—La habitación estaba sumida en una penumbra casi absoluta, apenas iluminada por la tenue luz que se filtraba a través de las cortinas pesadas. Ángela, vestida con una delicada pero provocativa lencería negra que contrastaba con su piel pálida, se recostaba con una calma inquietante sobre la cama, sus ojos fijos en la puerta. Cada músculo de su cuerpo estaba tenso, preparado para el momento exacto. El silencio se hacía pesado, solo roto por el leve tic-tac del reloj en la pared.-
-Cuando la puerta se abrió lentamente, Ángela no se movió, pero sus dedos se cerraron con firmeza alrededor del frío metal de la pistola oculta bajo la sábana. El hombre entró, confiado, sin sospechar la trampa que le esperaba. Su mirada se posó en ella, una sonrisa arrogante asomó en sus labios, pero antes de que pudiera reaccionar, un disparo seco resonó en la habitación. La bala encontró su blanco con precisión mortal.-
-Ángela se levantó con una gracia letal, observando cómo el cuerpo caía sin vida al suelo. Su respiración era pausada, controlada, como si acabara de completar una rutina más que un acto de violencia. Sin una palabra, recogió la pistola, la limpió con un pañuelo y se desvaneció en la oscuridad, dejando tras de sí un silencio aún más profundo que antes.-
—La habitación estaba sumida en una penumbra casi absoluta, apenas iluminada por la tenue luz que se filtraba a través de las cortinas pesadas. Ángela, vestida con una delicada pero provocativa lencería negra que contrastaba con su piel pálida, se recostaba con una calma inquietante sobre la cama, sus ojos fijos en la puerta. Cada músculo de su cuerpo estaba tenso, preparado para el momento exacto. El silencio se hacía pesado, solo roto por el leve tic-tac del reloj en la pared.-
-Cuando la puerta se abrió lentamente, Ángela no se movió, pero sus dedos se cerraron con firmeza alrededor del frío metal de la pistola oculta bajo la sábana. El hombre entró, confiado, sin sospechar la trampa que le esperaba. Su mirada se posó en ella, una sonrisa arrogante asomó en sus labios, pero antes de que pudiera reaccionar, un disparo seco resonó en la habitación. La bala encontró su blanco con precisión mortal.-
-Ángela se levantó con una gracia letal, observando cómo el cuerpo caía sin vida al suelo. Su respiración era pausada, controlada, como si acabara de completar una rutina más que un acto de violencia. Sin una palabra, recogió la pistola, la limpió con un pañuelo y se desvaneció en la oscuridad, dejando tras de sí un silencio aún más profundo que antes.-