• 12:00
    Fandom OC
    Categoría Suspenso
    El momento ha llegado.

    En punto de las doce, cada uno de los relojes comienza a sonar, una alarma anuncia la hora fatídica. Y entonces… de ellos un resplandor emana, tan misterioso como intenso.

    . . .

    Al abrir sus ojos, después de que la enceguecedora luz de los relojes cediera, los seis equipos se encuentran a sí mismos transportados a un sitio distinto, en un momento diferente.

    Una cabaña a mitad de una nada gélida e inhóspita. Por las ventanas, todas de cristal reforzado y protegidas con barras de titanio, puede observarse una tormenta de nieve que parece no tener fin. El mundo afuera de esa ventana, en lo que a los participantes concierne, es nada más que un lienzo de interminable blanco.

    Seis habitaciones, una para cada equipo.

    La temperatura actual: -40°C. La puerta de cada habitación, de titanio sólido e indestructible…

    -- 12:00 --

    𝐈𝐍𝐒𝐓𝐑𝐔𝐂𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒: Cada equipo está atrapado en una habitación con temperaturas muy por debajo de los cero grados. La muerte por hipotermia es virtualmente inevitable a menos que actúen rápido. Cabe recordar que antes de llegar aquí, todos fueron mojados por la lluvia, unos más que otros, lo que intensifica la hipotermia. Al lado de la puerta que les dará el escape, hay dos cosas: Una palanca, y un panel numérico.

    Sus opciones:

    1) No hacer nada. Todas las puertas se abrirán automáticamente en 45 minutos. Pueden intentar esperar y sobrevivir al frío, pero recordar que están a -40°C y sin equipo o ropa adecuada. Incluso si es posible soportar casi una hora, considerar las potenciales consecuencias permanentes de la exposición prolongada al frío.

    2) Introducir la contraseña correcta en el panel numérico (4 dígitos). Dentro de su habitación, cada equipo encontrará un acertijo que debe resolver para obtenerla. Por supuesto, con la hipotermia encima, pensar con claridad es más difícil de lo que parece.

    3) Tirar de la palanca. Esta opción abre la puerta instantáneamente… PERO hay un costo a pagar. Si un equipo decide hacer esto, estará condenando a otro. Una vez que una palanca es usada, la puerta de otro equipo será sellada permanentemente. En otras palabras: Pueden salir con facilidad, si deciden sacrificar las vidas de los demás…

    ¿Quién condena a quién? Si deciden usar la palanca…

    EQUIPO A sacrifica a EQUIPO F, y viceversa
    EQUIPO B sacrifica a EQUIPO E, y viceversa
    EQUIPO C sacrifica a EQUIPO D, y viceversa

