• • Night of madness
    #libre


    No diría que no estaba cansado luego de su jornada de estudio, pero sus amigos le invitaron a salir y no pudo decir que no. Habían acordado hace aproximadamente una media hora, pero ellos nunca habían llegado. Se aburrió luego de maldecirlos y se puso a jugar un juego de máquina que había cerca del establecimiento porque los muy infelices nunca habían llegado. Debía admitir que era Asher quién se tardaba milenios en llegar a las salidas y los hacía esperar, ahora comenzaba a sospechar sobre el que ellos se estaban vengando de él...

    Entrecerró sus ojos en la pequeña figura de conejo diabólico color blanco con morado que parecía burlarse de él debido a sus anteriores intentos fallidos y nuevamente cuando la garra mecánica la había sujetado, su mano resbaló sobre el control y la garra soltó la figura, quería decir, por octava vez. Asher se frotó el cabello frustrado mientras maldecía y algunas personas le daban miradas juzgándolo.

    — Maldita sea, debería de simplemente romper el maldito cristal.

    Murmuró observando fijamente el cristal que separaba esa figura de su mano, la cual ya la tenía cerrada en un puño. No había ningún inspector cerca, así que si rompía el cristal y tomaba la figura y luego huía, seguramente funcionaría. Además que su fuerza y velocidad era extrema al no ser humano, consideraba seriamente en intentarlo, no era un ser de paciencia.
    • Night of madness #libre No diría que no estaba cansado luego de su jornada de estudio, pero sus amigos le invitaron a salir y no pudo decir que no. Habían acordado hace aproximadamente una media hora, pero ellos nunca habían llegado. Se aburrió luego de maldecirlos y se puso a jugar un juego de máquina que había cerca del establecimiento porque los muy infelices nunca habían llegado. Debía admitir que era Asher quién se tardaba milenios en llegar a las salidas y los hacía esperar, ahora comenzaba a sospechar sobre el que ellos se estaban vengando de él... Entrecerró sus ojos en la pequeña figura de conejo diabólico color blanco con morado que parecía burlarse de él debido a sus anteriores intentos fallidos y nuevamente cuando la garra mecánica la había sujetado, su mano resbaló sobre el control y la garra soltó la figura, quería decir, por octava vez. Asher se frotó el cabello frustrado mientras maldecía y algunas personas le daban miradas juzgándolo. — Maldita sea, debería de simplemente romper el maldito cristal. Murmuró observando fijamente el cristal que separaba esa figura de su mano, la cual ya la tenía cerrada en un puño. No había ningún inspector cerca, así que si rompía el cristal y tomaba la figura y luego huía, seguramente funcionaría. Además que su fuerza y velocidad era extrema al no ser humano, consideraba seriamente en intentarlo, no era un ser de paciencia.
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  • — En medio de su búsqueda por distraer su mente en aquella ciudad, Lionel había parado en algún bar de cuya entrada ni siquiera había leído el nombre.
    Cuando entró, el lugar estaba bastante vacío y su estética era bastante básica pero se veía agradable. Se sentó en la barra y pidió algún trago fuerte, no sabía que era, le había pedido al bartender que se lo recomendara...
    En el correr de la noche, el lugar poco a poco empezó a llenarse ¿El problema de todo eso? Había algo particular que le llamaba la atención. —

    -no me jodas que me metí a un bar gay...

    — Murmuró para si mismo observando el panorama, se resignó, de todas maneras no le importaba, solo estaba allí para beber algo y salir un poco de la realidad. —
    — En medio de su búsqueda por distraer su mente en aquella ciudad, Lionel había parado en algún bar de cuya entrada ni siquiera había leído el nombre. Cuando entró, el lugar estaba bastante vacío y su estética era bastante básica pero se veía agradable. Se sentó en la barra y pidió algún trago fuerte, no sabía que era, le había pedido al bartender que se lo recomendara... En el correr de la noche, el lugar poco a poco empezó a llenarse ¿El problema de todo eso? Había algo particular que le llamaba la atención. — -no me jodas que me metí a un bar gay... — Murmuró para si mismo observando el panorama, se resignó, de todas maneras no le importaba, solo estaba allí para beber algo y salir un poco de la realidad. —
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  • A su alrededor, el cielo se extendía en todos los tonos posibles de azul y dorado, salpicado por nubes altas que brillaban con la luz de un sol que no se decidía a esconderse ni a quedarse quieto.

