• El regreso de la Luna”
    ---

    El cielo se encontraba encapotado, como si incluso las nubes contuvieran el aliento ante lo que estaba por suceder.
    Durante años, Luna Aurelian Reis había desaparecido del ojo público. Ni apariciones, ni entrevistas, ni conferencias. Solo su sombra y los rumores que se tejían sobre ella, sobre su caída, sus pérdidas, y su vida entre cenizas.

    Pero esa noche...
    Esa noche, volvió.

    El destello de los flashes casi cegó la entrada del museo cuando la puerta del auto negro se abrió lentamente.
    Una figura descendió con elegancia calculada: cabello rubio platino movido por el viento, labios carmesí, un vestido negro de corte sobrio con detalles plateados que brillaban como fragmentos de estrellas.
    La multitud se contuvo.
    Los reporteros no sabían si gritar su nombre o guardar silencio ante la magnitud del momento.

    —“¿Es ella? ¿Luna Reis?” —susurró uno, ajustando su cámara.
    —“Dioses… no puede ser. Pensé que no volvería a pisar un evento público.”

    Ella avanzó con paso tranquilo, sin prisa, pero con la firmeza de quien había sobrevivido a sus propios infiernos.
    El emblema de REI-TECH TECHNOLOGY brillaba discretamente en el broche que adornaba su cuello.
    El mundo lo sabía: su empresa, dada por muerta años atrás, había resurgido. No solo eso —ahora era la número uno del globo, superando incluso a sus antiguos competidores.

    Los flashes siguieron su avance como un río de luces.
    Luna alzó ligeramente la mirada; por un segundo, su rostro se reflejó en los lentes y pantallas frente a ella:
    serena, inalcanzable, pero con un dejo de melancolía en los ojos.

    Dentro del museo, el murmullo de la alta sociedad se convirtió en un coro expectante.
    Algunos la observaban con admiración, otros con recelo.
    Ella lo sabía… y no le importaba.

    Cuando uno de los periodistas logró acercarse lo suficiente, preguntó, casi con miedo:
    —“Señora Reis, ¿cómo se siente al volver después de tanto tiempo?”

    Luna sonrió apenas, un gesto sutil, pero suficiente para silenciar el aire.
    —“El tiempo no me hizo volver…”, respondió con voz tranquila.
    “Solo me recordó quién soy.”

    El eco de sus palabras se perdió entre el murmullo y el golpeteo de la lluvia en los cristales del museo.
    Ella siguió su camino hacia el interior, dejando atrás el ruido, los flashes y las sombras del pasado.
    Era su regreso…
    pero también, su renacimiento.
    El regreso de la Luna” --- El cielo se encontraba encapotado, como si incluso las nubes contuvieran el aliento ante lo que estaba por suceder. Durante años, Luna Aurelian Reis había desaparecido del ojo público. Ni apariciones, ni entrevistas, ni conferencias. Solo su sombra y los rumores que se tejían sobre ella, sobre su caída, sus pérdidas, y su vida entre cenizas. Pero esa noche... Esa noche, volvió. El destello de los flashes casi cegó la entrada del museo cuando la puerta del auto negro se abrió lentamente. Una figura descendió con elegancia calculada: cabello rubio platino movido por el viento, labios carmesí, un vestido negro de corte sobrio con detalles plateados que brillaban como fragmentos de estrellas. La multitud se contuvo. Los reporteros no sabían si gritar su nombre o guardar silencio ante la magnitud del momento. —“¿Es ella? ¿Luna Reis?” —susurró uno, ajustando su cámara. —“Dioses… no puede ser. Pensé que no volvería a pisar un evento público.” Ella avanzó con paso tranquilo, sin prisa, pero con la firmeza de quien había sobrevivido a sus propios infiernos. El emblema de REI-TECH TECHNOLOGY brillaba discretamente en el broche que adornaba su cuello. El mundo lo sabía: su empresa, dada por muerta años atrás, había resurgido. No solo eso —ahora era la número uno del globo, superando incluso a sus antiguos competidores. Los flashes siguieron su avance como un río de luces. Luna alzó ligeramente la mirada; por un segundo, su rostro se reflejó en los lentes y pantallas frente a ella: serena, inalcanzable, pero con un dejo de melancolía en los ojos. Dentro del museo, el murmullo de la alta sociedad se convirtió en un coro expectante. Algunos la observaban con admiración, otros con recelo. Ella lo sabía… y no le importaba. Cuando uno de los periodistas logró acercarse lo suficiente, preguntó, casi con miedo: —“Señora Reis, ¿cómo se siente al volver después de tanto tiempo?” Luna sonrió apenas, un gesto sutil, pero suficiente para silenciar el aire. —“El tiempo no me hizo volver…”, respondió con voz tranquila. “Solo me recordó quién soy.” El eco de sus palabras se perdió entre el murmullo y el golpeteo de la lluvia en los cristales del museo. Ella siguió su camino hacia el interior, dejando atrás el ruido, los flashes y las sombras del pasado. Era su regreso… pero también, su renacimiento.
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  • Debería seguir durmiendo? Ya me parece aburrido
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  • —¿Desde cuando se ha vuelto tan dulce?