    [ // La fase termina y el juego avanza cuando todos los equipos hayan logrado escapar… o se confirme su frío final. Aunque lo ideal es que las decisiones de cada equipo sean unánimes, a veces será inevitable tomar las riendas de su destino y actuar sin esperar a otros. El tiempo máximo a esperar a sus compañeros, como sugerencia, es antes del final del siguiente día. Si eligen la opción de no hacer nada, se espera que detallen qué hizo su equipo para mantener el calor... // ]
    El momento ha llegado. En punto de las doce, cada uno de los relojes comienza a sonar, una alarma anuncia la hora fatídica. Y entonces… de ellos un resplandor emana, tan misterioso como intenso. . . . Al abrir sus ojos, después de que la enceguecedora luz de los relojes cediera, los seis equipos se encuentran a sí mismos transportados a un sitio distinto, en un momento diferente. Una cabaña a mitad de una nada gélida e inhóspita. Por las ventanas, todas de cristal reforzado y protegidas con barras de titanio, puede observarse una tormenta de nieve que parece no tener fin. El mundo afuera de esa ventana, en lo que a los participantes concierne, es nada más que un lienzo de interminable blanco. Seis habitaciones, una para cada equipo. La temperatura actual: -40°C. La puerta de cada habitación, de titanio sólido e indestructible… -- 12:00 -- 𝐈𝐍𝐒𝐓𝐑𝐔𝐂𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒: Cada equipo está atrapado en una habitación con temperaturas muy por debajo de los cero grados. La muerte por hipotermia es virtualmente inevitable a menos que actúen rápido. Cabe recordar que antes de llegar aquí, todos fueron mojados por la lluvia, unos más que otros, lo que intensifica la hipotermia. Al lado de la puerta que les dará el escape, hay dos cosas: Una palanca, y un panel numérico. Sus opciones: 1) No hacer nada. Todas las puertas se abrirán automáticamente en 45 minutos. Pueden intentar esperar y sobrevivir al frío, pero recordar que están a -40°C y sin equipo o ropa adecuada. Incluso si es posible soportar casi una hora, considerar las potenciales consecuencias permanentes de la exposición prolongada al frío. 2) Introducir la contraseña correcta en el panel numérico (4 dígitos). Dentro de su habitación, cada equipo encontrará un acertijo que debe resolver para obtenerla. Por supuesto, con la hipotermia encima, pensar con claridad es más difícil de lo que parece. 3) Tirar de la palanca. Esta opción abre la puerta instantáneamente… PERO hay un costo a pagar. Si un equipo decide hacer esto, estará condenando a otro. Una vez que una palanca es usada, la puerta de otro equipo será sellada permanentemente. En otras palabras: Pueden salir con facilidad, si deciden sacrificar las vidas de los demás… ¿Quién condena a quién? Si deciden usar la palanca… EQUIPO A sacrifica a EQUIPO F, y viceversa EQUIPO B sacrifica a EQUIPO E, y viceversa EQUIPO C sacrifica a EQUIPO D, y viceversa [ // La fase termina y el juego avanza cuando todos los equipos hayan logrado escapar… o se confirme su frío final. Aunque lo ideal es que las decisiones de cada equipo sean unánimes, a veces será inevitable tomar las riendas de su destino y actuar sin esperar a otros. El tiempo máximo a esperar a sus compañeros, como sugerencia, es antes del final del siguiente día. Si eligen la opción de no hacer nada, se espera que detallen qué hizo su equipo para mantener el calor... // ]
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    Grupal
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    Terminado
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  • El Reino de los Sueños ya no brillaba como antes. Las torres oníricas se desmoronaban, los ríos de imaginación se secaban, y los portales a los mundos de los durmientes parpadeaban como velas a punto de extinguirse.

    Morfeo, el eterno tejedor de sueños, yacía atrapado en su prisión, pálido, agotado. La maldición había envenenado el reino onírico.

    Las mentes humanas eran invadidas por entes enviados por su padre, el insomnio era moneda común, y la fe en lo invisible se extinguía.

    A estas alturas, recordó un fragmento que, Thanatos, le había ofrecido. ¿La muerte. Otra alternativa?. No podía llamarlo.

    En su prisión no podía gobernar, solo esperaba su fin. 
    El Reino de los Sueños ya no brillaba como antes. Las torres oníricas se desmoronaban, los ríos de imaginación se secaban, y los portales a los mundos de los durmientes parpadeaban como velas a punto de extinguirse. Morfeo, el eterno tejedor de sueños, yacía atrapado en su prisión, pálido, agotado. La maldición había envenenado el reino onírico. Las mentes humanas eran invadidas por entes enviados por su padre, el insomnio era moneda común, y la fe en lo invisible se extinguía. A estas alturas, recordó un fragmento que, Thanatos, le había ofrecido. ¿La muerte. Otra alternativa?. No podía llamarlo. En su prisión no podía gobernar, solo esperaba su fin. 
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  • Qué bien te miras ahí siendo tú
    No te me alejes, no me dejes
    Que el viento está muy frío
    Y no traje suéter
    Después de ti yo ya no quiero nada
    Solo envejecer
    Que nos separen los años y la muerte
    Pero
    Ya no queda nada, solo el sentimiento
    De lo que un día fuimos atrás en el tiempo
    Tú y yo aquí en mi cama, el día se pasa lento
    Haciendo travesuras, son noches de sexo
    Voy a salir a buscarte
    Me la paso borracho con unas bandidas
    Y en el putero los martes
    Los jueves 10 ya ni me lastiman
    Lo que me lastima, baby, es extrañarteSiento el cuerpo tenso, cómo no te pienso
    Si nomás te fuiste y me pongo a temblar
    En el cenicero me encontré una chora
    Que tenía todavía tu labial
    Te lo juro, mi niña, que me acordé
    Que ya no se puede, pues algo se rompió
    No existe solución, no hay cómo curarlo
    Si nada te cambió, nada podré hacer yo.
    Qué bien te miras ahí siendo tú No te me alejes, no me dejes Que el viento está muy frío Y no traje suéter Después de ti yo ya no quiero nada Solo envejecer Que nos separen los años y la muerte Pero Ya no queda nada, solo el sentimiento De lo que un día fuimos atrás en el tiempo Tú y yo aquí en mi cama, el día se pasa lento Haciendo travesuras, son noches de sexo Voy a salir a buscarte Me la paso borracho con unas bandidas Y en el putero los martes Los jueves 10 ya ni me lastiman Lo que me lastima, baby, es extrañarteSiento el cuerpo tenso, cómo no te pienso Si nomás te fuiste y me pongo a temblar En el cenicero me encontré una chora Que tenía todavía tu labial Te lo juro, mi niña, que me acordé Que ya no se puede, pues algo se rompió No existe solución, no hay cómo curarlo Si nada te cambió, nada podré hacer yo.
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  • ¿Dos?, ¿tres?... No estaba seguro de los días que había pasado en el lecho. Todo era confuso; no era consciente, en ese momento, de lo que acontecía a su alrededor. Tan solo tenía recuerdos vagos de la voz de 𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆 , escuchándose lejana, pero presente. También recordaba el tacto de sus manos, cuidándolo y atendiéndolo en todo momento.

