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    La Última Santa, el Último Héroe. - Legado del Error.

    Hubo una vez un joven optimista, bendecido por la Diosa. Su destino era claro: traer la paz al mundo derrotando al Señor Demonio. Desde niño entrenó con fe, esperando el día en que su amiga de la infancia, elegida como la Santa a los diez años, regresara a su lado. Ella poseía la gracia divina, capaz de sanar casi cualquier herida… excepto las suyas propias.

    Separados por el deber, él recibió la bendición dos años después. Con ella, la espada sagrada capaz de herir al mal. Años pasaron. Cuando el héroe cumplió diecinueve, se reencontró con la Santa, ahora una joven de dieciocho. Junto a ellos se unió el hijo del maestro del héroe, un guerrero valiente. Los tres partieron en su misión sagrada.

    Derrotaron a los soldados del Señor Demonio, pero sabían que el verdadero enemigo no estaba en su continente. Solo sus generales cruzaban el mar. Para enfrentarlo, debían volverse más fuertes. Un sabio les enseñó entonces el ritual del sello: si el héroe fallaba, la Santa podría sellar al demonio. Ella aprendió a invocar el sello. Él, a debilitar al enemigo. El guerrero los protegía.

    Antes de partir al continente oscuro, buscaron el apoyo de los reinos. Si el reino Ishtar los respaldaba, los demás seguirían. Pero entonces, llegó la noticia: una general del Señor Demonio se acercaba a Ishtar. Los tres corrieron a advertirles, pero sabían que no llegarían a tiempo. Decidieron interceptarla en una aldea.

    La trampa estaba lista. Los aldeanos confiaron… demasiado. Al ver que la general era una jovencita, creyeron que podrían capturarla. Salieron a pelear, arruinando el plan. La general los derrotó con facilidad. El héroe tuvo que intervenir. En un acto desesperado, pidió a la Santa que usara el sello. El guerrero logró herir a la general, pero murió en el intento.

    El héroe, cegado por la rabia, luchó para vengarlo. La Santa invocó el sello. La general quedó inmovilizada. El héroe creyó que habían ganado. Pero no sabían que ella era la hija del Señor Demonio. Una híbrida. El sello no funcionó del todo.

    Sin dudarlo, la general lanzó su espada. Atravesó el pecho de la Santa. La mató al instante.

    El héroe gritó, maldijo, atacó. Pero fue derrotado. Herido en el suelo, escuchó la verdad: la general no pensaba atacar la aldea. Su misión era formar una alianza con Ishtar. Pero por culpa del héroe, ahora arrasaría con todo.

    Tomó su cabeza. Leyó su mente. Le dijo los nombres de sus amigos, de quienes lo cuidaron en el orfanato. Le prometió que cuando los matara, les diría que fue culpa suya.

    Y entonces lo mató.

    La general cayó al suelo, apoyándose con las manos. Su soldado más fiel, la guerrera Onix, se acercó.

    —¿De verdad harás todo eso? —preguntó.

    Jennifer, la hija del Señor Demonio, sonrió con cansancio.

    —No. Solo lo dije porque me hizo enojar.


    Loki al lector
    "Oh valla... ¿No es hermosa la ironía? El héroe murió creyendo que salvaría el mundo. La santa murió creyendo que sellaría al mal. Y al final… la hija del mal es la única capaz de hacerlo."

