• Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Una noche, una noche que no pertenecía a ningún calendario humano, mientras descansaba en su palacio de sombras líquidas, Morfeo cerró los ojos y se encontró en un prado de amapolas rojas. Y allí, entre la bruma del sueño que él no había creado, la vio.

    Tenía el cabello como un río de noche y la risa temblorosa como el cristal. No era mortal ni divina. No pertenecía a ningún sueño que él hubiese formado. Era libre, como si su sola existencia desafiara su poder. Habló con ella sin palabras, danzaron sin moverse, y cuando despertó, sí, él, Morfeo, despertó, la soledad lo golpeó como jamás lo habían hecho los siglos.

    Desde entonces, buscó ese rostro entre los sueños de los hombres. Bajó al lecho de reyes moribundos, se coló en los suspiros de los poetas, exploró los delírios de los locos. Pero nunca volvió a verla.

    Hasta que una joven mortal, dormida bajo un sauce en primavera, la soñó. Morfeo descendió con el sigilo de una caricia, dispuesto a observar. Y allí estaba otra vez: la mujer del sueño imposible, reencarnada en el deseo de aquella alma dormida. Comprendió entonces que no era un ser, sino una idea. Un anhelo colectivo que se filtraba entre los corazones del mundo. Ella era la manifestación del amor que no se puede tener, del recuerdo que nunca existió, del abrazo que nadie ha dado y todos esperan.

    Morfeo la amó sin poder poseerla.

    Y desde entonces, cada noche, baja al mundo con más cuidado. Ya no sólo para dar sueños, sino para encontrarse con ella, en fragmentos, en rostros, en gestos robados al subconsciente. Porque incluso los dioses, alguna vez, sueñan con amar lo inalcanzable...

    Y ese es su castigo, y su bendición.
    Una noche, una noche que no pertenecía a ningún calendario humano, mientras descansaba en su palacio de sombras líquidas, Morfeo cerró los ojos y se encontró en un prado de amapolas rojas. Y allí, entre la bruma del sueño que él no había creado, la vio. Tenía el cabello como un río de noche y la risa temblorosa como el cristal. No era mortal ni divina. No pertenecía a ningún sueño que él hubiese formado. Era libre, como si su sola existencia desafiara su poder. Habló con ella sin palabras, danzaron sin moverse, y cuando despertó, sí, él, Morfeo, despertó, la soledad lo golpeó como jamás lo habían hecho los siglos. Desde entonces, buscó ese rostro entre los sueños de los hombres. Bajó al lecho de reyes moribundos, se coló en los suspiros de los poetas, exploró los delírios de los locos. Pero nunca volvió a verla. Hasta que una joven mortal, dormida bajo un sauce en primavera, la soñó. Morfeo descendió con el sigilo de una caricia, dispuesto a observar. Y allí estaba otra vez: la mujer del sueño imposible, reencarnada en el deseo de aquella alma dormida. Comprendió entonces que no era un ser, sino una idea. Un anhelo colectivo que se filtraba entre los corazones del mundo. Ella era la manifestación del amor que no se puede tener, del recuerdo que nunca existió, del abrazo que nadie ha dado y todos esperan. Morfeo la amó sin poder poseerla. Y desde entonces, cada noche, baja al mundo con más cuidado. Ya no sólo para dar sueños, sino para encontrarse con ella, en fragmentos, en rostros, en gestos robados al subconsciente. Porque incluso los dioses, alguna vez, sueñan con amar lo inalcanzable... Y ese es su castigo, y su bendición.
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  • El Rapto de Perséfone
    Fandom Mitologica
    Categoría Fantasía
    En los valles de Nysa, donde la tierra respiraba en flores y la brisa jugaba con los rizos de las doncellas, Perséfone, hija de la poderosa Deméter, danzaba entre los tallos suaves del narciso. Era primavera, y ella era su espíritu vivo: risa pura, juventud eterna, inocencia sin heridas.

