• Escena: “El Humo de la Medianoche”

    La ciudad dormía, pero el mundo de Luana nunca descansaba.
    Desde el balcón de un edificio en el centro, el humo del cigarrillo se elevaba lento, dibujando formas inciertas bajo la luz de la luna. El brillo tenue de los autos a lo lejos reflejaba en sus anillos, y el aire nocturno le revolvía el cabello como si susurrara secretos antiguos.

    Luana apoyó el codo sobre la baranda metálica, la mirada fija en el horizonte donde las luces se mezclaban con la oscuridad. Acababa de cerrar un trato. Uno de esos que no se firman con tinta, sino con sangre y silencio.

    —Otro imperio cayendo... —murmuró, dejando que el humo escapara entre sus labios—. Y ellos creen que aún tienen el control.

    El tono de su voz era suave, casi perezoso, pero detrás de él se escondía una mente en constante movimiento. Bajo su abrigo oscuro, la pistola Night Whisper reposaba como una extensión natural de su cuerpo. No la necesitaba siempre… pero le gustaba saber que estaba ahí.

    A su espalda, la puerta del balcón se abrió apenas con un clic. No se giró; ya había sentido la presencia desde hacía minutos.

    —Sabes que no deberías estar aquí —dijo sin cambiar el tono.

    —Tampoco tú, jefa —respondió una voz masculina, con un dejo de nerviosismo.

    Ella sonrió con sutileza, una de esas sonrisas que nadie sabe si son de agrado o amenaza. Aplastó el cigarrillo en el borde del barandal, el brillo rojo extinguiéndose con un leve crujido.

    —Si vas a traerme malas noticias, al menos trae una copa de vino —susurró mientras se giraba, los ojos ámbar brillando a la luz de la luna.

    El hombre tragó saliva y extendió un sobre sellado con el emblema de una familia rival.
    Luana lo tomó, sin prisa. Lo abrió, leyó unas líneas y exhaló con calma.

    —Interesante. Quieren jugar sucio otra vez. —Sus dedos se deslizaron por el papel, sintiendo las letras grabadas—. Bien. Juguemos.

    De pronto, las sombras del balcón se alargaron, fundiéndose con sus piernas, como si la oscuridad misma la reconociera. La temperatura bajó apenas un grado.

    —Reúne al grupo, Marco —ordenó—. A medianoche saldremos a cazar.

    Cuando él salió, Luana volvió su mirada al cielo. La luna la observaba, silenciosa, como una vieja cómplice.
    Encendió otro cigarrillo, dejando que el humo se perdiera con el viento.

    > “El poder no se gana… se toma.”



    Y Luana Smith Carson estaba a punto de recordárselo al mundo.


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    πŸŒ™ Escena: “El Humo de la Medianoche” La ciudad dormía, pero el mundo de Luana nunca descansaba. Desde el balcón de un edificio en el centro, el humo del cigarrillo se elevaba lento, dibujando formas inciertas bajo la luz de la luna. El brillo tenue de los autos a lo lejos reflejaba en sus anillos, y el aire nocturno le revolvía el cabello como si susurrara secretos antiguos. Luana apoyó el codo sobre la baranda metálica, la mirada fija en el horizonte donde las luces se mezclaban con la oscuridad. Acababa de cerrar un trato. Uno de esos que no se firman con tinta, sino con sangre y silencio. —Otro imperio cayendo... —murmuró, dejando que el humo escapara entre sus labios—. Y ellos creen que aún tienen el control. El tono de su voz era suave, casi perezoso, pero detrás de él se escondía una mente en constante movimiento. Bajo su abrigo oscuro, la pistola Night Whisper reposaba como una extensión natural de su cuerpo. No la necesitaba siempre… pero le gustaba saber que estaba ahí. A su espalda, la puerta del balcón se abrió apenas con un clic. No se giró; ya había sentido la presencia desde hacía minutos. —Sabes que no deberías estar aquí —dijo sin cambiar el tono. —Tampoco tú, jefa —respondió una voz masculina, con un dejo de nerviosismo. Ella sonrió con sutileza, una de esas sonrisas que nadie sabe si son de agrado o amenaza. Aplastó el cigarrillo en el borde del barandal, el brillo rojo extinguiéndose con un leve crujido. —Si vas a traerme malas noticias, al menos trae una copa de vino —susurró mientras se giraba, los ojos ámbar brillando a la luz de la luna. El hombre tragó saliva y extendió un sobre sellado con el emblema de una familia rival. Luana lo tomó, sin prisa. Lo abrió, leyó unas líneas y exhaló con calma. —Interesante. Quieren jugar sucio otra vez. —Sus dedos se deslizaron por el papel, sintiendo las letras grabadas—. Bien. Juguemos. De pronto, las sombras del balcón se alargaron, fundiéndose con sus piernas, como si la oscuridad misma la reconociera. La temperatura bajó apenas un grado. —Reúne al grupo, Marco —ordenó—. A medianoche saldremos a cazar. Cuando él salió, Luana volvió su mirada al cielo. La luna la observaba, silenciosa, como una vieja cómplice. Encendió otro cigarrillo, dejando que el humo se perdiera con el viento. > “El poder no se gana… se toma.” Y Luana Smith Carson estaba a punto de recordárselo al mundo. ---
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    AGENCIA ISHTAR’S DEMONIC DÈESSE INFERNAL GLAMOUR
    Dossier Confidencial — Modelo Clase Élite

    Nombre: Aerith Ishtar
    Alias: La Espada Carmesí de la Luna Rota

    Perfil Profesional
    ❃ Rango: Modelo Élite / Embajadora de Marca Infernal
    ❃ Línea de Estilo: Dark Elegant – Fantasía de Guerra – Glamour Infernal
    ❃ Cargo dentro de la Agencia:
    Imagen de la división Crimson Edge Collection, encargada de campañas temáticas inspiradas en el poder, la guerra y la sensualidad demoníaca.

    Descripción Física
    ❋ Cabello: Rosa perlado, largo y suelto, símbolo de pureza corrompida.
    ❋ Ojos: Azul acerado que se torna carmesí cuando activa su energía espiritual.
    ❋ Altura: 1.74 m
    ❋ Complexión: Atlética y definida, perfecta para sesiones de combate y pasarelas de acción.
    ❋ Aura Visual: La mezcla letal entre belleza y fuerza. Su presencia domina el lente y genera una sensación de autoridad irresistible.

    Historia y Origen
    Aerith Ishtar nació en la línea secundaria del clan Ishtar, entrenada desde pequeña en las artes marciales y la disciplina espiritual. Su alma se forjó entre templos lunares y campos de batalla infernales, donde aprendió que la belleza no está reñida con la ferocidad.

    Fue descubierta por Sasha Ishtar, la Emperatriz y Directora General, durante una exhibición ritual en el Santuario de las Espadas. Desde ese día, Aerith fue reclutada como modelo élite de la agencia Demonic Dèesse Infernal Glamour, siendo moldeada para representar la fusión entre elegancia, guerra y deseo.