    "Ah, lector… ¿crees que el héroe y la santa merecían un final feliz? Él, cegado por su fe, provocó la ruina. Ella, incapaz de sanar sus propias heridas, murió por un destino impuesto. ¿De verdad llamas a eso justicia? Yo digo que la ironía es más honesta que la esperanza."
    La Última Santa, el Último Héroe. - Legado del Error. Hubo una vez un joven optimista, bendecido por la Diosa. Su destino era claro: traer la paz al mundo derrotando al Señor Demonio. Desde niño entrenó con fe, esperando el día en que su amiga de la infancia, elegida como la Santa a los diez años, regresara a su lado. Ella poseía la gracia divina, capaz de sanar casi cualquier herida… excepto las suyas propias. Separados por el deber, él recibió la bendición dos años después. Con ella, la espada sagrada capaz de herir al mal. Años pasaron. Cuando el héroe cumplió diecinueve, se reencontró con la Santa, ahora una joven de dieciocho. Junto a ellos se unió el hijo del maestro del héroe, un guerrero valiente. Los tres partieron en su misión sagrada. Derrotaron a los soldados del Señor Demonio, pero sabían que el verdadero enemigo no estaba en su continente. Solo sus generales cruzaban el mar. Para enfrentarlo, debían volverse más fuertes. Un sabio les enseñó entonces el ritual del sello: si el héroe fallaba, la Santa podría sellar al demonio. Ella aprendió a invocar el sello. Él, a debilitar al enemigo. El guerrero los protegía. Antes de partir al continente oscuro, buscaron el apoyo de los reinos. Si el reino Ishtar los respaldaba, los demás seguirían. Pero entonces, llegó la noticia: una general del Señor Demonio se acercaba a Ishtar. Los tres corrieron a advertirles, pero sabían que no llegarían a tiempo. Decidieron interceptarla en una aldea. La trampa estaba lista. Los aldeanos confiaron… demasiado. Al ver que la general era una jovencita, creyeron que podrían capturarla. Salieron a pelear, arruinando el plan. La general los derrotó con facilidad. El héroe tuvo que intervenir. En un acto desesperado, pidió a la Santa que usara el sello. El guerrero logró herir a la general, pero murió en el intento. El héroe, cegado por la rabia, luchó para vengarlo. La Santa invocó el sello. La general quedó inmovilizada. El héroe creyó que habían ganado. Pero no sabían que ella era la hija del Señor Demonio. Una híbrida. El sello no funcionó del todo. Sin dudarlo, la general lanzó su espada. Atravesó el pecho de la Santa. La mató al instante. El héroe gritó, maldijo, atacó. Pero fue derrotado. Herido en el suelo, escuchó la verdad: la general no pensaba atacar la aldea. Su misión era formar una alianza con Ishtar. Pero por culpa del héroe, ahora arrasaría con todo. Tomó su cabeza. Leyó su mente. Le dijo los nombres de sus amigos, de quienes lo cuidaron en el orfanato. Le prometió que cuando los matara, les diría que fue culpa suya. Y entonces lo mató. La general cayó al suelo, apoyándose con las manos. Su soldado más fiel, la guerrera Onix, se acercó. —¿De verdad harás todo eso? —preguntó. Jennifer, la hija del Señor Demonio, sonrió con cansancio. —No. Solo lo dije porque me hizo enojar. Loki al lector "Oh valla... ¿No es hermosa la ironía? El héroe murió creyendo que salvaría el mundo. La santa murió creyendo que sellaría al mal. Y al final… la hija del mal es la única capaz de hacerlo." "Ah, lector… ¿crees que el héroe y la santa merecían un final feliz? Él, cegado por su fe, provocó la ruina. Ella, incapaz de sanar sus propias heridas, murió por un destino impuesto. ¿De verdad llamas a eso justicia? Yo digo que la ironía es más honesta que la esperanza."
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  • 🪽Yo antes era un ser hermoso...🪽

    Fui creado con el género de Adán, pero con la frágil y bella apariencia de Eva. Una mezcla perfecta, combinando lo más hermoso de ambos seres.

    Fui bautizado con el nombre de Elorien, único en el universo; 𝕷𝖆 𝖑𝖚𝖟 𝖉𝖊 𝕯𝖎𝖔𝖘.

    Pero al parecer fue la poderosa esencia de Lilith la que me hizo caer en el pecado de amar lo prohibido. Se filtró en mí sin permiso, silenciosa e invisible a los ojos de Dios, mi creador.

    Tomé aquello que me era negado. Amé… amé a un ser terrenal; cada beso, cada caricia… me hacían dudar de que el cielo fuera ese en el que nací.

    Descubierto fui. Mi Padre, mis hermanos, me señalaron con vergüenza y desdén. Ya no era luz; estaba sucio, a pesar de solo haber compartido castos besos y caricias perdidas.

    El ultimátum fue demoledor. Dios habló:

    —Destruye aquello que amaste más que a mí. Si niegas el deseo de tu Padre Creador, serás desterrado al plano mortal y por ti mismo descubrirás la penitencia que tendrás que cargar.—

    Elorien, la luz de Dios. Su voz rota de dolor, pero con la determinación que Lilith le otorgó.

    🪽 No dejaré de hacer aquello por lo que fui creado. Amor soy y amor daré. Incluso si debo compartirlo con vos, Padre Todopoderoso. 🪽

    Entonces Elorien fue ajusticiado. Cuatro de sus alas murieron ante la impasibilidad de aquellos que miraron. No hubo delicadeza; allí, en el cielo mismo, se filtró la crueldad. Una a una fueron laceradas, arrancadas, mutiladas, dejando cuatro cicatrices que jamás olvidará.

    Tan solo dejaron dos de sus alas. Un recordatorio de lo que fue, pero sin la fuerza para que estas consiguieran guiarle nuevamente al hogar de Dios, su hogar.

    A pesar del dolor, Elorien sintió una liberación. Voló a la tierra, buscando a su amado. Se fundió en sus brazos con un beso apasionado. Este fue largo, lento; disfrutó los minutos sin miedo a ser juzgados.

    Repentinamente se desfalleció. ¿Fruto de la emoción?... No. No sentía su respiración ni el latir de su corazón. Su calidez desapareció; su piel se tornó fría, perdiendo su vivo color.

    🪽 ¡¿Por qué?! 🪽 reclamó a Dios.

    Mientras arrancaron sus alas, él no lloró, no gritó. Pero en aquel momento, su llanto y su grito fueron tan reales como la propia carne, llegando a los oídos del mismo cielo.