    Ese día, el sol brillaba alto, pero una sombra se gestaba en lo profundo de la tierra. Hades, señor del inframundo, había observado a Perséfone con ojos antiguos y deseo silencioso. Su corazón, tan oscuro como las cuevas que gobernaba, ardía con un anhelo distinto: no de muerte, sino de compañía. Con el permiso tácito de Zeus, tejió su plan.

    Perséfone se agachó para arrancar una flor especialmente hermosa—un narciso de pétalos tan blancos que parecían capturar la luz misma—cuando la tierra tembló. Un rugido desgarró el aire. Desde el centro del suelo, se abrió un abismo. Un carro negro, tirado por caballos de crines de humo y ojos rojos como brasas, emergió de la grieta. En él, Hades, con su corona de ónix y su mirada fija.

    Antes de que pudiera gritar, sentir o siquiera entender, él la alzó. La tierra se cerró tras ellos como si nada hubiera sucedido, como si la primavera hubiera parpadeado y se hubiera perdido.

    Todo fue silencio después. Silencio… y oscuridad.

    Perséfone cayó, no en el sentido del cuerpo, sino en el alma. Descendió más allá de las raíces de los árboles, más allá del susurro de los vivos. El Inframundo la recibió no con gritos ni con fuego, sino con una quietud pesada y absoluta. Un aire denso, cargado de cosas no dichas. Murallas de piedra, ríos que murmuraban secretos eternos. Sombras que no la miraban, pero que sabían que ella estaba allí.

    Hades no habló mucho. No necesitó hacerlo. La condujo por pasillos de obsidiana, bajo cielos que no eran cielo. Todo allí era distinto: el tiempo, el color, el ritmo de las cosas. Nada moría, porque todo ya lo había hecho.

    Pero ella no iba a quedarse en silencio.

    En cuanto su pie tocó el mármol frío de aquella vasta sala subterránea, se zafó del brazo de su raptor. Lo miró con furia —una furia que no pertenecía a una doncella, sino a una diosa aún por despertar— y le habló con voz firme y clara, que rompió el silencio como un relámpago.

    —¿Crees que porque puedes partir la tierra puedes partirme a mí? —escupió, temblando no de miedo, sino de furia—. ¿Así tomas lo que deseas? Como un ladrón entre sombras. ¿Tanta soledad tienes que necesitas robar una primavera?

    Hades no respondió de inmediato. El silencio entre ellos se volvió denso, casi físico.

    Perséfone dio un paso hacia él, alzando el mentón.

    —No soy tu prisionera. Soy hija de Deméter, nacida bajo la luz. Si crees que aquí abajo puedo marchitarme, te advierto: hay semillas que germinan incluso en la oscuridad.

