• -𝑇𝑒 𝑙𝑜 𝑑𝑖𝑗𝑒, 𝐶𝑎𝑟𝑜𝑙𝑖𝑛𝑒… 𝑇𝑒𝑛𝑖𝑎 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑛𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑠𝑒𝑟 𝑡𝑢 𝑢𝑙𝑡𝑖𝑚𝑜 𝑎𝑚𝑜𝑟…. 𝑌 𝑙𝑜 𝑠𝑖𝑔𝑜 𝑚𝑎𝑛𝑡𝑒𝑛𝑖𝑒𝑛𝑑𝑜… ¿𝐶𝑟𝑒𝑖́𝑎𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑎 𝑚𝑢𝑒𝑟𝑡𝑒 𝑝𝑜𝑑𝑟𝑖́𝑎 𝑖𝑚𝑝𝑒𝑑𝑖𝑟𝑚𝑒 𝑐𝑢𝑚𝑝𝑙𝑖𝑟 𝑢𝑛𝑎 𝑝𝑟𝑜𝑚𝑒𝑠𝑎? -𝑛𝑒𝑔𝑜́ 𝑙𝑒𝑛𝑡𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑎 𝑐𝑎𝑏𝑒𝑧𝑎.

    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ


    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤCaroline Forbes
    -𝑇𝑒 𝑙𝑜 𝑑𝑖𝑗𝑒, 𝐶𝑎𝑟𝑜𝑙𝑖𝑛𝑒… 𝑇𝑒𝑛𝑖𝑎 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑛𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑠𝑒𝑟 𝑡𝑢 𝑢𝑙𝑡𝑖𝑚𝑜 𝑎𝑚𝑜𝑟…. 𝑌 𝑙𝑜 𝑠𝑖𝑔𝑜 𝑚𝑎𝑛𝑡𝑒𝑛𝑖𝑒𝑛𝑑𝑜… ¿𝐶𝑟𝑒𝑖́𝑎𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑎 𝑚𝑢𝑒𝑟𝑡𝑒 𝑝𝑜𝑑𝑟𝑖́𝑎 𝑖𝑚𝑝𝑒𝑑𝑖𝑟𝑚𝑒 𝑐𝑢𝑚𝑝𝑙𝑖𝑟 𝑢𝑛𝑎 𝑝𝑟𝑜𝑚𝑒𝑠𝑎? -𝑛𝑒𝑔𝑜́ 𝑙𝑒𝑛𝑡𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑎 𝑐𝑎𝑏𝑒𝑧𝑎. ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ[BarbieBxtch]
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  • ❝ 𝑵𝒊𝒏𝒈𝒖𝒏𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒂𝒔 𝒄𝒊𝒄𝒂𝒕𝒓𝒊𝒄𝒆𝒔 𝒆𝒏 𝒎𝒊 𝒄𝒐𝒓𝒂𝒛𝒐𝒏 𝒗𝒊𝒏𝒊𝒆𝒓𝒐𝒏 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝒆𝒏𝒆𝒎𝒊𝒈𝒐, 𝒆𝒍𝒍𝒂𝒔 𝒗𝒊𝒏𝒊𝒆𝒓𝒐𝒏 𝒅𝒆 𝒈𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒆 𝑎𝑚𝑎𝑏𝑎... ❞

    𝑀𝑒 𝑛𝑒𝑔𝑢𝑒 𝑎 𝑟𝑒𝑐𝑖𝑏𝑖𝑟 𝑎𝑠𝑖𝑠𝑡𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎 𝑚𝑒𝑑𝑖𝑐𝑎 𝑑𝑒𝑠𝑝𝑢𝑒𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑎𝑡𝑎𝑞𝑢𝑒, 𝑛𝑜 𝑚𝑒 𝑠𝑒𝑛𝑡𝑖𝑎 𝑑𝑖𝑔𝑛𝑎 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑒 𝑠𝑒𝑟𝑣𝑖𝑐𝑖𝑜. 𝑆𝑒𝑛𝑡𝑖𝑟 𝑒𝑙 𝑒𝑠𝑐𝑜𝑧𝑜𝑟 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑝𝑖𝑒𝑙 𝘩𝑒𝑟𝑖𝑑𝑎 𝑒𝑟𝑎 𝑢𝑛𝑎 𝑝𝑒𝑛𝑖𝑡𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑒 𝘩𝑎𝑏𝑖𝑎 𝑎𝑢𝑡𝑜𝑖𝑚𝑝𝑢𝑒𝑠𝑡𝑜.