    —He aquí tu condena, hijo mío. Por cada minuto que alguien anhele tu piel, un año de su vida yo quitaré, acelerando su entrada al cielo o al infierno. Te condeno a una eternidad sin que el amor puedas volver a conocer…—
    🪽Yo antes era un ser hermoso...🪽 Fui creado con el género de Adán, pero con la frágil y bella apariencia de Eva. Una mezcla perfecta, combinando lo más hermoso de ambos seres. Fui bautizado con el nombre de Elorien, único en el universo; 𝕷𝖆 𝖑𝖚𝖟 𝖉𝖊 𝕯𝖎𝖔𝖘. Pero al parecer fue la poderosa esencia de Lilith la que me hizo caer en el pecado de amar lo prohibido. Se filtró en mí sin permiso, silenciosa e invisible a los ojos de Dios, mi creador. Tomé aquello que me era negado. Amé… amé a un ser terrenal; cada beso, cada caricia… me hacían dudar de que el cielo fuera ese en el que nací. Descubierto fui. Mi Padre, mis hermanos, me señalaron con vergüenza y desdén. Ya no era luz; estaba sucio, a pesar de solo haber compartido castos besos y caricias perdidas. El ultimátum fue demoledor. Dios habló: —Destruye aquello que amaste más que a mí. Si niegas el deseo de tu Padre Creador, serás desterrado al plano mortal y por ti mismo descubrirás la penitencia que tendrás que cargar.— Elorien, la luz de Dios. Su voz rota de dolor, pero con la determinación que Lilith le otorgó. 🪽 No dejaré de hacer aquello por lo que fui creado. Amor soy y amor daré. Incluso si debo compartirlo con vos, Padre Todopoderoso. 🪽 Entonces Elorien fue ajusticiado. Cuatro de sus alas murieron ante la impasibilidad de aquellos que miraron. No hubo delicadeza; allí, en el cielo mismo, se filtró la crueldad. Una a una fueron laceradas, arrancadas, mutiladas, dejando cuatro cicatrices que jamás olvidará. Tan solo dejaron dos de sus alas. Un recordatorio de lo que fue, pero sin la fuerza para que estas consiguieran guiarle nuevamente al hogar de Dios, su hogar. A pesar del dolor, Elorien sintió una liberación. Voló a la tierra, buscando a su amado. Se fundió en sus brazos con un beso apasionado. Este fue largo, lento; disfrutó los minutos sin miedo a ser juzgados. Repentinamente se desfalleció. ¿Fruto de la emoción?... No. No sentía su respiración ni el latir de su corazón. Su calidez desapareció; su piel se tornó fría, perdiendo su vivo color. 🪽 ¡¿Por qué?! 🪽 reclamó a Dios. Mientras arrancaron sus alas, él no lloró, no gritó. Pero en aquel momento, su llanto y su grito fueron tan reales como la propia carne, llegando a los oídos del mismo cielo. —He aquí tu condena, hijo mío. Por cada minuto que alguien anhele tu piel, un año de su vida yo quitaré, acelerando su entrada al cielo o al infierno. Te condeno a una eternidad sin que el amor puedas volver a conocer…—
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    ✧○ꊞ○ꊞ○ꊞ○ꊞ○✧𝕆𝕗𝕗 ℝ𝕠𝕝✧○ꊞ○ꊞ○ꊞ○ꊞ○✧

    Las injusticias... A Antínoo le andan cayendo como moscas y a mi nada.
    Maldito y sexy "lobo" hijo de Zeus(?

    ✧○ꊞ○ꊞ○ꊞ○ꊞ○✧𝕆𝕗𝕗 ℝ𝕠𝕝✧○ꊞ○ꊞ○ꊞ○ꊞ○✧
    ✧○ꊞ○ꊞ○ꊞ○ꊞ○✧𝕆𝕗𝕗 ℝ𝕠𝕝✧○ꊞ○ꊞ○ꊞ○ꊞ○✧ Las injusticias... A [B1gwolf] le andan cayendo como moscas y a mi nada. Maldito y sexy "lobo" hijo de Zeus(? ✧○ꊞ○ꊞ○ꊞ○ꊞ○✧𝕆𝕗𝕗 ℝ𝕠𝕝✧○ꊞ○ꊞ○ꊞ○ꊞ○✧
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  • Cada paso que doy en estas calles me recuerda lo que perdimos, la corrupción que dejamos crecer bajo nuestra propia vigilancia. He dedicado mi vida a proteger Piltover, pero a veces me pregunto si realmente puedo salvar una ciudad que no quiere ser salvada.

    Aun así, no puedo rendirme. No después de todo lo que he visto, de todo lo que me ha costado. Si dejo que la rabia me consuma, seré igual que aquellos a los que persigo.
    No.
    Tengo que mantener la cabeza fría, el pulso firme.

    Este disparo no será solo justicia, será una promesa de que todavía queda esperanza.
    Cada paso que doy en estas calles me recuerda lo que perdimos, la corrupción que dejamos crecer bajo nuestra propia vigilancia. He dedicado mi vida a proteger Piltover, pero a veces me pregunto si realmente puedo salvar una ciudad que no quiere ser salvada. Aun así, no puedo rendirme. No después de todo lo que he visto, de todo lo que me ha costado. Si dejo que la rabia me consuma, seré igual que aquellos a los que persigo. No. Tengo que mantener la cabeza fría, el pulso firme. Este disparo no será solo justicia, será una promesa de que todavía queda esperanza.
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  • La nieve cae lenta, el espacio contiene el aliento, no hay viento ni brisa en este amanecer.

