• La vida en un club es un equilibrio constante entre el honor y la violencia, entre la lealtad y el sacrificio. No se trata solo de ruedas en la carretera, sino de cargar con un legado que pesa más que el cuero que llevamos. Al final, no es el miedo a la muerte lo que nos define, sino cómo elegimos vivir antes de que llegue.
    La vida en un club es un equilibrio constante entre el honor y la violencia, entre la lealtad y el sacrificio. No se trata solo de ruedas en la carretera, sino de cargar con un legado que pesa más que el cuero que llevamos. Al final, no es el miedo a la muerte lo que nos define, sino cómo elegimos vivir antes de que llegue.
    Me encocora
    1
    0 comentarios 0 compartidos 75 vistas
  • ### **La Revelación de Takeru**

    El crujido aún resonaba en su cabeza.

    Takeru estaba de pie en medio del bosque, con el torso desnudo, el sudor escurriendo por su piel mientras su respiración aún se mantenía agitada tras una sesión intensa de entrenamiento. A su alrededor, los árboles se mecían suavemente con el viento, el río murmuraba en la distancia, y el aroma a tierra húmeda lo envolvía. Sin embargo, su mente estaba en otro lugar.

    **El golpe.**

    Ese último cross que había conectado en el rostro de Harold Smith, su oponente en la pelea de clasificación. Un movimiento limpio, preciso, ejecutado con la técnica impecable de un out-boxer. Pero lo que lo perturbaba no era su perfección… sino la sensación.

    Sintió los huesos rompiéndose bajo su puño.

    El canadiense había caído como un muñeco de trapo, su rostro deformado por el impacto. No se movía. Por un instante, Takeru había pensado que lo había matado.

    Se llevó la mano derecha al rostro y observó sus nudillos vendados, aún con rastros de la sangre seca de la pelea. Nunca antes había sentido algo así. Había golpeado cientos de veces en su vida, había lastimado a muchos hombres en el ring, pero jamás con esta brutalidad. Nunca había sentido que su puño tenía el poder de arrebatarle la vida a otro ser humano.

    —Si no hubiera frenado un poco… lo habría matado.

    El pensamiento le caló hondo.

    Recordó la mirada de su oponente. Harold Smith había entrado en ese almacén con una sola intención: matarlo. No había titubeado, no había mostrado piedad. Cada patada, cada movimiento, cada respiración suya estaba encaminada a la eliminación total de su rival.

    En este torneo no existía la compasión.

    Takeru tomó una piedra cercana y la apretó con fuerza. Sus dedos se hundieron en la superficie rugosa mientras la presión aumentaba. A su alrededor, la naturaleza seguía su curso, indiferente a su conflicto interno.

    **¿Podría hacerlo?**

    Si llegaba el momento… si un rival lo acorralaba, si la única opción era acabar con él antes de que lo hicieran con él… ¿Sería capaz de cruzar esa línea?

    Recordó el miedo en los ojos de Harold en ese último instante, cuando su puño se acercaba, cuando su destino ya estaba sellado.

    —Si dudo… moriré.

    Susurró para sí mismo.

    El Torneo Kengan no era un juego. No era un cuadrilátero con reglas y árbitros. Aquí, la única ley era la victoria, y la derrota podía significar la muerte.

    Inspiró hondo y dejó caer la piedra.

    Matar nunca había sido su propósito. Su boxeo no se trataba de asesinar, sino de superar. De demostrar que era el mejor, de pulir su técnica hasta la perfección. Pero este mundo no respetaba ideales. Si quería sobrevivir, si quería ganar, tenía que estar preparado para tomar la vida de su oponente.