    Murmuró sonrojado, aunque feliz por el regalo.
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  • CAP .1 Fenix
    La sala de juntas estaba impregnada de un aire pesado para ser una empresa farmacéutica, El murmullo de voces de los médicos presentando una nueva medicina para el estrés se mezclaba con el golpeteo de plumas sobre libretas de Lilith algo adormilada pues llevaba días sin dormir, aún así se veía impecable en su papel de directora de comunicación, sostenía la mirada de los médicos mientras exponía todo referente a ala nueva medicina.

    Pero entonces, un estruendo la inundó, un zumbido, primero leve, como un eco en sus huesos, luego, una vibración que ascendió por su piel hasta hacerla sentir como si su propio cuerpo fuera un tambor resonando con un ritmo ajeno.

    —Disculpen… —su voz se quebró, apenas un susurro mientras se levantaba siendo seguida por la mirada de Caleb quien se sentaba en la cabeza de la mesa—. Me siento indispuesta.

    No esperó respuesta. Se levantó con la calma como si nada pasara aún que su cuerpo estaba experimentando algo que no conocía, salió de la sala, cerrando la puerta tras de sí. El pasillo se convirtió en un túnel de sombras. Cada paso la acercaba a un fuego invisible que crepitaba bajo su piel.

    En su oficina, cerró con llave sentía como el aire su alrededor se volvió denso, cargado de electricidad. Una flama recorrió su cuerpo, no como dolor, sino como un despertar: calor, magia, fuerza, poder. Sus manos temblorosas buscaron entre los estantes un libro antiguo, uno que nunca había abierto. Al tocarlo, el papel se encendió en un fuego vivaz y poderoso que la sorprendió tirando el libro al suelo viéndolo asustado como era consumido por las llamas.

    Las cenizas fueron lo único que quedó en el suelo, y aún con la ligera brisa que había en su oficina se movieron hasta dibujar la silueta de un ave fénix que desplegó sus alas incandescentes frente a ella. El símbolo ardía frente a sus ojos y con él, su cuerpo ardió aún más fuerte.

    —Lilith… —la voz de Caleb golpeó la puerta desde afuera—. ¡Ábreme!

    Ella apenas pudo sostenerse. El calor era insoportable, como si su piel se fundiera con un fuego ancestral. Cayó de rodillas, y antes de perder la conciencia, escuchó una voz femenina dentro de su cabeza una que había estado evitando desde años atrás.

    "Como el fénix, regreso, como el fuego me avivó y con mis cenizas manchare a quienes me olvidaron"

    El golpe de la puerta al romperse resonó como un trueno. Caleb entró, y lo que vio lo dejó helado: su hermana tendida en el suelo, el cuerpo ardiendo en un calor imposible.

    —¡Dios mío, Lilith! ¡Llamen a emergencias rápido!—gritó, marcando de inmediato a emergencias.

    El ambiente en la oficina se tenso, todos mirando preocupados a Lilith hasta que algo más poderoso opaco la escena, el sol siendo consumido por la oscuridad, un eclipse.

