• Estoy de buen humor y quiero socializar. Así que buenas tardes
    Estoy de buen humor y quiero socializar. Así que buenas tardes
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  • 存在の癌
    Fandom Original.
    Categoría Drama
    En el último año se han reportado muchas desapariciones de mujeres y niños, lo que ha mantenido en alerta a la población de la ciudad, así como a la fuerza de seguridad, la policía y la guardia nacional. Se han hecho incesantes búsquedas, interrogatorios, revisiones a cámaras de seguridad, todo; pero no han logrado capturar a nadie, independiente de que los registros muestran como individuos encapuchados se llevan a la gente en horarios nocturnos. El problema es que tras los secuestros, no queda nada, ninguna pista, ninguna sola huella, nada que pueda ayudar a seguir los pasos de esos secuestradores, lo que demuestra que no se trata de individuos ordinarios, son gente con una notoria pericia en lo que hacen. Por supuesto, no todo se ha quedado en informes y archivos policiales, todo lo relacionado con esos secuestros se ha filtrado a los medios, la prensa, las redes sociales, por lo cual se habla y comenta mucho del tema en internet. La gente lo menciona con seriedad, miedo, pero también broma, lo típico. La conclusión que muchos dan en sus propias teorías es que podría tratarse de algún tipo de secta, lo que hace que todo sea notoriamente macabro.

    Recientemente se ha percibido una especie de energía negativa en el ambiente, como es de esperar, los civiles son incapaces de detectar nada, solo pueden notar como sus mascotas, perros y gatos, entre otros animales, están más tensos y nerviosos de lo normal. Algunas personas más sensibles han tenido problemas como decaimiento, desmayos, una sensación extraña que les causa un gran estrés, tristeza y pavor. A pesar de eso, la gente continua con su rutina, después de todo el dinero no se obtiene de la nada, la educación no se gana por arte de magia, la vida continua a pesar de todas las dificultades.

    Fue así, que en las zonas más profundas de la ciudad, pasando por los metros subterráneos, las alcantarillas, entre un sinfín de pasillos ya en lugares más insondables, en lo que parece un laberinto sin fin; se encontraban restos de vísceras, órganos internos, carne y sangre, pegado en las paredes y cubriendo las mismas casi en totalidad. Y lo más bizarro es que de esa carne, de esas vísceras, aparecían ojos que pestañean, parpadean y observan. Un escenario de pesadilla, ni hablar del horrible hedor, era algo bastante grotesco y perturbador de apreciar.

    Lo peor es que en esos pasillos, se apreciaban unos cuantos cadáveres de individuos encapuchados, así como unos seres realmente horribles a la vista, monstruosos en todo el sentido de la palabra, unos más amorfos que otros. Pero todos compartiendo un mismo destino que los llevará a lo más profundo del mismísimo infierno.

    Pero más allá, en el final de todos esos pasillos y habitaciones, había un salón particular. Un cuarto que parecía entre una sala de tortura y una especie de macabro laboratorio, lo que destacaban eran unas camillas que incluían extrañas máquinas y utensilios hechos para una función más que evidente, provocar el mayor tormento posible a la hora de despedazar un cuerpo en vida, brindando un calvario horripilante antes de extinguir la existencia de la desdichada víctima. Sumado a eso, era visible una enorme capsula con un particular diseño, donde se apreciaba un esqueleto que casi parecía un decorado más, pero por su tamaño y forma se podía intuir que se trataba de algún adolescente que hace mucho había partido de esta vida. Pero aparte de eso, en una esquina había una enorme máquina trituradora con una tubería que finaliza sobre una bandeja, donde se verían las vísceras de alguien, más la sangre. Es mejor ni imaginar lo que hacían con eso, a la vista están todas las respuestas.

    En dicho lugar se encontraban tres presencias, bueno, en realidad solo dos, ya que el tercero había muerto hace poco, su cuerpo estaba calcinado, desfigurado a un nivel que sería imposible determinar la identidad del individuo. En cuanto a los otros dos, uno era un individuo encapuchado a quién por la penumbra apenas se le vería la cara, pero por su forma de hablar, podría decirse que era una persona mayor, un hombre de mediana edad. Este decía. ──Solo quería que esta persona pudiera oír la canción de la vida… Cof… ──El encapuchado tosía, escupió sangre, la razón era simple, tenía una espada plateada atravesándole el pecho, se encontraba en plena agonía y desangramiento, sentado a duras penas en el suelo y con su espalda recargada en una de las murallas.