    Y entonces, aunque no lo sabía aún, acababa de lanzar el primer hechizo de su transformación.
    En los valles de Nysa, donde la tierra respiraba en flores y la brisa jugaba con los rizos de las doncellas, Perséfone, hija de la poderosa Deméter, danzaba entre los tallos suaves del narciso. Era primavera, y ella era su espíritu vivo: risa pura, juventud eterna, inocencia sin heridas. Ese día, el sol brillaba alto, pero una sombra se gestaba en lo profundo de la tierra. Hades, señor del inframundo, había observado a Perséfone con ojos antiguos y deseo silencioso. Su corazón, tan oscuro como las cuevas que gobernaba, ardía con un anhelo distinto: no de muerte, sino de compañía. Con el permiso tácito de Zeus, tejió su plan. Perséfone se agachó para arrancar una flor especialmente hermosa—un narciso de pétalos tan blancos que parecían capturar la luz misma—cuando la tierra tembló. Un rugido desgarró el aire. Desde el centro del suelo, se abrió un abismo. Un carro negro, tirado por caballos de crines de humo y ojos rojos como brasas, emergió de la grieta. En él, Hades, con su corona de ónix y su mirada fija. Antes de que pudiera gritar, sentir o siquiera entender, él la alzó. La tierra se cerró tras ellos como si nada hubiera sucedido, como si la primavera hubiera parpadeado y se hubiera perdido. Todo fue silencio después. Silencio… y oscuridad. Perséfone cayó, no en el sentido del cuerpo, sino en el alma. Descendió más allá de las raíces de los árboles, más allá del susurro de los vivos. El Inframundo la recibió no con gritos ni con fuego, sino con una quietud pesada y absoluta. Un aire denso, cargado de cosas no dichas. Murallas de piedra, ríos que murmuraban secretos eternos. Sombras que no la miraban, pero que sabían que ella estaba allí. Hades no habló mucho. No necesitó hacerlo. La condujo por pasillos de obsidiana, bajo cielos que no eran cielo. Todo allí era distinto: el tiempo, el color, el ritmo de las cosas. Nada moría, porque todo ya lo había hecho. Pero ella no iba a quedarse en silencio. En cuanto su pie tocó el mármol frío de aquella vasta sala subterránea, se zafó del brazo de su raptor. Lo miró con furia —una furia que no pertenecía a una doncella, sino a una diosa aún por despertar— y le habló con voz firme y clara, que rompió el silencio como un relámpago. —¿Crees que porque puedes partir la tierra puedes partirme a mí? —escupió, temblando no de miedo, sino de furia—. ¿Así tomas lo que deseas? Como un ladrón entre sombras. ¿Tanta soledad tienes que necesitas robar una primavera? Hades no respondió de inmediato. El silencio entre ellos se volvió denso, casi físico. Perséfone dio un paso hacia él, alzando el mentón. —No soy tu prisionera. Soy hija de Deméter, nacida bajo la luz. Si crees que aquí abajo puedo marchitarme, te advierto: hay semillas que germinan incluso en la oscuridad. Y entonces, aunque no lo sabía aún, acababa de lanzar el primer hechizo de su transformación.
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  • Mientras que para otros, la ausencia de la pareja significaba desenfreno, un respiro de la rutina, un escape fugaz hacia lo prohibido, para Takeo...
    También significaba un desenfreno, despues de todo, él mismo se llamaba un animal poco racional. Era una rebelión silenciosa, una transgresión cuidadosamente calculada, un acto de insubordinación contra su propia sensatez.

    Lejos de Ohime, lejos de ella y su mirada inquisitiva, de la dulzura que siempre lo anclaba a él a la realidad, Takeo se permitía soñar sin ataduras, sin la prudencia que solía regir sus días. Se convertía en presa fácil de sus impulsos más intensos, de esos deseos que hervían en su interior y que, por más que intentara ignorarlos, seguían tentándolo con una promesa. Sabía que era una locura, que no debía, que no podía… pero aún así, lo hacía, lo imaginaba dia y noche.

    Porque había algo irresistible en la clandestinidad de aquel pensamiento, en la emoción de sumergirse en un deseo oculto, uno que no se atrevía a confesarle a Ohime. Porque era un anhelo egoísta que temía no encontrar eco en su voz. No quería que ella lo juzgara, no quería que lo detuviera, no quería que le preguntara si estaba seguro. Porque no lo estaba. Y, al mismo tiempo, lo estaba más que nunca.

    Cada noche, en la soledad de su habitación, Takeo cerraba los ojos y se permitía imaginarlo: un refugio en medio del bullicio, un lugar donde pudiera estar más cerca de sin las limitaciones de la distancia. Un departamento en Tokio, elegante pero acogedor, donde cada rincón estuviera impregnado de su presencia.

    Era un pensamiento que le aceleraba el pulso, que lo hacía sentir vivo. Era el sabor embriagador de un secreto bien guardado. Era la emoción de un riesgo disfrazado de certeza, el vértigo de tomar una decisión, de anticiparse a su reacción, de apostar todo en una jugada impulsiva.