    Entre las lápidas cubiertas de escarcha, avanza en silencio, envuelto en un abrigo remendado que apenas contiene el frío. Más grande que muchos hombres, más pesado y fuerte que cualquiera de ellos. Sus huellas son profundas, disparejas, pesadas y lentas.

    𝘌𝘭 𝘣𝘰𝘴𝘲𝘶𝘦 𝘺𝘢 𝘯𝘰 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘦.

    Allí donde antes anidaban aves y corrían arroyos, ahora se alzan columnas de humo y ladrillo. Las bestias han huido; los hombres, en cambio, se multiplican como gusanos enfermos que devoran todo lo bello de esta tierra.

    Y el Monstruo, si es que merece este nombre más que los otros, encontró refugio entre los muertos.

    Los muertos, al menos, no gritan.
    No insultan.
    No disparan.
    No lastiman.

    Al llegar al centro de la parcela, se encuentra con ella tal y como en cada amanecer desde que llegó al cementerio; un ángel de mármol, alas extendidas, mirada perdida, cubierto por una fina capa de escarcha blanca, mil diamantes que no hacen justicia a la belleza de la talla.

    El rostro es sereno, con los labios entreabiertos como si aún susurrara una plegaria, como si la piedra orara con amor.
    Él se queda mirándola hasta que la neblina del alba empieza a teñirse de rosa.

    ▬▬▬ 𝙴𝚛𝚎𝚜 𝚑𝚎𝚛𝚖𝚘𝚜𝚊… ▬▬▬murmura, la voz ronca suena temerosa de romper el silencio▬▬▬ 𝚃𝚊𝚗 𝚋𝚎𝚕𝚕𝚊… 𝚚𝚞𝚎 𝚍𝚞𝚎𝚕𝚎... 𝚖𝚒𝚛𝚊𝚛𝚝𝚎...

    Tiende una mano, sus largos dedos tiemblan y las yemas rozan el mármol helado como mil noches anhelo tocar la tibia piel de una mujer.
    Por un instante, el frío le parece calor.
    Por un instante, cree que aquel ángel lo ve.

    ▬▬▬ 𝚂𝚒 𝚕𝚘𝚜 𝚑𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎𝚜 𝚝𝚒𝚎𝚗𝚎𝚗 𝚊𝚕𝚖𝚊𝚜… ▬▬▬susurra▬▬▬, 𝚚𝚞𝚒𝚣á𝚜 𝚝ú 𝚐𝚞𝚊𝚛𝚍𝚎𝚜 𝚕𝚊 𝚖í𝚊... 𝙻𝚊 𝚚𝚞𝚎 𝚖𝚒 𝚌𝚛𝚎𝚊𝚍𝚘𝚛 𝚘𝚕𝚟𝚒𝚍ó 𝚍𝚊𝚛𝚖𝚎.

    Un repentino soplo de viento le arrebata la capucha y la nieve arde sobre su piel.
    Entre los cristales de hielo, un hilo de luz acaricia la estatua.
    El ángel sigue orando.

    Él sonríe, apenas, con una ternura imposible en un rostro tan remendado.