    Las ventanas del vehículo estaban completamente abiertas, dejando que la brisa celestial agitara su cabello naranja. En la radio sonaba una canción alegre, con guitarras pegajosas y un ritmo tan despreocupado como él. Iba tarareando y golpeando el volante al compás, cuando algo cortó su entusiasmo de golpe.

    —¿Pero qué…? —murmuró, frenando lentamente.

    Justo frente a él, en medio de la nada, emergía un poste oxidado, flaco como un fideo, con un semáforo parpadeando perezosamente. Bajo él, una señal completamente ilegible en un idioma que parecía más un dibujo hecho por viento que letras reales. La luz roja titilaba como si se burlara de su impulso de avanzar.

    —¿En serio? —gruñó Jett, quitándose los gogles de la frente mientras observaba a su alrededor. No había autos, no había criaturas, no había civilización… solo cielo y nubes, y aún así…

    Suspiró, cruzando los brazos sobre el volante. —Bah, está bien, está bien. Me detengo.

    Apagó la radio con un gesto dramático y apoyó el codo en la ventanilla, mirando cómo la luz roja seguía brillando con testarudez.

    —La última vez que no seguí las señales de tránsito en estos reinos… —dijo en voz alta, con una sonrisa torcida— solo diré que me alegra tener un auto, en ocasiones los Accelerons se portan muy "estrictos" con las reglas de sus mundos.
    A su alrededor, el cielo se extendía en todos los tonos posibles de azul y dorado, salpicado por nubes altas que brillaban con la luz de un sol que no se decidía a esconderse ni a quedarse quieto. Las ventanas del vehículo estaban completamente abiertas, dejando que la brisa celestial agitara su cabello naranja. En la radio sonaba una canción alegre, con guitarras pegajosas y un ritmo tan despreocupado como él. Iba tarareando y golpeando el volante al compás, cuando algo cortó su entusiasmo de golpe. —¿Pero qué…? —murmuró, frenando lentamente. Justo frente a él, en medio de la nada, emergía un poste oxidado, flaco como un fideo, con un semáforo parpadeando perezosamente. Bajo él, una señal completamente ilegible en un idioma que parecía más un dibujo hecho por viento que letras reales. La luz roja titilaba como si se burlara de su impulso de avanzar. —¿En serio? —gruñó Jett, quitándose los gogles de la frente mientras observaba a su alrededor. No había autos, no había criaturas, no había civilización… solo cielo y nubes, y aún así… Suspiró, cruzando los brazos sobre el volante. —Bah, está bien, está bien. Me detengo. Apagó la radio con un gesto dramático y apoyó el codo en la ventanilla, mirando cómo la luz roja seguía brillando con testarudez. —La última vez que no seguí las señales de tránsito en estos reinos… —dijo en voz alta, con una sonrisa torcida— solo diré que me alegra tener un auto, en ocasiones los Accelerons se portan muy "estrictos" con las reglas de sus mundos.
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  • 📍 Parque del Río Han — Seúl 🕓 Viernes, 16:00 🎙️ Starter Abierto (Slice of Life, Fantasía, Romance, NSFW+18)
    Fandom OC
    Categoría Original
    La brisa de la tarde movía el agua en ondas perezosas mientras el sol, aún alto, tamizaba su luz entre los sauces que bordeaban el parque. No había prisa, ni ruido excesivo, solo el murmullo suave de ciclistas y corredores esporádicos que salpicaban la calma con su paso ligero.

    Haneul caminaba sin rumbo definido. Las gafas de sol ocultaban el azul translúcido de sus ojos, mientras una sonrisa casi imperceptible curvaba sus labios, como si aquella paz melancólica del lugar le hubiera arrancado, por fin, un respiro.

    El vaso de café, ya frío en su mano, colgaba sin apuro.