    Y sin embargo, en el fondo de su ser, Takeo sabía que no era un capricho pasajero. Sabía que, una vez que diera el paso, no habría vuelta atrás. Pero ¿acaso no era eso lo más emocionante de todo?

    Finalmente, lo hizo.

    Firmó los papeles~
    Ahora era el dueño de una casa muy cerca de la Tokio Tower.
    Recorrió cada habitación sintiendo cómo la realidad tomaba forma ante sus ojos. No se quedó solo en la compra; eligió cuidadosamente algunos de los muebles, los detalles que harían de aquel espacio un hogar. Un sofá cómodo donde pudieran acurrucarse, una mesa de madera donde compartir desayunos, estantes que esperaban ser llenados con sus libros y pequeños objetos que hablaran de ellos.

    Era solo el inicio, pero ya podían comenzar a vivir en él. Y cuando Ohime cruzara por primera vez aquella puerta, cuando viera lo que había hecho por ellos, Takeo sabría que todo, cada impulso, cada locura, había valido la pena.
    Mientras que para otros, la ausencia de la pareja significaba desenfreno, un respiro de la rutina, un escape fugaz hacia lo prohibido, para Takeo... También significaba un desenfreno, despues de todo, él mismo se llamaba un animal poco racional. Era una rebelión silenciosa, una transgresión cuidadosamente calculada, un acto de insubordinación contra su propia sensatez. Lejos de Ohime, lejos de ella y su mirada inquisitiva, de la dulzura que siempre lo anclaba a él a la realidad, Takeo se permitía soñar sin ataduras, sin la prudencia que solía regir sus días. Se convertía en presa fácil de sus impulsos más intensos, de esos deseos que hervían en su interior y que, por más que intentara ignorarlos, seguían tentándolo con una promesa. Sabía que era una locura, que no debía, que no podía… pero aún así, lo hacía, lo imaginaba dia y noche. Porque había algo irresistible en la clandestinidad de aquel pensamiento, en la emoción de sumergirse en un deseo oculto, uno que no se atrevía a confesarle a Ohime. Porque era un anhelo egoísta que temía no encontrar eco en su voz. No quería que ella lo juzgara, no quería que lo detuviera, no quería que le preguntara si estaba seguro. Porque no lo estaba. Y, al mismo tiempo, lo estaba más que nunca. Cada noche, en la soledad de su habitación, Takeo cerraba los ojos y se permitía imaginarlo: un refugio en medio del bullicio, un lugar donde pudiera estar más cerca de sin las limitaciones de la distancia. Un departamento en Tokio, elegante pero acogedor, donde cada rincón estuviera impregnado de su presencia. Era un pensamiento que le aceleraba el pulso, que lo hacía sentir vivo. Era el sabor embriagador de un secreto bien guardado. Era la emoción de un riesgo disfrazado de certeza, el vértigo de tomar una decisión, de anticiparse a su reacción, de apostar todo en una jugada impulsiva. Y sin embargo, en el fondo de su ser, Takeo sabía que no era un capricho pasajero. Sabía que, una vez que diera el paso, no habría vuelta atrás. Pero ¿acaso no era eso lo más emocionante de todo? Finalmente, lo hizo. Firmó los papeles~ Ahora era el dueño de una casa muy cerca de la Tokio Tower. Recorrió cada habitación sintiendo cómo la realidad tomaba forma ante sus ojos. No se quedó solo en la compra; eligió cuidadosamente algunos de los muebles, los detalles que harían de aquel espacio un hogar. Un sofá cómodo donde pudieran acurrucarse, una mesa de madera donde compartir desayunos, estantes que esperaban ser llenados con sus libros y pequeños objetos que hablaran de ellos. Era solo el inicio, pero ya podían comenzar a vivir en él. Y cuando Ohime cruzara por primera vez aquella puerta, cuando viera lo que había hecho por ellos, Takeo sabría que todo, cada impulso, cada locura, había valido la pena.
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  • « Un anhelo. Una esperanza. Un deseo. »

    La vida es así. Efímera y también vacía, llena de promesas y anhelos que nunca se realizarán, esperanzas que morirán con el alba y sueños que se marchitarán antes de que la primavera decida llegar.