    Rol en la Agencia

    Aerith Ishtar es el símbolo de la disciplina y el poder femenino dentro de la agencia. Representa la voluntad inquebrantable y el magnetismo oscuro que define el sello “Demonic Dèesse”.
    Participa como rostro principal en campañas de:

    β™‘ Armaduras de Alta Moda Infernal

    β™‘ Sesiones de Combate Artístico y Coreográfico

    β™‘ Líneas de Perfume “Crimson Shadow” y “Luna Roja”

    Su estética combina la precisión marcial con un toque erótico y etéreo, convirtiéndola en una de las modelos más codiciadas de todo el clan Ishtar.

    Ficha Extendida
    ❀ Nombre Completo: Aerith Y. Ishtar
    ❀ Título: La Espada Carmesí de la Luna Rota
    ❀ Edad Aparente: 23 años
    ❀ Linaje: Sangre directa del linaje lunar de los Ishtar
    ❀ Facción: Agencia Demonic Dèesse Infernal Glamour
    ❀ Especialidad: Modelaje de combate y coreografía marcial
    ❀ Armas: Katana doble Kage & Hikari
    ❀ Elemento Dominante: Fuego y Luz Lunar
    ❀ Debilidad: Emociones contenidas; su autocontrol puede fracturarse bajo presión emocional intensa.


    ❀ Frase Emblemática:
    “Mi elegancia no está en mis vestidos, sino en la forma en que cortó la oscuridad.”
    πŸ’  AGENCIA ISHTAR’S DEMONIC DÈESSE INFERNAL GLAMOUR πŸ“œ Dossier Confidencial — Modelo Clase Élite πŸ‘‘ Nombre: Aerith Ishtar Alias: La Espada Carmesí de la Luna Rota 🩸 Perfil Profesional ❃ Rango: Modelo Élite / Embajadora de Marca Infernal ❃ Línea de Estilo: Dark Elegant – Fantasía de Guerra – Glamour Infernal ❃ Cargo dentro de la Agencia: Imagen de la división Crimson Edge Collection, encargada de campañas temáticas inspiradas en el poder, la guerra y la sensualidad demoníaca. 🌹 Descripción Física ❋ Cabello: Rosa perlado, largo y suelto, símbolo de pureza corrompida. ❋ Ojos: Azul acerado que se torna carmesí cuando activa su energía espiritual. ❋ Altura: 1.74 m ❋ Complexión: Atlética y definida, perfecta para sesiones de combate y pasarelas de acción. ❋ Aura Visual: La mezcla letal entre belleza y fuerza. Su presencia domina el lente y genera una sensación de autoridad irresistible. βš”οΈ Historia y Origen Aerith Ishtar nació en la línea secundaria del clan Ishtar, entrenada desde pequeña en las artes marciales y la disciplina espiritual. Su alma se forjó entre templos lunares y campos de batalla infernales, donde aprendió que la belleza no está reñida con la ferocidad. Fue descubierta por Sasha Ishtar, la Emperatriz y Directora General, durante una exhibición ritual en el Santuario de las Espadas. Desde ese día, Aerith fue reclutada como modelo élite de la agencia Demonic Dèesse Infernal Glamour, siendo moldeada para representar la fusión entre elegancia, guerra y deseo. πŸ’‹ Rol en la Agencia Aerith Ishtar es el símbolo de la disciplina y el poder femenino dentro de la agencia. Representa la voluntad inquebrantable y el magnetismo oscuro que define el sello “Demonic Dèesse”. Participa como rostro principal en campañas de: β™‘ Armaduras de Alta Moda Infernal β™‘ Sesiones de Combate Artístico y Coreográfico β™‘ Líneas de Perfume “Crimson Shadow” y “Luna Roja” Su estética combina la precisión marcial con un toque erótico y etéreo, convirtiéndola en una de las modelos más codiciadas de todo el clan Ishtar. πŸ•―οΈ Ficha Extendida ❀ Nombre Completo: Aerith Y. Ishtar ❀ Título: La Espada Carmesí de la Luna Rota ❀ Edad Aparente: 23 años ❀ Linaje: Sangre directa del linaje lunar de los Ishtar ❀ Facción: Agencia Demonic Dèesse Infernal Glamour ❀ Especialidad: Modelaje de combate y coreografía marcial ❀ Armas: Katana doble Kage & Hikari ❀ Elemento Dominante: Fuego y Luz Lunar ❀ Debilidad: Emociones contenidas; su autocontrol puede fracturarse bajo presión emocional intensa. ❀ Frase Emblemática: “Mi elegancia no está en mis vestidos, sino en la forma en que cortó la oscuridad.”
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  • El bosque de la bestia
    Fandom OC
    CategorΓ­a Aventura
    Contexto:

    (Eres un/a viajero/aventurero que necesita atravesar el bosque de la bestia y te perdiste)


    El ocaso púrpura se colaba entre las copas de los árboles, llevándose consigo la luz solar que había servido como guía al viajero/a que atravesaba ese bosque. Además, las nubes comenzaban a oscurecerse junto con el cielo, cubriendo la luna y las estrellas. Estába oscuro, no había una sola luz en el bosque más allá de un par de luciérnagas que merodeaban por la zona.

    Esto era malo, el bosque de las bestias era dominado por diferentes criaturas, cazadores, carroñeros, todos con habilidades sobrenaturales que conocían el bosque como la palma de sus patas. El viento aullaba violentamente, sacudiendo los árboles, apagando las lámparas que podría cargar el viajero. Y la tierra fangosa hundía a quien caminara sobre ella, dificultando caminar o correr.

    Finalmente, chocó con una roca que estába suelta, y al tocar, sonaba hueco. Era una cueva, una larga por lo visto. La piedra que tapaba parcialmente la entrada no era demasiado pesada, y aunque no era fácil ver, el camino no era demasiado inclinado ni empedrado. Pero entre la oscuridad se escuchaba un siseo constante. Y el viajero continuaba sentiendo que algo lo observaba. Tras dar un par de pasos más, sintió algo crujir bajo sus pies, y finalmente, una voz susurró detrás del sujeto.

    – Estás pisando mis ramas –

    Contexto: (Eres un/a viajero/aventurero que necesita atravesar el bosque de la bestia y te perdiste) El ocaso púrpura se colaba entre las copas de los árboles, llevándose consigo la luz solar que había servido como guía al viajero/a que atravesaba ese bosque. Además, las nubes comenzaban a oscurecerse junto con el cielo, cubriendo la luna y las estrellas. Estába oscuro, no había una sola luz en el bosque más allá de un par de luciérnagas que merodeaban por la zona. Esto era malo, el bosque de las bestias era dominado por diferentes criaturas, cazadores, carroñeros, todos con habilidades sobrenaturales que conocían el bosque como la palma de sus patas. El viento aullaba violentamente, sacudiendo los árboles, apagando las lámparas que podría cargar el viajero. Y la tierra fangosa hundía a quien caminara sobre ella, dificultando caminar o correr. Finalmente, chocó con una roca que estába suelta, y al tocar, sonaba hueco. Era una cueva, una larga por lo visto. La piedra que tapaba parcialmente la entrada no era demasiado pesada, y aunque no era fácil ver, el camino no era demasiado inclinado ni empedrado. Pero entre la oscuridad se escuchaba un siseo constante. Y el viajero continuaba sentiendo que algo lo observaba. Tras dar un par de pasos más, sintió algo crujir bajo sus pies, y finalmente, una voz susurró detrás del sujeto. – Estás pisando mis ramas –
    Tipo
    Individual
    LΓ­neas
    15
    Estado
    Disponible
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    Agencia: Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour
    Alias en la agencia: La Rosa Carmesí de la Tentación