    𝑃𝑜𝑟 𝑚𝑖 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑢𝑖𝑑𝑜 𝑒𝑙 𝑗𝑒𝑓𝑒 𝑝𝑢𝑑𝑜 𝘩𝑎𝑏𝑒𝑟 𝑠𝑖𝑑𝑜 𝑠𝑒𝑐𝑢𝑒𝑠𝑡𝑟𝑎𝑑𝑜 𝑜 𝑖𝑛𝑐𝑙𝑢𝑠𝑜 𝑝𝑟𝑖𝑣𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑣𝑖𝑑𝑎 𝑦 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑜𝑠 𝑟𝑒𝑐𝑢𝑒𝑟𝑑𝑜𝑠... 𝑒𝑠𝑜𝑠 𝑚𝑎𝑙𝑑𝑖𝑡𝑜𝑠 𝑟𝑒𝑐𝑢𝑒𝑟𝑑𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑚𝑒 𝑑𝑒𝑗𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑡𝑟𝑎𝑛𝑞𝑢𝑖𝑙𝑎.

    Instalados en la segunda casa de seguridad dejó a su jefe en la seguridad de su oficina y muy bien custodiado; necesitaba mínimo tomar una ducha.

    Bajo las gotas frias de agua esperaba estas se llevaran no solo los restos de sangre y el dolor fisico sino también las heridas internas, esas que seguían escupiendo sangre y dolor pero era imposible... estaba ahí dónde todo comenzó.

    Después de su ducha se cambió y antes de presentarse ante su jefe para disculparse quiso serenarse, recuperar su calma y frialdad.
    Su lugar seguro: la biblioteca.

    —Evie... Evie... ¿el ajedrez no te enseñó que un mal movimiento te puede hacer perder a tu reina?