    ▬▬▬ 𝚂𝚒 𝚙𝚞𝚍𝚒𝚎𝚛𝚊 𝚜𝚘ñ𝚊𝚛… 𝚜𝚘ñ𝚊𝚛í𝚊 𝚌𝚘𝚗𝚝𝚒𝚐𝚘... ¿𝙲𝚘𝚗 𝚚𝚞é 𝚜𝚞𝚎ñ𝚊𝚗 𝚕𝚘𝚜 á𝚗𝚐𝚎𝚕𝚎𝚜... 𝚎𝚗 𝚎𝚕 𝚌𝚒𝚎𝚕𝚘?
    La nieve cae lenta, el espacio contiene el aliento, no hay viento ni brisa en este amanecer. Entre las lápidas cubiertas de escarcha, avanza en silencio, envuelto en un abrigo remendado que apenas contiene el frío. Más grande que muchos hombres, más pesado y fuerte que cualquiera de ellos. Sus huellas son profundas, disparejas, pesadas y lentas. 𝘌𝘭 𝘣𝘰𝘴𝘲𝘶𝘦 𝘺𝘢 𝘯𝘰 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘦. Allí donde antes anidaban aves y corrían arroyos, ahora se alzan columnas de humo y ladrillo. Las bestias han huido; los hombres, en cambio, se multiplican como gusanos enfermos que devoran todo lo bello de esta tierra. Y el Monstruo, si es que merece este nombre más que los otros, encontró refugio entre los muertos. Los muertos, al menos, no gritan. No insultan. No disparan. No lastiman. Al llegar al centro de la parcela, se encuentra con ella tal y como en cada amanecer desde que llegó al cementerio; un ángel de mármol, alas extendidas, mirada perdida, cubierto por una fina capa de escarcha blanca, mil diamantes que no hacen justicia a la belleza de la talla. El rostro es sereno, con los labios entreabiertos como si aún susurrara una plegaria, como si la piedra orara con amor. Él se queda mirándola hasta que la neblina del alba empieza a teñirse de rosa. ▬▬▬ 𝙴𝚛𝚎𝚜 𝚑𝚎𝚛𝚖𝚘𝚜𝚊… ▬▬▬murmura, la voz ronca suena temerosa de romper el silencio▬▬▬ 𝚃𝚊𝚗 𝚋𝚎𝚕𝚕𝚊… 𝚚𝚞𝚎 𝚍𝚞𝚎𝚕𝚎... 𝚖𝚒𝚛𝚊𝚛𝚝𝚎... Tiende una mano, sus largos dedos tiemblan y las yemas rozan el mármol helado como mil noches anhelo tocar la tibia piel de una mujer. Por un instante, el frío le parece calor. Por un instante, cree que aquel ángel lo ve. ▬▬▬ 𝚂𝚒 𝚕𝚘𝚜 𝚑𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎𝚜 𝚝𝚒𝚎𝚗𝚎𝚗 𝚊𝚕𝚖𝚊𝚜… ▬▬▬susurra▬▬▬, 𝚚𝚞𝚒𝚣á𝚜 𝚝ú 𝚐𝚞𝚊𝚛𝚍𝚎𝚜 𝚕𝚊 𝚖í𝚊... 𝙻𝚊 𝚚𝚞𝚎 𝚖𝚒 𝚌𝚛𝚎𝚊𝚍𝚘𝚛 𝚘𝚕𝚟𝚒𝚍ó 𝚍𝚊𝚛𝚖𝚎. Un repentino soplo de viento le arrebata la capucha y la nieve arde sobre su piel. Entre los cristales de hielo, un hilo de luz acaricia la estatua. El ángel sigue orando. Él sonríe, apenas, con una ternura imposible en un rostro tan remendado. ▬▬▬ 𝚂𝚒 𝚙𝚞𝚍𝚒𝚎𝚛𝚊 𝚜𝚘ñ𝚊𝚛… 𝚜𝚘ñ𝚊𝚛í𝚊 𝚌𝚘𝚗𝚝𝚒𝚐𝚘... ¿𝙲𝚘𝚗 𝚚𝚞é 𝚜𝚞𝚎ñ𝚊𝚗 𝚕𝚘𝚜 á𝚗𝚐𝚎𝚕𝚎𝚜... 𝚎𝚗 𝚎𝚕 𝚌𝚒𝚎𝚕𝚘?
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  • Cuando la oscuridad se alza
    Fandom OC
    Categoría Acción
    Había paz, al menos así fue durante un tiempo. Pero el mago ya había comenzado con su venganza, o lo que él consideraba justicia.

    Saintr se alzaba en lo más alto de su torre, tan alta que solo se veían nubes bajo ella, pero aunque ocultaban el paisaje, él sabía con certeza que bajo ellas se encontraban las tierras y habitantes que tanto despreciaba, pero pronto serían solo un mal recuerdo.

    "Noctua, adelante."

    Su lechuza, su más fiel compañera, alzó el vuelo, su objetivo era claro, guiar al ejército.

    Varias decenas de dragones, hipogrifos, y otras criaturas voladas siguieron a la mensajera del mago, un aleteo tan potente que esparcían las nubes y dejaban divisar los campos, aldeas... Todo eso pronto dejaría de existir, aunque no era ni de lejos lo único que planeaba Saintr.

    Pronto, todas esas criaturas descendieron, atacaron pueblos, extinguieron cosechas a cenizas y, los que ya llegaban a reinos grandes, masacraban sus ejércitos.


    Había paz, al menos así fue durante un tiempo. Pero el mago ya había comenzado con su venganza, o lo que él consideraba justicia. Saintr se alzaba en lo más alto de su torre, tan alta que solo se veían nubes bajo ella, pero aunque ocultaban el paisaje, él sabía con certeza que bajo ellas se encontraban las tierras y habitantes que tanto despreciaba, pero pronto serían solo un mal recuerdo. "Noctua, adelante." Su lechuza, su más fiel compañera, alzó el vuelo, su objetivo era claro, guiar al ejército. Varias decenas de dragones, hipogrifos, y otras criaturas voladas siguieron a la mensajera del mago, un aleteo tan potente que esparcían las nubes y dejaban divisar los campos, aldeas... Todo eso pronto dejaría de existir, aunque no era ni de lejos lo único que planeaba Saintr. Pronto, todas esas criaturas descendieron, atacaron pueblos, extinguieron cosechas a cenizas y, los que ya llegaban a reinos grandes, masacraban sus ejércitos.
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    6
    Estado
    Disponible
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  • A veces no sé por qué sigo luchando, no es que haya perdido la fe, pero me cansa ver cómo todo se desmorona mientras yo intento mantenerm e firme, creyendo todavía en la justicia, en el equilibrio, en que si uno protege a los suyos, el mundo puede ser un lugar mejor.