    Datos Generales
    ⚜ Nombre completo: Lisesharte Freya Ishtar
    ⚜ Título honorífico: La Rosa Carmesí
    ⚜ Edad Aparente: 26 años
    ⚜ Origen: Reinos Oscuros de Ishtar
    ⚜ Rol en la Agencia: Modelo principal – Imagen oficial de la línea Scarlet Temptation

    Descripción General
    Lisesharte Freya Ishtar es el arquetipo de la tentación encarnada. Su estilo combina la dominación elegante con un aire de realeza infernal. Con cada pose, transmite poder, misterio y sensualidad refinada, siendo considerada una de las musas centrales del glamour demoníaco de la agencia.

    Estilo de Modelaje
    ✑ Temática principal: Erotismo de élite con estética carmesí.
    ✑ Vestimenta favorita: Latex, cuero rojo, corsets, lencería fetichista, tacones y medias con liguero.
    ✑ Escenografía habitual: Espacios de lujo infernal, rodeada de rosas, llamas o elementos oscuros con brillo escarlata.
    ✑ Público meta: Producciones exclusivas, revistas eróticas de élite, campañas internacionales de glamour infernal.

    Roles dentro de la Agencia
    ⍒ Musa y representante oficial de la línea Scarlet Temptation.
    ⍒ Figura principal en campañas de fetichismo elegante.
    ⍒ Modelo de portada para la revista Demonic Glamour Magazine.
    ⍒ Embajadora de la imagen “Rosa Roja = Deseo & Poder” de la agencia.

    Rasgos y Características
    β™› Cabello: Rubio dorado, largo y sedoso.
    β™› Ojos: Verde esmeralda hipnóticos.
    β™› Piel: Clara con aura resplandeciente.
    β™› Estatura: 1.74 m
    β™› Figura: Curvas dominantes y proporciones que evocan poder sensual.

    Frases Emblemáticas
    “El deseo es fuego… y yo soy la chispa que lo enciende.”
    “Entre rosas y cadenas, florece la verdadera tentación.”

    Lisesharte Freya Ishtar no es solo una modelo, es la personificación del deseo carmesí, la musa que redefine el glamour infernal con una mezcla perfecta entre elegancia y provocación.
    Agencia: Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour Alias en la agencia: La Rosa Carmesí de la Tentación 🌹 πŸ“Œ Datos Generales ⚜ Nombre completo: Lisesharte Freya Ishtar ⚜ Título honorífico: La Rosa Carmesí ⚜ Edad Aparente: 26 años ⚜ Origen: Reinos Oscuros de Ishtar ⚜ Rol en la Agencia: Modelo principal – Imagen oficial de la línea Scarlet Temptation πŸ‘‘ Descripción General Lisesharte Freya Ishtar es el arquetipo de la tentación encarnada. Su estilo combina la dominación elegante con un aire de realeza infernal. Con cada pose, transmite poder, misterio y sensualidad refinada, siendo considerada una de las musas centrales del glamour demoníaco de la agencia. πŸ”₯ Estilo de Modelaje ✑ Temática principal: Erotismo de élite con estética carmesí. ✑ Vestimenta favorita: Latex, cuero rojo, corsets, lencería fetichista, tacones y medias con liguero. ✑ Escenografía habitual: Espacios de lujo infernal, rodeada de rosas, llamas o elementos oscuros con brillo escarlata. ✑ Público meta: Producciones exclusivas, revistas eróticas de élite, campañas internacionales de glamour infernal. πŸ† Roles dentro de la Agencia ⍒ Musa y representante oficial de la línea Scarlet Temptation. ⍒ Figura principal en campañas de fetichismo elegante. ⍒ Modelo de portada para la revista Demonic Glamour Magazine. ⍒ Embajadora de la imagen “Rosa Roja = Deseo & Poder” de la agencia. ✨ Rasgos y Características β™› Cabello: Rubio dorado, largo y sedoso. β™› Ojos: Verde esmeralda hipnóticos. β™› Piel: Clara con aura resplandeciente. β™› Estatura: 1.74 m β™› Figura: Curvas dominantes y proporciones que evocan poder sensual. πŸ“– Frases Emblemáticas “El deseo es fuego… y yo soy la chispa que lo enciende.” “Entre rosas y cadenas, florece la verdadera tentación.” Lisesharte Freya Ishtar no es solo una modelo, es la personificación del deseo carmesí, la musa que redefine el glamour infernal con una mezcla perfecta entre elegancia y provocación.
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  • La habitación estaba iluminada apenas por las velas sobre el tocador. La luz cálida danzaba contra los espejos y las paredes, proyectando las figuras de Constantin y Víktor, tan cerca que parecía que el aire entre ambos se volvía denso.

    Víktor estaba detrás, sus manos firmes sobre los hombros de Constantin, como si quisiera recordarle que estaba allí, que le pertenecía. El reflejo en el espejo mostraba la mirada de Víktor clavada en él, intensa, casi sombría, mientras Constantin desviaba la suya, con esa mezcla de ternura y ligera incomodidad que solía sentir cuando el otro se volvía demasiado posesivo.

    —No me gusta cómo te miran… —murmuró Víktor, inclinándose apenas hasta rozar su mejilla con la suya. Su voz baja vibraba con un filo de celos que no trataba de esconder.

    Constantin lo miró en el espejo, sus ojos oscuros reflejando amor y paciencia. Con una pequeña sonrisa ladeada, tomó la mano de Víktor y la apretó contra su pecho, justo sobre el corazón.

    —Víktor… —susurró—. ¿Cuántas veces más tengo que repetirlo? Este corazón es tuyo. Solo tuyo.

    El ceño de Víktor se suavizó apenas, aunque su mirada seguía siendo intensa, devoradora. Se inclinó más, sus labios rozando el cuello de Constantin, dejando un beso lento, casi una marca invisible de posesión.

    Constantin cerró los ojos, sintiendo el calor recorrerle la piel. Aunque no siempre comprendía la intensidad de los celos de Víktor, sí entendía algo: que ese amor, tan abrasador como tormentoso, era algo que no cambiaría por nada.

    Y en ese instante, con las velas crepitando y el espejo mostrándolos unidos, Constantin se dejó envolver, acariciando la mano de Víktor y susurrando en voz baja:

    —Prométeme que no dudarás de mí, porque no existe nadie más en mi mundo que tú.