    Y lo más inquietante…

    Es que ahora sabía que podía hacerlo.
    ### **La Revelación de Takeru** El crujido aún resonaba en su cabeza. Takeru estaba de pie en medio del bosque, con el torso desnudo, el sudor escurriendo por su piel mientras su respiración aún se mantenía agitada tras una sesión intensa de entrenamiento. A su alrededor, los árboles se mecían suavemente con el viento, el río murmuraba en la distancia, y el aroma a tierra húmeda lo envolvía. Sin embargo, su mente estaba en otro lugar. **El golpe.** Ese último cross que había conectado en el rostro de Harold Smith, su oponente en la pelea de clasificación. Un movimiento limpio, preciso, ejecutado con la técnica impecable de un out-boxer. Pero lo que lo perturbaba no era su perfección… sino la sensación. Sintió los huesos rompiéndose bajo su puño. El canadiense había caído como un muñeco de trapo, su rostro deformado por el impacto. No se movía. Por un instante, Takeru había pensado que lo había matado. Se llevó la mano derecha al rostro y observó sus nudillos vendados, aún con rastros de la sangre seca de la pelea. Nunca antes había sentido algo así. Había golpeado cientos de veces en su vida, había lastimado a muchos hombres en el ring, pero jamás con esta brutalidad. Nunca había sentido que su puño tenía el poder de arrebatarle la vida a otro ser humano. —Si no hubiera frenado un poco… lo habría matado. El pensamiento le caló hondo. Recordó la mirada de su oponente. Harold Smith había entrado en ese almacén con una sola intención: matarlo. No había titubeado, no había mostrado piedad. Cada patada, cada movimiento, cada respiración suya estaba encaminada a la eliminación total de su rival. En este torneo no existía la compasión. Takeru tomó una piedra cercana y la apretó con fuerza. Sus dedos se hundieron en la superficie rugosa mientras la presión aumentaba. A su alrededor, la naturaleza seguía su curso, indiferente a su conflicto interno. **¿Podría hacerlo?** Si llegaba el momento… si un rival lo acorralaba, si la única opción era acabar con él antes de que lo hicieran con él… ¿Sería capaz de cruzar esa línea? Recordó el miedo en los ojos de Harold en ese último instante, cuando su puño se acercaba, cuando su destino ya estaba sellado. —Si dudo… moriré. Susurró para sí mismo. El Torneo Kengan no era un juego. No era un cuadrilátero con reglas y árbitros. Aquí, la única ley era la victoria, y la derrota podía significar la muerte. Inspiró hondo y dejó caer la piedra. Matar nunca había sido su propósito. Su boxeo no se trataba de asesinar, sino de superar. De demostrar que era el mejor, de pulir su técnica hasta la perfección. Pero este mundo no respetaba ideales. Si quería sobrevivir, si quería ganar, tenía que estar preparado para tomar la vida de su oponente. Y lo más inquietante… Es que ahora sabía que podía hacerlo.
    Me gusta
    2
    0 turnos 0 maullidos 258 vistas
  • Si estuvieras aquí seguramente todo sería mejor.....

    -sollozo conteniendo su ira mientras acaricia la aureola de su Adán, tal ofensa jamás hubiera pasado si el verdadero Adán estuviera allí presente y no aquellos payasos que hacen lo que les da la gana abusando de la muerte de padre. Acercó la aureola a su pecho sin poder contener las lágrimas -
    Si estuvieras aquí seguramente todo sería mejor..... -sollozo conteniendo su ira mientras acaricia la aureola de su Adán, tal ofensa jamás hubiera pasado si el verdadero Adán estuviera allí presente y no aquellos payasos que hacen lo que les da la gana abusando de la muerte de padre. Acercó la aureola a su pecho sin poder contener las lágrimas -
    Me entristece
    Me shockea
    3
    0 turnos 1 maullido 417 vistas
  • **El Puño de Kengan**

    El sonido de los guantes golpeando el saco resonaba en el gimnasio, como un tambor marcando el ritmo de la guerra. Takeru lanzaba combinaciones rápidas, ganchos y jabs que partían el aire con precisión quirúrgica. Sus músculos tensos, su mirada fija. No había descanso, solo pelea.

    —¡Más rápido, carajo! —gruñó Christopher, su entrenador, mientras golpeaba el suelo con el zapato—. ¡Si te duermes, te arrancarán la cabeza en el Kengan!

    Takeru detuvo sus golpes, girando el rostro con el ceño fruncido.

    —¿El Kengan?

    Christopher sacó un cigarro del bolsillo y lo encendió con un encendedor de plata. Exhaló el humo lentamente antes de hablar.

    —El Torneo de Aniquilación Kengan. Un evento clandestino donde las empresas pelean por el control de la economía japonesa. Nada de jueces, nada de reglas, solo peleas a muerte para decidir quién manda.

    Takeru tomó una toalla, limpiándose el sudor del rostro.

    —¿Y qué tengo que ver yo con eso?

    Christopher sonrió con su expresión de lobo viejo.

    —Seiryu, la empresa de licores, necesita un luchador. Su CEO, Hideo Tanba, es un viejo amigo. Me pidió un peleador de confianza. Alguien que pueda ganar.

    El boxeador dejó escapar una risa seca.

    —¿Y tú crees que yo puedo?

    —No creo. Lo sé —respondió Christopher con un tono implacable—. Pero deja de pensar que esto es solo boxeo. Aquí pelearás contra asesinos, monstruos, gente que no tiene miedo de arrancarte los brazos si es necesario.

    Takeru pasó una mano por su cabello, sonriendo con confianza.

    —Suena divertido. ¿Cuándo empiezo?

    Christopher apagó el cigarro con la suela de su zapato.

    —en tres meses en la noche. No quiero que me hagas quedar como un idiota, así que asegúrate de no morir.

    Takeru cerró los puños. No tenía intenciones de perder. Si el destino le daba la oportunidad de pelear en el Kengan, haría que cada golpe suyo retumbara en toda la maldita economía de Japón.