    Por otra parte, el último individuo se encontraba intacto, era un hombre que vestía una larga y negra gabardina, el resto de su indumentaria consistía en un pantalón, botas, guantes, todo de la misma tonalidad, además de portar una espada enfundada y atada que permanece unida a la zona de su espalda. En cuanto a su rostro, este yacía cubierto por una negra máscara con unos ligeros tintes rojos, sumado a unos enormes cuernos, dicha máscara tenía una forma demoniaca bastante siniestra. Debido a que solo su rostro estaba cubierto, era visible y evidente que aquel hombre tiene el cabello oscuro. Este respondió al agónico encapuchado. ──Así que la “canción de la vida”… Ya veo, por eso le pedías a los nuevos aspirantes que te trajeran un alma joven, pura y llena de futuro… Ya que eso revelaría la “sonata y también el futuro”… ¿A través de la carne? ¿A través de las vísceras? ──El hombre enmascarado se encontraba sentado en una silla, no muy lejos del encapuchado, observándole mientras conversaban.

    El enmascarado solo le miraba, era difícil saber en que estaba pensando ya que su rostro se mantenía oculto. Aunque claro, de momento tanto él como su agónico interlocutor ignoraban que pronto habría alguien más por ahí.

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    With
    猫又Rᴇɪ•ᴋᴏ
    En el último año se han reportado muchas desapariciones de mujeres y niños, lo que ha mantenido en alerta a la población de la ciudad, así como a la fuerza de seguridad, la policía y la guardia nacional. Se han hecho incesantes búsquedas, interrogatorios, revisiones a cámaras de seguridad, todo; pero no han logrado capturar a nadie, independiente de que los registros muestran como individuos encapuchados se llevan a la gente en horarios nocturnos. El problema es que tras los secuestros, no queda nada, ninguna pista, ninguna sola huella, nada que pueda ayudar a seguir los pasos de esos secuestradores, lo que demuestra que no se trata de individuos ordinarios, son gente con una notoria pericia en lo que hacen. Por supuesto, no todo se ha quedado en informes y archivos policiales, todo lo relacionado con esos secuestros se ha filtrado a los medios, la prensa, las redes sociales, por lo cual se habla y comenta mucho del tema en internet. La gente lo menciona con seriedad, miedo, pero también broma, lo típico. La conclusión que muchos dan en sus propias teorías es que podría tratarse de algún tipo de secta, lo que hace que todo sea notoriamente macabro. Recientemente se ha percibido una especie de energía negativa en el ambiente, como es de esperar, los civiles son incapaces de detectar nada, solo pueden notar como sus mascotas, perros y gatos, entre otros animales, están más tensos y nerviosos de lo normal. Algunas personas más sensibles han tenido problemas como decaimiento, desmayos, una sensación extraña que les causa un gran estrés, tristeza y pavor. A pesar de eso, la gente continua con su rutina, después de todo el dinero no se obtiene de la nada, la educación no se gana por arte de magia, la vida continua a pesar de todas las dificultades. Fue así, que en las zonas más profundas de la ciudad, pasando por los metros subterráneos, las alcantarillas, entre un sinfín de pasillos ya en lugares más insondables, en lo que parece un laberinto sin fin; se encontraban restos de vísceras, órganos internos, carne y sangre, pegado en las paredes y cubriendo las mismas casi en totalidad. Y lo más bizarro es que de esa carne, de esas vísceras, aparecían ojos que pestañean, parpadean y observan. Un escenario de pesadilla, ni hablar del horrible hedor, era algo bastante grotesco y perturbador de apreciar. Lo peor es que en esos pasillos, se apreciaban unos cuantos cadáveres de individuos encapuchados, así como unos seres realmente horribles a la vista, monstruosos en todo el sentido de la palabra, unos más amorfos que otros. Pero todos compartiendo un mismo destino que los llevará a lo más profundo del mismísimo infierno. Pero más allá, en el final de todos esos pasillos y habitaciones, había un salón particular. Un cuarto que parecía entre una sala de tortura y una especie de macabro laboratorio, lo que destacaban eran unas camillas que incluían extrañas máquinas y utensilios hechos para una función más que evidente, provocar el mayor tormento posible a la hora de despedazar un cuerpo en vida, brindando un calvario horripilante antes de extinguir la existencia de la desdichada víctima. Sumado a eso, era visible una enorme capsula con un particular diseño, donde se apreciaba un esqueleto que casi parecía un decorado más, pero por su tamaño y forma se podía intuir que se trataba de algún adolescente que hace mucho había partido de esta vida. Pero aparte de eso, en una esquina había una enorme máquina trituradora con una tubería que finaliza sobre una bandeja, donde se verían las vísceras de alguien, más la sangre. Es mejor ni imaginar lo que hacían con eso, a la vista están todas las respuestas. En dicho lugar se encontraban tres presencias, bueno, en realidad solo dos, ya que el tercero había muerto hace poco, su cuerpo estaba calcinado, desfigurado a un nivel que sería imposible determinar la identidad del individuo. En cuanto a los otros dos, uno era un individuo encapuchado a quién por la penumbra apenas se le vería la cara, pero por su forma de hablar, podría decirse que era una persona mayor, un hombre de mediana edad. Este decía. ──Solo quería que esta persona pudiera oír la canción de la vida… Cof… ──El encapuchado tosía, escupió sangre, la razón era simple, tenía una espada plateada atravesándole el pecho, se encontraba en plena agonía y desangramiento, sentado a duras penas en el suelo y con su espalda recargada en una de las murallas. Por otra parte, el último individuo se encontraba intacto, era un hombre que vestía una larga y negra gabardina, el resto de su indumentaria consistía en un pantalón, botas, guantes, todo de la misma tonalidad, además de portar una espada enfundada y atada que permanece unida a la zona de su espalda. En cuanto a su rostro, este yacía cubierto por una negra máscara con unos ligeros tintes rojos, sumado a unos enormes cuernos, dicha máscara tenía una forma demoniaca bastante siniestra. Debido a que solo su rostro estaba cubierto, era visible y evidente que aquel hombre tiene el cabello oscuro. Este respondió al agónico encapuchado. ──Así que la “canción de la vida”… Ya veo, por eso le pedías a los nuevos aspirantes que te trajeran un alma joven, pura y llena de futuro… Ya que eso revelaría la “sonata y también el futuro”… ¿A través de la carne? ¿A través de las vísceras? ──El hombre enmascarado se encontraba sentado en una silla, no muy lejos del encapuchado, observándole mientras conversaban. El enmascarado solo le miraba, era difícil saber en que estaba pensando ya que su rostro se mantenía oculto. Aunque claro, de momento tanto él como su agónico interlocutor ignoraban que pronto habría alguien más por ahí. ────────────────────── With [spooky.cat]
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  • Biblioteca Municipal de Saint-Lys
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    La tarde había caído con esa luz pálida que no sabe si es invierno o simplemente descuido del sol.
    La Biblioteca Municipal de Saint-Lys se levantaba como siempre: silenciosa, ordenada, y un poco ajena a la época. Los ventanales altos permitían que el último brillo opaco del día entrara en diagonal, como si quisiera tocar el polvo suspendido y comprobar que aún existía.