    Tras la lucha de ambos junto a Móiril, la joven de cabellos cenicientos había quedado malherida. Kazuo, con su habitual altruismo, la sanó lo suficiente para evitar que muriese en la frialdad de la nieve yacente sobre el suelo, a costa de su propia energía.

    Había llevado su poder de sanación al extremo, de manera que la herida provocada por uno de aquellos entes oscuros en su pierna había extendido su miasma al resto de su cuerpo. No le habían quedado fuerzas para sí mismo, lo que casi lo había llevado a la muerte.

    Su error había traído grandes consecuencias. Había salvado a Móiril, pero al mismo tiempo le había dejado caer sobre sus hombros su propia condena. La joven, contra la voluntad del zorro, había absorbido su miasma para evitar que el demonio muriera en las manos de su amada.

    Comenzó a abrir los ojos; sus párpados se sentían más pesados de lo normal. Poco a poco, el brillo de sus ojos lapislázuli se filtró entre sus blancas pestañas. Se sentía febril, signo de que su cuerpo finalmente combatía los restos residuales del miasma que aún recorría su cuerpo. Exhaló un pesado suspiro, en una mezcla contradictoria entre el alivio y la culpa.

    Sus ojos no tardaron en captar la atención de un objeto que reposaba sobre su almohada. Era una especie de amuleto, y de inmediato supo de quién era. Las plumas de estornino, el ave favorita de Elizabeth, eran prueba suficiente para saber que era un regalo suyo. Pero... ¿por qué? Más bien él tenía que hacerle un presente por haber estado cuidándolo todo este tiempo.

    Entonces lo recordó. Su cumpleaños... Estaba cerca, ¿o ya había pasado? No estaba seguro; los días se habían desdibujado en su mente. Y ahora que lo pensaba, el de Liz estaba especialmente cerca del suyo. ¿Se lo habría perdido? La cabeza le daba vueltas; sentía una punzada en la sien.

    Tomó el hermoso regalo y, sin poder evitarlo, una lágrima se deslizó por su mejilla. Había puesto en peligro a lo único que le importaba y, además, había estado dispuesto a romper el lazo que los unía como uno solo.