    Paso el tiempo hasta que el momento llegó Takeru tenía un cambio físico completo y como el mismo decía, (No abandonaré mi estilo, les demostrare, LOS DESTRUIRE CON MI BOXEO).
    **El Puño de Kengan** El sonido de los guantes golpeando el saco resonaba en el gimnasio, como un tambor marcando el ritmo de la guerra. Takeru lanzaba combinaciones rápidas, ganchos y jabs que partían el aire con precisión quirúrgica. Sus músculos tensos, su mirada fija. No había descanso, solo pelea. —¡Más rápido, carajo! —gruñó Christopher, su entrenador, mientras golpeaba el suelo con el zapato—. ¡Si te duermes, te arrancarán la cabeza en el Kengan! Takeru detuvo sus golpes, girando el rostro con el ceño fruncido. —¿El Kengan? Christopher sacó un cigarro del bolsillo y lo encendió con un encendedor de plata. Exhaló el humo lentamente antes de hablar. —El Torneo de Aniquilación Kengan. Un evento clandestino donde las empresas pelean por el control de la economía japonesa. Nada de jueces, nada de reglas, solo peleas a muerte para decidir quién manda. Takeru tomó una toalla, limpiándose el sudor del rostro. —¿Y qué tengo que ver yo con eso? Christopher sonrió con su expresión de lobo viejo. —Seiryu, la empresa de licores, necesita un luchador. Su CEO, Hideo Tanba, es un viejo amigo. Me pidió un peleador de confianza. Alguien que pueda ganar. El boxeador dejó escapar una risa seca. —¿Y tú crees que yo puedo? —No creo. Lo sé —respondió Christopher con un tono implacable—. Pero deja de pensar que esto es solo boxeo. Aquí pelearás contra asesinos, monstruos, gente que no tiene miedo de arrancarte los brazos si es necesario. Takeru pasó una mano por su cabello, sonriendo con confianza. —Suena divertido. ¿Cuándo empiezo? Christopher apagó el cigarro con la suela de su zapato. —en tres meses en la noche. No quiero que me hagas quedar como un idiota, así que asegúrate de no morir. Takeru cerró los puños. No tenía intenciones de perder. Si el destino le daba la oportunidad de pelear en el Kengan, haría que cada golpe suyo retumbara en toda la maldita economía de Japón. Paso el tiempo hasta que el momento llegó Takeru tenía un cambio físico completo y como el mismo decía, (No abandonaré mi estilo, les demostrare, LOS DESTRUIRE CON MI BOXEO).
    0 turnos 0 maullidos 191 vistas
  • Aquel día llovía de una forma implacable. Derritiendo la nieve residual que se había acumulado días atrás.

    A Kazuo los días así le hacían tener sentimientos encontrados. Antes los odiaba, pues bajo el manto del agua, había vivido uno de los peores momentos de su existencia. Las inocentes gotas abrian unas cicatrices que, a pesar de los siglos, seguían sin sanar, sin dejar de doler. Muerte, desesperación, rabia, tristeza... Un cúmulo de hechos y sentimientos que se agolpaban uno detrás de otro sin dar opción a desconexión.

    Pero entonces; ¿Por qué veía algo de luz en aquellos días sombríos?.

    Era por qué en estos había forjados nuevos recuerdos; Amor, pasión, felicidad plena y real. Unos recuerdos que contrastaban con con otros que parecían pertenecer a otra vida totalmente distinta.

    Este recibida bajo el torrente aquella vorágine de sentimientos. Sus lágrimas eran camufladas por las cristalinas gotas, y sus suspiros enmudecidos por los truenos que reverberaba sin cesar; ahogando cualquier indicio de su mal estar.

    Al zorro seguía sin gustarle los días de lluvia. Pero esto quizás podría cambiar con el paso del tiempo. Ahora, más que nunca, sentía que comenzaba a vivir.
    Aquel día llovía de una forma implacable. Derritiendo la nieve residual que se había acumulado días atrás. A Kazuo los días así le hacían tener sentimientos encontrados. Antes los odiaba, pues bajo el manto del agua, había vivido uno de los peores momentos de su existencia. Las inocentes gotas abrian unas cicatrices que, a pesar de los siglos, seguían sin sanar, sin dejar de doler. Muerte, desesperación, rabia, tristeza... Un cúmulo de hechos y sentimientos que se agolpaban uno detrás de otro sin dar opción a desconexión. Pero entonces; ¿Por qué veía algo de luz en aquellos días sombríos?. Era por qué en estos había forjados nuevos recuerdos; Amor, pasión, felicidad plena y real. Unos recuerdos que contrastaban con con otros que parecían pertenecer a otra vida totalmente distinta. Este recibida bajo el torrente aquella vorágine de sentimientos. Sus lágrimas eran camufladas por las cristalinas gotas, y sus suspiros enmudecidos por los truenos que reverberaba sin cesar; ahogando cualquier indicio de su mal estar. Al zorro seguía sin gustarle los días de lluvia. Pero esto quizás podría cambiar con el paso del tiempo. Ahora, más que nunca, sentía que comenzaba a vivir.
    Me gusta
    Me encocora
    6
    3 turnos 0 maullidos 328 vistas
  • En últimos días ha tenido sueños con una mujer de cabello blanco, piel morena, muy oscura, casi como el ópalo, pecas brillantes como constelaciones de estrellas, hermosa como ella sola.