    Cerca de la orilla, sus pasos aminoraron, como empujados por algo más que el simple azar. Se detuvo un instante, observando los reflejos del agua teñidos de luz pálida, mientras la brisa jugaba con los bordes de su ropa deportiva.

    Y entonces la vio. Su llegada totalmente inesperada, como todo lo que deja marca.

    La reconoció sin dificultad, como si solo hubieran pasado minutos desde su primer encuentro, no días. No pronunció su nombre.

    Con gesto tranquilo, se retiró las gafas y las dejó colgar en el cuello de su camiseta negra. Sus ojos, libres ahora, buscaron los de ella, atrapándolos sin imponerse, pero tampoco cediendo.

    No había sorpresa en su rostro. Solo esa media sonrisa suya, perezosa y cálida, como si el reencuentro fuera algo inevitable y bienvenido.

    Se acercó un paso, dejando que su sombra rozara apenas el borde de la suya sobre el suelo.

    —Vaya...Parece que el río hoy ha decidido darme un motivo para quedarme un poco más

    murmuró, con ese tono grave y envolvente que parecía hecho para deslizarse despacio, sin urgencias.
    La brisa de la tarde movía el agua en ondas perezosas mientras el sol, aún alto, tamizaba su luz entre los sauces que bordeaban el parque. No había prisa, ni ruido excesivo, solo el murmullo suave de ciclistas y corredores esporádicos que salpicaban la calma con su paso ligero. Haneul caminaba sin rumbo definido. Las gafas de sol ocultaban el azul translúcido de sus ojos, mientras una sonrisa casi imperceptible curvaba sus labios, como si aquella paz melancólica del lugar le hubiera arrancado, por fin, un respiro. El vaso de café, ya frío en su mano, colgaba sin apuro. Cerca de la orilla, sus pasos aminoraron, como empujados por algo más que el simple azar. Se detuvo un instante, observando los reflejos del agua teñidos de luz pálida, mientras la brisa jugaba con los bordes de su ropa deportiva. Y entonces la vio. Su llegada totalmente inesperada, como todo lo que deja marca. La reconoció sin dificultad, como si solo hubieran pasado minutos desde su primer encuentro, no días. No pronunció su nombre. Con gesto tranquilo, se retiró las gafas y las dejó colgar en el cuello de su camiseta negra. Sus ojos, libres ahora, buscaron los de ella, atrapándolos sin imponerse, pero tampoco cediendo. No había sorpresa en su rostro. Solo esa media sonrisa suya, perezosa y cálida, como si el reencuentro fuera algo inevitable y bienvenido. Se acercó un paso, dejando que su sombra rozara apenas el borde de la suya sobre el suelo. —Vaya...Parece que el río hoy ha decidido darme un motivo para quedarme un poco más murmuró, con ese tono grave y envolvente que parecía hecho para deslizarse despacio, sin urgencias.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    30
    Estado
    Disponible
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  • {Escena relatada en tercera persona}\\

    °La escena comienza con el sonido de frituras crepitando tras un mostrador grasoso. Una chica de rostro serio y mirada distante espera su pedido en un pequeño restaurante de comida rápida. No dice mucho, solo asiente cuando le entregan la bolsa de papel que huele a hamburguesa recién hecha y papas fritas saladas. Agradece en voz baja y se marcha sin mirar atrás.

    Camina por la ciudad como si sus pasos ya conocieran el camino, descendiendo por las escaleras hacia el subterráneo. Las luces del metro parpadean sobre su rostro inmutable, sin emoción, como si estuviera atrapada en pensamientos que no comparte con nadie.

    Al llegar al andén, su expresión se suaviza por un momento. Dos niños juegan cerca, riéndose entre ellos, claramente hermanos. Ella les sonríe con calidez inesperada y levanta una mano para saludarlos. Pero su gesto es bruscamente interrumpido cuando la madre de los niños los aparta con desconfianza, tomándolos de la mano sin siquiera mirar a la chica. Ella solo suspira, bajando la mirada, y espera en silencio hasta que llega su parada.

    El tren se detiene y la puerta se abre con un chirrido metálico. La joven desciende, sus pasos resonando con eco en el andén vacío. La noche es densa y el aire más frío. Sin perder tiempo, decide tomar un atajo a través de callejones solitarios, hasta llegar a un rincón apartado del mundo, un donde el tiempo parece haberse detenido.