    Susurró mirando el juego del mismo que reposaba sobre la mesita de centro.
    ❝ 𝑵𝒊𝒏𝒈𝒖𝒏𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒂𝒔 𝒄𝒊𝒄𝒂𝒕𝒓𝒊𝒄𝒆𝒔 𝒆𝒏 𝒎𝒊 𝒄𝒐𝒓𝒂𝒛𝒐𝒏 𝒗𝒊𝒏𝒊𝒆𝒓𝒐𝒏 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝒆𝒏𝒆𝒎𝒊𝒈𝒐, 𝒆𝒍𝒍𝒂𝒔 𝒗𝒊𝒏𝒊𝒆𝒓𝒐𝒏 𝒅𝒆 𝒈𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒆 𝑎𝑚𝑎𝑏𝑎... ❞ 𝑀𝑒 𝑛𝑒𝑔𝑢𝑒 𝑎 𝑟𝑒𝑐𝑖𝑏𝑖𝑟 𝑎𝑠𝑖𝑠𝑡𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎 𝑚𝑒𝑑𝑖𝑐𝑎 𝑑𝑒𝑠𝑝𝑢𝑒𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑎𝑡𝑎𝑞𝑢𝑒, 𝑛𝑜 𝑚𝑒 𝑠𝑒𝑛𝑡𝑖𝑎 𝑑𝑖𝑔𝑛𝑎 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑒 𝑠𝑒𝑟𝑣𝑖𝑐𝑖𝑜. 𝑆𝑒𝑛𝑡𝑖𝑟 𝑒𝑙 𝑒𝑠𝑐𝑜𝑧𝑜𝑟 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑝𝑖𝑒𝑙 𝘩𝑒𝑟𝑖𝑑𝑎 𝑒𝑟𝑎 𝑢𝑛𝑎 𝑝𝑒𝑛𝑖𝑡𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑒 𝘩𝑎𝑏𝑖𝑎 𝑎𝑢𝑡𝑜𝑖𝑚𝑝𝑢𝑒𝑠𝑡𝑜. 𝑃𝑜𝑟 𝑚𝑖 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑢𝑖𝑑𝑜 𝑒𝑙 𝑗𝑒𝑓𝑒 𝑝𝑢𝑑𝑜 𝘩𝑎𝑏𝑒𝑟 𝑠𝑖𝑑𝑜 𝑠𝑒𝑐𝑢𝑒𝑠𝑡𝑟𝑎𝑑𝑜 𝑜 𝑖𝑛𝑐𝑙𝑢𝑠𝑜 𝑝𝑟𝑖𝑣𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑣𝑖𝑑𝑎 𝑦 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑜𝑠 𝑟𝑒𝑐𝑢𝑒𝑟𝑑𝑜𝑠... 𝑒𝑠𝑜𝑠 𝑚𝑎𝑙𝑑𝑖𝑡𝑜𝑠 𝑟𝑒𝑐𝑢𝑒𝑟𝑑𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑚𝑒 𝑑𝑒𝑗𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑡𝑟𝑎𝑛𝑞𝑢𝑖𝑙𝑎. Instalados en la segunda casa de seguridad dejó a su jefe en la seguridad de su oficina y muy bien custodiado; necesitaba mínimo tomar una ducha. Bajo las gotas frias de agua esperaba estas se llevaran no solo los restos de sangre y el dolor fisico sino también las heridas internas, esas que seguían escupiendo sangre y dolor pero era imposible... estaba ahí dónde todo comenzó. Después de su ducha se cambió y antes de presentarse ante su jefe para disculparse quiso serenarse, recuperar su calma y frialdad. Su lugar seguro: la biblioteca. —Evie... Evie... ¿el ajedrez no te enseñó que un mal movimiento te puede hacer perder a tu reina? Susurró mirando el juego del mismo que reposaba sobre la mesita de centro.
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  • ¿𝙊𝙩𝙧𝙖 𝙚𝙨𝙩𝙧𝙖𝙩𝙚𝙜𝙞𝙖 𝙨𝙪𝙞𝙘𝙞𝙙𝙖.ᐣ 𝘼𝙝, 𝙮𝙖 𝙚𝙣𝙩𝙞𝙚𝙣𝙙𝙤… ¿𝙩𝙖𝙢𝙗𝙞𝙚́𝙣 𝙦𝙪𝙞𝙚𝙧𝙚𝙨 𝙨𝙚𝙧 𝙪𝙣 𝙣𝙤𝙢𝙗𝙧𝙚 𝙦𝙪𝙚 𝙣𝙖𝙙𝙞𝙚 𝙧𝙚𝙘𝙪𝙚𝙧𝙙𝙚.ᐣ
    ¿𝙊𝙩𝙧𝙖 𝙚𝙨𝙩𝙧𝙖𝙩𝙚𝙜𝙞𝙖 𝙨𝙪𝙞𝙘𝙞𝙙𝙖.ᐣ 𝘼𝙝, 𝙮𝙖 𝙚𝙣𝙩𝙞𝙚𝙣𝙙𝙤… ¿𝙩𝙖𝙢𝙗𝙞𝙚́𝙣 𝙦𝙪𝙞𝙚𝙧𝙚𝙨 𝙨𝙚𝙧 𝙪𝙣 𝙣𝙤𝙢𝙗𝙧𝙚 𝙦𝙪𝙚 𝙣𝙖𝙙𝙞𝙚 𝙧𝙚𝙘𝙪𝙚𝙧𝙙𝙚.ᐣ
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝘕𝘰 𝘥𝘪𝘨𝘢𝘴 𝘯𝘢𝘥𝘢, 𝙥𝙤𝙧 𝙛𝙖𝙫𝙤𝙧.
    ㅤㅤ
    𝙌𝙪𝙞𝙚𝙧𝙤 𝙖𝙘𝙤𝙧𝙙𝙖𝙧𝙢𝙚 𝙙𝙚 𝙚𝙨𝙩𝙤 𝙘𝙪𝙖𝙣𝙙𝙤 𝙢𝙚 𝙙𝙚𝙨𝙥𝙞𝙚𝙧𝙩𝙚.

