Nombre: Satoshi

Apodo:El Espíritu Dragón

Edad: 10.000 (aparentes 22)

Especie: Humano 

Lugar de Nacimiento: Japón 

Familia: Ninguna

Descripción Física: Satoshi es alguien de complexión delgada, con un físico poco marcado. Su cabello es negro, largo y liso, este mismo está casi siempre atado para mayor comodidad. Sus ojos son rojos, aunque antiguamente era verdes.

Ocupación: Protector De Dragones

Habilidades: Satoshi vivió hasta sus 22 años, sus habilidades en ese momento eran puramente físicas.

Cuando se convirtió en un espíritu, específicamente el de un dragón, adquirió nuevas habilidades. Cómo su espada, la cual poseía el elemento fuego ahora. Su cuerpo era capaz de usar el fuego a voluntad, pudiendo usarlo para atacar y defenderse.

En caso de estar extremadamente dañado, entrará en un estado de "coma". Siendo intocable hasta que pueda recuperar su energía.

Debilidades: Que lastimen a los dragones, esto se debe a que al ser un espíritu, es alimentado por el poder de los dragones que protege.

Psicologia del personaje: Satoshi es alguien de temperamento calmado, paciente y concentrado en lo que hace. Su cuerpo vive en completa armonía a la hora de pelear, eso es algo que le favorece siempre. Aunque en su mente, carga con las muertes de su pasado, con su pasado. Con todas esas vidas inocentes que arrebató, con el dolor que trae consigo.

Estado Civil: Soltero

Trivia: Adora la naturaleza, la noche y la comida. Normalmente, suele estar en el bosque, o en el volcán, o en alguna cueva meditando o entrenando.

Historia: Satoshi, nacido hace 10.000 años aproximadamente, en las tierras de Japón. Su infancia fue sufrida, su madre, trabajaba todo el día para llevarle comida, el, buscaba en las sobras, y cosas tiradas que los nobles y familias reales solían tirar. A pesar de recibir advertencias de su madre por eso, ya que hacer eso no era saludable, el siguió haciéndolo, porque quería ayudar a su madre. Hasta que a sus diez años, ocurrió uno de los eventos más trágicos para el. 

 

Un ataque sorpresa tomó desprevenido a Japón, invadiendo sus tierras a diestra y siniestra, China no tuvo piedad con nadie. Niños, mujeres y hombres inocentes eran asesinados por el simple hecho de ser japoneses. Entre todos esos inocentes… Satoshi fue una víctima. Su madre, lo escondió entre los escombros con el propósito de que no lo descubrieran. Pronto los soldados chinos atacaron el barrio rojo, lugar donde Satoshi y su madre vivían. No hubo escapatoria, su madre, fue asesinada a sangre fría y el no pudo hacer nada para evitarlo. 

 

❞¡𝙈𝘼𝙈Á!❞

 

Días después de ese ataque, Satoshi fue encontrado por los soldados japoneses restantes de aquel ataque. Rápidamente fue llevado y atendido por los médicos y curanderos del lugar. 

 

Cuando despertó, lo hizo en una celda, fría y con apenas una cama en la cual dormir. Dos soldados lo sacaron de ahí y aunque intentó resistirse, solo fue peor, lo golpearon repetidas veces hasta que se rindió y por fin fue llevado hacia aquel lugar desconocido.

Un campo de concentración, pero más que trabajo, era entrenamiento. Japón había perdido demasiados soldados, por lo que recurrieron a reclutar obligatoriamente a los sobrevivientes de ese ataque. Tan pronto como recuperó la conciencia fue puesto a entrenar arduamente. No tenía descanso, comía una vez al día y rara vez podía dormir debido a los constantes entrenamientos que sufría.

Su cuerpo, se dañó tantas veces que ya no le dolía. Se cortaba, se quemaba e incluso fracturaba, pero para esas instancias, ya no dolía nada de lo que le pasaba. 

 

En aquel campo de concentración, conoció a un chico, un chico animado, era raro. Las caras en ese lugar eran devastadoras y el ambiente completamente depresivo, pero ese chico, ese chico era un faro de luz. En un principio, lo rechazó totalmente, no quería saber nada de el, pero este seguía a su lado. Apoyándolo, curando sus heridas con lo poco que tenía.

