Sin novedades destacables. Estamos con la bandera de emisarios de la Alianza Comerciante transportando especias, sedas y animales entre puestos de avanzada esperando a oír algún rumor sobre tesoros escondidos o esperando a ver un navío jugoso que poder abordar.
Transportar sedas es un engorro porque pierden el valor enseguida si se les pasa algo y los animales son imprevisibles. Luci me recomendó no coger los dos encargos, pero es que me parecía una pérdida de dinero terrible si ambos estaban en la misma ruta. Bueno, como siempre ella tenía razón.
Nos dirigimos a Dagger Tooth en The Wilds Y todavía nos queda un día en el contrato así que tengo tiempo para escribir alguno de mis recuerdos.
A este lo llamaré: La fuga de la fortaleza.
Lucinda y yo estábamos rodeadas de piratas esqueléticos cabreados en el interior de la fortaleza. Comprensible dado que estábamos saqueándoles. Acababa de desmontar a un par de muertos cuando oí un tiro a mi espalda. Luci había recibido un tiro en el brazo y ahí sí lo vi todo rojo. Maté al capitán fantasma con su ayuda y nos hicimos con la llave de la fortaleza.
Tuve que vendarle el brazo y me aseguré de apretar bien para oír sus gemidos. Adoro oírla gemir. Borracha de poder por lo conseguido le metí mano hasta que estaba empapada y la penetré con la llave por dejar que le pegaran un tiro.
Luci disfruta cuando le demuestro quién manda y disfruta del dolor. Cuando inclina la cabeza y la veo someterse todo tiene sentido, las muertes, el miedo, el peligro... Todo tiene sentido gracias a ella y por ella.
Creo que no sabe el poder que ejerce sobre mí.
La obligué a caminar hasta la habitación del tesoro con la llave de hierro dentro, arañándole y pesándole en la vagina.
Una vez allí se la quité, la tumbé sobre los montones de doblones y usé su boca de silla hasta que terminé corriéndome.
Estábamos demasiado cachondas para acordarnos que hacía unos días habíamos visto un galeón pirata destrozando un bergantín.
Cuando terminé en su perfecto rostro pude ver cómo un trabuco asomaba por la puerta. Rápidamente cogí una de las bombas y se la lancé. Tuvimos que matar a unos cuantos piratas para salir y ninguna de las dos estábamos en condiciones, pero lo conseguimos. No pudimos llevarnos el tesoro, porque aquellos tenian más hombres y teníamos que huir. Pero Luci me recomendó que les dejáramos confiarse y que les encallaramos a el barco en aguas poco profundas en una persecución.
Como siempre, el plan de Luci funcionó. Nuestra Lacrimosa se escabulle por muchos rincones por los que un galeón no puede pasar. Y el capitán novato enemigo pagó la osadía de robarme.
No solo le robamos mi tesoro, sino que le destrozamos el barco para asegurarnos que no nos perseguirían si conseguían salir de allí.
Aquella noche cenamos de lujo y con los cofres de aquella aventura me gané un buen pico de reputación con los Acaparadores de Oro.
El brazo se le curó perfectamente, por si había dudas. Pero aquella noche la até abierta de piernas encima de mi mesa y me dediqué a apretarle el brazo y ver cómo se manchaba de excitación.
Por aquel entonces todavía no tenía la polla dorada de la capitana, me la financié con aquel botín. Pero todavía tardarían en hacérmela. Así que cuando ya le había dado más orgasmos de los que su cuerpo de esclava podía soportar me la follé con la pata de palo dorada del capitán enemigo.
Ella dice que no necesita la penetración que solo con el dolor es suficiente. Pero yo sí la necesito, necesito penetrarla y llenarla, que sienta que es mía por dentro y por fuera. Que se sienta usada como un animal. Yo no la puedo preñar, pero como mujer eso es lo que quiere en secreto. Es lo que queremos todas.
La penetro con dolor para recordarle que aunque ya no sea mi esclava, en el fondo siempre lo será porque yo la entiendo. Yo sé lo que necesita y no la juzgo por quererlo.
Al fin y al cabo yo también lo necesito. Necesito hacerle daño y hacerla mía.