    ㅤㅤ𝖭𝗈 𝗍𝖾 𝗋í𝖺𝗌, 𝗉𝖾𝗋𝗈... 𝘵𝘦 𝘦𝘤𝘩𝘰 𝘥𝘦 𝘮𝘦𝘯𝘰𝘴.
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝘕𝘰 𝘥𝘪𝘨𝘢𝘴 𝘯𝘢𝘥𝘢, 𝙥𝙤𝙧 𝙛𝙖𝙫𝙤𝙧. ㅤㅤ 𝙌𝙪𝙞𝙚𝙧𝙤 𝙖𝙘𝙤𝙧𝙙𝙖𝙧𝙢𝙚 𝙙𝙚 𝙚𝙨𝙩𝙤 𝙘𝙪𝙖𝙣𝙙𝙤 𝙢𝙚 𝙙𝙚𝙨𝙥𝙞𝙚𝙧𝙩𝙚. ㅤㅤ𝖭𝗈 𝗍𝖾 𝗋í𝖺𝗌, 𝗉𝖾𝗋𝗈... 𝘵𝘦 𝘦𝘤𝘩𝘰 𝘥𝘦 𝘮𝘦𝘯𝘰𝘴.
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  • 𝐋𝐚 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚 𝐝𝐞 𝐌𝐮𝐦𝐲𝐨𝐮: 𝐞𝐥 "𝐒𝐢𝐧 𝐧𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞".

    Kurogiri Mumyou no siempre fue conocido por ese nombre. En su juventud, ingresó al Cuerpo de Exterminio con el entusiasmo de un guerrero convencido de que el sacrificio era un precio justo por la victoria. Tenía un escuadrón, camaradas con los que compartía entrenamientos, risas y el juramento de proteger la vida de los inocentes.

    Su primera misión importante los llevó a un pueblo montañoso, donde rumores hablaban de desapariciones nocturnas. El aire era espeso, y el silencio de la aldea, perturbador. Esa noche, la luna apenas iluminaba el sendero cuando el demonio apareció. Era más fuerte de lo que cualquier informe había advertido, un monstruo despiadado que parecía disfrutar prolongando el sufrimiento.

    La batalla fue rápida, brutal. Uno tras otro, sus compañeros fueron cayendo. El joven Kurogiri luchó con todas sus fuerzas, pero pronto comprendió que moriría igual que ellos. El instinto, o quizás el miedo, lo llevó a esconderse entre las sombras, aguardando un momento, una apertura. Allí, vio cómo sus amigos eran devorados, cómo gritaban sus nombres entre la oscuridad, rogando no ser olvidados.

    Cuando el demonio bajó la guardia, él emergió de su escondite. Con un golpe preciso, casi desesperado, logró herirlo lo suficiente para obligarlo a huir hacia la noche. Fue el único que quedó en pie.

    Al regresar, los superiores le preguntaron por lo sucedido. Le pidieron los nombres de los caídos, para registrar su sacrificio en los libros del Cuerpo. Fue entonces cuando ocurrió lo imperdonable: en medio de su trauma, de su dolor y de la adrenalina que aún le corría por las venas, Kurogiri no pudo recordar todos los nombres. Algunos se desvanecieron de su memoria como si nunca hubieran existido.

    Ese vacío lo destrozó más que la batalla misma. La idea de haber sobrevivido gracias al silencio, gracias a esconderse, mientras los demás murieron con dignidad… era un peso insoportable.

    Cuando le preguntaron por su propio nombre, respondió con voz quebrada:

    —Ellos murieron con nombre. Yo sigo vivo sin merecer el mío. Desde entonces, llámenme Mumyou… el que no merece ser recordado.