    Con un suspiro, murmura:°

    —Perdón por llegar tarde... ya sabes cómo son mis amigos, no me dejaban ir —dice con una sonrisa forzada, claramente mintiendo.

    °Se sienta en una banca oxidada frente a la lápida. Saca la comida de la bolsa, la acomoda frente a ella como si estuviera esperando compañía. Comienza a hablar entre mordidas y sorbos, contando anécdotas tontas, cosas graciosas que le habían pasado durante la semana. Luego, se queda en silencio, dejando que el murmullo del viento rellene los huecos.

    De pronto, rompe el silencio con una risa suave.°

    —Estoy conociendo a un chico y antes de que digas algo...creo que es especial. Muy lindo, de verdad —dice, con los ojos fijos en la tumba—. Pero... tengo miedo de arruinarlo todo. Porque sé que él pues... Digamos que es diferente, Pero diferente en el buen sentido."

    °Entonces, como si ese pensamiento pesara más que todos los anteriores, baja la cabeza. la tumba frente a ella lleva el nombre de su hermano. No cualquier tumba, sino la de aquel que una vez fue su mejor amigo, su protector, su otra mitad.°

    °Ella termina de comer en silencio, y antes de levantarse, murmura con una voz quebrada:°

    —"Te extraño... todos los días."

    –" Estoy segura que..."

    °El viento sopla suavemente, moviendo la bolsa vacía frente a la tumba.°
    {Escena relatada en tercera persona}\\ °La escena comienza con el sonido de frituras crepitando tras un mostrador grasoso. Una chica de rostro serio y mirada distante espera su pedido en un pequeño restaurante de comida rápida. No dice mucho, solo asiente cuando le entregan la bolsa de papel que huele a hamburguesa recién hecha y papas fritas saladas. Agradece en voz baja y se marcha sin mirar atrás. Camina por la ciudad como si sus pasos ya conocieran el camino, descendiendo por las escaleras hacia el subterráneo. Las luces del metro parpadean sobre su rostro inmutable, sin emoción, como si estuviera atrapada en pensamientos que no comparte con nadie. Al llegar al andén, su expresión se suaviza por un momento. Dos niños juegan cerca, riéndose entre ellos, claramente hermanos. Ella les sonríe con calidez inesperada y levanta una mano para saludarlos. Pero su gesto es bruscamente interrumpido cuando la madre de los niños los aparta con desconfianza, tomándolos de la mano sin siquiera mirar a la chica. Ella solo suspira, bajando la mirada, y espera en silencio hasta que llega su parada. El tren se detiene y la puerta se abre con un chirrido metálico. La joven desciende, sus pasos resonando con eco en el andén vacío. La noche es densa y el aire más frío. Sin perder tiempo, decide tomar un atajo a través de callejones solitarios, hasta llegar a un rincón apartado del mundo, un donde el tiempo parece haberse detenido. Con un suspiro, murmura:° —Perdón por llegar tarde... ya sabes cómo son mis amigos, no me dejaban ir —dice con una sonrisa forzada, claramente mintiendo. °Se sienta en una banca oxidada frente a la lápida. Saca la comida de la bolsa, la acomoda frente a ella como si estuviera esperando compañía. Comienza a hablar entre mordidas y sorbos, contando anécdotas tontas, cosas graciosas que le habían pasado durante la semana. Luego, se queda en silencio, dejando que el murmullo del viento rellene los huecos. De pronto, rompe el silencio con una risa suave.° —Estoy conociendo a un chico y antes de que digas algo...creo que es especial. Muy lindo, de verdad —dice, con los ojos fijos en la tumba—. Pero... tengo miedo de arruinarlo todo. Porque sé que él pues... Digamos que es diferente, Pero diferente en el buen sentido." °Entonces, como si ese pensamiento pesara más que todos los anteriores, baja la cabeza. la tumba frente a ella lleva el nombre de su hermano. No cualquier tumba, sino la de aquel que una vez fue su mejor amigo, su protector, su otra mitad.° °Ella termina de comer en silencio, y antes de levantarse, murmura con una voz quebrada:° —"Te extraño... todos los días." –" Estoy segura que..." °El viento sopla suavemente, moviendo la bolsa vacía frente a la tumba.°
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  • Aegon había visto a Daemyra toda su vida como todo lo que debía ser.