Poco a poco, este chico se ganó su confianza, comenzaron a charlar. Se hicieron amigos, hermanos, eran compañeros. Eso fue hasta sus 17 años, la prueba final del ejército se acercaba. Los separaron a todos, les colocaron máscaras y les dieron armas letales. 

La prueba final consistía en una guerra campal. Todos contra todos, pero está vez, iba a ser mortal. Si perdías, era porque morías. 

 

Aquella prueba fue trágica, mató más gente de la que creía conocer. Su mente había perdido el norte, simplemente pensaba en pasar aquella prueba y poder seguir, aunque el destino le traía preparado una última prueba…

Entre todos esos chicos, más de mil, solo quedarían cien. Era el destacado de todos aquellos niños, había matado a diestra y siniestra sin piedad. Hasta que un chico se atravesó en su camino, atacandolo y comenzando un duelo. Aquel duelo le estaba costando, no sabía por cuanto tiempo había estado peleando. 

Fue luego de una hora, que apuñaló el pecho del chico. No sabía porque, pero sentía el tiempo parado, como si ese momento, aunque lo descubrió cuando la máscara de su "rival" cayó. 

 

Era su amigo, su hermano, su compañero. Había asesinado a su único soporte, por lo único por lo que seguía vivo en ese mundo. Por lo único por lo que no se había suicidado. 

 

❞𝙇𝙤 𝙝𝙞𝙘𝙞𝙨𝙩𝙚 𝙗𝙞𝙚𝙣… 𝙎𝙖𝙩𝙤𝙨𝙝𝙞…❞

 

Pasaron los años, a sus 19, tuvo su primera guerra. Destacó entre todos al ser un prodigio, se ganó su nombre en el ejército y en las afueras de Japón. Aunque en su mente se seguía reproduciendo el mismo escenario, la máscara cayendo y la muerte de su mejor amigo. Lo asecha día a día, aunque trata de escapar, solo le toca vivir con ello. 

A sus 20 años, ya como general del ejército, fue encargado por una labor mucho más importante. La hija del Rey de Japón, necesitaba la protección necesaria antes de la gran guerra. El fue el elegido para aquella tarea, su trabajo consistía en vigilar a aquella chica de 19 años. 

Era una chica animada, traviesa, solía escapar durante la noche para ir a ver la luna. La había atrapado varias veces haciendo eso, y siempre volvían a la habitación donde, la chica dormía cómodamente.

La mujer, siempre trataba de sacarle charla, ofreciendo comida y hablando de temas diversos. Rechazaba las comidas, su trabajo era cuidarla, no ser su compañero. Aunque, no podía evitar escuchar las historias de la mujer, las leyendas que contaba y el como porque le encantaba mirar la luna. Poco a poco, un sentimiento comenzó a emerger dentro de el, no lo entendía, era raro. Jamás pudo entender aquel sentimiento, no sabía como reaccionar ante aquello. Lo único que era claro, es que debía proteger a la mujer aunque le cueste su vida. Pasó un año, la chica seguía charlando con el, y el respondía con asentimientos y monosílabos.

Todo era perfecto, Japón iba ganando la guerra, y el se mantenía en constante vigilancia, no iba a permitir que nadie le quitara esa parte de su vida.

 

Y contradiciendo sus palabras, a sus 21 años, en un ataque de China hacia el templo del Rey, perdió al amor de su vida.

No entendió como fue, la familia había escapado en un bote hacia otras tierras. El quiso ir, quiso ir a proteger a su amada, pero fue ordenado para quedarse a proteger el templo. 

 

Luchó a diestra y siniestra, asesinando a quien se interponga en su camino. No tenía piedad, no le importaba nada más que ver a su amada con vida.

Fue luego de todo el ataque, entre fuego, caos y muertos, que recibió una carta.

La leyó atentamente, era una carta de aquella mujer, dónde confesaba sus sentimientos. No lo entendía, solo sabía que la mujer que tanto amaba correspondía sus sentimientos.

 

Y fue al final de la carta que lo entendió, se derrumbó en el suelo, con la carta en manos. Jamás en su vida había llorado, fue la primera vez que lo hizo. No tenía palabras, solo lloros, nadie podía moverlo de su lugar. Se había quedado en shock, sin poder reaccionar, su amada, lo único que le quedaba en la vida, se había ido.