    Desde ese día, se convirtió en una figura sombría dentro del Cuerpo. Peleaba con fiereza, salvaba vidas, pero jamás buscó gloria. Rehuía los honores, las ceremonias, incluso los vínculos demasiado cercanos. Porque cada vez que alguien pronunciaba su nombre, él lo sentía vacío, un recordatorio de que estaba vivo gracias a las sombras y al olvido.

    El joven que una vez creyó en la justicia se transformó en el hombre que aprendió a vivir en silencio. Así nació Kurogiri Mumyou, el Pilar de la Sombra en ese entonces, marcado por la tragedia y por los nombres que no pudo recordar.
    𝐋𝐚 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚 𝐝𝐞 𝐌𝐮𝐦𝐲𝐨𝐮: 𝐞𝐥 "𝐒𝐢𝐧 𝐧𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞". Kurogiri Mumyou no siempre fue conocido por ese nombre. En su juventud, ingresó al Cuerpo de Exterminio con el entusiasmo de un guerrero convencido de que el sacrificio era un precio justo por la victoria. Tenía un escuadrón, camaradas con los que compartía entrenamientos, risas y el juramento de proteger la vida de los inocentes. Su primera misión importante los llevó a un pueblo montañoso, donde rumores hablaban de desapariciones nocturnas. El aire era espeso, y el silencio de la aldea, perturbador. Esa noche, la luna apenas iluminaba el sendero cuando el demonio apareció. Era más fuerte de lo que cualquier informe había advertido, un monstruo despiadado que parecía disfrutar prolongando el sufrimiento. La batalla fue rápida, brutal. Uno tras otro, sus compañeros fueron cayendo. El joven Kurogiri luchó con todas sus fuerzas, pero pronto comprendió que moriría igual que ellos. El instinto, o quizás el miedo, lo llevó a esconderse entre las sombras, aguardando un momento, una apertura. Allí, vio cómo sus amigos eran devorados, cómo gritaban sus nombres entre la oscuridad, rogando no ser olvidados. Cuando el demonio bajó la guardia, él emergió de su escondite. Con un golpe preciso, casi desesperado, logró herirlo lo suficiente para obligarlo a huir hacia la noche. Fue el único que quedó en pie. Al regresar, los superiores le preguntaron por lo sucedido. Le pidieron los nombres de los caídos, para registrar su sacrificio en los libros del Cuerpo. Fue entonces cuando ocurrió lo imperdonable: en medio de su trauma, de su dolor y de la adrenalina que aún le corría por las venas, Kurogiri no pudo recordar todos los nombres. Algunos se desvanecieron de su memoria como si nunca hubieran existido. Ese vacío lo destrozó más que la batalla misma. La idea de haber sobrevivido gracias al silencio, gracias a esconderse, mientras los demás murieron con dignidad… era un peso insoportable. Cuando le preguntaron por su propio nombre, respondió con voz quebrada: —Ellos murieron con nombre. Yo sigo vivo sin merecer el mío. Desde entonces, llámenme Mumyou… el que no merece ser recordado. Desde ese día, se convirtió en una figura sombría dentro del Cuerpo. Peleaba con fiereza, salvaba vidas, pero jamás buscó gloria. Rehuía los honores, las ceremonias, incluso los vínculos demasiado cercanos. Porque cada vez que alguien pronunciaba su nombre, él lo sentía vacío, un recordatorio de que estaba vivo gracias a las sombras y al olvido. El joven que una vez creyó en la justicia se transformó en el hombre que aprendió a vivir en silencio. Así nació Kurogiri Mumyou, el Pilar de la Sombra en ese entonces, marcado por la tragedia y por los nombres que no pudo recordar.
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  • 𝗣𝗔𝗥𝗔𝗡𝗢𝗫 𝐂𝐎𝐍𝐅𝐄𝐒𝐈𝐎𝐍:

    ─── Caminé entre una multitud de cuerpos y miradas, un océano de rostros desconocidos y fugaces...Tantas caras… y ninguna me decía hacia dónde ir. Mis pasos eran errantes, perdidos entre tantos...