    ¿Acaso es la muerte que viene por él? No, no lo sabe, lo duda, cada vez que sueña con esa mujer puede sentir una sensación cálida, pero al mismo tiempo, anhelo y añoranza por algo o alguien.

    Pensar en que la vera en sus sueños hace que sea la única razón por la que quiere dormir.
    En últimos días ha tenido sueños con una mujer de cabello blanco, piel morena, muy oscura, casi como el ópalo, pecas brillantes como constelaciones de estrellas, hermosa como ella sola. ¿Acaso es la muerte que viene por él? No, no lo sabe, lo duda, cada vez que sueña con esa mujer puede sentir una sensación cálida, pero al mismo tiempo, anhelo y añoranza por algo o alguien. Pensar en que la vera en sus sueños hace que sea la única razón por la que quiere dormir.
    Me gusta
    3
    0 turnos 0 maullidos 262 vistas
  • Pasaste 5 años diciéndome una y otra vez: "Pronto moriré" "Pronto iré con tu padre y hermano" "No llores en mi muerte, quédate conmigo ahora, en vida."
    Eso hice, todos los días trayéndote tus flores moradas favoritas aunque me causaran alergia, todos los días con un arreglo de flores nuevo con una frase pasivo-agresiva que tanto te gustaba leer y presumir a las enfermeras.

    Ese día, ya no despertaste de tu siesta y tu orden de no ser resucitada se acató.
    Se acabaron los dolores insoportables, los quejidos de dolor, la impotencia y los tratamientos invasivos.

    Tu rostro era tan calmado, sonriente, me pregunto si te soñaste otra vez en esos campos de girasoles con mi padre y mi hermano mayor.
    Ahora los tres estarán juntos..

    Y no te preocupes, no lo olvidaré... "Una flor diferente, todos los días."
    Pasaste 5 años diciéndome una y otra vez: "Pronto moriré" "Pronto iré con tu padre y hermano" "No llores en mi muerte, quédate conmigo ahora, en vida." Eso hice, todos los días trayéndote tus flores moradas favoritas aunque me causaran alergia, todos los días con un arreglo de flores nuevo con una frase pasivo-agresiva que tanto te gustaba leer y presumir a las enfermeras. Ese día, ya no despertaste de tu siesta y tu orden de no ser resucitada se acató. Se acabaron los dolores insoportables, los quejidos de dolor, la impotencia y los tratamientos invasivos. Tu rostro era tan calmado, sonriente, me pregunto si te soñaste otra vez en esos campos de girasoles con mi padre y mi hermano mayor. Ahora los tres estarán juntos.. Y no te preocupes, no lo olvidaré... "Una flor diferente, todos los días."
    Me gusta
    Me encocora
    Me shockea
    3
    0 turnos 0 maullidos 209 vistas
  • —Yo soy...Esteban Wimbleton Alonso y me siento orgulloso de mi sangre pese a la muerte que la rodea,yo soy un Wimbleton y le demostrare al mundo que puedo redimir mi apellido
    —Yo soy...Esteban Wimbleton Alonso y me siento orgulloso de mi sangre pese a la muerte que la rodea,yo soy un Wimbleton y le demostrare al mundo que puedo redimir mi apellido
    0 turnos 0 maullidos 355 vistas
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    // Cuanto añoro la comida de mi madre, por eso cómanse todo lo que les den (?) el tiempo apenas me alcanza para unas quesadillas de mala muerte.
    // Cuanto añoro la comida de mi madre, por eso cómanse todo lo que les den (?) el tiempo apenas me alcanza para unas quesadillas de mala muerte.
    Me entristece
    Me encocora
    4
    1 comentario 0 compartidos 383 vistas
  • Si tan solo...

    - deja salir un suspiro pesado, imaginando escenarios irreales mientras sigue ahí, existiendo en unos delgada ilusión de vida que no está tan apartada de la muerte -
    ... Es imposible
    Si tan solo... - deja salir un suspiro pesado, imaginando escenarios irreales mientras sigue ahí, existiendo en unos delgada ilusión de vida que no está tan apartada de la muerte - ... Es imposible
    Me entristece
    4
    0 turnos 0 maullidos 296 vistas
Ver más resultados
Patrocinados