    Viktor Kaelith Veyrith
    La habitación estaba iluminada apenas por las velas sobre el tocador. La luz cálida danzaba contra los espejos y las paredes, proyectando las figuras de Constantin y Víktor, tan cerca que parecía que el aire entre ambos se volvía denso. Víktor estaba detrás, sus manos firmes sobre los hombros de Constantin, como si quisiera recordarle que estaba allí, que le pertenecía. El reflejo en el espejo mostraba la mirada de Víktor clavada en él, intensa, casi sombría, mientras Constantin desviaba la suya, con esa mezcla de ternura y ligera incomodidad que solía sentir cuando el otro se volvía demasiado posesivo. —No me gusta cómo te miran… —murmuró Víktor, inclinándose apenas hasta rozar su mejilla con la suya. Su voz baja vibraba con un filo de celos que no trataba de esconder. Constantin lo miró en el espejo, sus ojos oscuros reflejando amor y paciencia. Con una pequeña sonrisa ladeada, tomó la mano de Víktor y la apretó contra su pecho, justo sobre el corazón. —Víktor… —susurró—. ¿Cuántas veces más tengo que repetirlo? Este corazón es tuyo. Solo tuyo. El ceño de Víktor se suavizó apenas, aunque su mirada seguía siendo intensa, devoradora. Se inclinó más, sus labios rozando el cuello de Constantin, dejando un beso lento, casi una marca invisible de posesión. Constantin cerró los ojos, sintiendo el calor recorrerle la piel. Aunque no siempre comprendía la intensidad de los celos de Víktor, sí entendía algo: que ese amor, tan abrasador como tormentoso, era algo que no cambiaría por nada. Y en ese instante, con las velas crepitando y el espejo mostrándolos unidos, Constantin se dejó envolver, acariciando la mano de Víktor y susurrando en voz baja: —Prométeme que no dudarás de mí, porque no existe nadie más en mi mundo que tú. [fusion_pearl_frog_373]
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  • Pesadilla de Eliana: el reflejo que devora

    Eliana se encontraba sola en un pasillo interminable. Las paredes estaban húmedas, respiraban, y cada paso que daba resonaba como si mil voces susurraran su nombre. Al final del corredor, la puerta se abrió sola. Dentro, no había nada más que un espejo enorme que cubría toda la pared.

    Cuando se miró, no vio su reflejo real: la figura frente a ella era la misma, pero con cabellos más oscuros, ojos rojos encendidos y una sonrisa cruel que se estiraba demasiado.

    —¿De verdad pensaste que serías diferente a él? —susurró la otra Eliana, con voz rota y burlona—. Igual que tu padre, igual que tu madre… abandonando todo lo que no puedes sostener.

    Eliana retrocedió, negando con la cabeza.
    —¡No! ¡Yo no soy como ellos!

    El reflejo salió del espejo como si la superficie fuera agua, con movimientos torcidos. Era ella misma, pero más alta, con cadenas negras en las manos. La atrapó del cuello, obligándola a mirarla.

    —Siempre quisiste salvar… pero lo único que tocas, lo marchitas. —la oscura le pasó la lengua por la mejilla, igual que un depredador saboreando su presa—. No eres la Diosa de la Vida… eres la portadora de la putrefacción.

    Eliana sintió cómo sus manos empezaban a pudrirse, la piel cayéndose a pedazos, mientras su reflejo reía. Intentó invocar su poder, pero en vez de luz, solo salió humo negro que la ahogaba más y más.

    Detrás de la figura oscura aparecieron escenas: Sain, su hermano, dándole la espalda con los ojos llenos de desprecio. Su padre alejándose, sin mirar atrás. Su madre llorando, repitiendo que ella no era suficiente. Y en medio de todo, las pastillas, el alcohol, el vacío que la consumía.

    —¿Ves? No eres víctima… eres tu peor verdugo. Yo soy lo que siempre fuiste. Yo soy tú.

    Las cadenas la arrastraron al suelo, inmovilizándola. La otra Eliana se inclinó hasta quedar cara a cara, y sus ojos rojos ardieron como brasas.

    —Cuando despiertes… seguiré dentro de ti. Y cada día que respires, me harás más fuerte.

    El grito de Eliana desgarró la oscuridad, pero nadie la escuchó. Solo el eco de sí misma, devorándola.

    Cerro los ojos con fuerza, soltando un grito desgarrador despertando en su cuarto a oscuras

    -noooooo!!!!

    Jadeaba, agitada voletando ver aterrada al espejo en su cuarto viendola ahi, ella quien esperaba en las sombras, eliana lloraba en silencio apretando las sabanas

    -no....no eres yo.....tu no existes....


    ---
    πŸŒ‘ Pesadilla de Eliana: el reflejo que devora πŸŒ‘ Eliana se encontraba sola en un pasillo interminable. Las paredes estaban húmedas, respiraban, y cada paso que daba resonaba como si mil voces susurraran su nombre. Al final del corredor, la puerta se abrió sola. Dentro, no había nada más que un espejo enorme que cubría toda la pared. Cuando se miró, no vio su reflejo real: la figura frente a ella era la misma, pero con cabellos más oscuros, ojos rojos encendidos y una sonrisa cruel que se estiraba demasiado. —¿De verdad pensaste que serías diferente a él? —susurró la otra Eliana, con voz rota y burlona—. Igual que tu padre, igual que tu madre… abandonando todo lo que no puedes sostener. Eliana retrocedió, negando con la cabeza. —¡No! ¡Yo no soy como ellos! El reflejo salió del espejo como si la superficie fuera agua, con movimientos torcidos. Era ella misma, pero más alta, con cadenas negras en las manos. La atrapó del cuello, obligándola a mirarla. —Siempre quisiste salvar… pero lo único que tocas, lo marchitas. —la oscura le pasó la lengua por la mejilla, igual que un depredador saboreando su presa—. No eres la Diosa de la Vida… eres la portadora de la putrefacción. Eliana sintió cómo sus manos empezaban a pudrirse, la piel cayéndose a pedazos, mientras su reflejo reía. Intentó invocar su poder, pero en vez de luz, solo salió humo negro que la ahogaba más y más. Detrás de la figura oscura aparecieron escenas: Sain, su hermano, dándole la espalda con los ojos llenos de desprecio. Su padre alejándose, sin mirar atrás. Su madre llorando, repitiendo que ella no era suficiente. Y en medio de todo, las pastillas, el alcohol, el vacío que la consumía. —¿Ves? No eres víctima… eres tu peor verdugo. Yo soy lo que siempre fuiste. Yo soy tú. Las cadenas la arrastraron al suelo, inmovilizándola. La otra Eliana se inclinó hasta quedar cara a cara, y sus ojos rojos ardieron como brasas. —Cuando despiertes… seguiré dentro de ti. Y cada día que respires, me harás más fuerte. El grito de Eliana desgarró la oscuridad, pero nadie la escuchó. Solo el eco de sí misma, devorándola. Cerro los ojos con fuerza, soltando un grito desgarrador despertando en su cuarto a oscuras -noooooo!!!! Jadeaba, agitada voletando ver aterrada al espejo en su cuarto viendola ahi, ella quien esperaba en las sombras, eliana lloraba en silencio apretando las sabanas -no....no eres yo.....tu no existes.... ---
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  • La noche se alza sobre Mondstadt como un manto de terciopelo oscuro, y aun así, las estrellas parecen demasiado lejanas para ofrecer consuelo. En la quietud de la taberna, el fuego crepita, proyectando sombras que se inclinan como si guardaran secretos antiguos.