    Siempre he sido así, amigo de mis amigos, enemigo de sus enemigos, alguien que no duda en darlo todo por los que ama, aunque eso me cueste pedazos de mí, y sí, si hiciera falta, mataría por ellos, no por rabia, sino por lealtad, por esa forma de sentir que no sé apagar.

    Pero últimamente me pesa, siento que doy demasiado, que entrego más de lo que tengo y que, cuando llega la calma, me quedo vacío, sin fuerzas, sin nadie que entienda el cansancio que se esconde detrás de mi sonrisa, detrás de mis ganas de seguir.

    Cuando traicionan a alguien que quiero, algo dentro de mí se rompe, y el lobo que llevo despierta, saca las garras, se defiende, ruge, hace justicia, pero después, cuando el ruido se apaga, cuando todo vuelve a estar en silencio, me invade esa soledad que ni la luna puede consolar.

    A veces pienso que debería mirar solo por mí, que quizá sería más fácil, pero no puedo, no es quien soy, no puedo quedarme quieto mientras todo se desmorona, mientras la gente que quiero sufre, porque por más que me duela, todavía creo que vale la pena alzar la voz, que si uno no lucha por lo correcto, nada cambia, nada mejora.

    Así que aquí estoy, cansado, herido, pero de pie, con el corazón lleno de grietas y esperanza, con las manos temblando y el alma en llamas, sabiendo que tal vez nadie me entienda del todo, pero que no importa, porque yo sí entiendo lo que significa ser leal, aunque duela, aunque me deje solo, aunque mi aullido se pierda en la noche.

    A veces no sé por qué sigo luchando, no es que haya perdido la fe, pero me cansa ver cómo todo se desmorona mientras yo intento mantenerm e firme, creyendo todavía en la justicia, en el equilibrio, en que si uno protege a los suyos, el mundo puede ser un lugar mejor. Siempre he sido así, amigo de mis amigos, enemigo de sus enemigos, alguien que no duda en darlo todo por los que ama, aunque eso me cueste pedazos de mí, y sí, si hiciera falta, mataría por ellos, no por rabia, sino por lealtad, por esa forma de sentir que no sé apagar. Pero últimamente me pesa, siento que doy demasiado, que entrego más de lo que tengo y que, cuando llega la calma, me quedo vacío, sin fuerzas, sin nadie que entienda el cansancio que se esconde detrás de mi sonrisa, detrás de mis ganas de seguir. Cuando traicionan a alguien que quiero, algo dentro de mí se rompe, y el lobo que llevo despierta, saca las garras, se defiende, ruge, hace justicia, pero después, cuando el ruido se apaga, cuando todo vuelve a estar en silencio, me invade esa soledad que ni la luna puede consolar. A veces pienso que debería mirar solo por mí, que quizá sería más fácil, pero no puedo, no es quien soy, no puedo quedarme quieto mientras todo se desmorona, mientras la gente que quiero sufre, porque por más que me duela, todavía creo que vale la pena alzar la voz, que si uno no lucha por lo correcto, nada cambia, nada mejora. Así que aquí estoy, cansado, herido, pero de pie, con el corazón lleno de grietas y esperanza, con las manos temblando y el alma en llamas, sabiendo que tal vez nadie me entienda del todo, pero que no importa, porque yo sí entiendo lo que significa ser leal, aunque duela, aunque me deje solo, aunque mi aullido se pierda en la noche.
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  • He caminado entre ruinas, sonriendo de más,
    guardando el grito detrás de la paz.
    He perdonado con labios temblando,
    aunque por dentro me estaba quebrando.

    Tú… siempre me hablas en medio del dolor,
    me susurras: “Déjame mostrarles tu verdadero ardor.”
    Pero yo te conozco, yo sé lo que eres…
    cuando sales, no hay regreso, no hay quienes.


    Déjame arder, déjame romper,
    todo lo que finge no doler.
    Deja que ellos prueben tu infierno, tu fuego,
    haz que sientan lo que tú escondes en silencio.
    Tanto aguantaste, tanto sangraste…
    yo soy tu justicia, tu final, tu desastre.


    Lo intenté todo… mil veces callé,
    con los puños cerrados, los ojos de fe.
    Pero el mundo no cambia, no escucha, no ve…
    y tú creces más fuerte cada vez que cae.

    He sido contención, he sido la calma,
    pero la rabia me quema por dentro del alma.
    Ya no puedo más… ya no sé fingir…
    y tú… tú solo pides salir.


    Está bien…
    Ya tomaste demasiado de mí…
    Si el mundo quiere guerra,
    serás tú quien la dé por mí.


    ¡Ahora mírenme! ¡Ya no soy sombra ni rezo!
    ¡Soy furia viva, soy tu desprecio!
    Ella me encerró, me encadenó al dolor…
    pero ustedes rompieron el último candado, sin pudor.