    Y mientras todos desviaban la vista a como la luz se iba por unos segundos, Caleb sostenía a Lilith en brazos mirando con temor el eclipse rogando por qué no fuera lo que imaginaba, y poco después el horror lo atravesó: en el cuello de Lilith, como si la piel misma se hubiera convertido en pergamino ardiente, comenzaba a formarse un tatuaje. El fénix, eterno, reclamando su lugar en la carne y alma de su hermana.
    CAP .1 Fenix La sala de juntas estaba impregnada de un aire pesado para ser una empresa farmacéutica, El murmullo de voces de los médicos presentando una nueva medicina para el estrés se mezclaba con el golpeteo de plumas sobre libretas de Lilith algo adormilada pues llevaba días sin dormir, aún así se veía impecable en su papel de directora de comunicación, sostenía la mirada de los médicos mientras exponía todo referente a ala nueva medicina. Pero entonces, un estruendo la inundó, un zumbido, primero leve, como un eco en sus huesos, luego, una vibración que ascendió por su piel hasta hacerla sentir como si su propio cuerpo fuera un tambor resonando con un ritmo ajeno. —Disculpen… —su voz se quebró, apenas un susurro mientras se levantaba siendo seguida por la mirada de Caleb quien se sentaba en la cabeza de la mesa—. Me siento indispuesta. No esperó respuesta. Se levantó con la calma como si nada pasara aún que su cuerpo estaba experimentando algo que no conocía, salió de la sala, cerrando la puerta tras de sí. El pasillo se convirtió en un túnel de sombras. Cada paso la acercaba a un fuego invisible que crepitaba bajo su piel. En su oficina, cerró con llave sentía como el aire su alrededor se volvió denso, cargado de electricidad. Una flama recorrió su cuerpo, no como dolor, sino como un despertar: calor, magia, fuerza, poder. Sus manos temblorosas buscaron entre los estantes un libro antiguo, uno que nunca había abierto. Al tocarlo, el papel se encendió en un fuego vivaz y poderoso que la sorprendió tirando el libro al suelo viéndolo asustado como era consumido por las llamas. Las cenizas fueron lo único que quedó en el suelo, y aún con la ligera brisa que había en su oficina se movieron hasta dibujar la silueta de un ave fénix que desplegó sus alas incandescentes frente a ella. El símbolo ardía frente a sus ojos y con él, su cuerpo ardió aún más fuerte. —Lilith… —la voz de Caleb golpeó la puerta desde afuera—. ¡Ábreme! Ella apenas pudo sostenerse. El calor era insoportable, como si su piel se fundiera con un fuego ancestral. Cayó de rodillas, y antes de perder la conciencia, escuchó una voz femenina dentro de su cabeza una que había estado evitando desde años atrás. "Como el fénix, regreso, como el fuego me avivó y con mis cenizas manchare a quienes me olvidaron" El golpe de la puerta al romperse resonó como un trueno. Caleb entró, y lo que vio lo dejó helado: su hermana tendida en el suelo, el cuerpo ardiendo en un calor imposible. —¡Dios mío, Lilith! ¡Llamen a emergencias rápido!—gritó, marcando de inmediato a emergencias. El ambiente en la oficina se tenso, todos mirando preocupados a Lilith hasta que algo más poderoso opaco la escena, el sol siendo consumido por la oscuridad, un eclipse. Y mientras todos desviaban la vista a como la luz se iba por unos segundos, Caleb sostenía a Lilith en brazos mirando con temor el eclipse rogando por qué no fuera lo que imaginaba, y poco después el horror lo atravesó: en el cuello de Lilith, como si la piel misma se hubiera convertido en pergamino ardiente, comenzaba a formarse un tatuaje. El fénix, eterno, reclamando su lugar en la carne y alma de su hermana.
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  • °.✩∘*˃̶୨ EL CUERVO ୧˂̶*∘✩.°
    ──── Edgar Allan Poe

    Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
    mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
    inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
    cabeceando, casi dormido,
    oyóse de súbito un leve golpe,
    como si suavemente tocaran,
    tocaran a la puerta de mi cuarto.
    “Es -dije musitando- un visitante
    tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
    Eso es todo, y nada más.”

    ¡Ah! aquel lúcido recuerdo
    de un gélido diciembre;
    espectros de brasas moribundas
    reflejadas en el suelo;
    angustia del deseo del nuevo día;
    en vano encareciendo a mis libros
    dieran tregua a mi dolor.
    Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
    virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
    Aquí ya sin nombre, para siempre.