    Cierro los ojos un instante, dejando que el aroma del vino acaricie la memoria. Hay batallas que uno libra con la espada… y otras que se libran en silencio, en la soledad de los pensamientos.

    Al abrirlos, mi mirada se cruza con la tuya. No pronuncio tu nombre, pues la cortesía dicta prudencia, pero mi voz, grave y serena, corta el aire con suavidad:

    —Las noches suelen ser demasiado largas cuando uno las enfrenta en soledad. Si deseas… puedes compartir esta mesa. No como un deber, sino como un respiro antes de que el mundo reclame de nuevo nuestras fuerzas.

    Mis palabras se desvanecen como el último acorde de un laúd, dejando la decisión en tus manos, como corresponde.
    La noche se alza sobre Mondstadt como un manto de terciopelo oscuro, y aun así, las estrellas parecen demasiado lejanas para ofrecer consuelo. En la quietud de la taberna, el fuego crepita, proyectando sombras que se inclinan como si guardaran secretos antiguos. Cierro los ojos un instante, dejando que el aroma del vino acaricie la memoria. Hay batallas que uno libra con la espada… y otras que se libran en silencio, en la soledad de los pensamientos. Al abrirlos, mi mirada se cruza con la tuya. No pronuncio tu nombre, pues la cortesía dicta prudencia, pero mi voz, grave y serena, corta el aire con suavidad: —Las noches suelen ser demasiado largas cuando uno las enfrenta en soledad. Si deseas… puedes compartir esta mesa. No como un deber, sino como un respiro antes de que el mundo reclame de nuevo nuestras fuerzas. Mis palabras se desvanecen como el último acorde de un laúd, dejando la decisión en tus manos, como corresponde.
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  • La fuga no fue perfecta, pero sí lo bastante sigilosa como para engañar a las cámaras y a los guardias somnolientos. Anomaly había dejado un rastro mínimo de alquitrán en las cerraduras, nada que no pudiera pasar por corrosión natural. Sabe que el reloj corre: dos, quizás tres horas antes de que los técnicos noten su ausencia en los monitores, pero no necesita más para disfrutar del aire libre y la naturaleza.

    Emergió al exterior con cierto recelo, con torpeza de quien aprendió a caminar en pasillos de concreto bajo vigilancia constante. Esperó sentir la brisa tibia de la noche, el rumor de insectos, el olor de los pinos, pero lo que la recibió fue una cortina helada de lluvia.

    La noche esta cerrada, el cielo apenas una mancha sin luna, y el bosque se alza oscuro y húmedo alrededor de ella.

    El frío la atraviesa enseguida; el alquitrán bajo su piel no sabe guardar calor, y pronto comienza a tiritar. Aun así, levanta el rostro, dejando que las gotas resbalen por sus mejillas, y una sonrisa se dibuja en su rostro ante la maravillosa y contradictoria sensación de sentirse viva bajo los pinchazos del agua helada en la piel.
    La fuga no fue perfecta, pero sí lo bastante sigilosa como para engañar a las cámaras y a los guardias somnolientos. Anomaly había dejado un rastro mínimo de alquitrán en las cerraduras, nada que no pudiera pasar por corrosión natural. Sabe que el reloj corre: dos, quizás tres horas antes de que los técnicos noten su ausencia en los monitores, pero no necesita más para disfrutar del aire libre y la naturaleza. Emergió al exterior con cierto recelo, con torpeza de quien aprendió a caminar en pasillos de concreto bajo vigilancia constante. Esperó sentir la brisa tibia de la noche, el rumor de insectos, el olor de los pinos, pero lo que la recibió fue una cortina helada de lluvia. La noche esta cerrada, el cielo apenas una mancha sin luna, y el bosque se alza oscuro y húmedo alrededor de ella. El frío la atraviesa enseguida; el alquitrán bajo su piel no sabe guardar calor, y pronto comienza a tiritar. Aun así, levanta el rostro, dejando que las gotas resbalen por sus mejillas, y una sonrisa se dibuja en su rostro ante la maravillosa y contradictoria sensación de sentirse viva bajo los pinchazos del agua helada en la piel.
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  • -Ese momento, hubo un evento especial, ya que mañana comienza el mes de terror, donde la línea entre la vida y la muerte es mas delgada.

    En colonipenal, se desarrolló ese evento, Robin tuvo que ir vestida a un concierto de conejita, ella como toda una idol profesional, tuvo que llevar acabo ese concierto.

    Todas las personas que había ido, estaba contemplado cada movimiento y cada palabra del concierto, todo el ambiente es bastante animado, algunos espectadores había comenzado a bailar, dejandose llevar.

    Mientras la joven con una gentil y dulce sonrisa, seguía cantado, cuando terminaba una canción, iniciaba otra, esto seguirá por unos momentos más, es raro recibir así el mes de terror pero no todo debe ser oscuro, siempre se debe llevar la luz en el corazón que nos guie. -
    -Ese momento, hubo un evento especial, ya que mañana comienza el mes de terror, donde la línea entre la vida y la muerte es mas delgada. En colonipenal, se desarrolló ese evento, Robin tuvo que ir vestida a un concierto de conejita, ella como toda una idol profesional, tuvo que llevar acabo ese concierto. Todas las personas que había ido, estaba contemplado cada movimiento y cada palabra del concierto, todo el ambiente es bastante animado, algunos espectadores había comenzado a bailar, dejandose llevar. Mientras la joven con una gentil y dulce sonrisa, seguía cantado, cuando terminaba una canción, iniciaba otra, esto seguirá por unos momentos más, es raro recibir así el mes de terror pero no todo debe ser oscuro, siempre se debe llevar la luz en el corazón que nos guie. -
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  • [ 𝑴𝒆 π’…π’†π’Žπ’π’”π’•π’“π’‚π’”π’•π’† π’„π’π’Žπ’ 𝒆𝒓𝒂 𝒆𝒍 π’„π’Šπ’†π’π’, 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂, 𝒅éπ’‹π’‚π’Žπ’† 𝒍𝒍𝒆𝒗𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒂 π’Žπ’Š π’Šπ’π’‡π’Šπ’†π’“π’π’ — 𝐁𝐄𝐋𝐋𝐀 π‚πˆπ€πŽ. | 𝟎𝟎 ]





    Mucho antes de nacer, su vida había dejado de pertenecerle. El destino del hombre que sería estaba escrito, marcado en su piel como un animal antes incluso de respirar, antes de que pudiera si quiera abrir los ojos.

    A los veinte años, su padre terminó de forjarlo. Aquella maldita bestia sin alma.
    La más mínima molestia desaparecía de su camino con la facilidad de un suspiro. No había pena, no existía culpa; la vida ajena no valía nada. Eran sacos de carne desechables, basura humana. Y él había aprendido a tratarlos así.

    Se rodeaba únicamente de perros amaestrados, piezas útiles que podía controlar a voluntad. El resto no merecía ni una mirada. Nadie osaba cuestionarlo, ni siquiera dentro de su propia familia, porque quien lo hacía estaba condenado al mismo infierno que él sabía construir con sus propias manos. Matar dejó de ser un acto aislado: se volvió rutina. Un hábito tedioso, otro labor más de su existencia.