    Amable ¿Con quién? Con quienes lo merecen.
    Respetada ¿Por quién? Por los nobles.
    Indomable ¿De quién? De nadie.
    Cuidada. ¿Por quién? Por la plebe.
    Amada. ¿Por quién? Por su familia.

    Aegon todas las noches se detenía en la puerta de la habitación de Daemyra a observarla en silencio. Eso, hasta que ella se daba cuenta y se veía obligado a seguir caminando.

    Pero aquella noche, Daemyra lo invitó a entrar.
    Se encerraron en su habitación, y de allí, solo se escuchaban murmuros y rosas.

    Aegon había olvidado la envidia que tenía por ella, y se había centrado en pasar un buen momento con ella, con su hermana más pequeña.
    Daemyra había olvidado las peleas con él, y se había centrado en hacerlo reír.

    Fue, para ambos, el momento más hermoso que tuvieron antes de que la guerra comenzara.
    Aegon había visto a Daemyra toda su vida como todo lo que debía ser. Amable ¿Con quién? Con quienes lo merecen. Respetada ¿Por quién? Por los nobles. Indomable ¿De quién? De nadie. Cuidada. ¿Por quién? Por la plebe. Amada. ¿Por quién? Por su familia. Aegon todas las noches se detenía en la puerta de la habitación de Daemyra a observarla en silencio. Eso, hasta que ella se daba cuenta y se veía obligado a seguir caminando. Pero aquella noche, Daemyra lo invitó a entrar. Se encerraron en su habitación, y de allí, solo se escuchaban murmuros y rosas. Aegon había olvidado la envidia que tenía por ella, y se había centrado en pasar un buen momento con ella, con su hermana más pequeña. Daemyra había olvidado las peleas con él, y se había centrado en hacerlo reír. Fue, para ambos, el momento más hermoso que tuvieron antes de que la guerra comenzara.
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  • - maldición ¿Qué hora es ya? No sé porque sigo aceptando este tipo de trabajos...

    — El jóven murmuraba para si mismo mientras caminaba, acababa de salir de una reunión y estaba agotado, era tarde y esto de los viajes express por negocios lo tenía harto —
    - maldición ¿Qué hora es ya? No sé porque sigo aceptando este tipo de trabajos... — El jóven murmuraba para si mismo mientras caminaba, acababa de salir de una reunión y estaba agotado, era tarde y esto de los viajes express por negocios lo tenía harto —
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  • —Oigan, Jasuke ya se durmió ¿Lo tiramos al agua?
    —Oigan, Jasuke ya se durmió ¿Lo tiramos al agua?
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  • mm...este concierto si que fue pesado, es algo cansado escucharlas gritar

    (murmura molesto porque unas fans se subieron al escenario a intentar besarlo, mientras el resto de su grupo se burla: mikuo se ve serio ante esas reacciones tan calmadas.)

    uzh...necesito dormir, llevo sin dormir 5 dias y creo que me afecta

    (ve abajo del escenario notando toda la mugre que hay sintiendo asco)

    parece hogar de vagabundo.
    mm...este concierto si que fue pesado, es algo cansado escucharlas gritar (murmura molesto porque unas fans se subieron al escenario a intentar besarlo, mientras el resto de su grupo se burla: mikuo se ve serio ante esas reacciones tan calmadas.) uzh...necesito dormir, llevo sin dormir 5 dias y creo que me afecta (ve abajo del escenario notando toda la mugre que hay sintiendo asco) parece hogar de vagabundo.
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  • El taller improvisado en el que Jett trabajaba olía a metal caliente, pintura fresca y adrenalina contenida. A su alrededor, herramientas flotaban en el aire con ingravidez leve, efecto residual del Reino de la Relatividad donde el tiempo, el peso y el espacio se burlaban de las leyes naturales.

