchó decir al hombre mientras se alejaba para volver al propio.

    Mientras lo arrancaba, marcó el número de emergencias del hospital.

    —Aquí la agente especial del FBI Samantha Mulder-Scully, número de placa JTT 047101613. Solicito una ambulancia en Pima Road, pasando Dynamite Boulevard. —Mientras manejaba, iba hablando a través del manos libre. —Tengan cuidado, es un sospecho de asesinato. También necesitaría que un equipo se encuentre listo para cuando llegue al hospital. Estoy transportando a un testigo que tiene una herida de bala.

    En cuanto obtuvo confirmación por parte del hospital, colgó.

 

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Había dejado a Havephon Beyls en el hospital, aunque su estado era grave. Llegó inconsciente y tardaron un poco en estabilizarle. Esperó a que llegara el sospechoso, quien fue trasladado en una ambulancia siendo escoltada por un coche de policía, que había llegado a raíz del aviso que Scully había efectuado antes de que se llevase a cabo el intercambio de tiros.

    Examinaron las pertenencias que llevaba el sospechoso, pero no encontraron nada que pudiera dar una idea de quién se trataba. Y aunque le tomaron las huellas, no encontraron tampoco coincidencias en la base de datos.

    Y una vez que se encontró sin nada más que hacer por aquel día en el hospital, condujo hasta el lugar en el que se estaba quedando para descansar un poco de manera correcta.

    Se quitó la ropa de calle en el camino de llegar hasta la cama, y se tiró en esta quedándose dormida al poco tiempo.

 

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A primera hora de la mañana, el móvil sonó. Alargó la mano y tanteó primero sobre la cama, luego sobre la mesita de noche, hasta que al no encontrarlo, se levantó.

    La habitación se encontraba a oscuras, debido a las cortinas echadas, pero en la mesita que había en el centro de la habitación lo vio vibrar y encenderse.

    —Scully. —En su voz se notaba que acababa de levantarse.

    —Lamento molestarla. —Antes de que pudiera restarle importancia, el agente Chapman siguió hablando. —Pero... no sé cómo explicarle lo que ha sucedido...

    El ceño de Sam se arrugó ligeramente, mientras su mente se ordenaba.

    —Es mejor que venga a verlo por usted misma al hospital.

    Con dichas palabras, el policía colgó.

    Antes de encaminarse hacia el hospital, tomó una ducha y compró algo de comer en una cafetería cercana al hostal en el que se estaba quedando.

    La puerta del hospital se encontraba rodeada por policías que prácticamente interrogaban y registraban a cada persona que entraba y salía. Enseñando su placa, cruzó el cordón policial con una idea clara de lo que había sucedido.

    —Han desaparecido, ¿verdad? —En cuanto se encontró con Chapman, en el interior del lugar, pronunció la pregunta antes siquiera de que el contrario pudiera decir algo.

    — ¿Cómo lo ha sabido?

    —Es lo que pasó en los años 50. —Recordó el informe que le habían mandado, junto a las palabras que el sospecho le había dedicado. Sabía que aquello pasaría, por lo que le importaba poco ser atrapado.

    —No han dejado rastro de nada. Nada ha quedado atrás... Sólo nos han quedado las pruebas realizadas. Y bueno... —De la carpeta que llevaba en sus manos sacó una pequeña bolsa de pruebas. —Es una nota que dejó el hombre que usted trajo. Logró despertar. La hemos traducido.

    Samantha tomó tanto la nota original, como la traducción que se había realizado. Era apenas una introducción acerca de lo que había sucedido. Tres científicos que habían llegado de un universo paralelo al que habían llegado escapando de una situación incontrolable por la cual les estaba persiguiendo...

    La carta quedó a medias. Era fácil imaginar que justo cuando la estaba escribiendo, fue llamado a volver.

    —Agente Scully... ¿Qué ha sucedido?

    —Creo que ya lo sabe...