    Ese brillo en los ojos, esa arrogancia cruel, no eran rasgos humanos. La manipulación, el engaño, la máscara de caballerosidad que lo hacía parecer inofensivo, todo estaba incrustado en su carne y en sus huesos. Sostener cabezas aún calientes, con la sangre escurriéndose entre sus dedos, se volvió casi natural. No podía ser de otra forma: había sido moldeado para ello, convertido en un arma desde el primer día. El primogénito de los Di Conti. Ese era su mundo, su condena.

    Nunca soñó con felicidad, ni con ternura, ni con misericordia. Esos conceptos no existían en su diccionario. Solo había un hueco, un vacío incapaz de llenarse. Un muñeco sin alma, un instrumento de obediencia. Incluso al renunciar al apellido, incluso al huir y forjarse un nuevo nombre, la redención nunca llegó. Solo encontró nuevas máscaras, nuevas culpas, nuevas sombras que lo siguieron siempre. Y en esa huida arrastró a todos los que se acercaron demasiado: Rubí, Kiev… nadie escapó limpio de su mancha, mucho menos ahora Vanya.

    Pero algo cambió. Algo que jamás esperaba.
    La muerte llegó para reclamarlo y, aun así, no lo aceptó. Fue condenado de otra manera ¿Qué tan maldito debía estar para que incluso la muerte lo negara?

    Entonces lo sintió. Por primera vez. La conciencia. Ese peso en el pecho que ardía y quemaba como un fuego lento. Lo odiaba. Sentir era debilidad. Pero en las noches la pregunta volvía, implacable, como un cuchillo girando en lo hondo. Durante el último año había probado emociones que lo desgarraban y lo embriagaban a la vez volviéndose casi adicto a sentirlo de varias formas. Había sentido, aunque fuese por segundos, algo parecido a la vida. Algo parecido a ser humano.

    ¿Podía ser feliz? ¿Podía robarle a su condena un instante de paz, aunque efímero?

    No era un santo ni lo sería jamás, lo sabía. Pero esos ojos… esos malditos ojos no veían al monstruo. Lo miraban con ternura, con esperanza, como si aún hubiese algo digno de salvarse. Y eso dolía. Dolía más que cualquier bala, más que cualquier herida. Porque en el fondo temía que lo que más odiaba fuese, justamente, la posibilidad de que todavía quedara un hombre debajo de toda esa sangre.



    [ ... ]


    π”π§πš 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐒𝐧𝐚 𝐦𝐒 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠π₯𝐒𝐚𝐭𝐨…

    Fue una de esas mañanas en que el sol se empeñó en iluminar incluso lo que uno preferiría mantener en la sombra. La claridad entró sin permiso, molestándole los párpados hasta obligarlo a cubrirse el rostro con la mano. Sus ojos dorados se abrieron con desgano; Ryan solía levantarse sin problemas, pero esa vez no había dormido bien por los últimos informes que había recibido sobre la situación del ruso y la próxima reunión que esperaba que calmará todo. De igual manera, la cita que tenía lo valía todo.

    𝐎𝐑 π›πžπ₯π₯𝐚 𝐜𝐒𝐚𝐨, π›πžπ₯π₯𝐚 𝐜𝐒𝐚𝐨, π›πžπ₯π₯𝐚 𝐜𝐒𝐚𝐨, 𝐜𝐒𝐚𝐨, 𝐜𝐒𝐚𝐨…

    Guardaba en secreto lo más frágil y lo más peligroso que tenía: ella. Una leona que había logrado colarse en su cabeza, rompiendo poco a poco la dureza que siempre lo había acompañado. No supo en qué momento pasó, solo sabía que entre salidas, miradas cómplices, sonrisas robadas y esa forma en que lo miraba, terminó desarmado frente a ella.

    π”π§πš 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐒𝐧𝐚 𝐦𝐒 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠π₯𝐒𝐚𝐭𝐨… 𝐞 𝐑𝐨 𝐭𝐫𝐨𝐯𝐚𝐭𝐨 π₯’𝐒𝐧𝐯𝐚𝐬𝐨𝐫.

    En su teléfono aún guardaba una foto, la prueba de que no lo había soñado. Una imagen capaz de arrancarle una sonrisa incluso en medio de la sangre y los informes de la guerra contra el ruso. Cada domingo, cada instante, cada recuerdo: ahí estaba ella.

    Ese día, al terminar de abotonarse la camisa, sus hombros tensos parecieron ceder un poco. El punto de encuentro era una plaza tranquila, casi inocente. No faltaron las bromas, las miradas que quemaban bajo la piel, ni ese beso robado que un niño interrumpió al pasar cerca.

    𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐒𝐠𝐒𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐒 𝐯𝐒𝐚… 𝐨𝐑 π›πžπ₯π₯𝐚 𝐜𝐒𝐚𝐨, π›πžπ₯π₯𝐚 𝐜𝐒𝐚𝐨…

    El viaje en auto los llevó a un sitio apartado, demasiado silencioso. La calma parecía tan perfecta que resultaba sospechosa. Ella sonreía, pero en sus ojos había un nerviosismo imposible de ocultar. Bastó el crujido de una rama para romper la paz, y el silencio se volvió pesado, casi insoportable, con esa presencia invisible de enemigos que siempre parecían acecharlo.

    𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐒𝐠𝐒𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐒 𝐯𝐒𝐚… ché 𝐦𝐒 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐝𝐒 𝐦𝐨𝐫𝐒𝐫.

    La distancia se hizo enorme en un segundo. Un instante la tenía en sus brazos y al siguiente estaba más cerca del enemigo que de él. Buscó su mirada, queriendo encontrar miedo o desconcierto en ella, pero en su lugar apareció la puntería de varias armas. Los hombres armados lo obligaron a retroceder, a mantenerse lejos. Lo que más lo golpeó no fue el arma, sino verla sin sorpresa en el rostro, como si lo hubiera sabido desde antes. Entonces escuchó la voz de su primo, dulce y venenosa, confirmando lo que ya intuía: una traición. Y las palabras de ella terminaron por firmar su condena.

    Intentó reaccionar, pero fue tarde.

    La primera bala le atravesó el pecho con un estallido seco, directo al ventrículo izquierdo. El golpe lo hizo arquearse hacia atrás, el aire se le escapó de golpe en un jadeo áspero y metálico. Sintió el corazón estallar dentro de su caja torácica, cada latido convertido en un espasmo inútil que expulsaba sangre a borbotones. La camisa blanca se manchó de inmediato, tiñéndose en rojo oscuro mientras sus dedos temblorosos intentaban cubrir la herida, inútilmente. El dolor no era solo físico; era como si lo hubieran arrancado de raíz, como si su propia vida se desangrara en cuestión de segundos.

    Apenas logró inhalar, el segundo disparo llegó. La bala le atravesó el cráneo con un estruendo sordo, despojándolo del mundo en un destello blanco. Por un instante lo invadió un zumbido absoluto, como si el universo entero se partiera en dos, y después vino la nada: helada e impecable.

    Y la última figura que alcanzó a ver, justo antes de que todo se apagara, fue la de ella.


