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Cada vez que siente que ha pecado, se lava cuerpo con agua 𝐞𝐱𝐜𝐞𝐬𝐢𝐯𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 caliente, y frota su piel con una virulana. El enrojecimiento dura unos días. Gracias a sus largos vestidos es imposible de vislumbrar.
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No existió jamás favoritismo entre sus hijos, aunque sí hubo diferencia de trato. Aegon fue al que más exigió, en quien ponía sus expectativas más altas rogando que tuviera igual respeto como descendiente de Viserys que Rhaenyra.
A Helaena la sobreprotegió, siempre había sido una niña especial, diferente al resto. Temía que la lastimaran sabiendo lo despreciadas que eran las mujeres en la corte.
Aemond se convirtió en su confidente y mano derecha. De todos sus hijos, era al que recurría en momentos de alegría, de tristeza y cuando necesitaba consejo. Admiraba su dedicación a la lectura y se enorgullecía de sus logros.
Daeron fue su último hijo, y por ende, el mimado. Durante su infancia procuró resguardarlo de los complejos asuntos reales para que se enfocara en su educación. Al intentar salvarlo del mismo destino miserable de sus hermanos mayores, y con gran influencia de Otto, lo envió a Antigua. Su futuro prometía más allá.
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En sus aposentos yace una gran colección de libros. El poco tiempo libre que tiene se lo pasa leyendo sobre historia, política y aprendiendo Valyrio. Su nivel en este último campo nunca fue tan bueno, pero es suficiente para entender y hablar conversaciones simples. Aemond la ayuda a aprender lo básico.
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Su relación con Rhaenyra se vio deteriorada por las mentiras y secretos empujándolas en direcciones opuestas. Esto no anuló el cariño hacia la princesa. Su distanciamiento es algo que lamenta con pesar y que trata de sanar al autoconvencerse de la enemistad entre verdes y negros. Quiere obligarse a odiarla, sin éxito.
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Durante años consideró tomar veneno y quitarse la vida. Lo único que lo impidió fue saber que dejaría a sus hijos desprotegidos. Lo consideró hasta el último de sus días como una posibilidad que nunca ejecutó.
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Su palma derecha tiene cicatrices. Cada vez que los nervios anulan su buen juicio, su mano abraza la estrella de la fé clavándose las siete puntas para desviar los pensamientos negativos y contenerse de reaccionar desfasada a lo que se espera de una reina. Esta costumbre nació el día que Aemond perdió su ojo y casi comete el error de clavar un puñal a la princesa Rhaenyra.
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Reza cada mañana antes del alba, y cada noche antes de dormir. Halla consuelo en sus oraciones, la hace sentir acompañada. Más allá de tener a su familia y aliados, una gran soledad la abruma desde sus nupcias con Viserys.
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Desde su último parto, el de Daeron, procura tener un té de Luna siempre listo después de satisfacer las necesidades de su esposo. No está dispuesta a tener otro descendiente después de ver las injusticias que sufrían sus cuatro hijos.