    //Feliz cumpleaños Bombón 🩷
    ¿Dos?, ¿tres?... No estaba seguro de los días que había pasado en el lecho. Todo era confuso; no era consciente, en ese momento, de lo que acontecía a su alrededor. Tan solo tenía recuerdos vagos de la voz de [Liz_bloodFlame], escuchándose lejana, pero presente. También recordaba el tacto de sus manos, cuidándolo y atendiéndolo en todo momento. Tras la lucha de ambos junto a Móiril, la joven de cabellos cenicientos había quedado malherida. Kazuo, con su habitual altruismo, la sanó lo suficiente para evitar que muriese en la frialdad de la nieve yacente sobre el suelo, a costa de su propia energía. Había llevado su poder de sanación al extremo, de manera que la herida provocada por uno de aquellos entes oscuros en su pierna había extendido su miasma al resto de su cuerpo. No le habían quedado fuerzas para sí mismo, lo que casi lo había llevado a la muerte. Su error había traído grandes consecuencias. Había salvado a Móiril, pero al mismo tiempo le había dejado caer sobre sus hombros su propia condena. La joven, contra la voluntad del zorro, había absorbido su miasma para evitar que el demonio muriera en las manos de su amada. Comenzó a abrir los ojos; sus párpados se sentían más pesados de lo normal. Poco a poco, el brillo de sus ojos lapislázuli se filtró entre sus blancas pestañas. Se sentía febril, signo de que su cuerpo finalmente combatía los restos residuales del miasma que aún recorría su cuerpo. Exhaló un pesado suspiro, en una mezcla contradictoria entre el alivio y la culpa. Sus ojos no tardaron en captar la atención de un objeto que reposaba sobre su almohada. Era una especie de amuleto, y de inmediato supo de quién era. Las plumas de estornino, el ave favorita de Elizabeth, eran prueba suficiente para saber que era un regalo suyo. Pero... ¿por qué? Más bien él tenía que hacerle un presente por haber estado cuidándolo todo este tiempo. Entonces lo recordó. Su cumpleaños... Estaba cerca, ¿o ya había pasado? No estaba seguro; los días se habían desdibujado en su mente. Y ahora que lo pensaba, el de Liz estaba especialmente cerca del suyo. ¿Se lo habría perdido? La cabeza le daba vueltas; sentía una punzada en la sien. Tomó el hermoso regalo y, sin poder evitarlo, una lágrima se deslizó por su mejilla. Había puesto en peligro a lo único que le importaba y, además, había estado dispuesto a romper el lazo que los unía como uno solo. //Feliz cumpleaños Bombón 🩷
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  • Las calles estaban envueltas en bruma. El aire era espeso, como si la ciudad contuviera el aliento. Nadie salía después del anochecer, no desde que los vampiros habían reclamado los callejones.

    Y entonces, un grito.

    Agudo. Pequeño. Humano.

    Una niña de no más de ocho años corría entre las sombras, sus pasos resonaban desesperados. Cuatro figuras la perseguían, ojos rojos brillando, lenguas relamiendo colmillos.

    —Vamos, pequeña —susurró uno con voz rasposa—. No dolerá mucho… al principio.

    Ella tropezó. Cayó de rodillas. Ellos rieron.

    Pero el sonido que vino después no fue risa. Fue un **latido metálico**, profundo como un tambor de guerra, y el eco de un **acero desenvainado sin que nadie lo tocara**.

    Una figura apareció entre la niebla.

    **Pelo largo, medio rojizo, ojos verdes con pupilas felinas**. Gabardina blanca ondeando al viento, capa negra como la muerte. Su espada flotaba en el aire, temblando de furia contenida.

    —Ya basta —dijo. Su voz era baja, pero detenía el tiempo.

    Uno de los vampiros se lanzó. La espada voló en espiral y lo atravesó en el pecho. El cuerpo estalló en cenizas con un destello de luz negra. Los otros tres retrocedieron, gruñendo.

    Caelard avanzó. Cada paso suyo resonaba como una promesa.

    —¿Tú también eres uno de nosotros? —le escupió otro vampiro.

    Caelard no respondió. Solo desenrolló su látigo, **cargado de energía radiante**, y lo hizo chasquear. La luz bañó las paredes como si el sol hubiera despertado un instante.

    —Soy lo que no deberían haber dejado vivir —susurró, y se lanzó como una sombra viva.

    Lo siguiente fue un torbellino de acero encantado y gritos silenciados por la purificación. Cuando el último vampiro cayó, la niebla comenzó a disiparse.

    La niña temblaba. Caelard se arrodilló frente a ella, envainando su espada por el aire. No dijo una palabra. Solo le tendió la mano.

    —¿Estás… bien? —preguntó la niña, sin saber si temerle o abrazarlo.

    Caelard asintió con una leve sonrisa.