    ❝ - π‘¨π’šπ’π’‚ ❞


    El cuerpo del italiano se desplomó con un golpe sordo contra la hierba húmeda. El silencio que siguió fue más cruel que el propio disparo, como si el mundo entero contuviera el aliento para contemplar su caída.

    La sangre brotó al principio en un hilo fino, tímido… pero pronto se desbordó, oscura y espesa, extendiéndose sobre el césped como un manto carmesí. El contraste con el verde fresco resultaba casi obsceno, un cuadro grotesco pintado por la muerte misma.


    ❝ - ¿π‘·π’–𝒆𝒅𝒆𝒔 π’‘π’“π’π’Žπ’†π’•π’†π’“π’Žπ’† 𝒏𝒖𝒏𝒄𝒂 π’•π’“π’‚π’Šπ’„π’Šπ’π’π’‚π’“π’Žπ’†? ❞


    La camisa blanca, elegida aquella mañana, se tiñó lentamente, manchándose de rojo como si la tela hubiera esperado ese destino desde siempre. Cada pliegue, cada costura, absorbía la sangre hasta volverse una segunda piel marcada por la violencia.

    El aire olía a hierro. Y mientras los segundos se alargaban, la quietud del cadáver se volvía más aterradora que el estruendo de la bala que lo había derribado.


    ❝ - 𝑷𝒐𝒓𝒒𝒖𝒆 π’”π’Š 𝒍𝒐 𝒉𝒂𝒄𝒆𝒔... ❞


    Los ojos quedaron abiertos, vacíos, mirando hacia ninguna parte. El brillo que alguna vez desafiaba al mundo entero se había apagado para siempre. El pecho, inmóvil, sin señal de vida. Una respiración que nunca volvió.


    ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂...❞


    La canasta del picnic rodó hasta volcarse, derramando pan, frutas y vino sobre la tierra como una ofrenda rota a los dioses crueles del destino. El líquido carmesí se mezcló con la sangre en el suelo, confundiendo vida y muerte en una misma mancha.

    A un costado, los lentes de sol yacían olvidados, inútiles, como si aún pretendieran protegerlo de un sol que ya no podía ver.

    —Está muerto —anunció uno de los hombres, la voz áspera, definitiva. Había rodeado a ambos junto con los demás, y al tocar el cuello de Ryan no encontró pulso alguno..


    ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂 𝒕𝒆𝒏𝒆𝒓 𝒒𝒖𝒆 π’Žπ’‚π’•π’‚π’“π’•π’†.❞


    Pero entonces, una mano emergió de la hierba ensangrentada y detuvo el movimiento de aquel hombre antes de que pensaran en irse, un agarre firme, con un peso que desafiaba el mismo silencio que habia reinado el lugar.