    Las bengalas de la noche iluminan las calles, los niños corren atraídos por los colores y las luces que destacan entre los grupos de amigos o familia. Es otro año de fiesta, otro año donde la familia se vuelve a reunir para celebrar. Pero Nikolay, siempre, siente que algo le falta. Es Sasha. En silencio solo observa a sus hermanas, las gemelas, divirtiéndote con lo rápido que sus bengalas se consumen convirtiéndolo en una divertida competencias. Incluso Aleksandr, el mayor, está sonriendo. ¿Cómo es que el mundo avanza para unos y para otros se detiene? Una pregunta hilarante, que solo logra desaparecer de su mente en el momento que Irina le advierte que está a punto de quemarse los dedos.

    Nikolay solo ríe, dejando caer el rezago de madera al suelo, luego lo aplasta y los hermanos se ríen, todos juntos, por lo distraído que es. De a poco, la risas se hacen más fuertes, el recuerdo de su infancia revive en su mente mientras los cinco veían los fuegos artificiales de fin de año. Entonces, la pregunta inminente llega a su mente: ¿Algún día superará la pérdida? La respuesta, también, llegó inmediata: No, nunca. Y a pesar de que lo pide fervientemente mientras la luz de la bengala se extingue, Nikolay no cree en los deseos.
    « Un anhelo. Una esperanza. Un deseo. » La vida es así. Efímera y también vacía, llena de promesas y anhelos que nunca se realizarán, esperanzas que morirán con el alba y sueños que se marchitarán antes de que la primavera decida llegar. Las bengalas de la noche iluminan las calles, los niños corren atraídos por los colores y las luces que destacan entre los grupos de amigos o familia. Es otro año de fiesta, otro año donde la familia se vuelve a reunir para celebrar. Pero Nikolay, siempre, siente que algo le falta. Es Sasha. En silencio solo observa a sus hermanas, las gemelas, divirtiéndote con lo rápido que sus bengalas se consumen convirtiéndolo en una divertida competencias. Incluso Aleksandr, el mayor, está sonriendo. ¿Cómo es que el mundo avanza para unos y para otros se detiene? Una pregunta hilarante, que solo logra desaparecer de su mente en el momento que Irina le advierte que está a punto de quemarse los dedos. Nikolay solo ríe, dejando caer el rezago de madera al suelo, luego lo aplasta y los hermanos se ríen, todos juntos, por lo distraído que es. De a poco, la risas se hacen más fuertes, el recuerdo de su infancia revive en su mente mientras los cinco veían los fuegos artificiales de fin de año. Entonces, la pregunta inminente llega a su mente: ¿Algún día superará la pérdida? La respuesta, también, llegó inmediata: No, nunca. Y a pesar de que lo pide fervientemente mientras la luz de la bengala se extingue, Nikolay no cree en los deseos.
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  • -Ya estando en el mundo humano nuevamente tenía que mantener mi estabilidad mental el studio seven HEAVEN me esperaba y mi manager había preparado todo para mi llegada los músicos y yo estábamos preparándonos para grabar y no entendía porque tanto arreglo del escenario había dado la señal para enpesar Pero no veía motivación así que en un lenguaje vudú pronunciaba unas palabras susurrantes que no se podían entender al oído humano mis sombras al escuchar la orden tomarán posesión de los cuerpos humanos ellos gustosas aceptaron enpesando a tocar