    Y el crujir triste, vago, escalofriante
    de la seda de las cortinas rojas
    llenábame de fantásticos terrores
    jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
    acallando el latido de mi corazón,
    vuelvo a repetir:
    “Es un visitante a la puerta de mi cuarto
    queriendo entrar. Algún visitante
    que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
    Eso es todo, y nada más.”

    Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
    y ya sin titubeos:
    “Señor -dije- o señora, en verdad vuestro perdón imploro,
    mas el caso es que, adormilado
    cuando vinisteis a tocar quedamente,
    tan quedo vinisteis a llamar,
    a llamar a la puerta de mi cuarto,
    que apenas pude creer que os oía.”
    Y entonces abrí de par en par la puerta:
    Oscuridad, y nada más.

    Escrutando hondo en aquella negrura
    permanecí largo rato, atónito, temeroso,
    dudando, soñando sueños que ningún mortal
    se haya atrevido jamás a soñar.
    Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
    y la única palabra ahí proferida
    era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
    Lo pronuncié en un susurro, y el eco
    lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
    Apenas esto fue, y nada más.

    Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
    toda mi alma abrasándose dentro de mí,
    no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
    “Ciertamente -me dije-, ciertamente
    algo sucede en la reja de mi ventana.
    Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
    y así penetrar pueda en el misterio.
    Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
    y así penetrar pueda en el misterio.”
    ¡Es el viento, y nada más!

    De un golpe abrí la puerta,
    y con suave batir de alas, entró
    un majestuoso cuervo
    de los santos días idos.
    Sin asomos de reverencia,
    ni un instante quedo;
    y con aires de gran señor o de gran dama
    fue a posarse en el busto de Palas,
    sobre el dintel de mi puerta.
    Posado, inmóvil, y nada más.

    Entonces, este pájaro de ébano
    cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
    con el grave y severo decoro
    del aspecto de que se revestía.
    “Aun con tu cresta cercenada y mocha -le dije-.
    no serás un cobarde.
    hórrido cuervo vetusto y amenazador.
    Evadido de la ribera nocturna.
    ¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
    Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

    Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
    pudiera hablar tan claramente;
    aunque poco significaba su respuesta.
    Poco pertinente era. Pues no podemos
    sino concordar en que ningún ser humano
    ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
    posado sobre el dintel de su puerta,
    pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
    de Palas en el dintel de su puerta
    con semejante nombre: “Nunca más.”

    Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
    las palabras pronunció, como virtiendo
    su alma sólo en esas palabras.
    Nada más dijo entonces;
    no movió ni una pluma.
    Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
    “Otros amigos se han ido antes;
    mañana él también me dejará,
    como me abandonaron mis esperanzas.”
    Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”

    Sobrecogido al romper el silencio
    tan idóneas palabras,
    “sin duda -pensé-, sin duda lo que dice
    es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
    de un amo infortunado a quien desastre impío
    persiguió, acosó sin dar tregua
    hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
    hasta que las endechas de su esperanza
    llevaron sólo esa carga melancólica
    de “Nunca, nunca más.”

    Mas el Cuervo arrancó todavía
    de mis tristes fantasías una sonrisa;
    acerqué un mullido asiento
    frente al pájaro, el busto y la puerta;
    y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
    empecé a enlazar una fantasía con otra,
    pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
    lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
    flaco y ominoso pájaro de antaño
    quería decir graznando: “Nunca más,”

    En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
    frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
    quemaban hasta el fondo de mi pecho.
    Esto y más, sentado, adivinaba,
    con la cabeza reclinada
    en el aterciopelado forro del cojín
    acariciado por la luz de la lámpara;
    en el forro de terciopelo violeta
    acariciado por la luz de la lámpara
    ¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!