    Fue solo cuando la soledad me abrazó...

    Cuando el murmullo se apagó y quedé frente a mi propio silencio... que el sendero se reveló.

    Un camino que nacía justo en el instante en que el sol, herido en su cenit, comenzaba a desangrarse sobre el horizonte, tiñendo el cielo de colores rojos y naranjas...

    Y en ese instante… supe que podía seguirlo.

    A veces en la soledad hallas el camino.──────
    𝗣𝗔𝗥𝗔𝗡𝗢𝗫 𝐂𝐎𝐍𝐅𝐄𝐒𝐈𝐎𝐍: ─── Caminé entre una multitud de cuerpos y miradas, un océano de rostros desconocidos y fugaces...Tantas caras… y ninguna me decía hacia dónde ir. Mis pasos eran errantes, perdidos entre tantos... Fue solo cuando la soledad me abrazó... Cuando el murmullo se apagó y quedé frente a mi propio silencio... que el sendero se reveló. 🍁Un camino que nacía justo en el instante en que el sol, herido en su cenit, comenzaba a desangrarse sobre el horizonte, tiñendo el cielo de colores rojos y naranjas... Y en ese instante… supe que podía seguirlo. A veces en la soledad hallas el camino.──────
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  • 𝐓𝐞𝐥𝐥 𝐦𝐞 𝐚𝐥𝐥 𝐭𝐡𝐞 𝐭𝐞𝐫𝐫𝐢𝐛𝐥𝐞 𝐭𝐡𝐢𝐧𝐠𝐬 𝐲𝐨𝐮'𝐯𝐞 𝐝𝐨𝐧𝐞 𝐚𝐧𝐝 𝐥𝐞𝐭 𝐦𝐞 𝐥𝐨𝐯𝐞 𝐲𝐨𝐮 𝐚𝐧𝐲𝐰𝐚𝐲. ♡
    Ryan
    𝐓𝐞𝐥𝐥 𝐦𝐞 𝐚𝐥𝐥 𝐭𝐡𝐞 𝐭𝐞𝐫𝐫𝐢𝐛𝐥𝐞 𝐭𝐡𝐢𝐧𝐠𝐬 𝐲𝐨𝐮'𝐯𝐞 𝐝𝐨𝐧𝐞 𝐚𝐧𝐝 𝐥𝐞𝐭 𝐦𝐞 𝐥𝐨𝐯𝐞 𝐲𝐨𝐮 𝐚𝐧𝐲𝐰𝐚𝐲. ♡ [Ryan_Al_72]
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  • 𝙀𝙨𝙩𝙤 𝙚𝙨 𝙞𝙣𝙖𝙪𝙙𝙞𝙩𝙤... 𝙈𝙪𝙯𝙖𝙣 𝙮 𝙨𝙪 𝙥𝙧𝙤𝙡𝙚 𝙝𝙖𝙣 𝙡𝙡𝙚𝙜𝙖𝙙𝙤 𝙚𝙣 𝙢𝙖𝙨𝙖𝙨. 𝘿𝙚𝙗𝙤 𝙫𝙤𝙡𝙫𝙚𝙧 𝙖 𝙥𝙖𝙧𝙩𝙞𝙘𝙞𝙥𝙖𝙧 𝙘𝙤𝙣 𝙡𝙤𝙨 𝙞𝙣𝙘𝙤𝙢𝙥𝙚𝙩𝙚𝙣𝙩𝙚𝙨 𝙙𝙚𝙡 𝙘𝙪𝙚𝙧𝙥𝙤 𝙙𝙚 𝙀𝙭𝙩𝙚𝙧𝙢𝙞𝙣𝙞𝙤... 𝙪𝙣𝙖 𝙫𝙚𝙯 𝙢𝙖́𝙨.
    𝙀𝙨𝙩𝙤 𝙚𝙨 𝙞𝙣𝙖𝙪𝙙𝙞𝙩𝙤... 𝙈𝙪𝙯𝙖𝙣 𝙮 𝙨𝙪 𝙥𝙧𝙤𝙡𝙚 𝙝𝙖𝙣 𝙡𝙡𝙚𝙜𝙖𝙙𝙤 𝙚𝙣 𝙢𝙖𝙨𝙖𝙨. 𝘿𝙚𝙗𝙤 𝙫𝙤𝙡𝙫𝙚𝙧 𝙖 𝙥𝙖𝙧𝙩𝙞𝙘𝙞𝙥𝙖𝙧 𝙘𝙤𝙣 𝙡𝙤𝙨 𝙞𝙣𝙘𝙤𝙢𝙥𝙚𝙩𝙚𝙣𝙩𝙚𝙨 𝙙𝙚𝙡 𝙘𝙪𝙚𝙧𝙥𝙤 𝙙𝙚 𝙀𝙭𝙩𝙚𝙧𝙢𝙞𝙣𝙞𝙤... 𝙪𝙣𝙖 𝙫𝙚𝙯 𝙢𝙖́𝙨.
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  • "𝔘𝔫 𝔡í𝔞 𝔪á𝔰 𝔢𝔫 𝔩𝔞 𝔰𝔢𝔪𝔞𝔫𝔞 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔪𝔬𝔡𝔞, 𝔰𝔦𝔫𝔱𝔦é𝔫𝔡𝔬𝔪𝔢 𝔦𝔫𝔰𝔭𝔦𝔯𝔞𝔡𝔞 𝔶 𝔩𝔦𝔰𝔱𝔞 𝔭𝔞𝔯𝔞 𝔡𝔢𝔰𝔩𝔲𝔪𝔟𝔯𝔞𝔯".
    "𝔘𝔫 𝔡í𝔞 𝔪á𝔰 𝔢𝔫 𝔩𝔞 𝔰𝔢𝔪𝔞𝔫𝔞 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔪𝔬𝔡𝔞, 𝔰𝔦𝔫𝔱𝔦é𝔫𝔡𝔬𝔪𝔢 𝔦𝔫𝔰𝔭𝔦𝔯𝔞𝔡𝔞 𝔶 𝔩𝔦𝔰𝔱𝔞 𝔭𝔞𝔯𝔞 𝔡𝔢𝔰𝔩𝔲𝔪𝔟𝔯𝔞𝔯".
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  • Observaba desde la cornisa de un edificio abandonado, las manos enfundadas en los bolsillos de su abrigo. El viento frío agitaba su cabello, pero él permanecia inmóvil, una estatua de quietud en medio de la ciudad.

