Ante los últimos acontecimientos que cambiaron todo en las tierras intermedias, la semidiosa pudo encontrar la paz que tan lejana veía. La maldición que la acompañaba desde el día que nació por fin había abandonado su cuerpo empíreo. Yacía recostada a los pies del antiguo árbol hierático pudiendo disfrutar de su paz momentánea, sentía la brisa cálida acaricias sus mejillas y su larga y ondeada melena escarlata, el velo de sus ojos permanecía cerrado mientras su respiración se mantenía continua y lenta. Disfrutaba de aquel momento como algo sagrado, ya que era algo que casi nunca pudo disfrutar.
Ante los últimos acontecimientos que cambiaron todo en las tierras intermedias, la semidiosa pudo encontrar la paz que tan lejana veía. La maldición que la acompañaba desde el día que nació por fin había abandonado su cuerpo empíreo. Yacía recostada a los pies del antiguo árbol hierático pudiendo disfrutar de su paz momentánea, sentía la brisa cálida acaricias sus mejillas y su larga y ondeada melena escarlata, el velo de sus ojos permanecía cerrado mientras su respiración se mantenía continua y lenta. Disfrutaba de aquel momento como algo sagrado, ya que era algo que casi nunca pudo disfrutar.