    — ¿A dónde vas, hijo de puta? — gruñó una voz familiar, rota por el dolor pero mezclada con rabia. Ryan miro a este hombre antes de jalarlo hacia el, escasos centímetros antes de tomar su cuello y romperlo.
    [ 𝑴𝒆 π’…π’†π’Žπ’π’”π’•π’“π’‚π’”π’•π’† π’„π’π’Žπ’ 𝒆𝒓𝒂 𝒆𝒍 π’„π’Šπ’†π’π’, 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂, 𝒅éπ’‹π’‚π’Žπ’† 𝒍𝒍𝒆𝒗𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒂 π’Žπ’Š π’Šπ’π’‡π’Šπ’†π’“π’π’ — 𝐁𝐄𝐋𝐋𝐀 π‚πˆπ€πŽ. | 𝟎𝟎 ] Mucho antes de nacer, su vida había dejado de pertenecerle. El destino del hombre que sería estaba escrito, marcado en su piel como un animal antes incluso de respirar, antes de que pudiera si quiera abrir los ojos. A los veinte años, su padre terminó de forjarlo. Aquella maldita bestia sin alma. La más mínima molestia desaparecía de su camino con la facilidad de un suspiro. No había pena, no existía culpa; la vida ajena no valía nada. Eran sacos de carne desechables, basura humana. Y él había aprendido a tratarlos así. Se rodeaba únicamente de perros amaestrados, piezas útiles que podía controlar a voluntad. El resto no merecía ni una mirada. Nadie osaba cuestionarlo, ni siquiera dentro de su propia familia, porque quien lo hacía estaba condenado al mismo infierno que él sabía construir con sus propias manos. Matar dejó de ser un acto aislado: se volvió rutina. Un hábito tedioso, otro labor más de su existencia. Ese brillo en los ojos, esa arrogancia cruel, no eran rasgos humanos. La manipulación, el engaño, la máscara de caballerosidad que lo hacía parecer inofensivo, todo estaba incrustado en su carne y en sus huesos. Sostener cabezas aún calientes, con la sangre escurriéndose entre sus dedos, se volvió casi natural. No podía ser de otra forma: había sido moldeado para ello, convertido en un arma desde el primer día. El primogénito de los Di Conti. Ese era su mundo, su condena. Nunca soñó con felicidad, ni con ternura, ni con misericordia. Esos conceptos no existían en su diccionario. Solo había un hueco, un vacío incapaz de llenarse. Un muñeco sin alma, un instrumento de obediencia. Incluso al renunciar al apellido, incluso al huir y forjarse un nuevo nombre, la redención nunca llegó. Solo encontró nuevas máscaras, nuevas culpas, nuevas sombras que lo siguieron siempre. Y en esa huida arrastró a todos los que se acercaron demasiado: Rubí, Kiev… nadie escapó limpio de su mancha, mucho menos ahora Vanya. Pero algo cambió. Algo que jamás esperaba. La muerte llegó para reclamarlo y, aun así, no lo aceptó. Fue condenado de otra manera ¿Qué tan maldito debía estar para que incluso la muerte lo negara? Entonces lo sintió. Por primera vez. La conciencia. Ese peso en el pecho que ardía y quemaba como un fuego lento. Lo odiaba. Sentir era debilidad. Pero en las noches la pregunta volvía, implacable, como un cuchillo girando en lo hondo. Durante el último año había probado emociones que lo desgarraban y lo embriagaban a la vez volviéndose casi adicto a sentirlo de varias formas. Había sentido, aunque fuese por segundos, algo parecido a la vida. Algo parecido a ser humano. ¿Podía ser feliz? ¿Podía robarle a su condena un instante de paz, aunque efímero? No era un santo ni lo sería jamás, lo sabía. Pero esos ojos… esos malditos ojos no veían al monstruo. Lo miraban con ternura, con esperanza, como si aún hubiese algo digno de salvarse. Y eso dolía. Dolía más que cualquier bala, más que cualquier herida. Porque en el fondo temía que lo que más odiaba fuese, justamente, la posibilidad de que todavía quedara un hombre debajo de toda esa sangre. [ ... ] π”π§πš 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐒𝐧𝐚 𝐦𝐒 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠π₯𝐒𝐚𝐭𝐨… Fue una de esas mañanas en que el sol se empeñó en iluminar incluso lo que uno preferiría mantener en la sombra. La claridad entró sin permiso, molestándole los párpados hasta obligarlo a cubrirse el rostro con la mano. Sus ojos dorados se abrieron con desgano; Ryan solía levantarse sin problemas, pero esa vez no había dormido bien por los últimos informes que había recibido sobre la situación del ruso y la próxima reunión que esperaba que calmará todo. De igual manera, la cita que tenía lo valía todo. 𝐎𝐑 π›πžπ₯π₯𝐚 𝐜𝐒𝐚𝐨, π›πžπ₯π₯𝐚 𝐜𝐒𝐚𝐨, π›πžπ₯π₯𝐚 𝐜𝐒𝐚𝐨, 𝐜𝐒𝐚𝐨, 𝐜𝐒𝐚𝐨… Guardaba en secreto lo más frágil y lo más peligroso que tenía: ella. Una leona que había logrado colarse en su cabeza, rompiendo poco a poco la dureza que siempre lo había acompañado. No supo en qué momento pasó, solo sabía que entre salidas, miradas cómplices, sonrisas robadas y esa forma en que lo miraba, terminó desarmado frente a ella. π”π§πš 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐒𝐧𝐚 𝐦𝐒 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠π₯𝐒𝐚𝐭𝐨… 𝐞 𝐑𝐨 𝐭𝐫𝐨𝐯𝐚𝐭𝐨 π₯’𝐒𝐧𝐯𝐚𝐬𝐨𝐫. En su teléfono aún guardaba una foto, la prueba de que no lo había soñado. Una imagen capaz de arrancarle una sonrisa incluso en medio de la sangre y los informes de la guerra contra el ruso. Cada domingo, cada instante, cada recuerdo: ahí estaba ella. Ese día, al terminar de abotonarse la camisa, sus hombros tensos parecieron ceder un poco. El punto de encuentro era una plaza tranquila, casi inocente. No faltaron las bromas, las miradas que quemaban bajo la piel, ni ese beso robado que un niño interrumpió al pasar cerca. 𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐒𝐠𝐒𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐒 𝐯𝐒𝐚… 𝐨𝐑 π›πžπ₯π₯𝐚 𝐜𝐒𝐚𝐨, π›πžπ₯π₯𝐚 𝐜𝐒𝐚𝐨… El viaje en auto los llevó a un sitio apartado, demasiado silencioso. La calma parecía tan perfecta que resultaba sospechosa. Ella sonreía, pero en sus ojos había un nerviosismo imposible de ocultar. Bastó el crujido de una rama para romper la paz, y el silencio se volvió pesado, casi insoportable, con esa presencia invisible de enemigos que siempre parecían acecharlo. 𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐒𝐠𝐒𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐒 𝐯𝐒𝐚… ché 𝐦𝐒 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐝𝐒 𝐦𝐨𝐫𝐒𝐫. La distancia se hizo enorme en un segundo. Un instante la tenía en sus brazos y al siguiente estaba más cerca del enemigo que de él. Buscó su mirada, queriendo encontrar miedo o desconcierto en ella, pero en su lugar apareció la puntería de varias armas. Los hombres armados lo obligaron a retroceder, a mantenerse lejos. Lo que más lo golpeó no fue el arma, sino verla sin sorpresa en el rostro, como si lo hubiera sabido desde antes. Entonces escuchó la voz de su primo, dulce y venenosa, confirmando lo que ya intuía: una traición. Y las palabras de ella terminaron por firmar su condena. Intentó reaccionar, pero fue tarde. La primera bala le atravesó el pecho con un estallido seco, directo al ventrículo izquierdo. El golpe lo hizo arquearse hacia atrás, el aire se le escapó de golpe en un jadeo áspero y metálico. Sintió el corazón estallar dentro de su caja torácica, cada latido convertido en un espasmo inútil que expulsaba sangre a borbotones. La camisa blanca se manchó de inmediato, tiñéndose en rojo oscuro mientras sus dedos temblorosos intentaban cubrir la herida, inútilmente. El dolor no era solo físico; era como si lo hubieran arrancado de raíz, como si su propia vida se desangrara en cuestión de segundos. Apenas logró inhalar, el segundo disparo llegó. La bala le atravesó el cráneo con un estruendo sordo, despojándolo del mundo en un destello blanco. Por un instante lo invadió un zumbido absoluto, como si el universo entero se partiera en dos, y después vino la nada: helada e impecable. Y la última figura que alcanzó a ver, justo antes de que todo se apagara, fue la de ella. ❝ - π‘¨π’šπ’π’‚ ❞ El cuerpo del italiano se desplomó con un golpe sordo contra la hierba húmeda. El silencio que siguió fue más cruel que el propio disparo, como si el mundo entero contuviera el aliento para contemplar su caída. La sangre brotó al principio en un hilo fino, tímido… pero pronto se desbordó, oscura y espesa, extendiéndose sobre el césped como un manto carmesí. El contraste con el verde fresco resultaba casi obsceno, un cuadro grotesco pintado por la muerte misma. ❝ - ¿π‘·π’–𝒆𝒅𝒆𝒔 π’‘π’“π’π’Žπ’†π’•π’†π’“π’Žπ’† 𝒏𝒖𝒏𝒄𝒂 π’•π’“π’‚π’Šπ’„π’Šπ’π’π’‚π’“π’Žπ’†? ❞ La camisa blanca, elegida aquella mañana, se tiñó lentamente, manchándose de rojo como si la tela hubiera esperado ese destino desde siempre. Cada pliegue, cada costura, absorbía la sangre hasta volverse una segunda piel marcada por la violencia. El aire olía a hierro. Y mientras los segundos se alargaban, la quietud del cadáver se volvía más aterradora que el estruendo de la bala que lo había derribado. ❝ - 𝑷𝒐𝒓𝒒𝒖𝒆 π’”π’Š 𝒍𝒐 𝒉𝒂𝒄𝒆𝒔... ❞ Los ojos quedaron abiertos, vacíos, mirando hacia ninguna parte. El brillo que alguna vez desafiaba al mundo entero se había apagado para siempre. El pecho, inmóvil, sin señal de vida. Una respiración que nunca volvió. ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂...❞ La canasta del picnic rodó hasta volcarse, derramando pan, frutas y vino sobre la tierra como una ofrenda rota a los dioses crueles del destino. El líquido carmesí se mezcló con la sangre en el suelo, confundiendo vida y muerte en una misma mancha. A un costado, los lentes de sol yacían olvidados, inútiles, como si aún pretendieran protegerlo de un sol que ya no podía ver. —Está muerto —anunció uno de los hombres, la voz áspera, definitiva. Había rodeado a ambos junto con los demás, y al tocar el cuello de Ryan no encontró pulso alguno.. ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂 𝒕𝒆𝒏𝒆𝒓 𝒒𝒖𝒆 π’Žπ’‚π’•π’‚π’“π’•π’†.❞ Pero entonces, una mano emergió de la hierba ensangrentada y detuvo el movimiento de aquel hombre antes de que pensaran en irse, un agarre firme, con un peso que desafiaba el mismo silencio que habia reinado el lugar. — ¿A dónde vas, hijo de puta? — gruñó una voz familiar, rota por el dolor pero mezclada con rabia. Ryan miro a este hombre antes de jalarlo hacia el, escasos centímetros antes de tomar su cuello y romperlo.
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