    ¿Querían paz? La tuvieron. ¿Querían silencio? Se lo di.
    Ahora conocerán lo que siempre oculté por ti.
    Soy la bestia que esperaron, la que nunca cedió…
    Y no voy a detenerme hasta que el mundo se arrodille y diga: “¡Perdón!”


    Ella fue noble, fue fuerte, fue cielo,
    y ustedes la hundieron hasta el mismo suelo.
    Cada traición fue un clavo en la puerta…
    y yo… siempre estuve despierta.

    Quise ser paz, juro que sí…
    pero no nací para arrodillarme ante ti.
    Ahora es mi turno, ahora mando yo…
    el juicio ha llegado, y comienza hoy.


    ¡Temblad! ¡Gritad! ¡Arrepentíos!
    La calma se ha muerto, este fuego es mío.
    Ella me dio el permiso, me soltó sin temor…
    ahora bailen, bailen en su error.

    Ustedes liberaron lo que no debían tocar…
    no hay redención, no hay vuelta atrás.
    Soy lo que callaron, lo que despreciaron…
    y no pararé… hasta que todos paguen por lo que causaron.

    https://www.youtube.com/watch?v=SOUqedQJK-Q&list=RDlTkyT6JoDv8&index=19
    He caminado entre ruinas, sonriendo de más, guardando el grito detrás de la paz. He perdonado con labios temblando, aunque por dentro me estaba quebrando. Tú… siempre me hablas en medio del dolor, me susurras: “Déjame mostrarles tu verdadero ardor.” Pero yo te conozco, yo sé lo que eres… cuando sales, no hay regreso, no hay quienes. Déjame arder, déjame romper, todo lo que finge no doler. Deja que ellos prueben tu infierno, tu fuego, haz que sientan lo que tú escondes en silencio. Tanto aguantaste, tanto sangraste… yo soy tu justicia, tu final, tu desastre. Lo intenté todo… mil veces callé, con los puños cerrados, los ojos de fe. Pero el mundo no cambia, no escucha, no ve… y tú creces más fuerte cada vez que cae. He sido contención, he sido la calma, pero la rabia me quema por dentro del alma. Ya no puedo más… ya no sé fingir… y tú… tú solo pides salir. Está bien… Ya tomaste demasiado de mí… Si el mundo quiere guerra, serás tú quien la dé por mí. ¡Ahora mírenme! ¡Ya no soy sombra ni rezo! ¡Soy furia viva, soy tu desprecio! Ella me encerró, me encadenó al dolor… pero ustedes rompieron el último candado, sin pudor. ¿Querían paz? La tuvieron. ¿Querían silencio? Se lo di. Ahora conocerán lo que siempre oculté por ti. Soy la bestia que esperaron, la que nunca cedió… Y no voy a detenerme hasta que el mundo se arrodille y diga: “¡Perdón!” Ella fue noble, fue fuerte, fue cielo, y ustedes la hundieron hasta el mismo suelo. Cada traición fue un clavo en la puerta… y yo… siempre estuve despierta. Quise ser paz, juro que sí… pero no nací para arrodillarme ante ti. Ahora es mi turno, ahora mando yo… el juicio ha llegado, y comienza hoy. ¡Temblad! ¡Gritad! ¡Arrepentíos! La calma se ha muerto, este fuego es mío. Ella me dio el permiso, me soltó sin temor… ahora bailen, bailen en su error. Ustedes liberaron lo que no debían tocar… no hay redención, no hay vuelta atrás. Soy lo que callaron, lo que despreciaron… y no pararé… hasta que todos paguen por lo que causaron. https://www.youtube.com/watch?v=SOUqedQJK-Q&list=RDlTkyT6JoDv8&index=19
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  • ─ El clima esta pacifico, pero esta paz solo atrae a los "Renegados" de mi cabeza. Cuando me ven tranquilos ellos protestan, reclaman y escupen por justicia, aquellos que prometí revancha y los que murieron de forma injusta.

    Yo los escucho porque es lo mínimo que puedo hacer, les calma un poco ser escuchados, pero al final me rió y solo les afirmo que algún día ajustaran cuentas conmigo en el mas allá.

    Mientras tanto. . .Sigan viéndome desatar y disfrutar de esta tormenta.
    ㊗️ ─ El clima esta pacifico, pero esta paz solo atrae a los "Renegados" de mi cabeza. Cuando me ven tranquilos ellos protestan, reclaman y escupen por justicia, aquellos que prometí revancha y los que murieron de forma injusta. Yo los escucho porque es lo mínimo que puedo hacer, les calma un poco ser escuchados, pero al final me rió y solo les afirmo que algún día ajustaran cuentas conmigo en el mas allá. Mientras tanto. . .Sigan viéndome desatar y disfrutar de esta tormenta.
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  • "Instinto Primario”

    La noche respiraba.
    El bosque entero parecía contener el aire mientras la luna ascendía sobre las copas de los árboles, blanca, inmensa, testigo de mi renacer.

    Podía sentirlo… el pulso bajo mi piel, la vibración en los huesos, el fuego líquido corriendo por mis venas.
    Darkus había desatado algo que llevaba dormido demasiado tiempo.
    No me había maldecido… me había devuelto lo que me arrebataron.