    Mis manos Sujetaban el micrófono con un anhelo e inpregnando mis emociones en mi interpretación comenzaba a cantar ~~~~~
    Mientras tanto en las zonas céntricas de New York las pantallas de anuncios enpesaron a transmitir mi interpretación los tranceundes quedaban asombrados que al fin el famoso locutor ALASTOR fuera visto en televisión y las redes nuevamente no tardaron en viralizarce con encabezados rumores etc -





    https://youtu.be/OiIZazzFl4I?si=8yRKJv1RzI-G3I6u
    -Ya estando en el mundo humano nuevamente tenía que mantener mi estabilidad mental el studio seven HEAVEN me esperaba y mi manager había preparado todo para mi llegada los músicos y yo estábamos preparándonos para grabar y no entendía porque tanto arreglo del escenario había dado la señal para enpesar Pero no veía motivación así que en un lenguaje vudú pronunciaba unas palabras susurrantes que no se podían entender al oído humano mis sombras al escuchar la orden tomarán posesión de los cuerpos humanos ellos gustosas aceptaron enpesando a tocar Mis manos Sujetaban el micrófono con un anhelo e inpregnando mis emociones en mi interpretación comenzaba a cantar ~~~~~ Mientras tanto en las zonas céntricas de New York las pantallas de anuncios enpesaron a transmitir mi interpretación los tranceundes quedaban asombrados que al fin el famoso locutor ALASTOR fuera visto en televisión y las redes nuevamente no tardaron en viralizarce con encabezados rumores etc - https://youtu.be/OiIZazzFl4I?si=8yRKJv1RzI-G3I6u
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  • '╭❥ No soy una heroína, mucho menos me considero buena, sólo soy alguien que nada contra corriente, por una promesa y por un anhelo desesperado de no dejar escapar la humanidad que aún creo tener.

    ¿Necesitas ayuda? Puedo ayudarte incluso escucharte, si no tienes a nadie más a quien recurrir, estoy para ti, porqué sé lo que se siente estar completamente sólo en contra del mundo y no quiero presenciar que alguien más viva eso si yo lo puedo evitar.
    '╭❥ No soy una heroína, mucho menos me considero buena, sólo soy alguien que nada contra corriente, por una promesa y por un anhelo desesperado de no dejar escapar la humanidad que aún creo tener. ¿Necesitas ayuda? Puedo ayudarte incluso escucharte, si no tienes a nadie más a quien recurrir, estoy para ti, porqué sé lo que se siente estar completamente sólo en contra del mundo y no quiero presenciar que alguien más viva eso si yo lo puedo evitar.
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  • '╭❥ Como me gustan las cosas románticas, pero por por ahora eso se queda solamente en un anhelo vago... ¿No?

    https://www.youtube.com/watch?v=dkN7p0A9m6w
    '╭❥ Como me gustan las cosas románticas, pero por por ahora eso se queda solamente en un anhelo vago... ¿No? https://www.youtube.com/watch?v=dkN7p0A9m6w
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  • - Es mi retorno, es mi reinicio, es una vida que espero disfrutar.

    El hombre se encontraba con calma sentado en un sofá dentro de su hogar observando hacia la ventana, un anhelo se percibía en sus palabras y un deseo en su semblante esperando vislumbrar la nueva experiencia que le dará aquel nuevo inicio.
    - Es mi retorno, es mi reinicio, es una vida que espero disfrutar. El hombre se encontraba con calma sentado en un sofá dentro de su hogar observando hacia la ventana, un anhelo se percibía en sus palabras y un deseo en su semblante esperando vislumbrar la nueva experiencia que le dará aquel nuevo inicio.
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  • El amor, una dulzura ignorada y un anhelo que parecía inconcebible en la vida de Rei. Siempre había creído firmemente que ese sentimiento no era para él, que no estaba destinado a experimentar ese tipo de lazos afectivos. Su mundo consistía en encuentros fugaces, en amistades que brindaban momentos efímeros de compañía o, en el peor de los casos, en relaciones pasajeras, pero todo eso cambió en el momento en que sus ojos se encontraron con los de aquel enigmático chico.