    Entonces me pareció que el aire
    se tornaba más denso, perfumado
    por invisible incensario mecido por serafines
    cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
    “¡Miserable -dije-, tu Dios te ha concedido,
    por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
    tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
    ¡Apura, oh, apura este dulce nepente
    y olvida a tu ausente Leonora!”
    Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

    “¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica!
    ¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
    enviado por el Tentador, o arrojado
    por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
    a esta desértica tierra encantada,
    a este hogar hechizado por el horror!
    Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
    ¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
    ¡Dime, dime, te imploro!”
    Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

    “¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica!
    ¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
    ¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
    ese Dios que adoramos tú y yo,
    dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
    tendrá en sus brazos a una santa doncella
    llamada por los ángeles Leonora,
    tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
    llamada por los ángeles Leonora!”
    Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

    “¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
    pájaro o espíritu maligno! -le grité presuntuoso.
    ¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
    No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
    que profirió tu espíritu!
    Deja mi soledad intacta.
    Abandona el busto del dintel de mi puerta.
    Aparta tu pico de mi corazón
    y tu figura del dintel de mi puerta.
    Y el Cuervo dijo: Nunca más.”

    Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
    Aún sigue posado, aún sigue posado
    en el pálido busto de Palas.
    en el dintel de la puerta de mi cuarto.
    Y sus ojos tienen la apariencia
    de los de un demonio que está soñando.
    Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
    tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
    del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
    no podrá liberarse. ¡Nunca más!
    °.✩∘*˃̶୨ EL CUERVO ୧˂̶*∘✩.° ──── Edgar Allan Poe Una vez, al filo de una lúgubre media noche, mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido, inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia, cabeceando, casi dormido, oyóse de súbito un leve golpe, como si suavemente tocaran, tocaran a la puerta de mi cuarto. “Es -dije musitando- un visitante tocando quedo a la puerta de mi cuarto. Eso es todo, y nada más.” ¡Ah! aquel lúcido recuerdo de un gélido diciembre; espectros de brasas moribundas reflejadas en el suelo; angustia del deseo del nuevo día; en vano encareciendo a mis libros dieran tregua a mi dolor. Dolor por la pérdida de Leonora, la única, virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada. Aquí ya sin nombre, para siempre. Y el crujir triste, vago, escalofriante de la seda de las cortinas rojas llenábame de fantásticos terrores jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie, acallando el latido de mi corazón, vuelvo a repetir: “Es un visitante a la puerta de mi cuarto queriendo entrar. Algún visitante que a deshora a mi cuarto quiere entrar. Eso es todo, y nada más.” Ahora, mi ánimo cobraba bríos, y ya sin titubeos: “Señor -dije- o señora, en verdad vuestro perdón imploro, mas el caso es que, adormilado cuando vinisteis a tocar quedamente, tan quedo vinisteis a llamar, a llamar a la puerta de mi cuarto, que apenas pude creer que os oía.” Y entonces abrí de par en par la puerta: Oscuridad, y nada más. Escrutando hondo en aquella negrura permanecí largo rato, atónito, temeroso, dudando, soñando sueños que ningún mortal se haya atrevido jamás a soñar. Mas en el silencio insondable la quietud callaba, y la única palabra ahí proferida era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?” Lo pronuncié en un susurro, y el eco lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!” Apenas esto fue, y nada más. Vuelto a mi cuarto, mi alma toda, toda mi alma abrasándose dentro de mí, no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza. “Ciertamente -me dije-, ciertamente algo sucede en la reja de mi ventana. Dejad, pues, que vea lo que sucede allí, y así penetrar pueda en el misterio. Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio, y así penetrar pueda en el misterio.” ¡Es el viento, y nada más! De un golpe abrí la puerta, y con suave batir de alas, entró un majestuoso cuervo de los santos días idos. Sin asomos de reverencia, ni un instante quedo; y con aires de gran señor o de gran dama fue a posarse en el busto de Palas, sobre el dintel de mi puerta. Posado, inmóvil, y nada más. Entonces, este pájaro de ébano cambió mis tristes fantasías en una sonrisa con el grave y severo decoro del aspecto de que se revestía. “Aun con tu cresta cercenada y mocha -le dije-. no serás un cobarde. hórrido cuervo vetusto y amenazador. Evadido de la ribera nocturna. ¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!” Y el Cuervo dijo: “Nunca más.” Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado pudiera hablar tan claramente; aunque poco significaba su respuesta. Poco pertinente era. Pues no podemos sino concordar en que ningún ser humano ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro posado sobre el dintel de su puerta, pájaro o bestia, posado en el busto esculpido de Palas en el dintel de su puerta con semejante nombre: “Nunca más.” Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto. las palabras pronunció, como virtiendo su alma sólo en esas palabras. Nada más dijo entonces; no movió ni una pluma. Y entonces yo me dije, apenas murmurando: “Otros amigos se han ido antes; mañana él también me dejará, como me abandonaron mis esperanzas.” Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.” Sobrecogido al romper el silencio tan idóneas palabras, “sin duda -pensé-, sin duda lo que dice es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido de un amo infortunado a quien desastre impío persiguió, acosó sin dar tregua hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido, hasta que las endechas de su esperanza llevaron sólo esa carga melancólica de “Nunca, nunca más.” Mas el Cuervo arrancó todavía de mis tristes fantasías una sonrisa; acerqué un mullido asiento frente al pájaro, el busto y la puerta; y entonces, hundiéndome en el terciopelo, empecé a enlazar una fantasía con otra, pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño, lo que este torvo, desgarbado, hórrido, flaco y ominoso pájaro de antaño quería decir graznando: “Nunca más,” En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra, frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos, quemaban hasta el fondo de mi pecho. Esto y más, sentado, adivinaba, con la cabeza reclinada en el aterciopelado forro del cojín acariciado por la luz de la lámpara; en el forro de terciopelo violeta acariciado por la luz de la lámpara ¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más! Entonces me pareció que el aire se tornaba más denso, perfumado por invisible incensario mecido por serafines cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado. “¡Miserable -dije-, tu Dios te ha concedido, por estos ángeles te ha otorgado una tregua, tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora! ¡Apura, oh, apura este dulce nepente y olvida a tu ausente Leonora!” Y el Cuervo dijo: “Nunca más.” “¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica! ¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio enviado por el Tentador, o arrojado por la tempestad a este refugio desolado e impávido, a esta desértica tierra encantada, a este hogar hechizado por el horror! Profeta, dime, en verdad te lo imploro, ¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad? ¡Dime, dime, te imploro!” Y el cuervo dijo: “Nunca más.” “¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica! ¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio! ¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas, ese Dios que adoramos tú y yo, dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén tendrá en sus brazos a una santa doncella llamada por los ángeles Leonora, tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen llamada por los ángeles Leonora!” Y el cuervo dijo: “Nunca más.” “¡Sea esa palabra nuestra señal de partida pájaro o espíritu maligno! -le grité presuntuoso. ¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica. No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira que profirió tu espíritu! Deja mi soledad intacta. Abandona el busto del dintel de mi puerta. Aparta tu pico de mi corazón y tu figura del dintel de mi puerta. Y el Cuervo dijo: Nunca más.” Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo. Aún sigue posado, aún sigue posado en el pálido busto de Palas. en el dintel de la puerta de mi cuarto. Y sus ojos tienen la apariencia de los de un demonio que está soñando. Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama tiende en el suelo su sombra. Y mi alma, del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo, no podrá liberarse. ¡Nunca más!
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  • Las risas de los niños llenaban la casa, rebotando por los pasillos como campanas alegres.
    —¡Los vamos a encontrar! —gritó una vocecita entre risas.