    Mireille había llegado antes de que encendieran las lámparas.
    A ella eso le bastaba.

    No caminaba entre los estantes: flotaba con la calma de quien conoce cada rincón antes incluso de visitarlo, como si la memoria de los demás fuera suficiente para orientarla. Llevaba un abrigo claro, ligeramente anticuado, y el cabello recogido en un moño flojo que dejaba escapar hebras rebeldes.

    Había escogido una mesa al fondo, bajo el retrato amarillento de un antiguo alcalde que nadie recordaba.
    Abría un libro viejo—demasiado viejo para estar en circulación—y lo hojeaba como quien escucha una historia que ya conoce de memoria.

    A ratos, levantaba la vista.
    No como quien espera a alguien… sino como quien siente que algo se aproxima.

    Un par de estudiantes caminó cerca. Uno de ellos la miró dos veces, con ese gesto automático de quien cree reconocer un rostro de algún sitio. Ella sonrió apenas, un gesto tan delicado que parecía prestado.

    —Otra vez no —murmuró para sí, casi riéndose, pasando un dedo por la página—. Aún no he estado aquí. No realmente.

    En la mesa había dejado un cuaderno de tapas desgastadas, donde anotaba cosas sueltas:
    “La casa respira distinto por las mañanas. La bisabuela dice que es normal.”
    “Hoy escuché pasos en el corredor que da al invernadero. No eran míos.”
    “A veces me pregunto si vine aquí por primera vez… o regresé.”

    Nada tenía fechas. Nunca.

    Cuando la puerta principal volvió a abrirse y el aire frío entró con un leve suspiro, Mireille levantó la vista otra vez.
    Esta vez sí se detuvo.

