El regreso de la Luna”
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El cielo se encontraba encapotado, como si incluso las nubes contuvieran el aliento ante lo que estaba por suceder.
Durante años, Luna Aurelian Reis había desaparecido del ojo público. Ni apariciones, ni entrevistas, ni conferencias. Solo su sombra y los rumores que se tejían sobre ella, sobre su caída, sus pérdidas, y su vida entre cenizas.
Pero esa noche...
Esa noche, volvió.
El destello de los flashes casi cegó la entrada del museo cuando la puerta del auto negro se abrió lentamente.
Una figura descendió con elegancia calculada: cabello rubio platino movido por el viento, labios carmesí, un vestido negro de corte sobrio con detalles plateados que brillaban como fragmentos de estrellas.
La multitud se contuvo.
Los reporteros no sabían si gritar su nombre o guardar silencio ante la magnitud del momento.
—“¿Es ella? ¿Luna Reis?” —susurró uno, ajustando su cámara.
—“Dioses… no puede ser. Pensé que no volvería a pisar un evento público.”
Ella avanzó con paso tranquilo, sin prisa, pero con la firmeza de quien había sobrevivido a sus propios infiernos.
El emblema de REI-TECH TECHNOLOGY brillaba discretamente en el broche que adornaba su cuello.
El mundo lo sabía: su empresa, dada por muerta años atrás, había resurgido. No solo eso —ahora era la número uno del globo, superando incluso a sus antiguos competidores.
Los flashes siguieron su avance como un río de luces.
Luna alzó ligeramente la mirada; por un segundo, su rostro se reflejó en los lentes y pantallas frente a ella:
serena, inalcanzable, pero con un dejo de melancolía en los ojos.
Dentro del museo, el murmullo de la alta sociedad se convirtió en un coro expectante.
Algunos la observaban con admiración, otros con recelo.
Ella lo sabía… y no le importaba.
Cuando uno de los periodistas logró acercarse lo suficiente, preguntó, casi con miedo:
—“Señora Reis, ¿cómo se siente al volver después de tanto tiempo?”
Luna sonrió apenas, un gesto sutil, pero suficiente para silenciar el aire.
—“El tiempo no me hizo volver…”, respondió con voz tranquila.
“Solo me recordó quién soy.”
El eco de sus palabras se perdió entre el murmullo y el golpeteo de la lluvia en los cristales del museo.
Ella siguió su camino hacia el interior, dejando atrás el ruido, los flashes y las sombras del pasado.
Era su regreso…
pero también, su renacimiento.
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El cielo se encontraba encapotado, como si incluso las nubes contuvieran el aliento ante lo que estaba por suceder.
Durante años, Luna Aurelian Reis había desaparecido del ojo público. Ni apariciones, ni entrevistas, ni conferencias. Solo su sombra y los rumores que se tejían sobre ella, sobre su caída, sus pérdidas, y su vida entre cenizas.
Pero esa noche...
Esa noche, volvió.
El destello de los flashes casi cegó la entrada del museo cuando la puerta del auto negro se abrió lentamente.
Una figura descendió con elegancia calculada: cabello rubio platino movido por el viento, labios carmesí, un vestido negro de corte sobrio con detalles plateados que brillaban como fragmentos de estrellas.
La multitud se contuvo.
Los reporteros no sabían si gritar su nombre o guardar silencio ante la magnitud del momento.
—“¿Es ella? ¿Luna Reis?” —susurró uno, ajustando su cámara.
—“Dioses… no puede ser. Pensé que no volvería a pisar un evento público.”
Ella avanzó con paso tranquilo, sin prisa, pero con la firmeza de quien había sobrevivido a sus propios infiernos.
El emblema de REI-TECH TECHNOLOGY brillaba discretamente en el broche que adornaba su cuello.
El mundo lo sabía: su empresa, dada por muerta años atrás, había resurgido. No solo eso —ahora era la número uno del globo, superando incluso a sus antiguos competidores.
Los flashes siguieron su avance como un río de luces.
Luna alzó ligeramente la mirada; por un segundo, su rostro se reflejó en los lentes y pantallas frente a ella:
serena, inalcanzable, pero con un dejo de melancolía en los ojos.
Dentro del museo, el murmullo de la alta sociedad se convirtió en un coro expectante.
Algunos la observaban con admiración, otros con recelo.
Ella lo sabía… y no le importaba.
Cuando uno de los periodistas logró acercarse lo suficiente, preguntó, casi con miedo:
—“Señora Reis, ¿cómo se siente al volver después de tanto tiempo?”
Luna sonrió apenas, un gesto sutil, pero suficiente para silenciar el aire.
—“El tiempo no me hizo volver…”, respondió con voz tranquila.
“Solo me recordó quién soy.”
El eco de sus palabras se perdió entre el murmullo y el golpeteo de la lluvia en los cristales del museo.
Ella siguió su camino hacia el interior, dejando atrás el ruido, los flashes y las sombras del pasado.
Era su regreso…
pero también, su renacimiento.
El regreso de la Luna”
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El cielo se encontraba encapotado, como si incluso las nubes contuvieran el aliento ante lo que estaba por suceder.
Durante años, Luna Aurelian Reis había desaparecido del ojo público. Ni apariciones, ni entrevistas, ni conferencias. Solo su sombra y los rumores que se tejían sobre ella, sobre su caída, sus pérdidas, y su vida entre cenizas.
Pero esa noche...
Esa noche, volvió.
El destello de los flashes casi cegó la entrada del museo cuando la puerta del auto negro se abrió lentamente.
Una figura descendió con elegancia calculada: cabello rubio platino movido por el viento, labios carmesí, un vestido negro de corte sobrio con detalles plateados que brillaban como fragmentos de estrellas.
La multitud se contuvo.
Los reporteros no sabían si gritar su nombre o guardar silencio ante la magnitud del momento.
—“¿Es ella? ¿Luna Reis?” —susurró uno, ajustando su cámara.
—“Dioses… no puede ser. Pensé que no volvería a pisar un evento público.”
Ella avanzó con paso tranquilo, sin prisa, pero con la firmeza de quien había sobrevivido a sus propios infiernos.
El emblema de REI-TECH TECHNOLOGY brillaba discretamente en el broche que adornaba su cuello.
El mundo lo sabía: su empresa, dada por muerta años atrás, había resurgido. No solo eso —ahora era la número uno del globo, superando incluso a sus antiguos competidores.
Los flashes siguieron su avance como un río de luces.
Luna alzó ligeramente la mirada; por un segundo, su rostro se reflejó en los lentes y pantallas frente a ella:
serena, inalcanzable, pero con un dejo de melancolía en los ojos.
Dentro del museo, el murmullo de la alta sociedad se convirtió en un coro expectante.
Algunos la observaban con admiración, otros con recelo.
Ella lo sabía… y no le importaba.
Cuando uno de los periodistas logró acercarse lo suficiente, preguntó, casi con miedo:
—“Señora Reis, ¿cómo se siente al volver después de tanto tiempo?”
Luna sonrió apenas, un gesto sutil, pero suficiente para silenciar el aire.
—“El tiempo no me hizo volver…”, respondió con voz tranquila.
“Solo me recordó quién soy.”
El eco de sus palabras se perdió entre el murmullo y el golpeteo de la lluvia en los cristales del museo.
Ella siguió su camino hacia el interior, dejando atrás el ruido, los flashes y las sombras del pasado.
Era su regreso…
pero también, su renacimiento.