    El corazón de Rei comenzó a marchitar y florecer al mismo tiempo, intentó negar sus emociones, convencerse de que era solo una amistad profunda, una conexión especial. Pero su cuerpo le delataba, con sus manos temblorosas y su aliento entrecortado cuando estaba cerca de aquel hombre, fue un torbellino de emociones que lo arrastró a una vorágine de dudas y anhelos incontrolables.

    Sin embargo, como en un cruel giro del destino, aquel amor era imposible, Rei es un cobarde, incapaz de revelarse y declarar lo que su corazón guardaba en el más profundo de sus rincones. Y aunque su alma ansiaba con desesperación aquellos dulces besos, aquella cercanía y complicidad que solo el amor puede brindar, sabía que era algo que nunca podría ser.

    El sentimiento de impotencia se apoderaba de él, provocando un nudo en su estómago que parecía estrangularlo, el asqueroso sabor del arrepentimiento aparecían en su boca, amenazando con hacerle derramar lágrimas solitarias y calladas en la oscuridad de la noche. Era un tormento que le robaba el sueño y le llenaba de frustración, una desgarradora realidad que parecía aplastarlo con cada suspiro.
    El amor, una dulzura ignorada y un anhelo que parecía inconcebible en la vida de Rei. Siempre había creído firmemente que ese sentimiento no era para él, que no estaba destinado a experimentar ese tipo de lazos afectivos. Su mundo consistía en encuentros fugaces, en amistades que brindaban momentos efímeros de compañía o, en el peor de los casos, en relaciones pasajeras, pero todo eso cambió en el momento en que sus ojos se encontraron con los de aquel enigmático chico. El corazón de Rei comenzó a marchitar y florecer al mismo tiempo, intentó negar sus emociones, convencerse de que era solo una amistad profunda, una conexión especial. Pero su cuerpo le delataba, con sus manos temblorosas y su aliento entrecortado cuando estaba cerca de aquel hombre, fue un torbellino de emociones que lo arrastró a una vorágine de dudas y anhelos incontrolables. Sin embargo, como en un cruel giro del destino, aquel amor era imposible, Rei es un cobarde, incapaz de revelarse y declarar lo que su corazón guardaba en el más profundo de sus rincones. Y aunque su alma ansiaba con desesperación aquellos dulces besos, aquella cercanía y complicidad que solo el amor puede brindar, sabía que era algo que nunca podría ser. El sentimiento de impotencia se apoderaba de él, provocando un nudo en su estómago que parecía estrangularlo, el asqueroso sabor del arrepentimiento aparecían en su boca, amenazando con hacerle derramar lágrimas solitarias y calladas en la oscuridad de la noche. Era un tormento que le robaba el sueño y le llenaba de frustración, una desgarradora realidad que parecía aplastarlo con cada suspiro.
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  • La idea de solo un amor a través de todas las vidas,
    el anhelo de un alma que clama por la otra.
    ¿Por qué ver por separada esta vida de la pasada,
    si una proviene de la anterior?

    El tiempo siempre es escaso para quienes lo necesitan,
    pero para los que aman, dura para siempre;
    y así, mis eternidades han estado llenas de pequeñas cosas,
    pequeños detalles, que al final, solo han sido para ti.

    En un cuarto tan vacío, con mi mente tan habitada por ti,
    — ¿dónde estás? — preguntó mi suspiro.
    Cómo culpar tus ojos, si yo mismo les he dado el poder de matarme
    y revivirme en cada mirada que me dan,
    y es que tu llegada ha creado una locura tan grande en mí,
    que mis noches se han vuelto día pensando en tí cuando no estás conmigo
    y mis días se han vuelto noche soñando que estás junto a mí.

    Y es que tú, mi cielo,
    hasta en tus días de tormentas me sigues pareciendo lo más hermoso que pueda ver;
    y tus ojos, apocalipsis de mis demonios, destructores de mis dudas;
    solo ellos, simplemente quiero que sean el eclipse que me hechice todos los días.