    —La noche no es de ellos, pequeña… no mientras yo camine en ella.
    Las calles estaban envueltas en bruma. El aire era espeso, como si la ciudad contuviera el aliento. Nadie salía después del anochecer, no desde que los vampiros habían reclamado los callejones. Y entonces, un grito. Agudo. Pequeño. Humano. Una niña de no más de ocho años corría entre las sombras, sus pasos resonaban desesperados. Cuatro figuras la perseguían, ojos rojos brillando, lenguas relamiendo colmillos. —Vamos, pequeña —susurró uno con voz rasposa—. No dolerá mucho… al principio. Ella tropezó. Cayó de rodillas. Ellos rieron. Pero el sonido que vino después no fue risa. Fue un **latido metálico**, profundo como un tambor de guerra, y el eco de un **acero desenvainado sin que nadie lo tocara**. Una figura apareció entre la niebla. **Pelo largo, medio rojizo, ojos verdes con pupilas felinas**. Gabardina blanca ondeando al viento, capa negra como la muerte. Su espada flotaba en el aire, temblando de furia contenida. —Ya basta —dijo. Su voz era baja, pero detenía el tiempo. Uno de los vampiros se lanzó. La espada voló en espiral y lo atravesó en el pecho. El cuerpo estalló en cenizas con un destello de luz negra. Los otros tres retrocedieron, gruñendo. Caelard avanzó. Cada paso suyo resonaba como una promesa. —¿Tú también eres uno de nosotros? —le escupió otro vampiro. Caelard no respondió. Solo desenrolló su látigo, **cargado de energía radiante**, y lo hizo chasquear. La luz bañó las paredes como si el sol hubiera despertado un instante. —Soy lo que no deberían haber dejado vivir —susurró, y se lanzó como una sombra viva. Lo siguiente fue un torbellino de acero encantado y gritos silenciados por la purificación. Cuando el último vampiro cayó, la niebla comenzó a disiparse. La niña temblaba. Caelard se arrodilló frente a ella, envainando su espada por el aire. No dijo una palabra. Solo le tendió la mano. —¿Estás… bien? —preguntó la niña, sin saber si temerle o abrazarlo. Caelard asintió con una leve sonrisa. —La noche no es de ellos, pequeña… no mientras yo camine en ella.
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  • CONFLICTO:PARTE 2/2

    —Asriel...

    —Dijo en un tono serio antes de tomar del brazo al joven,este respondio con un puñetazo al rostro de su propio padre—

    Asriel:"Dije que no"

    —No me obligues..

    Asriel:"¿O que?,¿vas a golpearme hasta la muerte?

    —El joven le dio otro puñetazo mas antes de usar su forma completa para batallar,era muy osado y muy confiado ante su padre,el cual el tambien empezó a trasnformarse—

    —Dame otro pequeña mierda...


    —Asriel acepto el reto y volvio a atacar con todas sus fuerzas,Paul solo se cubria de sus ataques hasta que tomo la muñeca de su hijo con fuerza para darle una bofetada seguida de un cabezazo,esto obviamente dejo a Asriel al borde de caer al suelo—

    —Te llevare a casa,no me importa si debo llevarte sin dientes para qué me escuches y veas que quiero lo mejor para ti..

    Asriel:"Si quieres lo mejor para mi,entonces desaparece de vuelta y dejanos en paz"