    ¿Cuánto tiempo había pasado desde que había sentido el calor del sol sin que le dolieran los ojos o le diera migraña? ¿Cuánto, desde que había tenido una conversación que no fuera un intercambio de información o una advertencia velada?

    Una punzada familiar presionó sus sienes. "La Entidad" se agitaba, inquieto. Siempre lo hacía en las noches quieras, cuando no había un enemigo al que enfrentar, ni nada en lo que concentrarse más allá que el silencio de la propia mente.

    «𝘛𝘦𝘥𝘪𝘰𝘴𝘰...» susurró una voz, que era más un eco en su cráneo que una voz. Un pensamiento corrupto que no le pertenecía.

    "Cállate", pensó él.

    «𝘛𝘢𝘯𝘵𝘰𝘴 𝘤𝘰𝘳𝘢𝘻𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘭𝘢𝘵𝘪𝘦𝘯𝘥𝘰 𝘢𝘩𝘪 𝘢𝘣𝘢𝘫𝘰. 𝘛𝘢𝘯𝘵𝘰 𝘮𝘪𝘦𝘥𝘰, 𝘵𝘢𝘯𝘵𝘢 𝘪𝘳𝘢... 𝘜𝘯 𝘧𝘦𝘴𝘵𝘪𝘯. ¿𝘗𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰𝘴 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘦𝘯𝘦𝘮𝘰𝘴?»

    —Porque no somos un animal. Porque soy yo quien tiene el control —murmuró.