    La promesa de dos almas que juran esperarse cada eternidad,
    el dulce deseo que produce el amor sincero por solo probar los labios de una persona nada más, únicos, eternos, infinitos.
    Dulce capricho, dulce masoquismo, dulce amor que juran cuidar por siempre.

    Anhelantes ruegos después de la muerte de cada día
    para que al despertar nuevamente sigan allí,
    perplejos ante sí mismos,
    adorando la belleza que produce verse reflejados cada uno en los ojos del otro.

    Estrellas son, galaxias, universos,
    ojos tan penetrante que dejan ver la felicidad de todas las vidas vividas ya juntos
    y dando pistas para una vida siguiente,
    como dos estrellas chocando que su efecto dura por generaciones.

    Lo cierto es, que en la aurora de cada amanecer,
    después del ruego del ocaso anterior por ver sus ojos nuevamente al despertar;
    el amor florece una vez más entre pasiones, caricias, besos, suspiros, deseos, gemidos,
    esparciendo sus almas en todo sus alrededores como flor que abre sus pétalos para darse vida un día más.

    Y así, quien ha de pensar que su amor ha vivido una vida tras otra,
    desafiando las paredes de la mente humana,
    desafiando los ciclos de la vida, en un amor puro, en una promesa, en un anhelo, en un clamor…
    en los fragmentos de dos corazones enamorados a través de las épocas de sus eternidades.

    Te amo sin límites,
    más allá del cosmos,
    más allá del infinito…
    allá donde no llegan las luces de las estrellas…
    te amo para siempre...
    La idea de solo un amor a través de todas las vidas, el anhelo de un alma que clama por la otra. ¿Por qué ver por separada esta vida de la pasada, si una proviene de la anterior? El tiempo siempre es escaso para quienes lo necesitan, pero para los que aman, dura para siempre; y así, mis eternidades han estado llenas de pequeñas cosas, pequeños detalles, que al final, solo han sido para ti. En un cuarto tan vacío, con mi mente tan habitada por ti, — ¿dónde estás? — preguntó mi suspiro. Cómo culpar tus ojos, si yo mismo les he dado el poder de matarme y revivirme en cada mirada que me dan, y es que tu llegada ha creado una locura tan grande en mí, que mis noches se han vuelto día pensando en tí cuando no estás conmigo y mis días se han vuelto noche soñando que estás junto a mí. Y es que tú, mi cielo, hasta en tus días de tormentas me sigues pareciendo lo más hermoso que pueda ver; y tus ojos, apocalipsis de mis demonios, destructores de mis dudas; solo ellos, simplemente quiero que sean el eclipse que me hechice todos los días. La promesa de dos almas que juran esperarse cada eternidad, el dulce deseo que produce el amor sincero por solo probar los labios de una persona nada más, únicos, eternos, infinitos. Dulce capricho, dulce masoquismo, dulce amor que juran cuidar por siempre. Anhelantes ruegos después de la muerte de cada día para que al despertar nuevamente sigan allí, perplejos ante sí mismos, adorando la belleza que produce verse reflejados cada uno en los ojos del otro. Estrellas son, galaxias, universos, ojos tan penetrante que dejan ver la felicidad de todas las vidas vividas ya juntos y dando pistas para una vida siguiente, como dos estrellas chocando que su efecto dura por generaciones. Lo cierto es, que en la aurora de cada amanecer, después del ruego del ocaso anterior por ver sus ojos nuevamente al despertar; el amor florece una vez más entre pasiones, caricias, besos, suspiros, deseos, gemidos, esparciendo sus almas en todo sus alrededores como flor que abre sus pétalos para darse vida un día más. Y así, quien ha de pensar que su amor ha vivido una vida tras otra, desafiando las paredes de la mente humana, desafiando los ciclos de la vida, en un amor puro, en una promesa, en un anhelo, en un clamor… en los fragmentos de dos corazones enamorados a través de las épocas de sus eternidades. Te amo sin límites, más allá del cosmos, más allá del infinito… allá donde no llegan las luces de las estrellas… te amo para siempre...
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