    —Asriel siguió golpeando a su padre,este solo se limitaba a protegerse se sus golpes y contratacar cuando queria,al cabo de una hora,Asriel ya habia perdido la suficiente energia para mantener su forma completa,mientras que Paul tenia energia sobrante,pero el objetivo no era lastimarlo gravemente sólo queria darle unos golpes con algo de fuerza para que se agotara,una vez el "enfrentamiento" termino en nada,Paul solo tomo a Asriel en brazos y se lo llevo a su hogar—
    CONFLICTO:PARTE 2/2 —Asriel... —Dijo en un tono serio antes de tomar del brazo al joven,este respondio con un puñetazo al rostro de su propio padre— Asriel:"Dije que no" —No me obligues.. Asriel:"¿O que?,¿vas a golpearme hasta la muerte? —El joven le dio otro puñetazo mas antes de usar su forma completa para batallar,era muy osado y muy confiado ante su padre,el cual el tambien empezó a trasnformarse— —Dame otro pequeña mierda... —Asriel acepto el reto y volvio a atacar con todas sus fuerzas,Paul solo se cubria de sus ataques hasta que tomo la muñeca de su hijo con fuerza para darle una bofetada seguida de un cabezazo,esto obviamente dejo a Asriel al borde de caer al suelo— —Te llevare a casa,no me importa si debo llevarte sin dientes para qué me escuches y veas que quiero lo mejor para ti.. Asriel:"Si quieres lo mejor para mi,entonces desaparece de vuelta y dejanos en paz" —Asriel siguió golpeando a su padre,este solo se limitaba a protegerse se sus golpes y contratacar cuando queria,al cabo de una hora,Asriel ya habia perdido la suficiente energia para mantener su forma completa,mientras que Paul tenia energia sobrante,pero el objetivo no era lastimarlo gravemente sólo queria darle unos golpes con algo de fuerza para que se agotara,una vez el "enfrentamiento" termino en nada,Paul solo tomo a Asriel en brazos y se lo llevo a su hogar—
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  • •°•La gran tragedia de la vida no es
    la muerte, sino dejar de reír, de
    amar y de soñar. Es aquello que
    dejan morir dentro de ustedes
    mientras siguen vivos.°•°
    •°•La gran tragedia de la vida no es la muerte, sino dejar de reír, de amar y de soñar. Es aquello que dejan morir dentro de ustedes mientras siguen vivos.°•°
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  • Lᴀ Rᴇsᴘɪʀᴀᴄɪᴏ́ɴ ᴅᴇʟ Dɪᴏs
    𝓕𝓻𝓪𝓰𝓶𝓮𝓷𝓽𝓸 𝓭𝓮 𝓵𝓸𝓼 𝓡𝓮𝓰𝓲𝓼𝓽𝓻𝓸𝓼 𝓟𝓷𝓲𝔁𝓲𝓪𝓷𝓸𝓼, 𝓬𝓾𝓼𝓽𝓸𝓭𝓲𝓪𝓭𝓸𝓼 𝓮𝓷 𝓵𝓪 𝓑𝓲𝓫𝓵𝓲𝓸𝓽𝓮𝓬𝓪 𝓭𝓮𝓵 𝓗𝓪𝓭𝓮𝓼

    Dicen que cuando el límite entre la vida y la muerte se vuelve bruma, él aparece.

    Con ojos como cian helado y la voz amortiguada tras una máscara sagrada, Asclepius extiende sus manos enguantadas en un gesto de sellado antiguo. Los sabios de Eleusis creyeron por siglos que era un símbolo de compasión; los muertos que regresaron lo saben mejor: es una barrera.

    La mascarilla que porta no es ornamento. Se dice que fue forjada con el aliento de Hygea y las cenizas de Epidauro, para contener su hálito divino, aquel que puede reanimar corazones que ya no laten o devolver a la carne aquello que el alma ya ha abandonado.

    Su aparición no anuncia salvación inmediata, sino un juicio silencioso.
    Sus manos cruzadas resplandecen con un fulgor imposible, que baila entre códigos de vida y muerte. No hay palabras, solo un veredicto que se siente como un temblor bajo la piel:

    —“No es tu tiempo aún… pero no olvides a qué precio vives.”

    Y se marcha, con el murmullo del Inframundo aún aferrado a su sombra, dejando atrás cuerpos restaurados y almas inquietas.

    Quienes lo han visto aseguran que su rostro tras la máscara no muestra ira ni compasión, sino una insondable melancolía, como quien ha sanado mil veces… pero jamás ha sido sanado.