    Ella se tapó la boca para no reír, mientras él la abrazaba desde atrás dentro del closet. La ropa colgante los envolvía como un refugio secreto, y el olor a madera vieja se mezclaba con el perfume de ella.

    —Shh… —murmuró él con una sonrisa traviesa, poniendo un dedo sobre sus labios—. Si nos descubren, perderemos otra vez.

    Ella se mordió el labio, intentando contener la risa, mientras el corazón le latía rápido por la cercanía. En ese instante, entre risas contenidas y miradas cómplices, el juego dejó de ser solo de los niños.
    Porque aunque la puerta del closet los escondía del mundo, el amor entre ellos seguía brillando como siempre: cálido, sencillo… y lleno de esa ternura que solo se encuentra en un hogar feliz.

    Melínoe Fleur
    Las risas de los niños llenaban la casa, rebotando por los pasillos como campanas alegres. —¡Los vamos a encontrar! —gritó una vocecita entre risas. Ella se tapó la boca para no reír, mientras él la abrazaba desde atrás dentro del closet. La ropa colgante los envolvía como un refugio secreto, y el olor a madera vieja se mezclaba con el perfume de ella. —Shh… —murmuró él con una sonrisa traviesa, poniendo un dedo sobre sus labios—. Si nos descubren, perderemos otra vez. Ella se mordió el labio, intentando contener la risa, mientras el corazón le latía rápido por la cercanía. En ese instante, entre risas contenidas y miradas cómplices, el juego dejó de ser solo de los niños. Porque aunque la puerta del closet los escondía del mundo, el amor entre ellos seguía brillando como siempre: cálido, sencillo… y lleno de esa ternura que solo se encuentra en un hogar feliz. [Melinoe_Fleur]
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  • Tras un día relativamente tranquilo y que lo dejó perdido en sus pensamientos, decidió ir a su pequeño Edén para relajarse con el sonido de la cascada, tumbándose cerca de la vegetación mientras jugaba con su collar entre los dedos, mirando la gema azul, suspirando.

    —Que tontería...

    Murmuró, volviendo a dejarla en su pecho, tumbándose a ver el falso cielo dentro de aquel paraíso.
    Tras un día relativamente tranquilo y que lo dejó perdido en sus pensamientos, decidió ir a su pequeño Edén para relajarse con el sonido de la cascada, tumbándose cerca de la vegetación mientras jugaba con su collar entre los dedos, mirando la gema azul, suspirando. —Que tontería... Murmuró, volviendo a dejarla en su pecho, tumbándose a ver el falso cielo dentro de aquel paraíso.
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  • Apenas si pudo dormir un poco, sintiendo su cabeza pesada y con un ligero dolor pero ya debía salir de la cama.
    Suspirando, se estiró y acomodó sus cabellos, mirando apenas a la ventana.

    —Que pesadilla...

    Murmuró, levantándose del todo para ir a recorrer las cortinas y dejar que la poca luz de abriera paso.


    #Seductivesunday
    Apenas si pudo dormir un poco, sintiendo su cabeza pesada y con un ligero dolor pero ya debía salir de la cama. Suspirando, se estiró y acomodó sus cabellos, mirando apenas a la ventana. —Que pesadilla... Murmuró, levantándose del todo para ir a recorrer las cortinas y dejar que la poca luz de abriera paso. #Seductivesunday
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  • *Adam estaba durmiendo por la mañana, cuando unos golpes insistentes en la puerta lo hacen despertar.
    Somnoliento, él se levanta a toda prisa y sale a abrir la puerta.*

    —Mmmm ¿Sí?
    *Adam estaba durmiendo por la mañana, cuando unos golpes insistentes en la puerta lo hacen despertar. Somnoliento, él se levanta a toda prisa y sale a abrir la puerta.* —Mmmm ¿Sí?
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  • ılılı 𝄪  ♫ ﹒ lı ◠◠  ♩  ◠◠ ıl ﹒ ♫  𝄪 ılılı


    Al finalizar una larga sesión de fotos para Bvlgari, Ji-Hyun, el resto de los modelos, maquillistas y fotógrafos se encontraban disfrutando del evento posterior para celebrar el cierre de tan arduo proyecto.

    Al coreano le hubiese gustado invitar a Ha-Rin a la fiesta si no estuviese fuera del radar ahora mismo, después de todo, la comida se veía deliciosa, podría asegurar que el joven talento la amaría. Había desde alimentos con apariencia lujosa, un área de ensaladas y mariscos y, la mejor sección de todas: unos postres franceses en forma de frutas que habían sido virales en TikTok.

    Estaba tan absorto en sus pensamientos que no se percató que uno de sus compañeros estaba platicando con él quién sabe hace cuántos minutos.

    —Hyun, ¿me estás escuchando?— dijo Min-woo, inclinándose un poco hacia él.

    —¿Eh? Sí, claro.— Respondió el mayor, levantando la copa con agua antes de darle un sorbo disimulado.

    —¡Mientes fatal Hyun!— Rió el otro. —Te quedaste viendo los postres como si fueran lo más interesante del universo.—

    Ji-Hyun sonrió, dispuesto a replicar, pero justo entonces escuchó un murmullo más fuerte detrás de ellos. Varios miembros del staff se habían reunido cerca de la mesa de los mariscos, cubriéndose la boca con disimulo, mientras otros cuantos reían estruendosamente.