    —Está bien, si esta pista quiere jugar con el tiempo, entonces yo juego con el diseño —murmuró mientras se quitaba los guantes manchados de aceite.

    Había desmontado parte de la carrocería del Deora II. El azul característico de Teku se había ido, reemplazado por un tono morado profundo, como el borde de un eclipse total. A lo largo de los costados, flamas plateadas recorrían la carrocería como si ardieran con frío cósmico, brillando incluso en la penumbra. Cada línea había sido pulida con mimo, aerodinámicamente calculada para resistir la distorsión gravitacional del agujero negro que daba forma a la pista.

    En la parte trasera, un alerón de aleación de kármium pulsaba con luz tenue, estabilizando la nave sobre superficies imposibles. No solo era estético: canalizaba la energía de la relatividad misma, ayudando a Jett a mantenerse en una sola línea temporal… por más tiempo.

    El motor rugió al primer intento. Jett se ajustó los guantes y subió al asiento. Desde el parabrisas, la entrada al Reino de la Relatividad parecía un torbellino de espejos doblados sobre sí mismos, y al centro, el hoyo negro giraba como un corazón oscuro esperando latir.

    —Esta vez no me alcanzas —dijo con una sonrisa ladeada.

    Y entonces, entró a la pista. Los giros imposibles comenzaron. Fragmentos del futuro se le adelantaban y pasados se repetían en cada curva. Pero su vehículo, más que conducir, deslizaba entre pliegues de espacio-tiempo con agilidad sobrenatural. La nueva pintura cortaba el aire como un estandarte de guerra. El alerón mantenía la línea. El motor... cantaba.

    Cuando cruzó la línea de meta, el borde del agujero negro ya lamía la pista. Detrás de él, una curva desapareció en la oscuridad. Pero Jett no miró atrás.

    Estacionó. Bajó del vehículo. Acarició el capó.

    —A veces, todo lo que se necesita... es un cambio de color y un poco de terquedad —dijo, riendo para sí mismo.
    El taller improvisado en el que Jett trabajaba olía a metal caliente, pintura fresca y adrenalina contenida. A su alrededor, herramientas flotaban en el aire con ingravidez leve, efecto residual del Reino de la Relatividad donde el tiempo, el peso y el espacio se burlaban de las leyes naturales. —Está bien, si esta pista quiere jugar con el tiempo, entonces yo juego con el diseño —murmuró mientras se quitaba los guantes manchados de aceite. Había desmontado parte de la carrocería del Deora II. El azul característico de Teku se había ido, reemplazado por un tono morado profundo, como el borde de un eclipse total. A lo largo de los costados, flamas plateadas recorrían la carrocería como si ardieran con frío cósmico, brillando incluso en la penumbra. Cada línea había sido pulida con mimo, aerodinámicamente calculada para resistir la distorsión gravitacional del agujero negro que daba forma a la pista. En la parte trasera, un alerón de aleación de kármium pulsaba con luz tenue, estabilizando la nave sobre superficies imposibles. No solo era estético: canalizaba la energía de la relatividad misma, ayudando a Jett a mantenerse en una sola línea temporal… por más tiempo. El motor rugió al primer intento. Jett se ajustó los guantes y subió al asiento. Desde el parabrisas, la entrada al Reino de la Relatividad parecía un torbellino de espejos doblados sobre sí mismos, y al centro, el hoyo negro giraba como un corazón oscuro esperando latir. —Esta vez no me alcanzas —dijo con una sonrisa ladeada. Y entonces, entró a la pista. Los giros imposibles comenzaron. Fragmentos del futuro se le adelantaban y pasados se repetían en cada curva. Pero su vehículo, más que conducir, deslizaba entre pliegues de espacio-tiempo con agilidad sobrenatural. La nueva pintura cortaba el aire como un estandarte de guerra. El alerón mantenía la línea. El motor... cantaba. Cuando cruzó la línea de meta, el borde del agujero negro ya lamía la pista. Detrás de él, una curva desapareció en la oscuridad. Pero Jett no miró atrás. Estacionó. Bajó del vehículo. Acarició el capó. —A veces, todo lo que se necesita... es un cambio de color y un poco de terquedad —dijo, riendo para sí mismo.
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