    Lᴀ Rᴇsᴘɪʀᴀᴄɪᴏ́ɴ ᴅᴇʟ Dɪᴏs 𝓕𝓻𝓪𝓰𝓶𝓮𝓷𝓽𝓸 𝓭𝓮 𝓵𝓸𝓼 𝓡𝓮𝓰𝓲𝓼𝓽𝓻𝓸𝓼 𝓟𝓷𝓲𝔁𝓲𝓪𝓷𝓸𝓼, 𝓬𝓾𝓼𝓽𝓸𝓭𝓲𝓪𝓭𝓸𝓼 𝓮𝓷 𝓵𝓪 𝓑𝓲𝓫𝓵𝓲𝓸𝓽𝓮𝓬𝓪 𝓭𝓮𝓵 𝓗𝓪𝓭𝓮𝓼 Dicen que cuando el límite entre la vida y la muerte se vuelve bruma, él aparece. Con ojos como cian helado y la voz amortiguada tras una máscara sagrada, Asclepius extiende sus manos enguantadas en un gesto de sellado antiguo. Los sabios de Eleusis creyeron por siglos que era un símbolo de compasión; los muertos que regresaron lo saben mejor: es una barrera. La mascarilla que porta no es ornamento. Se dice que fue forjada con el aliento de Hygea y las cenizas de Epidauro, para contener su hálito divino, aquel que puede reanimar corazones que ya no laten o devolver a la carne aquello que el alma ya ha abandonado. Su aparición no anuncia salvación inmediata, sino un juicio silencioso. Sus manos cruzadas resplandecen con un fulgor imposible, que baila entre códigos de vida y muerte. No hay palabras, solo un veredicto que se siente como un temblor bajo la piel: —“No es tu tiempo aún… pero no olvides a qué precio vives.” Y se marcha, con el murmullo del Inframundo aún aferrado a su sombra, dejando atrás cuerpos restaurados y almas inquietas. Quienes lo han visto aseguran que su rostro tras la máscara no muestra ira ni compasión, sino una insondable melancolía, como quien ha sanado mil veces… pero jamás ha sido sanado.
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  • No solía visitar el mundo mortal sin razón, pero aquella alegría tan pura lo llamó. No como un deber… sino como una curiosidad.

    Así que le pidió ayuda a muerte, la única deidad que le tenía permitido caminar en el reino de los humanos sin castigo. 

    — Sabes que estoy cometiendo una falta grave si hago lo que me pides. ¿Qué es lo que, con tanta curiosidad, buscas en ellos?—preguntó Muerte a Morfeo. 

    Morfeo guardó silencio por unos segundos. 

    — Solo quiero saber, qué es lo que los motiva a ser felices y amar, quiero aprender lo que a algunos dioses les hace falta. —contestó Morfeo.

    — Quieres ser como ellos. — muerte lo miró con una leve tristeza, como si entendiera demasiado. Y aunque dudó. Pero como los viejos amigos, se entiende sin palabras. Asintió.

    — Sé lo que buscas. Y es una mala idea. El amor, como es la felicidad, también puede corromper. Espero que hagas lo correcto. Ahora ve. —

    Muerte siguió jugando con el felino que había encontrado. 

    Morfeo se retiró y decidió entonces hacer lo impensado. Descender.
    No solía visitar el mundo mortal sin razón, pero aquella alegría tan pura lo llamó. No como un deber… sino como una curiosidad. Así que le pidió ayuda a muerte, la única deidad que le tenía permitido caminar en el reino de los humanos sin castigo.  — Sabes que estoy cometiendo una falta grave si hago lo que me pides. ¿Qué es lo que, con tanta curiosidad, buscas en ellos?—preguntó Muerte a Morfeo.  Morfeo guardó silencio por unos segundos.  — Solo quiero saber, qué es lo que los motiva a ser felices y amar, quiero aprender lo que a algunos dioses les hace falta. —contestó Morfeo. — Quieres ser como ellos. — muerte lo miró con una leve tristeza, como si entendiera demasiado. Y aunque dudó. Pero como los viejos amigos, se entiende sin palabras. Asintió. — Sé lo que buscas. Y es una mala idea. El amor, como es la felicidad, también puede corromper. Espero que hagas lo correcto. Ahora ve. — Muerte siguió jugando con el felino que había encontrado.  Morfeo se retiró y decidió entonces hacer lo impensado. Descender.
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  • La vibra de vitalidad fluyó mucho más fuerte que cualquier otra luciérnaga cercana a ella, mortal, criatura salvaje, bicho, planta... todo lo que la rodeaba fue desplazada a segundo plano, cuando sus ojos celestes como el cielo fueron reemplazados con unos preciosos ojos dorados como el nectar, pudiendo notar ese hilo particular que siempre danzaba flojita en la vida eterna divina. Era ese hilo vital, de Morfeo, que siempre lo vió gris... un color ni malo ni bueno, pero si le dolía el corazón ver...

    ¡Por fin vibró!, cobró sentido, tembló como una gota de lluvia que se fusiona con un charco, con el mar, con la vida.