    —¿Pero qué pasa allá?—Preguntó, curioso, siendo ahora él quien se acercaba a Min-Woo.

    —Creo que el director del proyecto confundió los vasos...—susurró Min-Woo, intentando contener la risa.— Parece que su “agua mineral” no era precisamente agua.

    Ji-Hyun alzó una ceja y, en el mismo instante en que dio un sorbo a su copa, vio a nada más y nada menos que el director quién levantaba su vaso para brindar con una sonrisa tontísima, visiblemente sonrojado.

    Todo iba bien hasta que el coreano casi escupe el agua por lo que estaba viendo, el director que solía ser calmado y disciplinado luchaba con el personal en un intento de subirse a la mesa para continuar con el brindis.

    —Por favor dime que alguien grabó eso —murmuró entre risas, intentando no ahogarse nuevamente.

    —Ya lo subieron al grupo —respondió Min-Woo, enseñándole el teléfono con el video en cámara lenta.

    Ji-Hyun dejó la copa sobre la barra, todavía sonriendo.
    —Y luego me preguntan por qué no bebo en eventos… —Murmuró, mientras veía al director intentando subir a la mesa nuevamente.

    Entre risas y música, se permitió disfrutar el momento. Hacía tiempo que una noche no terminaba tan ligera; por un instante, hasta el sabor del agua le parecía dulce.



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    ılılı 𝄪  ♫ ﹒ lı ◠◠  ♩  ◠◠ ıl ﹒ ♫  𝄪 ılılı Al finalizar una larga sesión de fotos para Bvlgari, Ji-Hyun, el resto de los modelos, maquillistas y fotógrafos se encontraban disfrutando del evento posterior para celebrar el cierre de tan arduo proyecto. Al coreano le hubiese gustado invitar a Ha-Rin a la fiesta si no estuviese fuera del radar ahora mismo, después de todo, la comida se veía deliciosa, podría asegurar que el joven talento la amaría. Había desde alimentos con apariencia lujosa, un área de ensaladas y mariscos y, la mejor sección de todas: unos postres franceses en forma de frutas que habían sido virales en TikTok. Estaba tan absorto en sus pensamientos que no se percató que uno de sus compañeros estaba platicando con él quién sabe hace cuántos minutos. —Hyun, ¿me estás escuchando?— dijo Min-woo, inclinándose un poco hacia él. —¿Eh? Sí, claro.— Respondió el mayor, levantando la copa con agua antes de darle un sorbo disimulado. —¡Mientes fatal Hyun!— Rió el otro. —Te quedaste viendo los postres como si fueran lo más interesante del universo.— Ji-Hyun sonrió, dispuesto a replicar, pero justo entonces escuchó un murmullo más fuerte detrás de ellos. Varios miembros del staff se habían reunido cerca de la mesa de los mariscos, cubriéndose la boca con disimulo, mientras otros cuantos reían estruendosamente. —¿Pero qué pasa allá?—Preguntó, curioso, siendo ahora él quien se acercaba a Min-Woo. —Creo que el director del proyecto confundió los vasos...—susurró Min-Woo, intentando contener la risa.— Parece que su “agua mineral” no era precisamente agua. Ji-Hyun alzó una ceja y, en el mismo instante en que dio un sorbo a su copa, vio a nada más y nada menos que el director quién levantaba su vaso para brindar con una sonrisa tontísima, visiblemente sonrojado. Todo iba bien hasta que el coreano casi escupe el agua por lo que estaba viendo, el director que solía ser calmado y disciplinado luchaba con el personal en un intento de subirse a la mesa para continuar con el brindis. —Por favor dime que alguien grabó eso —murmuró entre risas, intentando no ahogarse nuevamente. —Ya lo subieron al grupo —respondió Min-Woo, enseñándole el teléfono con el video en cámara lenta. Ji-Hyun dejó la copa sobre la barra, todavía sonriendo. —Y luego me preguntan por qué no bebo en eventos… —Murmuró, mientras veía al director intentando subir a la mesa nuevamente. Entre risas y música, se permitió disfrutar el momento. Hacía tiempo que una noche no terminaba tan ligera; por un instante, hasta el sabor del agua le parecía dulce. 0:00 ───|────── 0:00     ↻ ◁ II ▷ ↺
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