    El hombre que cruzaba el umbral no era un rostro común.
    Había algo en él, algo en la forma en que pisaba despacio, como quien reconoce los espacios por vibración más que por vista. Algo en su mirada que parecía leer las sombras con la misma naturalidad con la que otros leen señalizaciones.

    Ella lo observó unos segundos más de lo socialmente aceptable.
    No con descaro… sino con reconocimiento.

    Lo había visto antes.
    O tal vez no.
    Con Mireille, esa línea nunca era un mapa fiable.

    Cerró el libro con suavidad, apoyando ambas manos sobre la portada.

    —Interesante —susurró, como si él pudiera oírla desde la distancia—. Llegaste más rápido de lo que pensé.

    Se acomodó el abrigo y dejó que un mechón suelto cayera sobre su mejilla. No se levantó. No hizo un gesto dramático.
    Simplemente esperó, tranquila, como si el tiempo—ese viejo y cansado conocido suyo—hubiera decidido detenerse un momento para observar también.

    La biblioteca no cambió.
    Pero algo en sus pasillos sintió que acababa de comenzar una historia que no debía archivarse.

    La tarde había caído con esa luz pálida que no sabe si es invierno o simplemente descuido del sol. La Biblioteca Municipal de Saint-Lys se levantaba como siempre: silenciosa, ordenada, y un poco ajena a la época. Los ventanales altos permitían que el último brillo opaco del día entrara en diagonal, como si quisiera tocar el polvo suspendido y comprobar que aún existía. Mireille había llegado antes de que encendieran las lámparas. A ella eso le bastaba. No caminaba entre los estantes: flotaba con la calma de quien conoce cada rincón antes incluso de visitarlo, como si la memoria de los demás fuera suficiente para orientarla. Llevaba un abrigo claro, ligeramente anticuado, y el cabello recogido en un moño flojo que dejaba escapar hebras rebeldes. Había escogido una mesa al fondo, bajo el retrato amarillento de un antiguo alcalde que nadie recordaba. Abría un libro viejo—demasiado viejo para estar en circulación—y lo hojeaba como quien escucha una historia que ya conoce de memoria. A ratos, levantaba la vista. No como quien espera a alguien… sino como quien siente que algo se aproxima. Un par de estudiantes caminó cerca. Uno de ellos la miró dos veces, con ese gesto automático de quien cree reconocer un rostro de algún sitio. Ella sonrió apenas, un gesto tan delicado que parecía prestado. —Otra vez no —murmuró para sí, casi riéndose, pasando un dedo por la página—. Aún no he estado aquí. No realmente. En la mesa había dejado un cuaderno de tapas desgastadas, donde anotaba cosas sueltas: “La casa respira distinto por las mañanas. La bisabuela dice que es normal.” “Hoy escuché pasos en el corredor que da al invernadero. No eran míos.” “A veces me pregunto si vine aquí por primera vez… o regresé.” Nada tenía fechas. Nunca. Cuando la puerta principal volvió a abrirse y el aire frío entró con un leve suspiro, Mireille levantó la vista otra vez. Esta vez sí se detuvo. El hombre que cruzaba el umbral no era un rostro común. Había algo en él, algo en la forma en que pisaba despacio, como quien reconoce los espacios por vibración más que por vista. Algo en su mirada que parecía leer las sombras con la misma naturalidad con la que otros leen señalizaciones. Ella lo observó unos segundos más de lo socialmente aceptable. No con descaro… sino con reconocimiento. Lo había visto antes. O tal vez no. Con Mireille, esa línea nunca era un mapa fiable. Cerró el libro con suavidad, apoyando ambas manos sobre la portada. —Interesante —susurró, como si él pudiera oírla desde la distancia—. Llegaste más rápido de lo que pensé. Se acomodó el abrigo y dejó que un mechón suelto cayera sobre su mejilla. No se levantó. No hizo un gesto dramático. Simplemente esperó, tranquila, como si el tiempo—ese viejo y cansado conocido suyo—hubiera decidido detenerse un momento para observar también. La biblioteca no cambió. Pero algo en sus pasillos sintió que acababa de comenzar una historia que no debía archivarse.
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  • Y bueno, llevaba tiempo sin encontrar algo interesante; ahora que volvió de su siesta de días, espera poder socializar con personas no molestas.
    Y bueno, llevaba tiempo sin encontrar algo interesante; ahora que volvió de su siesta de días, espera poder socializar con personas no molestas.
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  • *Después de una ardua rutina de gimnasio se toma una foto para subirla a sus redes sociales mientras que se cubre en rostro con el teléfono*
    *Después de una ardua rutina de gimnasio se toma una foto para subirla a sus redes sociales mientras que se cubre en rostro con el teléfono*
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  • Martes de cosplay y próximamente más contenido en mis redes sociales.
    Martes de cosplay y próximamente más contenido en mis redes sociales. 😇
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  • Que difícil es la gente Alfred prefiero luchar contra el crimen que socializar
    Que difícil es la gente Alfred prefiero luchar contra el crimen que socializar
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  • Después de un largo momento pensando, decidió salir de su habitación al fin... a socializar?.