    «𝘌𝘭 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘰𝘭 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦 𝘶𝘯 𝘱𝘳𝘦𝘤𝘪𝘰», habló en su mente aquella voz ronca «𝘚𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦 𝘭𝘰 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦»

    Extendió una mano. Una sombra se arrastró hacia su palma, formando una esfera de oscuridad perfecta que absorbía la luz. La sostuvo, sintiendo su peso frío. Este poder le había salvado la vida. Y este poder se la estaba robando.

    Cerró el puño. La esfera se desvaneció con un suspiro.

    Él no era un héroe, lo sabía. Los héroes no pactaban con entidades silenciosas y hambrientas, y tampoco temían sus propias sombras. Pero ahí estaba, noche tras noche, conteniendo la tormenta dentro de él para que aquellos que dormían ahí abajo, inocentes de los horrores que existían en el mundo, nunca tuvieran que saber su nombre.

    Se dió la vuelta, alejándose de la orilla de la cornisa y sumergiéndose en las sombras más profundas del edificio. Su trabajo nunca terminaba.

    «¿𝘘𝘶𝘪𝘦𝘯 𝘵𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦 𝘢 𝘵𝘪?» susurró La Entidad. La pregunta, como siempre, quedó sin respuesta.
    Observaba desde la cornisa de un edificio abandonado, las manos enfundadas en los bolsillos de su abrigo. El viento frío agitaba su cabello, pero él permanecia inmóvil, una estatua de quietud en medio de la ciudad. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que había sentido el calor del sol sin que le dolieran los ojos o le diera migraña? ¿Cuánto, desde que había tenido una conversación que no fuera un intercambio de información o una advertencia velada? Una punzada familiar presionó sus sienes. "La Entidad" se agitaba, inquieto. Siempre lo hacía en las noches quieras, cuando no había un enemigo al que enfrentar, ni nada en lo que concentrarse más allá que el silencio de la propia mente. «𝘛𝘦𝘥𝘪𝘰𝘴𝘰...» susurró una voz, que era más un eco en su cráneo que una voz. Un pensamiento corrupto que no le pertenecía. "Cállate", pensó él. «𝘛𝘢𝘯𝘵𝘰𝘴 𝘤𝘰𝘳𝘢𝘻𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘭𝘢𝘵𝘪𝘦𝘯𝘥𝘰 𝘢𝘩𝘪 𝘢𝘣𝘢𝘫𝘰. 𝘛𝘢𝘯𝘵𝘰 𝘮𝘪𝘦𝘥𝘰, 𝘵𝘢𝘯𝘵𝘢 𝘪𝘳𝘢... 𝘜𝘯 𝘧𝘦𝘴𝘵𝘪𝘯. ¿𝘗𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰𝘴 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘦𝘯𝘦𝘮𝘰𝘴?» —Porque no somos un animal. Porque soy yo quien tiene el control —murmuró. «𝘌𝘭 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘰𝘭 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦 𝘶𝘯 𝘱𝘳𝘦𝘤𝘪𝘰», habló en su mente aquella voz ronca «𝘚𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦 𝘭𝘰 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦» Extendió una mano. Una sombra se arrastró hacia su palma, formando una esfera de oscuridad perfecta que absorbía la luz. La sostuvo, sintiendo su peso frío. Este poder le había salvado la vida. Y este poder se la estaba robando. Cerró el puño. La esfera se desvaneció con un suspiro. Él no era un héroe, lo sabía. Los héroes no pactaban con entidades silenciosas y hambrientas, y tampoco temían sus propias sombras. Pero ahí estaba, noche tras noche, conteniendo la tormenta dentro de él para que aquellos que dormían ahí abajo, inocentes de los horrores que existían en el mundo, nunca tuvieran que saber su nombre. Se dió la vuelta, alejándose de la orilla de la cornisa y sumergiéndose en las sombras más profundas del edificio. Su trabajo nunca terminaba. «¿𝘘𝘶𝘪𝘦𝘯 𝘵𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦 𝘢 𝘵𝘪?» susurró La Entidad. La pregunta, como siempre, quedó sin respuesta.
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