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**Nombre**: Lyra Sable
**Edad**: 21 años
**Ocupación**: Influencer alternativa / Tarotista en línea
**Lugar**: Su habitación, conocida en redes como “La Cueva de los Sueños Rotos”
**Ambiente**: Estilo e-girl místico con tintes oscuros y seductores
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**\[Escena - La reina del espejo]**
Lyra sostenía el teléfono frente al espejo, observando su reflejo con la precisión de quien conoce cada sombra de su rostro. Las orejas de conejo eran solo parte del show, una máscara simbólica que usaba para atraer, distraer y dominar.
Su habitación era un santuario caótico: discos pegados a la pared, luces tenues y un peluche gigante al que alguna vez le había llorado encima. Todo en ella era intencional, desde el encaje negro hasta las cintas que adornaban sus caderas.
Encendió la cámara, en vivo.
—Buenas noches, criaturas de la noche... —dijo con voz ronca y sensual— hoy es luna menguante, así que vamos a hablar de lo que deberías soltar. Yo, por ejemplo... debería dejar de pensar en él.
Se acercó al espejo, mirando a la pantalla como si pudiera leer los pensamientos de cada espectador. Su mirada no pedía permiso: exigía atención.
Y en algún rincón de la ciudad, alguien, alguien muy específico, sabía que ese mensaje era para él.
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**Nombre**: Lyra Sable
**Edad**: 21 años
**Ocupación**: Influencer alternativa / Tarotista en línea
**Lugar**: Su habitación, conocida en redes como “La Cueva de los Sueños Rotos”
**Ambiente**: Estilo e-girl místico con tintes oscuros y seductores
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**\[Escena - La reina del espejo]**
Lyra sostenía el teléfono frente al espejo, observando su reflejo con la precisión de quien conoce cada sombra de su rostro. Las orejas de conejo eran solo parte del show, una máscara simbólica que usaba para atraer, distraer y dominar.
Su habitación era un santuario caótico: discos pegados a la pared, luces tenues y un peluche gigante al que alguna vez le había llorado encima. Todo en ella era intencional, desde el encaje negro hasta las cintas que adornaban sus caderas.
Encendió la cámara, en vivo.
—Buenas noches, criaturas de la noche... —dijo con voz ronca y sensual— hoy es luna menguante, así que vamos a hablar de lo que deberías soltar. Yo, por ejemplo... debería dejar de pensar en él.
Se acercó al espejo, mirando a la pantalla como si pudiera leer los pensamientos de cada espectador. Su mirada no pedía permiso: exigía atención.
Y en algún rincón de la ciudad, alguien, alguien muy específico, sabía que ese mensaje era para él.
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