    — Buenas... —

    Idia simplemente saludó haciendo un gran esfuerzo para evitar la timidez.

    #twistedwonderland #idiashroud
    Después de un largo momento pensando, decidió salir de su habitación al fin... a socializar?. — Buenas... — Idia simplemente saludó haciendo un gran esfuerzo para evitar la timidez. #twistedwonderland #idiashroud
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  • Eso es lo maravilloso de nosotros, los Nerds: Somos entusiastas. No tener vida social significa que puedes amar las cosas con pasión y nadie te molesta por ello.
    Eso es lo maravilloso de nosotros, los Nerds: Somos entusiastas. No tener vida social significa que puedes amar las cosas con pasión y nadie te molesta por ello.
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  • El usuario del infinito caminaba alegremente —ignorando por completo sus obligaciones— por las calles, en busca de algún local que vendiese la octava maravilla del mundo; es decir, unos exquisitos kikufuku gourmet que había visto viralizarse en redes sociales.

    Aquella mirada azul brillante recorría los edificios y negocios con atención, por si de pronto aparecía un letrero que marcara su destino. Cuando, de manera repentina, el hechicero más poderoso del mundo se detuvo en seco con una expresión de absoluto asombro, olvidando de inmediato su misión inicial.

    Satoru admiraba con suma fascinación lo que tenía frente a sí; incluso su respiración pareció detenerse dramáticamente, como si fuese una ofensa inhalar el mismo aire.

    Así que con calma y pasos delicados, fue acercándose a la imagen que tenía delante… encontrándose consigo mismo. Con expresión soñadora, mejillas ligeramente sonrojadas y el cabello un poco desordenado, declaró en un tono solemne y lleno de admiración:

    —Sinceramente, me he excedido… Estoy deslumbrante el día de hoy. ¡Tengo que compartirlo!—

    Sacó su celular del bolsillo del pantalón y comenzó a tomar fotos a su reflejo como si fuese un camarógrafo profesional.

    —Sonríe, hermoso. Todos tus ángulos son buenos— murmuró, completamente embelesado.

    Luego de varias tomas, inclinó la cabeza con orgullo, convencido de que sus compañeros y estudiantes serían los verdaderos afortunados al recibir semejante regalo en el chat del grupo. Estaba especialmente seguro de que incluso Megumi estaría encantado… o, mejor dicho, aún más enamorado de él de lo que ya estaba.

    El usuario del infinito caminaba alegremente —ignorando por completo sus obligaciones— por las calles, en busca de algún local que vendiese la octava maravilla del mundo; es decir, unos exquisitos kikufuku gourmet que había visto viralizarse en redes sociales. Aquella mirada azul brillante recorría los edificios y negocios con atención, por si de pronto aparecía un letrero que marcara su destino. Cuando, de manera repentina, el hechicero más poderoso del mundo se detuvo en seco con una expresión de absoluto asombro, olvidando de inmediato su misión inicial. Satoru admiraba con suma fascinación lo que tenía frente a sí; incluso su respiración pareció detenerse dramáticamente, como si fuese una ofensa inhalar el mismo aire. Así que con calma y pasos delicados, fue acercándose a la imagen que tenía delante… encontrándose consigo mismo. Con expresión soñadora, mejillas ligeramente sonrojadas y el cabello un poco desordenado, declaró en un tono solemne y lleno de admiración: —Sinceramente, me he excedido… Estoy deslumbrante el día de hoy. ¡Tengo que compartirlo!— Sacó su celular del bolsillo del pantalón y comenzó a tomar fotos a su reflejo como si fuese un camarógrafo profesional. —Sonríe, hermoso. Todos tus ángulos son buenos— murmuró, completamente embelesado. Luego de varias tomas, inclinó la cabeza con orgullo, convencido de que sus compañeros y estudiantes serían los verdaderos afortunados al recibir semejante regalo en el chat del grupo. Estaba especialmente seguro de que incluso Megumi estaría encantado… o, mejor dicho, aún más enamorado de él de lo que ya estaba.
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