    El cambio comenzaba en mis ojos.
    Una ardiente presión detrás del iris, un temblor.
    El mundo se volvió más nítido, el aire más denso, los sonidos más crueles.
    Podía escuchar la respiración de los árboles, el murmullo de las criaturas escondidas.
    Y mi propio corazón… golpeando como un tambor de guerra.

    Mis manos se curvaron, los dedos temblando al sentir cómo las uñas se alargaban, afiladas, naturales.
    No dolía.
    Era liberador.
    La piel ardía, los músculos se tensaban, mi cuerpo reclamando su forma verdadera, aquella que los Carson intentaron apagar a base de miedo y sangre.

    Un aullido desgarró el silencio.
    No supe si provenía de mí o del alma misma del bosque.
    Pero en ese instante, entendí.
    No era humana.
    No era bestia.
    Era ambas.
    Y por primera vez, no tenía miedo de ello.

    La luna me bañó con su luz pálida, y mi sombra cambió.
    Orejas, colmillos, una fuerza que rugía desde lo más profundo.
    La loba despertaba, y con ella, el hambre.
    No de carne… sino de justicia.

    Darkus me observaba desde la distancia, su silueta imponente entre los árboles, sus ojos ardiendo como brasas antiguas.
    No dijo nada.
    No hacía falta.
    Sabía lo que vendría después.

    Corrí.
    El suelo bajo mis pies temblaba.
    Las ramas se abrían ante mí.
    El viento era mi cómplice.
    Cada sentido vivo, agudo, perfecto.
    El olor del miedo, del hierro, del sudor…
    Todo me guiaba hacia la presa.

    No cazaba por placer.
    Cazaba por instinto.
    Por redención.
    Por las voces silenciadas que aún gritaban dentro de mí.

    La loba y la mujer se habían fundido.
    Ya no había una sin la otra.
    Y esa unión era peligrosa.
    Letal.

    Cuando la luna alcanzó su punto más alto, me detuve.
    El bosque calló.
    Mi reflejo en un charco de agua me devolvió la mirada: un ser con ojos de dos colores, mitad sombra, mitad luz.
    Era yo.
    La verdadera.
    La que sobrevivió a los Carson.
    La que se negó a morir.

    Y ahora, bajo el manto de la noche, el nombre Luana Smith Carson dejaba de ser una marca de esclava.
    Se convertía en una advertencia.

    Darküs Volkøv
    "Instinto Primario” La noche respiraba. El bosque entero parecía contener el aire mientras la luna ascendía sobre las copas de los árboles, blanca, inmensa, testigo de mi renacer. Podía sentirlo… el pulso bajo mi piel, la vibración en los huesos, el fuego líquido corriendo por mis venas. Darkus había desatado algo que llevaba dormido demasiado tiempo. No me había maldecido… me había devuelto lo que me arrebataron. El cambio comenzaba en mis ojos. Una ardiente presión detrás del iris, un temblor. El mundo se volvió más nítido, el aire más denso, los sonidos más crueles. Podía escuchar la respiración de los árboles, el murmullo de las criaturas escondidas. Y mi propio corazón… golpeando como un tambor de guerra. Mis manos se curvaron, los dedos temblando al sentir cómo las uñas se alargaban, afiladas, naturales. No dolía. Era liberador. La piel ardía, los músculos se tensaban, mi cuerpo reclamando su forma verdadera, aquella que los Carson intentaron apagar a base de miedo y sangre. Un aullido desgarró el silencio. No supe si provenía de mí o del alma misma del bosque. Pero en ese instante, entendí. No era humana. No era bestia. Era ambas. Y por primera vez, no tenía miedo de ello. La luna me bañó con su luz pálida, y mi sombra cambió. Orejas, colmillos, una fuerza que rugía desde lo más profundo. La loba despertaba, y con ella, el hambre. No de carne… sino de justicia. Darkus me observaba desde la distancia, su silueta imponente entre los árboles, sus ojos ardiendo como brasas antiguas. No dijo nada. No hacía falta. Sabía lo que vendría después. Corrí. El suelo bajo mis pies temblaba. Las ramas se abrían ante mí. El viento era mi cómplice. Cada sentido vivo, agudo, perfecto. El olor del miedo, del hierro, del sudor… Todo me guiaba hacia la presa. No cazaba por placer. Cazaba por instinto. Por redención. Por las voces silenciadas que aún gritaban dentro de mí. La loba y la mujer se habían fundido. Ya no había una sin la otra. Y esa unión era peligrosa. Letal. Cuando la luna alcanzó su punto más alto, me detuve. El bosque calló. Mi reflejo en un charco de agua me devolvió la mirada: un ser con ojos de dos colores, mitad sombra, mitad luz. Era yo. La verdadera. La que sobrevivió a los Carson. La que se negó a morir. Y ahora, bajo el manto de la noche, el nombre Luana Smith Carson dejaba de ser una marca de esclava. Se convertía en una advertencia. [Darkus]
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