    Ella sonrió.

    Sin poder siquiera despertar del todo, soltó una risa plena, una risa de travesura y rebeldía, una risa de encanto y admiración.

    Abrió los brazos en cuánto salió al hermoso prado verde, fuera de la casa, y volvió a tararear su melodía. La melodía creada para Morfeo.

    Danzando por el pasto, con una sonrisa de dicha.

    Tal vez no era nada, para ningún Dios, tal vez no era siquiera nada para nadie. Pero para ella, Hebe, la Diosa de la vitalidad, saber que había conseguido un instante de vitalidad y luz para quien si merecía tenerlo, era bello, la verdadera luz de esperanza.

    Su corazón y emociones la estaban asfixiando en la garganta, lo sentía como un pelotón de sonidos fuertes alocar su inocente corazón.

    Sus ojos dorados, sus verdaderos ojos, brillaron, desplegando sus eternas vibras de energía, danzarinas, la felicidad de compartir su luz ... Era más de lo que su propio corazón latiente podía manejar, ella no arrebató vitalidad como era el miedo común en mortales...

    Esta vez había conseguido dar, lo que por tanto tiempo esperó obsequiar.

    Porque si, ella siempre tuvo miedo de que los mortales olvidaran a Morfeo, de que no lo vieran, de que por su culpa, alguien tan especial se perdiera.

    Porque perderse para alguien eterno, no era la muerte. Perderse era no saber si realmente existes, no saber si eres una marioneta del destino, o no saber si siquiera eres... simplemente un hilo más donde las Moiras juegan en contra de la propia voluntad de uno mismo...

    —¡Hoy si me merezco comer mucho helado!~ —exclamó entre risas, mientras seguía danzando para calmar a su tonto corazón.

    La felicidad era sencilla de conseguir...
    O tal vez ella era fácil de hacer feliz.
    La vibra de vitalidad fluyó mucho más fuerte que cualquier otra luciérnaga cercana a ella, mortal, criatura salvaje, bicho, planta... todo lo que la rodeaba fue desplazada a segundo plano, cuando sus ojos celestes como el cielo fueron reemplazados con unos preciosos ojos dorados como el nectar, pudiendo notar ese hilo particular que siempre danzaba flojita en la vida eterna divina. Era ese hilo vital, de Morfeo, que siempre lo vió gris... un color ni malo ni bueno, pero si le dolía el corazón ver... ¡Por fin vibró!, cobró sentido, tembló como una gota de lluvia que se fusiona con un charco, con el mar, con la vida. Ella sonrió. Sin poder siquiera despertar del todo, soltó una risa plena, una risa de travesura y rebeldía, una risa de encanto y admiración. Abrió los brazos en cuánto salió al hermoso prado verde, fuera de la casa, y volvió a tararear su melodía. La melodía creada para Morfeo. Danzando por el pasto, con una sonrisa de dicha. Tal vez no era nada, para ningún Dios, tal vez no era siquiera nada para nadie. Pero para ella, Hebe, la Diosa de la vitalidad, saber que había conseguido un instante de vitalidad y luz para quien si merecía tenerlo, era bello, la verdadera luz de esperanza. Su corazón y emociones la estaban asfixiando en la garganta, lo sentía como un pelotón de sonidos fuertes alocar su inocente corazón. Sus ojos dorados, sus verdaderos ojos, brillaron, desplegando sus eternas vibras de energía, danzarinas, la felicidad de compartir su luz ... Era más de lo que su propio corazón latiente podía manejar, ella no arrebató vitalidad como era el miedo común en mortales... Esta vez había conseguido dar, lo que por tanto tiempo esperó obsequiar. Porque si, ella siempre tuvo miedo de que los mortales olvidaran a Morfeo, de que no lo vieran, de que por su culpa, alguien tan especial se perdiera. Porque perderse para alguien eterno, no era la muerte. Perderse era no saber si realmente existes, no saber si eres una marioneta del destino, o no saber si siquiera eres... simplemente un hilo más donde las Moiras juegan en contra de la propia voluntad de uno mismo... —¡Hoy si me merezco comer mucho helado!~ —exclamó entre risas, mientras seguía danzando para calmar a su tonto corazón. La felicidad era sencilla de conseguir... O tal vez ella era fácil de hacer feliz.
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