 

❞𝙏𝙚 𝙖𝙢𝙤, 𝙢𝙞 𝙎𝙖𝙩𝙤𝙨𝙝𝙞.❞

 

Pasaron los días, los meses, un año. Llegaron sus 22, unos 22 fríos, a pesar de ser aclamado y venerado por la gente, nadie lo recordó, y el tampoco quería hacerlo. 

Tiempo después, la última guerra llegó. Según los altos mandos, el podría retirarse si así lo deseaba luego de esa guerra. Lo pensó… un descanso, de todo, de la gente, del mundo. Aceptó aquel trato, fue ascendido a capitán de las tropas. Siendo el encargado de guiar al frente en la batalla final.

Antes de aquel suceso, visitó la tumba de su amada, la observó, de su armadura, sacó la carta que tanto atesoraba. La dejó encima de la tumba y suspiró, la vida sin sus seres queridos se había vuelto monótona.

 

Llegó el momento del enfrentamiento final, cara a cara, diez mil hombres contra cien mil hombres en una lucha suicida por parte de Japón. Muertes, sangre, gritos, dolor, fuego, caos. El bando contrario estaba tomando la delantera, eran simplemente superiores en todos los aspectos, a esta altura, de esos diez mil que Japón portaba, solo quedaban mil. Mientras que el otro bando, mantenía la ventaja con cincuenta mil hombres. 

 

Sabía que era una muerte directa, pero el no tenía nada que perder. Se colocó en frente de todos sus hombres, y con la mirada fija en el enemigo ordenó la retirada, más el… el se quedó.

Preparó su espada, estaba el solo, el solo y nadie más contra el bando contrario. Llamó a su amada para tener su aval, lo sintió, esa fría brisa en el suelo se notaba, ella estaba con el. Cerró los ojos, y cuando los volvió a abrir, era otro. Comenzó a correr en dirección al ejército, esta vez era diferente, y aunque sabía que iba a morir, iba a morir con su espada en mano.

 

No sabía por cuanto tiempo había estado luchando, por cuanto tiempo había estado sobreviviendo. No sabía a cuantos había matado, ni cuántos le quedaban. Solo sabía que el ejército tenía miedo, que por lo menos, se llevaría la gloria en aquel combate a muerte.

El ejército se tiraba hacia atrás, estaban retrocediendo, tenían miedo, y eso le daba el paso a Satoshi para seguir. Sin un brazo y completamente moribundo, su figura se alzaba entre todos, y detrás de el, se podía divisar un dragón. Desde ese día, desde su muerte, fue recordado como Satoshi: El Espíritu Del Dragón.

 

❞𝙔𝙖 𝙫𝙤𝙮 𝙥𝙖𝙧𝙖 𝙖𝙡𝙡á, 𝙢𝙞 𝙖𝙢𝙖𝙙𝙖…❞

 

Ese fue su último pensamiento antes de entrar en el limbo, no sabía por cuanto estuvo en aquel lugar. Solo era el, a la deriva en un espacio infinito.

Pasaron miles de años hasta que el pudo abrir los ojos, frente a el, un dragón rojo se mostraba impasible. Este decía ser un dragón espiritual, siendo el encargado de proteger a los demás dragones de los peligros que existían. El dragón le proporcionó la información necesaria para saber donde estaba, que hacía, y lo que le proponía al guerrero. Iba a volver a la vida como un espíritu, el espíritu del dragón protector, a cambio, el tendría que proteger a los dragones y velar por la seguridad de la naturaleza.

No sabía porque, pero algo dentro de el le dijo que debía aceptar, que debía proteger. Creía que era una forma de redimirse, de pagar por sus pecados. Por las muertes que sus manos cargaban, por el dolor que su espalda cargaba. 

 

❞𝙎𝙤𝙮 𝙎𝙖𝙩𝙤𝙨𝙝𝙞: 𝙀𝙡 𝙀𝙨𝙥í𝙧𝙞𝙩𝙪 𝘿𝙚𝙡 𝘿𝙧𝙖𝙜ó𝙣.❞